viernes, 17 de mayo de 2024

"TEORÍA DEL SUR". Luis García Montero (El País 17 AGO 2008)

Qué mejor estación que el verano para reivindicar el Sur: la lentitud, la sensualidad, la belleza, el cuidado de los otros, la alegría. En el Sur no deben tener prisa ni los pensamientos, ni los coches, ni los desnudos

Los atardeceres en la playa de Punta Candor, situada en un extremo de la Bahía de Cádiz, son lentos y no tienen prejuicios. Familias de aire tradicional pasean entre mujeres y hombres desnudos sin que nadie pierda el tiempo en indignarse con la piel, el deseo y las costumbres de los demás. Las dunas asaltadas por los pinos son una lección de bienestar y de paciencia. Perder el tiempo está bien, pero conviene elegir los motivos. No es lo mismo un ataque de cólera que un cielo desteñido en rojo, deshilvanado en matices, con la complicidad de alguna nube lejana. La tarde cae como una herencia, igual que un esplendor fatigado, mientras el horizonte parece dispuesto a demostrar la existencia de Dios. El pasado domingo vi a mucha gente cuidar en silencio el espectáculo natural de la luz, el cielo y el mar. Cuando el sol se hundió por fin en el agua, los bañistas rezagados y los paseantes empezaron a aplaudir.

Merece la pena tomar en serio ese aplauso. Como carezco de extremidades religiosas, la plenitud no supone para mí un testimonio de la divinidad. Pero los atardeceres de Punta Candor me han ayudado a recordar que el sol no es una institución con ánimo de lucro y que el derecho a la belleza debería ser el resumen último de los demás derechos humanos. No conviene confundir a Andalucía con el Sur. Andalucía es una realidad geográfica y política, y el Sur es una metáfora. Cuando Luis Cernuda se atrevió a elegir las características de un territorio ideal, escribió una evocación romántica de Andalucía. Pero tuvo el cuidado de advertir que su Andalucía no estaba en ningún sitio concreto, porque sólo existía en las ilusiones y los sueños de algunos de sus amigos poetas. Andalucía era una metáfora que Cernuda identificaba, por agradecimiento personal, y porque siempre conviene darle a las metáforas una indicación geográfica, con las playas de la costa malagueña. Claro que el poeta celebraba recuerdos de los años veinte y treinta. Por eso digo que, en estos tiempos, conviene no confundir a Andalucía con el Sur.

Andalucía es una realidad que puede llenarse de edificios sórdidos, alcaldes corruptos y especuladores decididos a devorar cualquier resto de belleza. Antonio Machado, otro poeta andaluz que buscaba realidades y metáforas, ya nos avisó de que sólo el necio confunde valor y precio. A eso se ha dedicado con una disciplina sombría la Costa del Sol durante los últimos 40 años, a confundir el progreso con la especulación y los puestos de trabajo con las concejalías de Urbanismo. La corrupción costera ha llegado a tales extremos de notoriedad que las causas penales no suponen sólo un problema para los delincuentes sorprendidos con las manos en el ladrillo, sino también para la economía turística andaluza, que paga la factura de su mala fama. Dentro de los cambios estructurales que debemos asumir los poderes públicos y los ciudadanos, quizá no esté de más volver a tomarse en serio la metáfora del Sur. Una metáfora resulta a veces una buena infraestructura, y en Andalucía quedan, más allá de los escándalos urbanísticos, valores reales que considero imprescindibles en la metáfora política del Sur. Me lo han recordado los atardeceres y los aplausos de Punta Candor.

Aplaudir una puesta de sol implica comprender el valor ético de la lentitud. La caricatura social de los andaluces se cebó durante años en su propensión a la pereza. La ilusión paradisíaca de que, al juntarse demasiado, la esencia y la existencia emiten una invitación a la quietud, se transformó en chiste barato sobre la vagancia de unos jornaleros que, sin embargo, demostraban su capacidad de trabajo si emigraban a las ciudades del Norte. El chiste no sólo aludía a la situación histórica de una tierra limitada por la falta de iniciativas económicas, sino a una idea de la existencia marcada por el desarrollismo, la moral productiva, el vértigo triunfalista del dinero y las prisas. Y con tantas prisas en la existencia, no hay esencia que resista.

