jueves, 30 de noviembre de 2023

"CARTA DESDE LA CÁRCEL DE BIRMINGHAM". Documento de Martin Luther King redactado el 16 de abril de 1963

[Respuesta a una carta pública elaborada por ocho religiosos de Alabama (Obispo C.C.J. Carpenter, Obispo Joseph A. Durick, Rabino Hilton L. Grafman, Obispo Paul Hardin, Obispo Holan B. Harmon, Reverendo George M. Murray, Reverendo Edward V. Ramage y Reverendo Earl Stallings]

Estando confinado aquí, en la cárcel de Birmingham, he tenido la oportunidad de leer su reciente declaración calificando nuestras presentes acciones de “poco inteligentes y extemporáneas”. Raras veces me detengo a contestar a las críticas dirigidas contra mi trabajo o mis ideas. Si respondiera a todas las críticas que llegan a mi mesa, a mis secretarias no les quedaría apenas tiempo en el día para otra cosa que no fuera ese tipo de correspondencia, y yo no tendría horas en el día para hacer ningún trabajo útil. Pero como creo que son ustedes hombres de auténtica bondad y que sus críticas están expresadas de forma sincera, quiero tratar de responder a su carta de una manera que confío en que sea razonable y paciente.

Creo que debería explicar por qué estoy aquí, en Birmingham, ya que puede que ustedes se hayan visto influidos por las opiniones que critican a los “agitadores forasteros” llegados a la ciudad. Tengo el honor de ser presidente de la Conferencia Sureña de Liderazgo Cristiano, una organización que opera en todos los estados del Sur y que tiene su sede en Atlanta, Georgia. Tenemos unas ochenta y cinco organizaciones afiliadas en todo el Sur y una de ellas es el Movimiento Cristiano de Alabama por los Derechos Humanos. Con frecuencia compartimos el personal y los recursos educativos y financieros con nuestras organizaciones afiliadas. Hace varios meses, nuestra organización afiliada en Birmingham nos pidió que estuviéramos preparados para participar en un programa de acción directa no violenta, en caso necesario. Nosotros accedimos sin dudarlo y, llegado el momento, hemos cumplido nuestro compromiso. De modo que estoy aquí, junto con varios de mis colaboradores, porque me han invitado. Estoy aquí porque tengo aquí vínculos organizativos.

Pero lo fundamental es que, si estoy en Birmingham, es porque aquí está la injusticia. Al igual que los profetas del siglo VIII a.C. dejaron su tierra y llevaron la palabra de Dios mucho más allá de los confines de sus pueblos de origen, y al igual que San Pablo dejó su ciudad de Tarso y llevó la palabra de Cristo hasta los confines del mundo greco-romano, yo también estoy impelido a llevar la palabra de la libertad más allá de mi ciudad. Como Pablo, debo responder constantemente a las peticiones de ayuda de los macedonios.

Además, soy consciente de las interrelaciones existentes entre todas las comunidades y estados. No puedo quedarme sentado en Atlanta y despreocuparme de lo que sucede en Birmingham, porque la injusticia cometida en cualquier lugar constituye una amenaza a la Justicia en todas partes. Estamos inmersos en una red indestructible de relaciones mutuas, atados a un mismo destino. Cualquier cosa que afecte a una persona de manera directa, afecta indirectamente a todos. Nunca más nos podremos permitir el vivir con la idea estrecha y provinciana de los “agitadores forasteros “. Ningún ciudadano de los Estados Unidos puede ser considerado nunca forastero en ningún punto del país. CONTINUAR LEYENDO

miércoles, 29 de noviembre de 2023

"ASTURIES 1934, EL SANGRIENTO LABORATORIO DE UNA GUERRA COLONIAL EN SUELO EUROPEO. Un reportaje de elsaltodiario.es

Tropas norteafricanas entrando en Gijón
tras el aplastamiento de la revolución

Cerca de 2.000 asturianos y asturianas perdieron la vida en la represión de la fallida revolución de octubre, de la que este mes se cumplen 85 años. Las brutalidad de la guerra colonial, importada a la península por los militares curtidos en Marruecos, trataría a la clase obrera asturiana con la misma violencia que a las poblaciones norteafricanas rebeldes. Sería el ensayo de la guerra total practicada a partir de 1936 por el Ejército sublevado.

La represión al movimiento obrero asturiano después del fracaso de la huelga revolucionaria de octubre de 1934, va a anunciar un nuevo tiempo de brutalización de la vida política española, que tendrá su culminación en la Guerra Civil. La presencia de militares africanistas tanto al mando de la represión de la Comuna Asturiana como del bando sublevado en julio de 1936, empezando por el propio Francisco Franco o el general Yagüe, responsable de la matanza de la plaza de toros de Badajoz, no va a ser casual.

La guerra de Marruecos va a ser el laboratorio de un nuevo tipo de campaña militar, a sangre y fuego, casa por casa, caracterizado por la ausencia de reglas y la completa deshumanización no solo del enemigo armado, sino también de sus familias y de su comunidad. El papel jugado por el racismo en la deshumanización de las poblaciones colonizadas lo va a jugar el anticomunismo en la represión a la clase obrera asturiana y en el proceso de limpieza política que los militares sublevados van a impulsar a partir de julio de 1936.

Hannah Arendt y la guerra colonial como laboratorio del totalitarismo

Tanto en su monumental obra de 1951, Los orígenes del totalitarismo, como en sus posteriores escritos sobre el Estado totalitario, la filósofa alemana Hannah Arendt señala las inquietantes continuidades existentes entre el colonialismo europeo y los totalitarismos del siglo XX. Arendt nos recuerda, por ejemplo, que el campo de concentración, el gran símbolo del totalitarismo, fue sistemáticamente utilizado por los británicos en Sudáfrica durante la llamada Guerra de los Boéres, para recluir y castigar a la población civil que daba apoyo a los colonos de origen holandés que se oponían a la nueva dominación anglosajona.

Frente a la exitosa guerra de guerrillas practicada por los granjeros Boéres, el Imperio Británico respondería con una política de tierra quemada que dejaría sin alimentos ni soporte en el terreno a los resistentes, además de tomar como rehenes a sus familias: destrucción de granjas, pueblos y cosechas, confiscación de ganado, envenenamiento de pozos de agua y creación de campos de concentración para limpiar el territorio. Casi 50.000 personas, en su mayoría menores de 16 años, murieron en ellos a causa de la escasez de alimentos, la falta de asistencia médica y las malas condiciones de vida en los campos en los que el ejército británico recluía a las familias de los granjeros rebeldes y a sus sirvientes negros.

