miércoles, 31 de agosto de 2022

"LA CRÓNICA DE NUESTRA VIDA". Por Rosa Mª Artal (Zaragoza, 14 de marzo de 1949) en elDiario.es (18 de agosto de 2022)

Seguir luchando por un mundo mejor, quien se anime y tenga fuerzas. Atender a los seres queridos y a la familia social en un sentido amplio. Oponerse y denunciar con más brío lo intolerable

Tengo un jardín que es un parque público. Cumple perfectamente su cometido: anuncia la primavera con flores en los almendros, reverdece en verano, estalla en el otoño pleno de exuberancia y, a veces, hasta acoge nieve en invierno. Jardín público, mis cuadros favoritos colgados en el museo Thyssen –para mí y para otros–, todo el conocimiento a un clic si sabemos elegirlo. Y a estas alturas hemos aprendido mucho, eso es la experiencia. Solemos imaginar el paso del tiempo de forma diferente a como llega a ser. Y creemos necesitar mucho más de lo que en realidad precisamos.

Nacimos a mitad de un siglo, el XX, repleto de transformaciones, que dio un salto espectacular en la historia. Crecer en España entonces fue duro y más aún siendo mujer. El diseño consistía en casarse, formar una familia y perpetuar el modelo que impuso la dictadura cortando las alas de modernidades previas.

Nos pilló de lleno, sin embargo, una época que abría horizontes en lugar de cerrarlos. Las ingenuas primaveras de las flores proclamaban una libertad real y los franceses se inventaron un mayo para llevar la imaginación al poder. Fue una época expansiva en lo económico hasta que dejó de serlo, como mandan los cánones de la hegemonía reinante.

Llegó a España la democracia que disfrutaban otros. Lo hizo recortada por la mano que todo lo ensucia aquí. Fue arduo también pero valió la pena porque se alumbraron conquistas irrenunciables. Y luego la Europa soñada que se expandía en innumerables caminos, aunque tampoco ella cumplió todas las expectativas.

Vimos caer el Muro de Berlín –en mi caso en primera fila– y engrosarse de inmediato el occidente capitalista. España fue evidenciando que para edificar desde las cloacas hay que limpiar a fondo primero.

A los viejos de hoy –ancianos, mayores, como quieran– no se les puede pedir más de lo que han dado. Si el desgaste del tiempo respeta capacidades esenciales y están cubiertas las necesidades suficientes, la autonomía para disfrutar de la vida está asegurada. Tienta menospreciar la vejez.

La pandemia aportó la durísima lección de políticos desaprensivos que priorizaban las vidas rentables como si de un mercado de piezas se tratara. Imperdonable error: esta es la generación que rompió todos los clichés, sostuvo este país, viajó a conocer otros acentos, se apuntó a revoluciones hasta sin saberlo, a internet abrazándolo con pasión. La que inventó el rock que nos hizo de alguna forma inmortales. Y la que además ayuda a los hijos, cuida a los nietos, y al tiempo disfruta de placeres antaño negados a esas edades como el sexo y vestir y vivir como les da la gana.

Cierto que no todos. Algunos olvidan los sueños para aferrarse a una estabilidad ficticia cuando es la edad en la que apenas se tiene nada que perder por intentar nuevas aventuras. Ya no importan tópicos como que la arruga de la piel mata la belleza. Y emerge en cambio lo irrenunciable, lo que llena la vida.

Seguir luchando por un mundo mejor, quien se anime y tenga fuerzas. Atender a los seres queridos y a la familia social en un sentido amplio. Oponerse y denunciar con más brío lo intolerable. Y sin privarse de continuar amando, sintiendo mariposas en el estómago y el placer de los sentidos. Seguir viviendo hasta que el tiempo se acabe.

martes, 30 de agosto de 2022

"CON MI PUEDO Y CON TU QUIERO, VAMOS JUNTOS, COMPAÑERO". Por Cándido Méndez, Exsecretario General de la UGT de España y Presidente de la Confederación Europea de Sindicatos, publicado en elDiario.es el 26 de agosto de 2022

¿No hay hueco en la representación para profesionales digitales, camareros, especialistas del automóvil o de la construcción, por citar algunas profesiones? ¿No es esto una restricción de facto del sufragio universal, merced al cual todos tienen derecho a elegir y a ser elegidos?

El próximo año se cumplirán 50 del poemario Letras de Emergencia, de Benedetti, que incluye el poema Vamos Juntos, emblema de la lucha obrera por la libertad y la transformación social. Es evidente en España el protagonismo de la clase trabajadora en la recuperación democrática y su influencia en el contenido de la Constitución del 78. Lo que no es tan evidente es su presencia activa, en su diversidad laboral y profesional, donde se debaten y deciden las leyes para el cambio social, en parlamentos y consejos de ministros. Se podrían decir que en estos años quienes pueden son unos, y quienes quieren, porque lo necesitan y son la gran mayoría, la transformación social, siguen siendo otros.