Vivir con prisa es una peligrosa costumbre, porque nos hace dogmáticos al mismo tiempo que nos impide ser dueños de nuestras opiniones. El dogmatismo es la prisa de las ideas, el acomodo a discursos establecidos por encima de nuestra conciencia, el sacrificio de la responsabilidad propia en el altar de una verdad nacionalista, religiosa, partidista o mediática. Quien vive con prisa dice lo primero que se le ocurre, lo que corre al lado de él. Así que anda de cabeza y piensa con los pies. Si tuviéramos tiempo de pensar dos veces lo que decimos y, sobre todo, lo que nos dicen, otro gallo cantaría en el mundo. Sin caer en la caricatura de la pereza, por supuesto, conviene reivindicar la lentitud del Sur como un ámbito de responsabilidad propia, el único ámbito que permite los paseos largos y las buenas decisiones. En el Sur no deben tener prisa ni los pensamientos, ni los coches, ni los desnudos. La sensualidad y la belleza requieren su tiempo.

La falta de prisas resulta imprescindible también para el cuidado de los otros. Cuidar, cuidarse, recibir cuidados, elegir con cuidado, son actos de una vida incompatible con la velocidad. La prisa no hace bien sus tareas, sale del paso por culpa de los acelerones de la ética productiva y del individualismo exacerbado. Quien no quiere deberle nada a los demás, como si los demás fuesen entidades financieras, no puede ser una buena persona. Hay que cuidarse de él. Es verdad que en Andalucía el cuidado del otro nos lleva a las barras de los bares, a los corros en la puerta de la calle, a lo que podemos escuchar en la mesa de al lado, a lo que se ve detrás de los pinos y las dunas. Pero del mismo modo que entre las prisas y la vagancia queda un punto intermedio llamado lentitud, entre la curiosidad desmedida y la soledad calvinista hay un valor importante para el Sur: el cuidado de los otros. Evitar la chismosería no debe confundirse con el aislamiento. Pedir tiempo para pensar en uno mismo, significa aprender a cuidar a los demás.

El buen humor es otro requisito imprescindible del Sur que puede encontrarse también en Andalucía. En este caso, la caricatura ha desquiciado el humor, presentándolo como gracia, salero o alegría costumbrista. Pero la irritación que provocan los chistosos profesionales no debe hacernos comulgar con obsesiones corrosivas, que no permiten ni una sonrisa. Hay territorios que, por su historia, facilitan la conversión de los conflictos en obsesiones, hasta el punto de que hacen perder la cabeza a los que llevan razón en las discusiones. No quisieron caer en la mentira, pero son injustos desde su verdad. En vez de cambiar de aires, los obsesionados cambian de condición, y siempre para peor. El quiebro a tiempo, como una salida ingeniosa o un golpe elegante de humor, ayuda a huir de los dogmas y de las identidades en favor de un pensamiento mesurado. Entre la solemnidad de los sermones y la gracia irritante, cabe una negociación discreta con la alegría.

La metáfora del Sur no es útil sólo en las habitaciones oscuras del invierno, conviene reivindicar la lentitud del Sur como un ámbito de responsabilidad propia. Al narcisismo del conflicto se le puede oponer la sabiduría de vivir la vida. Las metáforas ayudan a buscar un futuro más habitable, son una obra pública. Cuando Luis Cernuda llegó por primera vez a México, después de muchos años de exilio en potentes ciudades anglosajonas, escribió el libro Variaciones sobre tema mexicano, para dar testimonio de una experiencia en la que se mezclaban las sorpresas y el recuerdo. Le dedicó un poema al español, porque para un escritor es importante oír su idioma en la calle. Dedicó otro poema a la pobreza, vivida de niño en Andalucía y reencontrada en México. Se preguntó el poeta si alguna vez sería posible escapar de la miseria sin caer en la prepotencia del lujo. Quizá la respuesta dependa de las metáforas que busquemos. Conviene, en cualquier caso, saber aplaudir una puesta de sol.