Según esta tesis, de algún modo la brutalidad ensayada por el imperialismo europeo en las guerras coloniales desembocaría finalmente en los horrores del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. No estamos hablando solo el campo de concentración, probablemente inventado por el general español Valeriano Weyler en la guerra de Cuba, escasos años antes de la Guerra de los Boéres. El bombardeo desde aviones sobre población civil, tan común en las guerra contemporánea y apenas practicado en la Primera Guerra Mundial, sería inventado y sistemáticamente utilizado por España e Italia en el transcurso de sus aventuras coloniales en el norte de África.

El historiador José Manuel Moreno-Aurioles explica que el bombardeo aéreo moderno nació en 1911, durante la guerra de Libia, cuando “al aviador Giulio Gavotti se le ocurrió la idea de dejar caer bombas durante un vuelo de reconocimiento sobre las posiciones enemigas”. En 1913 esta técnica, ya perfeccionada, sería ampliamente utilizada por el ejército español durante la Guerra de Marruecos, hasta el punto de ser rebautizada como el llamado vuelo a la española. El objetivo ya no era solo atacar posiciones militares enemigas, sino también castigar, desmoralizar y aterrorizar a las poblaciones civiles, acusadas de dar apoyo a los combatientes armados.

Entre 1924 y 1925, tras la humillante derrota militar en Annual, el ejército español bombardearía con gas mostaza diversos pueblos del valle del Rif. Las armas químicas, empleadas en la Primera Guerra Mundial contra soldados enemigos en el campo de batalla, serían ahora rociadas sobre campos de cultivo, para envenenar las cosechas y matar de hambre a las poblaciones rifeñas, así como sobre zocos y otras aglomeraciones de multitudes desarmadas.

España no sería el único país en hacer uso de las armas químicas contra poblaciones civiles consideradas colectívamente culpables de rebelión. Italia en Etipoía y Gran Bretaña en Irak también emplearían esta tecnología en unas guerras coloniales sin las reservas éticas y morales que aún se conservaba en la Europa anterior a la Segunda Guerra Mundial.
Octubre de 1934: Asturies ocupada por el ejército colonial

En octubre de 1934 las derechas republicanas, apoyadas por la Confederación de Derechas Autónomas, se enfrentarían a una huelga general revolucionaria que fracasaría en toda España. Sin embargo, en Asturies y el norte de León, donde el movimiento era más fuerte, estaba mejor organizado y contaba con el apoyo del poderoso sindicato minero, la convocatoria se transformaría en una insurrección armada. Durante dos semanas la República perdería el control de la región y tendría que enviar al Ejército para aplastar la llamada Comuna Asturiana, dirigida por un Comité Revolucionario que integraba a socialistas, comunistas y anarquistas. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 27 de noviembre de 2023

"LA PALABRA ENSILLADO". Un artículo de Martín Caparrós (El País. 21 Oct 2023)

Pasamos a ser personas incompletas. Es duro. Somos, está claro, perdedores, en un mundo que detesta la derrota

Ya se perdía: durante siglos se ensillaron caballos, millones de caballos, pero ahora los caballos están cada vez más en las pantallas y menos en las vidas. Así que la enorme mayoría de nosotros nunca ha ensillado, nunca usado ese verbo. Hasta que el verbo se forjó otro sentido. Así son las palabras, las personas: algunas se dejan arrumbar por tanto cambio, otras encuentran algo nuevo que decir. Solo que, activa, se volvió pasiva; ahora los tipos como yo ya no ensillamos: estamos ensillados.

Me ensillaron: la vida me ensilló. Yo, que me creía una especie de yegua sin doma, ahora estoy atado a una silla aproximadamente eléctrica, cuatro ruedas que se volvieron mi única forma de avanzar —y de retroceder: aprendiendo a vivir ensillado.

La vida se nos hace rara. El mundo no es para nosotros: está hecho para las personas que siguen usando sus piernas para desplazarse, un sistema primitivo, claramente animal que, como tantos, parece razonable. Y, en cierto punto, lo es: caminar, después de los dos años, no merece atención. Un niño aprende —es un rito de pasaje: “¿ya camina?”— y después se olvida. Las personas piensan sin pensarlo que deben adelantar un pie y lo adelantan, después el otro y también, después el otro. Lo hacen como si no lo hicieran: con la facilidad de lo impensado.

Nosotros los ensillados, en cambio, por distintas razones, no lo hacemos: ya no sabemos cómo hacerlo. O, quizá: lo sabemos con un saber que se quedó caduco. Yo sé qué hacer, qué órdenes dar, qué actitud adoptar para que mis piernas caminen —solo que, cuando lo hago, no caminan: mi saber ya no sabe hacer lo que sabía. No me lleva.

Es raro cuando pierdes algo que no sabías que tenías: cuando eso que dabas por supuesto deja de estar ahí. Y, por supuesto, empiezas a darte cuenta del complejo privilegio de poder desplazarte —cuando ya no lo tienes. La metáfora es fácil y barata.

Entonces te entregas a las máquinas: otra metáfora de cuarta. El cuerpo ya no alcanza: lo sustituyen aparatos. Así, cambiamos de categoría: pasamos a ser personas incompletas. Es duro ser personas incompletas. Somos, está claro, perdedores, en un mundo que detesta la derrota. Hemos perdido uno de los privilegios básicos de nuestra cultura: ya no somos autosuficientes. Dependemos, para muchas cosas, de otros, de los otros.

La vida se ve distinta desde abajo, desde la compasión de los demás. Tantos quieren ayudarnos. Es entrañable que quieran ayudarnos. Es insoportable que quieran ayudarnos: que den por sentado que no somos capaces de hacer solos prácticamente nada —y se ofrezcan, atentos, generosos, a hacerlo con nosotros, por nosotros. Ellos saben lo que nos conviene. Perder el movimiento de dos o tres piernas o brazos equivale, en el consenso general, a perder la capacidad de decidir. Si supieran lo desesperante, lo humillante que es que no te dejen hacer siquiera esas cosas que todavía te las arreglas para hacer. Me gustaría andar con un cartel que dijera “Muchas, muchas gracias. Cuando necesite ayuda te la pido”.

Pero sé que no debo. Y, en cualquier caso, somos víctimas, la condición más respetada: despertamos simpatías verdaderas. Los ensillados somos muchos y pocos: unos 500.000 en toda España. Hay, por supuesto, diferencias, ensillados más ricos y más pobres. Mi silla es un alarde de la técnica: se mueve sola —con un motor y un palito de gozo—, dobla, sube, corre, casi vuela; lo único que no hace es caminar. Pero tantos no las tienen. No es lo mismo andar en una silla manual con la fuerza de tus brazos que en una silla manual con alguien que te empuje que en una silla eléctrica: son tres maneras de la invalidez.