Michael Sandel, en su libro La Tiranía del Mérito resalta como a comienzos del nuevo milenio, en el Congreso, Senado y consejos de ministros hay una presencia abrumadora de graduados universitarios y una ausencia práctica de presencia, en relación con la actividad laboral o profesional, de los dos tercios de ciudadanos estadounidenses que carecen de estudios universitarios. La práctica ausencia de personas sin titulación universitaria en los parlamentos o consejos de ministros es ciertamente característica de esta era meritocrática, pero no es un fenómeno sin precedentes. De hecho, causa más que ligera inquietud comprobar que se trata de una vuelta a la situación imperante antes de que comenzara a extenderse el derecho al voto a la mayoría de la población. Es decir, el sufragio universal ha sido un éxito en términos de participación de todas las clases sociales en la votación, pero los elegibles no reproducen el universo de la diversidad profesional o laboral de la población.

En España la situación es similar. La información publicada sobre el perfil profesional de nuestros diputados es abrumadoramente universitaria, creo que hay solo una diputada que se autoidentifica como empleada de fábrica, y un diputado vinculado a la formación profesional. En la actualidad, está claro que tiene mucha incidencia, afortunadamente, la variante de género, pero las variantes de titulación académica y clase social, en los partidos de la izquierda, por supuesto tampoco los de derechas, no se contemplan.

Hace algunos años, ya no era responsable de UGT-E, fui invitado a una cena en el Círculo Ecuestre de Barcelona, por parte de una asociación de jóvenes titulados universitarios. Aquella fue una cena con los postres atragantados por la sinceridad. Recibí una andanada de críticas, casi ninguna benevolente y bastantes con razón, del papel de los sindicatos y por lo tanto, de mis más de 20 años de trayectoria al frente de la UGT-E. Mi interés no era tanto contrarrestar críticas, sí aceptarlas, sino saber cuál era su situación laboral. Y me encontré que la mayoría eran de consultorías, banca, fondos, etc. Solo había alguien de una empresa emergente, creo teleco, que se ganaba la vida con cosas tangibles. Todos tenían problemas de sueldos, pero sobre todo de horarios y casi ninguno estaba satisfecho.

Este año recibí una invitación para visitar un centro educativo en un barrio obrero, de la Fundación Padre Llanos. Lo más importante para mí fue el encuentro con chicas y chicos, de en torno a 16 años y de distintas nacionalidades de origen, todos españoles, estudiantes de Formación Profesional, que me hicieron una serie de preguntas, muy meditadas y bastante aceradas. Me acuerdo de las preguntas, pero no de la desolación de mis respuestas. Después, los directivos del centro me invitaron a comer en la escuela de hostelería, y pude ahondar, cavilando, en que no son visibles estas situaciones. Y llegué a la conclusión, semanas después, de que lo que oí a un buen periodista hablando de los problemas de los agricultores y de sus dificultades para que se supiera lo que les pasaba en esta crisis alimentaria y en relación al cambio climático, era aplicable a estos adolescentes porque no son, y probablemente no serán, visibles. Después de esta experiencia me dije, estas chicas y chicos que están aquí en enseñanza secundaria o Formación Profesional tienen que ser decisivos en construir el futuro de España, y tienen derecho democrático a representar sus esperanzas y sus modos de vida, más allá de las redes sociales, como pensé de los del Círculo Ecuestre de Barcelona, aunque estos tienen muchas más posibilidades de acceder a puestos de representación democrática, debido a su titulación.

En España y en la UE, donde la extrema derecha tiene bastante éxito entre los nuevos votantes y la izquierda tiene dificultades en conectar de forma estable con la mayoría social, creo que el aspecto de la composición de las listas hay que considerarlo. ¿Su composición va a seguir siendo de universitarios y la prioridad, estar más pendientes de lo que piensan los dirigentes que confeccionan las listas, que de lo que piensan y sienten los que votan? ¿No hay hueco en la representación para profesionales digitales, camareros, especialistas del automóvil, profesionales de la construcción?, por citar algunas profesiones. ¿No es esto una restricción de facto del sufragio universal, merced al cual todos, a partir de la edad legal, tienen derecho a elegir y a ser elegidos? El presidente del Gobierno insiste en sus mensajes en los últimos tiempos en que sus políticas están dirigidas a las clases medias trabajadoras, totalmente cierto; luego sería razonable que los destinatarios de dichas políticas tengan más participación legislativa y en su ejecución, a partir de este ciclo electoral.

domingo, 28 de agosto de 2022

"SÍ O NO, EN LIBERTAD". Por Rosa Mª Artal, publicado en elDiario.es el 26 de agosto de 2022

Manifestación en Pamplona
por la puesta en libertad de la manada


Educados en la sumisión, todavía tiene mayor mérito plantar cara y ser libre y autónomo. Cada vez más mujeres en el mundo crecen en la dignidad de ser y no acatar normas atávicas. Es un logro importante el de España esta ley de derechos

Hace unos días, la escritora Marina Perezagua publicó en El País una columna a la que he vuelto varias veces: Permitan que el amor rompa el alma de mi hija, lo tituló. Hablaba de cómo hemos sido educados en la sumisión al punto de –algunos- no notarlo. Son los domadores de animales salvajes quienes llaman “romper el alma” el proceso por el que se “domestica” y somete a las bestias.