martes, 14 de mayo de 2024

"MIRARSE EL OMBLIGO". Un artículo de Irene Vallejo, eldiario.com 22 MAR 2024

Ilustración: Ramiro Alonso
El mundo es un pañuelo. Lo afirma el refranero popular, nuestra particular enciclopedia de bolsillo. En latín, la palabra mappa significaba “servilleta, toalla o trapo”. Así llamaban a la tela rectangular que, en el silencio expectante del circo, daba la señal de salida para las carreras de carros, como si aquellos caballos fueran a galopar por confines y fronteras. Sobre la superficie de esos lienzos, los romanos dibujaban los perfiles del orbe conocido.

Los mapas retratan nuestros mejores y peores rasgos: curiosidad ávida y hambre de descubrimiento, pero también vanidad conflictiva y sed de anexión. Nos fascinan porque cuentan historias y revelan nuestras pasiones. Además, construyen nuestra mirada. Las razones por las que el norte figura arriba no son científicas, sino estratégicas. Lo alto tiene connotaciones positivas, mientras que lo bajo se mira por encima del hombro. Asociamos la pobreza al sur y la prosperidad con países septentrionales. La famosa fotografía de la Tierra que tomó la nave Apolo XVII en 1972 –la canica azul– fue rotada para su publicación, pues ya sólo sabemos leer el planeta colocado de esa única forma. Sin embargo, durante siglos el este ocupó habitualmente la posición superior porque la luz surge de oriente, mientras que el norte simbolizaba un territorio de oscuridad: desde entonces, “orientarnos” significa buscar la referencia allá donde nace el día.

Los mapas dicen muchas verdades, pero también mentiras. Son atlas de las mentalidades, miedos y expectativas de las sociedades que los crean. La proyección cartográfica más utilizada todavía hoy, conocida como “Mercator”, oculta interesadas distorsiones. Los planisferios por los que viajamos con los ojos y navegamos con la punta del dedo dibujan un occidente enorme y central, sobredimensionado en un hemisferio norte que ocupa dos tercios y relega el sur a un diminuto tercio inferior. En un episodio de El ala oeste de la Casa Blanca (The West Wing), el presidente recibe a varios miembros de una ficticia Organización de Cartógrafos por la Igualdad, que presionan para renovar los mapas escolares. Explican que la Europa de Mercator está representada más grande que Sudamérica, cuando esta última la duplica. Además, Alemania figura en el centro, aunque le correspondería aparecer más al norte. “Un momento –interrumpe un perplejo Josh Lyman–, ¿me está diciendo que Alemania no está donde creíamos?”. La respuesta es lapidaria: “Nada está donde usted cree”.

Desde que empezamos a trazar caminos y geografías sobre servilletas, los seres humanos tendemos a creernos el ombligo del mundo. A lo largo de la historia, personas y pueblos han sufrido este espejismo, impropio de habitantes de un planeta esférico. Según los antiguos griegos, Zeus deseaba saber dónde estaba el centro de la Tierra, y para averiguarlo, soltó dos águilas en los extremos del universo. Inevitablemente, las aves se encontraron en un lugar de Grecia, Delfos, señalado para la posteridad con una piedra ovalada a la que llamaron “ónfalo”, es decir, ombligo. Los chinos llamaron a su país Zhonghuó, “reino central”. Unos y otros creían ser el meollo cartográfico del cosmos y la única cultura civilizada. Cada cual se ubica en el epicentro de todo, y tal vez por eso el mundo tiene más ombligos que cerebros.