Aunque todos nos reunimos en algo más decisivo: somos ensillados. Me repica aquella frase del gran Monterroso: “Los enanos tienen un sexto sentido que les permite reconocerse entre sí”. Nosotros, los ensillados, lo tenemos. Nos reconocemos a primera vista, formamos una secreta cofradía. Cuando te cruzas con otro no sabes por qué está ahí, por qué está así, pero te sientes solidario, parte de lo mismo. No nos unen las causas sino las consecuencias.

En tiempos de identidades esenciales, esta no es una identidad natural sino adquirida: nadie nace ensillado, es algo que va trayendo el tiempo, la mala suerte, la buena suerte, esa ignorancia que llamamos destino. Pero sí, nos saludamos, nos sonreímos, sabemos que sabemos y que los otros, pobres caminantes, ignoran casi todo. Las sectas, los sectarios, somos así de vanos.

viernes, 24 de noviembre de 2023

"PAÍSES BAJOS: TENÍA QUE PASAR". Por Juan Torres López

La reciente victoria de la extrema derecha en las elecciones generales de Países Bajos sólo ha podido sorprender a quienes hayan sido ajenos a lo que ha venido pasando en ese país en los últimos trece años.

Desde entonces, viene gobernando la derecha liberal, liderada por Mark Rutte, que no ha parado de llevar a cabo bajadas de impuestos para los más ricos, privatizaciones y recortes en el gasto y las ayudas sociales.

Países Bajos, por ejemplo, tiene uno de los sistemas fiscales más regresivos de Europa: el porcentaje de ingresos dedicado a pagar impuestos en la mayoría de los grupos de renta es de alrededor del 40%, pero sólo el 20% en el 1% más rico de la población.

Los sucesivos gobiernos liberales han hecho una política de vivienda proclive al mercado que ha incrementado la dificultad de acceso a las clases medias, sin mejorar las de ingreso más bajo, y que ha provocado un gran aumento de los precios.

Mark Rutte dijo al principio de su mandato que había que acabar con la idea que, según él, tenían sus compatriotas del Estado: “una maquinita de la felicidad”. Para lograrlo, ha recortado la inversión y el gasto, provocando el empeoramiento de los servicios públicos de salud, transporte, educación, o cuidados (en 2015, se estableció que el de ancianos y dependientes pasaba a ser una “obligación” familiar). La directora de UNICEF en Países Bajos denunció en 2018 que en ese país tan próspero se dejaran de lado los derechos de grupos de niños y niñas vulnerables.

En estos últimos trece años, los sucesivos gobiernos liberales han llevado a cabo una auténtica desposesión de ingresos y derechos de las clases de renta media y baja, al mismo tiempo que han convertido a su país en el paraíso fiscal más agresivo de Europa, concediendo todo tipo de favores fiscales y financieros a las grandes empresas.

Quizá la prueba más evidente de esa desposesión es que las familias de Países Bajos son las que tienen el endeudamiento más elevado respecto a su renta bruta disponible de Europa: 187,03% en el primer trimestre de este año, el doble que las españolas (89,4%).

La estrategia seguida por los liberales holandeses (como los de otros países) para que esa desposesión no se tradujera en una revuelta social ha sido doble. Por un lado, culpar a las clases trabajadoras de derrochar el dinero público y, por otro, hacer responsable a la inmigración de todo lo malo que les estaba ocurriendo.

Lo primero alcanzó su cima más vergonzosa en 2021: hasta el gobierno tuvo que dimitir cuando se descubrió que había acusado de fraude en las ayudas sociales a más de 30.000 familias de bajos ingresos, sin fundamento ninguno. Unos 70.000 niños y niñas sufrieron principalmente la falsa acusación y 1.115 terminaron en instituciones de tutela por esa causa. El discurso contra la inmigración no ha dejado de darse y se ha hecho cada vez más fuerte, justo a medida que crecía la desposesión, cuando la realidad es que los trabajadores inmigrantes se ocupan de los empleos de muy bajo salario y más precarios y que los problemas asociados a la inmigración tienen que ver, sobre todo, con el debilitamiento de los servicios públicos y sociales que he señalado.

A diferencia de lo que sucedía hace unas décadas, la derecha liberal no oculta la desposesión que se produce cuando gobierna. Ahora la reconoce, pero culpando de ella a la inmigración o a los propios desposeídos (como dicen mis colegas economistas liberales, porque no invierten lo suficiente en ellos mismos).

Es ahí cuando aparece la extrema derecha ofreciendo ayuda (soberanía, seguridad, valores tradicionales, defensa de la nación…) y protección frente al enemigo que viene a quitarnos “lo nuestro”.

Ahora bien, aparece la extrema derecha porque al mismo tiempo las izquierdas desaparecen o pierden el norte. En lugar de centrarse en las cuestiones socioeconómicas que condicionan realmente la vida de la gente con un discurso ecuménico, dirigido a las grandes mayorías sociales para protegerlas desde la transversalidad y el sentido común, se dividen y fragmentan para identificarse con los intereses de pequeños segmentos o grupos minoritarios de la población, y dando prioridad a cuestiones identitarias y territoriales o a decirle a la sociedad lo que es o no políticamente correcto. Sin ser capaces de frenar lo que se nos viene encima.

miércoles, 22 de noviembre de 2023

"LOS EXPULSADOS DEL CULTO A LA JUVENTUD". Un artículo de Pascal Bruckner publicado en Ethic el 21 de JUL de 2021

En ‘Un instante eterno: filosofía de la longevidad’ (Siruela), el filósofo Pascal Bruckner plantea cómo los avances de la ciencia han hecho del tiempo un aliado paradójico para aumentar la vida del ser humano. Pero ¿queremos vivir mucho tiempo, o empezar de nuevo y reinventarnos?

En su libro autobiográfico, El mundo de ayer (1942), Stefan Zweig cuenta cómo a finales del siglo XIX, en Viena, en el Imperio austrohúngaro, gobernado por un soberano de 70 años rodeado de ministros decrépitos, la opinión pública no se fiaba de la juventud. Pobre de aquel que mantuviera un aspecto infantil: no le resultaba fácil encontrar un trabajo; el nombramiento de Gustav Mahler a la edad de 37 años como director de la Ópera Imperial fue una escandalosa excepción. Ser joven era un obstáculo para cualquier carrera.