A menudo el delirio megalómano ha cincelado las geografías a golpe de invasión, guerra y sometimiento, en nombre de remotas purezas y naciones triunfantes. La historia prueba, sin embargo, que el pensamiento y la ciencia fluyen en las encrucijadas de poblaciones diversas, en las rutas de viajes, encuentros e intercambios. Aunque la sabiduría arcaica acuñó en Delfos una máxima ensimismada –conócete a ti mismo–, el éxito del oráculo era fundamentalmente cosmopolita: dependía de los relatos y datos que traían sus visitantes de orígenes distantes. Por eso, el dramaturgo Menandro se atrevió a rectificarla: “Es más útil decir: conoce a los otros”. En realidad, aprendemos sobre nosotros mismos cuando nos atrevemos a mirar otros paisajes y escuchar otras voces. Es poco original sentirse únicos: sólo los demás nos dicen quiénes somos.

lunes, 13 de mayo de 2024

"DOBLES RASEROS". Irene Vallejo, El País 05 MAY 2024

CINTA ARRIBAS
Señalamos sin tapujos los abusos que cometen otros, pero nos consideramos una excepción a las normas

Es casi tan difícil admitirlo como evitarlo. No tratamos a todo el mundo con el mismo baremo ético, con idéntica vara de medir. Nos ofuscan las pasiones, los odios y las distancias entre las distintas personas verbales. Nuestros juicios tienden a la conjugación irregular: yo hago, tú cometes, él perpetra. Perdonamos con facilidad nuestros errores mientras atizamos sin piedad los tropiezos de los demás. Cultivamos el amor propio y la vergüenza ajena. El doble rasero es el mal nuestro de cada día.

El rasero era un utensilio utilizado antiguamente para rasar las medidas del grano. Consistía en una vara metálica que permitía retirar el cereal que rebasaba el borde de las vasijas, asegurando así que todas contenían la misma cantidad, sin la menor diferencia. Se necesita pulso, delicadeza, disciplina y sentido de la equidad para rasar bien: arrasar es más rápido y embriagador. El filósofo Bertrand Russell afirmó que la humanidad posee “una moral que predica pero no practica, y otra que practica y no predica”. Alzamos la voz y fruncimos el ceño para exigir que el resto del mundo se comporte como es debido, pero con media sonrisa justificamos los incumplimientos, excepciones y exabruptos de quienes nos resultan más simpáticos. Con frecuencia, repartimos la culpa y la disculpa en función de las querencias, no de las evidencias; de las adhesiones, no de las acciones. El escritor Ambrose Bierce construyó un libro entero, El diccionario del diablo, a base de definiciones asimétricas y sarcásticas: “Una persona aburrida es la que habla cuando deseas que te escuche”. “Un egoísta es una persona que piensa más en sí misma que en mí”.

La política es un terreno particularmente fértil para este divorcio entre actos y principios. En la antigua república romana, un tribuno llamado Licinio Calvo propuso una serie de iniciativas legislativas que, como era costumbre en el derecho romano, quedaron unidas a su nombre. Las leyes Licinias, pensadas para contener los excesos de los ricos, limitaban la acumulación de tierra en manos de un solo propietario y protegían a los deudores frente a los acreedores. Se aprobaron contra la indignada oposición de los patricios. Años más tarde, el extribuno Licinio Calvo fue acusado de transgredir su ley por acaparar más tierra de lo permitido. Su avaricia rebasó los límites y acabó condenado a la pena que él mismo había fijado como legislador, desde el otro lado de la barrera.

Alguien condenado por su propia ley es la imagen perfecta de nuestras incoherencias. Señalamos sin tapujos los abusos que cometen otros, pero nos consideramos una excepción a las normas. Para nosotros siempre encontramos justificación, mientras lanzamos reproches: nada necesita más reforma que la conducta de los demás.