Los jóvenes ambiciosos tenían que parecer mayores y empezar a envejecer en la adolescencia: acelerar el crecimiento de la barba afeitándose todos los días, llevar gafas con montura dorada en la nariz, lucir cuellos almidonados, ropa rígida y una larga levita negra y, si era posible, tener un poco de sobrepeso, lo cual era signo de seriedad. A los 20 años, vestirse de persona madura era la condición sine qua non para el éxito. Era necesario castigar a las nuevas generaciones, ya penalizadas por una educación humillante y mecánica, arrancarlas de sus comienzos como novatos, de su indisciplina de chicos malos. Era el triunfo de la gravedad que impone la edad honorable como el único comportamiento civilizado de la humanidad.

Qué contraste con nuestros tiempos, cuando cualquier adulto trata de forma desesperada de mostrar los signos externos de la juventud, practica la confusión de disfraces, lleva el pelo largo o vaqueros; cuando las propias madres se visten como sus hijas para anular cualquier brecha entre ellas. En el pasado, la gente vivía la vida de sus antepasados, de generación en generación. Ahora los progenitores quieren vivir la vida de sus descendientes.

Jovencitos de 40 años, cincuentones con aspecto adolescente, sexigenarios, aventureros de 70 o más, con sus mochilas, sus bastones de esquí y sus cascos, aficionados a la marcha nórdica, que cruzan la calle o los jardines públicos como si estuvieran atacando el Everest o el Kalahari, abuelas en escúter, abuelos en patines o en monociclos eléctricos. Es el vértigo de la regresión autorizada. El desajuste generacional es tan cómico como sintomático: entre los jóvenes encorsetados en sus trajes ceñidos y los viejos con sienes plateadas que se pasean en pantalones cortos, la cronología se altera.

Mientras tanto, los valores se han invertido. Para Platón, la escala de conocimiento debía seguir la de las edades. Solo el individuo mayor de 50 años podía contemplar el Bien. La dirección de su República debía dejarse, a través de una especie de «gerontocracia atemperada» (Michel Philibert), solo a los ancianos, capaces de impedir la anarquía de las pasiones, de orientar a los ciudadanos hacia un alto grado de humanidad. El ejercicio del poder era una función de la autoridad espiritual. Fue Platón, mucho antes que el Benjamin Button de Scott Fitzgerald, quien en el Político imaginó que en los viejos tiempos «los ancianos muertos salían de la tierra para vivir sus vidas al revés» y regresaban al estado de un bebé recién nacido. Así que vio la infancia como el fin de la existencia, un regreso al punto de partida después de un largo viaje. El principio pasó a ser el final, y el final, el principio. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 11 de noviembre de 2023

«LA CIENCIA NO EXISTE EN EL VACÍO: NO ES NEUTRAL, TIENE EFECTOS SOCIALES». Un aerículo de Patricia Simón publicado en Ethic el 10 de abril de 2023

Carl Zimmer (Connecticut, 1966) está considerado uno de los divulgadores científicos más importantes del mundo. El norteamericano acaba de publicar ‘Tiene la sonrisa de su madre’ (Capitán Swing), un ensayo en el que aborda cómo la historia y los poderes fácticos han modelado el valor que le damos hoy a la genética. El periodista, que publica semanalmente sus análisis en ‘The New York Times’, aborda la ciencia desde un humanismo que revela las estructuras que perpetúan la injusticia y la desigualdad. También desde los laboratorios. Hablamos con él por videoconferencia desde su casa en Estados Unidos.

En el libro insiste en recordar que genética y herencia no son lo mismo. Se trata de una aclaración relevante en un momento en el que vuelven a estar en auge teorías racistas pseudocientíficas. ¿Por qué es tan importante que diferenciemos entre la genética y el legado que se transmite a la descendencia?

Primero, por nuestra salud. Debemos saber que nuestros antepasados nos transmiten muchas más cosas que el ADN: heredamos estructuras sociales y un entorno que puede afectar a nuestra salud dependiendo del grupo social al que pertenezcamos. En Estados Unidos, las personas son clasificadas por su etnia, lo que les hace terminar en barrios con distintos niveles de exposición a la presencia de plomo en el suelo, a la contaminación del aire por las fábricas… Por lo tanto, esa herencia tiene efectos diferenciados en la salud de los estadounidenses blancos y negros. Si ignoras la herencia cultural y social puedes concluir que todo se explica por su genética cuando, en realidad, no es así. También es importante diferenciarlos para hacer de nuestra sociedad un lugar más equitativo. Los genes importan, pero también muchas otras cosas.

De hecho, en el libro explica que la genética no es sólo el ADN, que además se modifica por los virus, las bacterias… Es decir, somos el resultado de millones de combinaciones, también de las enfermedades que han padecido nuestros antepasados. ¿Cómo definiría la genética y cómo nos define la genética a nosotros?

La genética es la ciencia del ADN y la forma en la que este se transmite de generación en generación. La mayoría de la gente entiende la genética como nos la explicaron en el colegio, como ese jardín de Gregor Mendel donde se plantaban arvejas para que produjeran flores de distintos colores o guisantes arrugados y lisos. Por ello, mucha gente cree que tiene que haber un gen para el color de los ojos, para la inteligencia o para el alcoholismo, razón por la que creo que hay que dejar de enseñar genética a través de Mendel. En el libro lo explico a través de la altura: hay miles de genes que influyen en la altura y cada uno de ellos desempeña un papel increíblemente pequeño. Incluso quienes tienen genes que tienden a promover la altura pueden ser bajos por vivencias: si una persona ha sufrido enfermedades en la infancia o ha tenido una mala nutrición, esto puede influir en su estatura. Tenemos que esforzarnos por entender lo que los genes pueden y no pueden hacer por nosotros.

El libro tiene su origen en el año 2000, cuando va a ser padre y siente que ha prestado poca atención a cómo su genética puede influir la vida de su futura hija. Ahora que las pruebas de ADN son asequibles para muchas personas, ¿cómo cree que debemos manejarlas sin que sus resultados no condicionen negativamente nuestra existencia?