Esta disonancia moral tiene una raíz psicológica: contemplamos la realidad desde la atalaya del yo. Así, la paja en el ojo ajeno nos parece monstruosa en comparación con nuestra propia viga y nuestra propia vida. Inevitablemente, nuestras acciones —y razones— siempre nos resultarán más lógicas, más comprensibles, más motivadas. A todos nos duelen los mínimos golpes en carne propia, y al mismo tiempo soportamos como nadie los males que aquejan a los demás. Se necesita un poderoso ejercicio de imaginación para corregir esos errores de perspectiva, para reconocer que solo desde nuestro punto de vista somos el centro del mundo. Hay millones de centros más, convencidos de ser igual de decisivos; el planeta está superpoblado de protagonismos. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 11 de mayo de 2024

"“Me resisto a la tendencia de ver la tecnología como una fuerza autónoma que no podemos controlar”. Entrevista de Pablo Guimón a Michael J. Sendel, El País 09 MAY 2024

El filósofo estadounidense aborda en ‘Contra la perfección’ los desafíos del diseño genético y defiende que “convertir la paternidad en una extensión del consumismo choca con el amor incondicional”

A finales de 2001, el filósofo político estadounidense Michael J. Sandel (Mineápolis, 1953), catedrático estrella de la Universidad de Harvard, recibió una invitación inesperada. Se le propuso formar parte del recién creado Consejo de Bioética del Presidente. No era un experto en bioética, pero le atrajo la idea de reflexionar sobre la ingeniería genética, la clonación, la investigación con células madre, incipientes campos que planteaban colosales desafíos morales. Sandel siguió desarrollando en sus célebres clases esos temas y, en particular, el de la ética del perfeccionamiento genético. Uno de los asuntos que más le intrigaron y que vertebró, en 2007, el breve ensayo Contra la perfección, que ahora reedita Debate en español (traducido por Ramón Vilà Vernis). En sus poco más de cien páginas, el celebrado profesor despliega su inteligencia y su capacidad divulgadora sobre dilemas éticos aún sin resolver, y deja entrever algunas de las ideas sobre justicia, democracia, comunidad y meritocracia que ha desarrollado en libros como La tiranía del mérito (2020), que han hecho de Sandel un referente del pensamiento político contemporáneo. Recibió a EL PAÍS este miércoles soleado en un pequeño hotel de Madrid.

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viernes, 10 de mayo de 2024

Helen Hester, filósofa: “Lo que consideramos tiempo libre no es sino un espacio para la recuperación”. Entrevista (El País 13 ABR 2024)

La feminista británica sostiene que solo si nos emancipamos del sistema neoliberal y priorizamos nuestro propio tiempo podremos disfrutar de la libertad verdadera

El trabajo contemporáneo representa “una prisión” de la que la filósofa británica Helen Hester (Grays, 1983) apela a emanciparse para disfrutar nuestra libertad verdadera. No se trata solo de la modalidad remunerada, también se refiere al trabajo reproductivo, para el que demanda “reconocimiento, redistribución y reducción” [del tiempo de trabajo], precisa durante la entrevista, que se hizo en un café al suroeste de Londres con la presencia de dos de sus tres hijos, de casi cuatro y seis años. Su libro más reciente, Después del trabajo. Una historia del hogar y la lucha por el tiempo libre, coescrito con su pareja, Nick Srnicek, esboza vías de salida, como la construcción de redes sociales humanas. Hester, catedrática de Género, Tecnología y Políticas Culturales en la Universidad de West London, es además una de las representantes de una nueva corriente del feminismo, el xenofeminismo, y es autora de un libro homónimo (ambos libros son de la editorial Caja Negra) en el que sienta las bases de una corriente que considera que las teorías que hacen de “lo natural” una norma deben ser destruidas para, después, construir desde cero una infraestructura social que logre la emancipación colectiva. El próximo miércoles 17 hablará desde La Casa Encendida y el día 20 charlará con la periodista experta en tecnología Marta Peirano en La Maliciosa, ambos actos en Madrid.

 

jueves, 9 de mayo de 2024

"LA POESÍA COMO BRAZO (PERVERSO) DE LA BARBARIE". Slajov Zizek (El País 11ABR 2024)

Una antología de las Fuerzas de Defensa de Israel incluye poemas que expresan deseos de venganza y pinta el combate en Gaza como una guerra religiosa. Su objetivo, “elevar los espíritus en tiempos de guerra”

Cuando el pacto básico que mantiene unida a una sociedad se derrumba (que es lo que al parecer está sucediendo en todo el mundo), proliferan los rumores absurdos y las teorías conspirativas. Incluso cuando la falta de sentido del mensaje es obvia (o tal vez, sobre todo en esos casos), este puede evocar temores y prejuicios muy profundos.