Para el trabajo de este libro secuencié todo mi genoma, lo cual ha sido una experiencia fascinante. No es lo común aún. La mayoría de la gente hace un genotipado, en el cual se observa una fracción del ADN y que es suficiente para tener una buena idea de si se tienen mutaciones importantes para el desarrollo de una enfermedad, por ejemplo. Vivimos una nueva era en nuestra relación con nuestra genética. Millones de personas pueden analizar su ADN, pero lo importante es que entiendan los resultados. La mayoría de las personas descubría que tienen mutaciones con efectos muy sutiles en sus vidas. Por ejemplo, hay genes que hacen que corramos mayor o menor riesgo si contraemos la covid-19. En mi caso, tengo en los dos sentidos. Así que los resultados pueden parecer confusos. CONTINUAR LEYENDO

martes, 7 de noviembre de 2023

"TRES DIOSES". Manuel Vicent (El País, 22 OCT 2023)

Manifestantes palestinos participaban el viernes
en Hebrón una marcha en apoyo a la población de Gaza.
MUSSA ISSA QAWASMA (REUTERS)
Uno se pregunta cuándo el gran caudal de belleza, sabiduría y amor que contienen los libros sagrados se convirtió en un manantial de maldad y de odio inagotables

En la ciudad de Hebrón se hallan las tumbas de los patriarcas. Según la tradición, allí están enterrados Abraham y sus descendientes Isaac y Jacob, en los que confluyen los creyentes de las tres religiones monoteístas. El santuario es a la vez mezquita, sinagoga e iglesia cristiana y allí por riguroso orden los musulmanes rezan a Alá los viernes, los judíos imploran a Yahvé los sábados y los cristianos veneran a Dios los domingos. Así sucedía, al menos, aquella vez que pasé por esa ciudad de Cisjordania. Ignoro si ha saltado todo por los aires. El imán leía textos de gran belleza extraídos del Corán; el rabino comentaba fragmentos del Antiguo Testamento llenos de sabiduría y los curas predicaban el amor al prójimo, según consta en el Evangelio. Frente a ese santuario compartido se extendía el zoco en el que los creyentes de las tres religiones compartían también los alimentos, las frutas y verduras bajo el nudo aromático que formaban en el aire las tres especias, el orégano, la canela y el romero. Según su religión, cada cual cumplía las reglas dietéticas del cuerpo después de haber alimentado el espíritu. Uno se pregunta cuándo el gran caudal de belleza, sabiduría y amor que contienen los libros sagrados se convirtió en un manantial de maldad y de odio inagotables. Fue cuando los tres dioses monoteístas cebados con pólvora y dinamita se encarnaron en el cerebro perverso de unos servidores fanáticos. Así se inició una pelea a muerte entre ellos que ha terminado en esta guerra de Palestina servida como un espectáculo de exterminio en cada telediario. En medio de una violencia más allá del horror, se nos invita a tomar partido frente al abominable terrorismo de Hamás y la venganza de la máquina militar de Israel amparada por Estados Unidos. A fin de cuentas, solo se trata de saber cuál de los tres dioses le parece a uno el menos cruel. Esta es la cuestión.

"LA ECONOMÍA DE LA ATENCIÓN". Un artículo de Luis Meyer publicado en Ethic el de marzo de 2023

 En la sociedad digital, el valor más cotizado es el tiempo: lo que importa es lograr que cada persona se pare y preste atención al mensaje. Para las empresas, en concreto para la publicidad, esto resulta cada vez más complicado. La ciudadanía vive rodeada de estímulos, atrapada por una sucesión de pantallas que la requiere y la bombardea con toda clase de información. Ahora, más que nunca, es verdad lo que dice el refrán: el tiempo es oro.

Adolf Hitler se convirtió en un brillante orador igual que comienzan la mayoría de las bandas de rock de éxito: actuando en garitos. Empezó ante unas pocas decenas de parroquianos dispersos en las cervecerías de Múnich y en poco tiempo llegó a congregar a miles de devotos enfervorecidos. Hitler había conseguido algo que entonces solo se intuía –y que hoy se ha convertido en uno de los bienes más cotizados–: captar la atención. El resto de la historia y sus consecuencias son de sobra conocidas.

Tim Wu lo pone negro sobre blanco en su ensayo Comerciantes de atención. «Han acaparado cada vez más horas de nuestra vida a cambio de nuevas ventajas y distracciones, por medio de un gran acuerdo que ha transformado nuestra rutina», expone, y aborda una realidad que hace un siglo apenas existía. De los primeros periódicos que dependían de la publicidad o del nuevo «tipo de arte comercial, deslumbrante» que emergió en el París de finales del XIX pasa al potencial de la propaganda bélica para embelesar a las masas y culmina con el bombardeo actual de información en el que el valor está en destacar un mensaje. «Aunque el comercio de la atención consistiese al principio en operaciones primitivas e individuales, el juego de cosechar la atención humana y de revendérsela a los anunciantes se ha convertido en una parte fundamental de nuestra economía», resume el autor.

David Oliva, consultor en marketing y director del Máster en Comunicación y Publicidad Creativa de SHIFTA, se atreve con una retrotracción mucho más temprana: a hace 2.000 años. «Se han dado cambios muy profundos en las últimas décadas, pero cuando vamos a la base de lo que significa captar la atención con una pretensión comercial, es la misma que ya empleaban los fenicios de manera instintiva», señala, «la comunicación va de poner en contacto y en contexto dos realidades, la del emisor y la del receptor». Y matiza: «El cambio es que lo que hay entre uno y otro ha saltado por los aires por la explosión digital, que ha modificado la relación entre ambos». Antes, el emisor ocupaba «una posición de púlpito». «Ahora, con la infinidad de posibilidades que implica la revolución digital, quienes emitimos los mensajes ya no controlamos el flujo», afirma. 

[...] lo que antes se solucionaba con acciones colectivas ahora se hace «dando voces en Twitter». «Ese componente colectivo de la sociedad está siendo diluido porque las grandes tecnológicas se consumen de manera individual y solo así consiguen datos precisos de cada persona».

[...] «Como usuarios, tenemos una visión naíf de que cuando usamos cualquier recurso de la web no pasa nada, y hay una máxima en marketing digital: “Si no hay precio, el precio eres tú”».



lunes, 6 de noviembre de 2023

"¡QUÉ LÁSTIMA!". Un artículo de Juan José Millás (El País, 4 NOV 2023)

CECILIA FABIANO (LAPRESSE)
Supongamos que tiene usted una embarcación de recreo con cerveza fresca y vodka helado en la nevera. Imaginemos que echa el ancla en medio del océano para tomar un aperitivo con las personas con las que comparte la travesía. De vez en cuando, se cruza con un velero lleno de gente guapa y se saludan alegremente unos a otros agitando en el aire sus gorras de marineros de boato. En esto, pasa junto al barco un ataúd y luego otro y otro, de modo que la superficie del mar se convierte en un extraño tanatorio al aire libre.

Lo de los ataúdes es una exageración. Los muertos que viene tragándose desde hace años el Mediterráneo van a cuerpo. Si acaso, cuelgan de sus miembros podridos o de sus osamentas desnudas algunos harapos que, como jirones de piel, han sobrevivido a la acción corrosiva del agua salada y a las mordeduras de los peces. Total, que a usted y a sus amigos se les ha estropeado el aperitivo. Lo más probable es que rechacen comerse esa lubina a la brasa recién pescada que quizá se haya alimentado de los cuerpos de los cientos o miles de migrantes náufragos.

Estamos exagerando, claro. Exagerando relativamente, añadiríamos. En el primer plano de la foto vemos precisamente una embarcación de recreo que se ha cruzado con un cayuco lleno de precadáveres. Se miran los unos a los otros como preguntándose:

—¿Por qué yo no soy uno de los del yate?

O bien:

—¿Cómo me he librado yo de ser uno de los del cayuco?

Es un misterio que los seres humanos, pareciéndonos tanto, seamos a la vez tan desiguales. Pero esto es lo que hay, qué lástima.


domingo, 5 de noviembre de 2023

"LA VERGÜENZA TIENE IDEOLOGÍA". Antonio Maestre, elDiario.es, 4 Nov 2023

España ha tenido momentos que hicieron sentir vergüenza a muchos españoles de una gravedad mucho mayor que el perdón de unos delitos leves en el marco de una negociación

Pablo Motos dijo esta semana en El Hormiguero que sentía vergüenza de ser español por primera vez en su vida por la ley de amnistía. Lo cierto es que sentí mucha empatía con esa afirmación de sentir vergüenza por algo que no has hecho tú, porque es algo que me ha acompañado en muchas ocasiones a lo largo de mi vida escuchando algunos discursos. La afirmación me llevó a reflexionar sobre la subjetividad de la vergüenza como elemento central de la ideología en una época en la que la emoción prevalece sobre la razón a la hora de mover los discursos políticos.

No entendí demasiado las críticas a Pablo Motos porque fue una demostración emocional de su ideología y se agradecen estos reconocimientos sinceros de la matriz de pensamiento que todos tenemos. No es criticable la sensación de vergüenza porque es una emoción que no se puede controlar, lo que hay que valorar es cómo y por qué se pueden sentir vergüenza, asco u orgullo. Es decir, cuál es el sustrato hegemónico y cultural que lleva a alguien a sentir vergüenza de ser español por primera vez en su vida. Por qué ahora y por qué no antes. Cuál es la línea roja traspasada que hace sentir pudor a una persona por su origen que nunca antes se haya sobrepasado.

Los procesos identitarios llevan asociados una serie de valores y componentes que conforman esa misma identidad. La vergüenza es una emoción, un sentimiento, una sensación de oprobio ante el maltrato a la propia identidad. Para avergonzarse de ser español se tiene que asociar a la identidad unos valores con los que se sienta concernido e identificado. Es decir, si se siente vergüenza por sentirse español es porque alguien ha maltratado esos valores que se identifican con la idea de España y que han sido mutados hasta transformarse en la idea de España que el avergonzado tiene de su país. Es comprensible que alguien que se vincule con una idea de España próxima al nacionalismo se sienta violentado con una prebenda a los nacionalistas catalanes de modo que por primera vez le lleve a sentir vergüenza de lo que antes le hacía sentir orgullo.

La vergüenza sobre la aprobación de la ley de amnistía parece venir identificada por el hecho de que todos los españoles dejamos de ser iguales ante la ley, pero al ser la primera vez que a alguien le ocurre entenderíamos que el hecho se ha producido por primera vez en España y por ende, esa novedad pervierte los valores de España. La lógica dictaría un imperativo categórico de ineludible cumplimiento para quien se sienta avergonzado por el hecho de que no haya igualdad entre españoles. No cabe otra cosa que haber sentido esa emoción de vergüenza cuando el emérito fue exonerado de toda culpa por su condición de rey después de haber reconocido tener una fortuna fuera de España con prácticas ilegales, de haber desviado fondos a sus cuentas o de haber sido librado de la fiscalía de los delitos de evasión fiscal. Pero no, por alguna extraña razón eso no provocó vergüenza.

Sentir vergüenza es una emoción humana y por qué la sentimos es lo que define nuestra sensibilidad política, emocional y cultural. Se puede sentir vergüenza por haber dejado que en Madrid más de 7.000 ancianos fueran abandonados en las residencias para morir sin atención hospitalaria mientras aquellos con seguro privado tenían la oportunidad de salvarse o morir con menos sufrimiento y agonía. Pero es cierto que eso puede no haberte hecho sentir vergüenza y sí que Carles Puigdemont pueda volver a España sin ser juzgado por malversación. España ha tenido momentos que hicieron sentir vergüenza a muchos españoles de una gravedad mucho mayor que el perdón de unos delitos leves en el marco de una negociación. La participación de España en la guerra de Irak, las mentiras del PP después del 11M, la corrupción sistemática de la derecha durante décadas, la participación del Estado y el PSOE en el terrorismo de los GAL, la muerte de cientos de inmigrantes en las vallas de Melilla y en el mar Mediterráneo, la muerte de miles de pacientes esperando un tratamiento contra la hepatitis, la pervivencia de los símbolos que exaltan la dictadura, la permanencia de miles de cadáveres de españoles en las cunetas, los indultos a los policías condenados por torturas, los miles de desahucios a personas sin recursos. Se puede sentir vergüenza por ser español por primera vez en la vida por una ley de amnistía. Es una emoción subjetiva que hay que comprender, pero sí es cuestionable por qué no se ha sentido vergüenza en todos estos años cuando se han producido infinidad de actos, hechos y actuaciones que han podido llevar a movernos la víscera.

La vergüenza es un sentimiento profundo que a lo largo de la historia ha movido a muchos intelectuales a mostrarla como la más pura emoción política vinculada a una identidad presente y perdida. Decía Bertolt Brecht en su poema sobre la Alemania de 1933: “Hablen otros de su vergüenza. Yo hablo de la mía. Los discursos que salen de tu casa producen risa”. El qué provoca esa vergüenza es lo que muestra la diferencia entre una emoción sincera o cuándo nace del más profundo privilegio. En un mundo como el actual en el que todo esta interrelacionado y se está produciendo un genocidio sobre el pueblo palestino hay motivos para sentir vergüenza sobre el silencio, la complicidad o la indiferencia del papel de nuestra sociedad y nuestro país con el crimen sistemático de menores y la aniquilación de todo un pueblo. Pero lógicamente puedes no sentir vergüenza por eso y sí porque cuando sales de viaje al extranjero alguien te pregunte por Puigdemont. Eso es en sí mismo un marcador de clase y prioridades que enseña cuál es la hegemonía ideológica predominante de una determinada y específica España avergonzada. La vergüenza también tiene ideología y en ocasiones la ajena conduce al bochorno.