Un ejemplo perfecto (del que ya he hablado en otra ocasión) se dio a fines de agosto de 2023, cuando un sacerdote llamado padre Antonio roció ceremoniosamente con agua bendita una estatua de Stalin de casi ocho metros en la región rusa de Pskov. La Iglesia padeció en tiempos de Stalin, pero el sacerdote explicó que “gracias a eso tenemos muchos nuevos mártires y confesores de la fe rusos a los que rezar y que nos ayudan en el resurgimiento de nuestra Patria”. Este razonamiento está apenas a un paso de decir que los judíos deberían agradecer a Hitler por crear las condiciones que hicieron posible el Estado de Israel. Puede parecer exagerado o un mal chiste, pero es la posición declarada de algunos extremistas sionistas cercanos al gobierno israelí.

Para comprender el éxito de esta argumentación perversa, debemos señalar ante todo que en los países desarrollados, la agitación y las revueltas tienden a estallar cuando la pobreza ha retrocedido. Las protestas de los años sesenta (de los soixante-huitards en Francia a los hippies y yippies en Estados Unidos) se desarrollaron durante la edad dorada del Estado de bienestar. Cuando la gente vive bien, empieza a desear todavía más.

También hay que tener en cuenta el plus de placer que puede traer consigo la perversión social y moral. Basta pensar en el reciente ataque de Estado Islámico en el Crocus City Hall moscovita, donde asesinaron a 144 personas. Lo que algunos llaman ataque terrorista, otros lo llaman acto de resistencia armada en respuesta a la destrucción masiva causada por el ejército ruso en Siria. En cualquier caso, después del ataque sucedió algo notable: las fuerzas de seguridad rusa no solo admitieron que habían torturado a los sospechosos arrestados, sino que también lo mostraron en público.

“En un gráfico vídeo publicado en Telegram”, escribe Julia Davis (del Center for European Policy Analysis), “a uno de los detenidos le cortan una oreja y luego el interrogador le obliga a comérsela”. No extraña que algunos radicales israelíes vean en Rusia un modelo sobre cómo tratar a los miembros de Hamás arrestados.

Los funcionarios rusos no hicieron esto solo para disuadir a futuros atacantes, sino también para complacer a los miembros de la propia tribu. “Nunca esperé algo así de mí”, escribe Margarita Simonyan, una propagandista rusa que dirige la agencia de noticias estatal RT, “pero cuando veo que los meten en la sala encorvados, e incluso lo de la oreja, siento una satisfacción inmensa”. Y el fenómeno no se limita a Rusia. En Tennessee (Estados Unidos), algunos legisladores quieren que a los condenados a muerte se los vuelva a colgar en público (y por si fuera poco, de un árbol).

¿Dónde está el límite? ¿Por qué no recuperar la práctica premoderna de torturar en público hasta la muerte a los acusados de delitos? O lo que es más importante, ¿cómo es posible llevar a gente “normal” al punto en el que sea capaz de disfrutar viendo esos espectáculos sádicos?

La respuesta breve es que se necesita la clase de poder que solo pueden poseer el discurso mítico, la religión o la poesía. Como explicó Ernst Jünger, reticente compañero de ruta de los nazis: “Toda lucha por el poder va precedida de una destrucción de imágenes y de iconoclasia. Por eso necesitamos poetas: ellos inician el derribo, incluso de titanes”.

Es posible ver que la poesía desempeña un importante papel en Israel. El 26 de marzo, Haaretz publicó un artículo que explica “cómo las fuerzas armadas de Israel usan la poesía de venganza para realzar la moral de las tropas”. Una antología publicada por las Fuerzas de Defensa de Israel incluye poemas que “expresan un deseo de venganza y retratan el combate en Gaza como una guerra religiosa”. En un anuncio del 13 de octubre en el que las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) solicitan colaboración, se invita a los posibles voluntarios a “embarcarse en un viaje poético y reavivar el grandioso espíritu israelí” con el objetivo de “elevar los espíritus en tiempos de guerra”.