¿DE QUÉ DEMOCRACIA ME ESTÁ USTED HABLANDO? Un artículo de Violeta Assiego (elDiario.es, 3 NOV 2023)

María Jesús del Barco, presidenta de la
Asociación Profesional de la
Magistratura (APM). 
EFE

“El principio del fin de la democracia” no es una ley de amnistía. Es ponerse de parte de los verdugos, de los machistas, de los que desahucian, de los explotadores, de los corruptos, de los que encubren los abusos sexuales en la Iglesia, de los que hacen negocio con la sanidad pública

Alertan los jueces conservadores que okupan el Consejo General del Poder Judicial que, de aprobarse, la ley de amnistía supondría la “abolición del Estado de Derecho”. Añade la Asociación Profesional de la Magistratura (también conservadora) que, además de volar por los aires el Estado de Derecho , ese hecho sería “el principio del fin de la democracia”. Augurios estos un tanto apocalípticos y totalmente contradictorios entre sí si se tiene en cuenta que, para que esté vigente dicha ley, su tramitación solo será posible siguiendo y respetando los cauces y mecanismos que establece, precisamente, el Estado de Derecho. Es decir, son los propios instrumentos democráticos los que permiten que los grupos parlamentarios propongan una ley de amnistía para ser debatida antes de ser votada. En caso de aprobarse, esta sería la quinta aministía desde 1978 (cuando se aprobó la Constitución), tras las tres amnistías fiscales de 1984, 1991 y 2012 y la polémica Ley de Amnistía de 1977 que impide juzgar a los criminales del franquismo y cuyos delitos han quedado impunes.

“El principio del fin de la democracia” suena más bien a eslogan del 15M (2011) o a consigna de las Marchas de la Dignidad de 2014, e incluso a pancarta de la concentración pacífica que se convocó para rodear el Congreso en 2016. Hay algo impostado y plagiado en tanta indignación y una diferencia sustancial: el estatus y la intencionalidad de quienes quieren, ahora, prender la llama de un estallido social contra Pedro Sánchez, otra vez, otra legislatura más. Las voces anti-sistema, esta vez, parecen ser, por su ideología ultranacionalista, católica y militarista, las de los guardianes del régimen, del antiguo régimen. La intencionalidad de su profecía no es denunciar la desigualdad ni la falta de justicia social sino arrebatar el poder al aspirante a investirse como presidente de Gobierno tras las últimas elecciones. Es decir, truncar el proceso establecido constitucionalmente y tumbar al candidato designado por el Rey. Todo un órdago al sistema del que forman parte. Esta pseudo indignación no va de velar por la democracia ni sus valores, va de okupar el Gobierno al precio que haga falta, va de conservar el poder.

El principio del fin de la democracia, de las democracias, es ponerse del lado de los verdugos, de los machistas, de los que desahucian, de los explotadores, de los corruptos, de los que encubren los abusos sexuales en la Iglesia, de los que se niegan a desenterrar a los desaparecidos y represaliados, de los que hacen negocio con la sanidad pública, al lado de quienes dejan morir a miles de ancianos en una residencia durante la pandemia, de los que insultan y maltratan a las personas racializadas por el color de su piel, de los que dejan morir a miles y miles de migrantes en las fronteras o los encierran en centros infames… El principio del fin de la democracia es que haya partidos que usen la política para llevar a cabo prácticas tramposas con medios de comunicación, grandes empresas, judicatura, fundaciones privadas, que solo buscan el beneficio propio.

El principio del fin de la democracia es que un fondo buitre desahucie a una madre con dos niños en València y a su padre con un 65% de discapacidad, y que, siendo esta una práctica sistemática, los partidos de derechas se opongan a una regulación de este y otros temas relacionados con el derecho a la vivienda, el precio del alquiler o el mercado inmobiliario. El principio del fin de la democracia es que, mientras la violencia sexual contra niñas y adolescentes ha crecido un 40% en los últimos cuatro años, haya partidos de derechas que obstruyan y desacrediten con argumentos falsos la importancia de que se dé educación sexual en los centros educativos. Los mismos partidos que co-gobiernan en ayuntamientos y comunidades autónomas y que se inventan que hay “adoctrinamiento de género” cuando se defienden los derechos humanos de las personas LGTBI o se proponen medidas feministas para luchar contra las violencias machistas.

Los mismos que auguran el fin de la democracia son los que se niegan a condenar los asesinatos a mujeres por parte de sus parejas y exparejas rompiendo uno de los consensos de Estado más importantes desde hace dos décadas. Los mismos partidos que se suben el sueldo en cuanto llegan al poder institucional son esos a los que les preocupa más el beso de dos mujeres en una película de Disney que la homilía del arzobispo de Oviedo que califica de “leyenda” el beso no consentido de Rubiales a Jenni Hermoso.

“El principio del fin de la democracia” son sus políticas reaccionarias anti-derechos. Hablan de ruptura de la convivencia esos partidos que siembran de miedo y de odio los relatos de supervivencia de las personas migrantes que llegan a nuestro país. ¿De qué democracia y convivencia están hablando los que hacen de activistas anti--sistema cuando ver peligrar su poder? Parece que no saben vivir en democracia más que cuando ellos ganan las elecciones y no quieren convivir con la diferencia cuando esta implica derechos e igualdad. De qué democracia nos están hablando los poderes conservadores de este país mientras Israel masacra a la población civil de Gaza y lo único que se le ocurre a Vox y PP en el ayuntamiento de Madrid es dar una medalla de honor a un Estado que está cometiendo crímenes de guerra contra la población civil. Y sin ir tan lejos, de qué fin de la democracia hablan quienes se declaran en rebeldía de cumplir la decisión de Naciones Unidas de restablecer la luz en la Cañada Real.

A la vista de sus programas políticos no es la democracia ni el respeto de los derechos fundamentales ni la convivencia lo que preocupa al PP, a Vox, al CGPJ, a la APM… sino el poder y el control. Algo que solo agranda la distancia entre quienes ocupan esos puestos y la ciudadanía a la que le preocupa no la amnistía sino llegar a final de mes. Es aquí donde es bueno recordar como el exministro del PP, Luis de Guindos, ahora en BCE, es uno de los impulsores de los tipos de interés por encima de las posibilidades de una gran mayoría. Son quienes defienden y promueven esas políticas, las que solo sirven para enriquecer a los ricos, empobrecer a los pobres, los que amenazan la democracia cuando no la pueden manipular. No es la democracia lo que peligra con una proposición de ley de amnistía. Al menos no debería si desde la derecha no la intentan desestabilizar con pronósticos catastrofistas, fake news y tácticas trumpistas.

sábado, 4 de noviembre de 2023

La anorexia y la bulimia alcanzan ya a las niñas: “Vemos casos con nueve años” (elDiario.es, 2 NOV 2023)

Carla ingresó en el Hospital Niño Jesús de Madrid el 4 de julio. Estaba en una situación extremadamente crítica. Tenía una atrofia cardíaca y la creatinina del riñón al límite. Cuando los sanitarios intentaron sacarle cinco pequeños tubos de sangre, tuvieron que parar a la mitad porque no salía ni una gota más. Con su poco más de metro y medio de altura, pesaba 31 kilos. Con tan solo 11 años, la niña había desarrollado un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). La anorexia nerviosa que la mantuvo cinco semanas hospitalizada distorsiona la realidad que refleja el espejo. Está convencida de que está gorda. “Y me dice que antes muerta que gorda”, explica Elena, su madre.

Casos como el de Carla son cada vez más habituales. La pandemia disparó las patologías como la anorexia y la bulimia y las expertas han detectado una disminución de la edad a la que comienzan a aparecer estos trastornos graves, que afectan sobre todo a las jóvenes, adolescentes y niñas. “El hecho de ser una mujer de entre 12 y 25 años es un factor de riesgo, pero la edad de inicio es cada vez menor. Estamos viendo casos por debajo de los 10 años”, indica la responsable de prevención de la Associació contra l'Anorèxia i la Bulímia de Catalunya (ACAB), Anna Figuer. CONTINUAR LEYENDO

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miércoles, 1 de noviembre de 2023

Jim Van Os, psiquiatra: “Ser diferente de los demás es muy malo para la salud mental” (El País 29 OCT 2023)

El científico holandés pone en cuestión los cimientos de la psiquiatría moderna y alerta de que “el clima social y existencial en el que vive la gente joven hace algo con su mente que provoca que se sientan mal”

Una epidemia de mala salud mental recorre los países occidentales y los servicios sanitarios, extremadamente tensionados, empiezan a mostrar sus costuras. Algo está fallando, asegura el psiquiatra y epidemiólogo Jim Van Os (Utrecht, Países Bajos, 63 años): “Cuanto más tratamos, peor se siente la gente joven”, reflexiona este médico, que es director del Departamento de Psiquiatría y Psicología en el Centro Médico de la Universidad de Utrecht y profesor en la Universidad de Londres. Van Os lleva años poniendo en cuestión los cimientos de la psiquiatría moderna y propone un giro hacia una atención verdaderamente “biopsicosocioexistencial”, dice, donde la experiencia del paciente sea el centro de un abordaje terapéutico muy individualizado.

De visita en Barcelona para participar en un seminario organizado por el Programa de Doctorado en Psicología Clínica y de la Salud de la Universidad Autónoma de Barcelona, Van Os relata cómo se obsesionó, desde sus años de estudiante de medicina, con la “diferencia entre la teoría de la psiquiatría y la experiencia del paciente”. Sus vivencias personales con familiares muy cercanos que sufrían cuadros psicóticos, tan distante de lo que aprendía en la facultad, marcó su forma de ver la profesión y la atención a los pacientes.

Pregunta. ¿Ha conseguido acercar lo que aprenden ustedes en las facultades con lo que vive en paciente?

Respuesta. Hay dos tipos de conocimiento que trabajamos hoy en día: el conocimiento de la experiencia de los usuarios y el conocimiento de la psiquiatría y la psicología, que están buscando todavía cuál es la hipótesis sobre la mente que hay que usar para investigar el fenómeno de la variación mental. Lo que vemos en salud mental es que lo que cuenta es la experiencia de la gente trabajando en ella; las técnicas y sus medicaciones no tienen tanta importancia como habíamos pensado. Las tasas de trastornos psiquiátricos están aumentando en países europeos, son alarmantes. En Holanda se han doblado en los últimos 15 años y tenemos un ejército de psicólogos y psiquiatras, pero hay una paradoja: cuanto más tratamos, peor se siente la gente joven.

P. ¿Por qué pasa eso?

R. Hay fuerzas colectivas, no individuales, que hacen que aumenten las tasas de malestar mental. Es como en cardiología, por ejemplo, que sabemos que si la nutrición de la población es mala, hay más enfermedades cardiovasculares y cáncer. Estamos aprendiendo que el clima social y existencial en el que vive la gente joven hace algo con su mente que provoca que se sientan mal.

P. Pero, ¿por qué ahora? Si el ambiente siempre ha influido, ¿por qué ahora están aumentando los trastornos de salud mental y no hace 20 años?

R. Lo que dicen las investigaciones —y la gente joven— es que hay un clima de competitividad: el éxito es una elección y si no tienes éxito, es que has elegido mal, eres un tonto. Y hay también un clima de aislamiento porque, aunque haya más contacto en las redes sociales, se produce la paradoja de que esto no da más vínculos, sino más soledad. Y también hay más vigilancia: la gente tiene miedo de no parecer normal porque si los demás te notan diferente, te sientes mal. Para la gente joven, esas fuerzas hacen que se sientan mal.

P. ¿Por qué impacta tanto sentirse diferente?

R. Ser diferente de los demás es muy malo para la salud mental. Porque necesitamos sentirnos vinculados con los demás. Somos animales sociales. Toda nuestra biología está desarrollada por estar vinculado con los demás y durante los primeros 10 años de vida, tienes un proceso de vinculación que te va a guiar las relaciones sociales y contigo mismo durante la vida.


"EN TIEMPOS OSCUROS". Eduardo Galeano


"En tiempos oscuros, tengamos el talento suficiente para aprender a volar en la noche... como murciélagos...En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente sanos, como para vomitar las mentiras que nos obligan a tragar... cada día... En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente valientes como para tener el coraje de estar solos... y lo suficientemente valientes, como para arriesgarnos a estar juntos...En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente maduros, como para saber que podemos ser compatriotas y contemporáneos, de todos los que tienen una voluntad de belleza y una voluntad de justicia, sin importar, dónde nacieron ni dónde se encuentran... porque no creemos en las fronteras de los mapas del tiempo...En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente tercos, como para seguir creyendo, contra toda evidencia... que la condición humana vale la pena...En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente locos, como para ser llamados locos... seamos lo suficientemente inteligentes, como para ser desobedientes, cuando recibimos órdenes contradictorias a nuestra conciencia... o contra el sentido común".

"NECESITAMOS UN ÉXODO DEL SIONISMO". Naomi Klein (elDiario.es 3 MAY 2024)

Judíos y simpatizantes celebran un Séder de Pascua para protestar contra la guerra en Gaza, el pasado 23 de abril, en el distrito de Brookl...