Al parecer, las referencias del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu a Amalec (el enemigo bíblico de los judíos en la Torá) después del 7 de octubre no fueron suficientes. Había que completarlas con versos modernos. O tal vez la cita bíblica de Netanyahu transmitió más de lo deseado. Al fin y al cabo, según el Viejo Testamento, cuando los judíos errantes llegaron a las colinas encima del valle de Judea donde vivían los amalecitas, Jehová se les apareció y ordenó a Josué matarlos a todos, incluidos niños y animales. Si eso no es “limpieza étnica”, entonces el término no significa nada.

No olvidemos que de Alemania se decía que era una tierra de Dichter und Denker (poetas y pensadores), antes de que virara a Richter und Henker (jueces y verdugos). ¿Y si las dos versiones son más cercanas de lo que parece? Si nuestro mundo se está convirtiendo en un mundo de poetas y verdugos, necesitaremos más jueces y pensadores para contrarrestar la nueva tendencia y recuperar el anclaje moral.

miércoles, 8 de mayo de 2024

"EUNUCAR A MENORES". Najat El Hachmi El País 03 MAY 2024

La imparable sexualización de la infancia también consiste en trasladar a esta etapa los problemas que siempre fueron de los adultos


En los anales de las peores atrocidades médicas cometidas en Occidente quedará grabado este oscuro capítulo en el que se está dañando la salud de niños sanos en nombres de supuestos problemas de identidad de género promovidos por adultos irresponsables. La corrección política y el miedo a ser quemados en la hoguera de la transfobia están avalando la prescripción de tratamientos experimentales y cirugías irreversibles solicitados después de un autodiagnóstico. Los servicios de salud dejan así de ser organismos de atención al paciente y pasan a ser meros dispensadores de medicamentos y operaciones a gusto del consumidor. Curioso es pedir a la vez que se despatologice la transexualidad y que se exija su tratamiento. El caso es que hoy puede ser más fácil obtener bloqueadores de la pubertad después de una consulta de pocos minutos que una receta de paracetamol. A las mujeres se nos hacen mil preguntas cuando pedimos la píldora anticonceptiva y no por eso nos tenemos por enfermas, pero explorar la procedencia del malestar de un niño que cree tener un sexo distinto al biológico se considera estigmatizante. Para no estigmatizar, y no “restringir el derecho a desarrollarse de la manera deseada”, en palabras del Defensor del Pueblo, estamos dispuestos a convertir en eunucos a nuestros adolescentes retrasando su crecimiento óseo, provocándoles una infertilidad irreversible y condenándolos a no disfrutar nunca de un orgasmo. La imparable sexualización de la infancia también consiste en trasladar a esta etapa los problemas que siempre fueron de hombres adultos. No nos extraña ni nos alarma el aumento exponencial sin precedentes de niñas que acuden a los servicios de atención a la transexualidad. ¿Cómo no van a aumentar las personas que se consideran trans si en institutos y colegios se difunden ideas acientíficas sobre la poca importancia de la biología y a los alumnos se les inculca la idea de que pueden escoger su “género” en un infinito catálogo de identidades?

En el Reino Unido, que llevan la delantera y ya están dando marcha atrás en los tratamientos a menores, acaba de publicarse un informe independiente, el Informe Cass, que viene a confirmar lo que ya anunciara el Instituto Karolinska en 2021: que los bloqueadores de la pubertad son tratamientos experimentales cuyos efectos a largo plazo se desconocen, que podrían comportar una interrupción de la maduración del cerebro y recomienda prudencia y un abordaje integral que incluya la salud mental. Justo lo contrario de lo que estamos haciendo aquí.

"TEORÍA DEL SUR". Luis García Montero (El País 17 AGO 2008)

Qué mejor estación que el verano para reivindicar el Sur: la lentitud, la sensualidad, la belleza, el cuidado de los otros, la alegría. En e...