En el proyecto de ser educados en la sumisión estamos la mayor parte de los humanos. Y, sin embargo, no por casualidad, pienso, los ejemplos que citaba Marina Perezagua eran los de una hembra orangutana en el Zoológico de Viena y de ella misma, ambas con sus bebés –dice- en los brazos apenas separadas por un cristal. La madre simia se acercó como a mostrarle orgullosa a su cría. Le iba a ir peor con toda probabilidad.

Si la tribuna me enganchó fue por el final en rebeldía de la madre humana, de Marina: “Mi hija aún no entiende, pero yo pronuncio para ella paria, insurrecta, desobediente. Yo escupo vino a las órdenes y guerras de mi patrón. (…) Intentaré que el amor sea lo único que te rompa el alma”. Hasta eso asumimos. A ellos también se les rompe sin duda, pero, en general, menos. Se recompone antes, quizás. Suele recomponerse en la mayoría de los casos.

El Ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero ha sacado adelante la conocida como Ley del 'solo sí es sí' (Ley de Garantía Integral de Libertad Sexual) que cambia radicalmente el concepto de juzgar la violencia sexual. El consentimiento pasa a ser reforzado e imprescindible y desaparece la figura del abuso, que se cambia por agresión. Los últimos años se han recrudecido este tipo de delitos al ritmo que lo hacía el machismo y las ideologías ultras. Las violaciones “en manada” y algunas sentencias escandalosas mostraron la imperiosa necesidad de actuar.

Irene Montero es atacada sistemáticamente. La delincuencia mediática la expuso hasta con las ecografías de su embarazo en una foto robada por un sicario cualquiera de estos medios, y las embestidas casi diarias en redes y publicaciones no han cesado. Parece la Enemiga número 1 del machismo en sus diversas modalidades y de ciertos sectores del feminismo. Nunca se amilana, no es un producto del adiestramiento en la sumisión. CONTINUAR LEYENDO


sábado, 27 de agosto de 2022

"PERMITAN QUE EL AMOR ROMPA EL ALMA DE MI HIJA". Marina Perezagua, 13/Ago/2022, El País

EVA VÁZQUEZ

Los domadores de animales salvajes conocen como “romper el alma” el proceso de sumisión de las bestias por el cual se logra que una foca aplauda o un elefante haga estupideces propias sólo de un humano. Es curioso que, a pesar de las evidencias del daño físico que conlleva esta cruenta metamorfosis (heridas abiertas, espaldas quebradas, mutilaciones), en este caso no utilicen un eufemismo, sino que llamen a las cosas por su nombre: romper el alma, una de las expresiones tópicas pero efectivas que se suelen utilizar cuando nuestro primer amor nos hace daño: me ha roto el alma. Pero qué ingenuos somos. Eso no es posible, porque antes de llegar a la adolescencia ya tenemos el alma rota, con una diferencia: nos han vendido su fractura como educación, ahorro, sentido cívico. Todos hemos sido criados desde niños en la ficción de que nuestra educación está diseñada para cimentar el ejercicio de una mayor libertad, de la que podremos gozar cuando seamos adultos. Lógicamente, esto no puede ocurrir, porque ejercitamos una instrumentalización orientada a la producción y que está absolutamente arraigada en las identidades y entidades que nos conforman, desde la escuela hasta los medios de comunicación que fijan estas estructuras defectuosas en las masas. De igual manera que no existe un pegamento que una los pedazos del elefante roto aunque sea liberado, vivimos en un chantaje prometedor de futuro hacia el niño, una transformación irreversible que pasa por un proceso encubierto de doma y mansedumbre, un sistema que por desgracia no permite que sea el amor el primer sentimiento que llegue a rompernos el alma, de frente, sin artificio, sin opacar la transparencia de ese dolor.

Estoy sentada en un banco del zoológico más antiguo del mundo. Fue fundado en 1752 como casa de fieras imperial del palacio de Schönbrunn en Viena. Hace años solía resistirme a entrar en cualquier zoológico, pero teniendo en cuenta que cualquiera de nosotros ha llegado a conocer la extinción total de diversas especies, oponerse a los zoológicos me parece un gesto escénico. Escribo esto sobre la estela de una emoción intensa que he vivido hace escasos minutos, frente al recinto acristalado de los orangutanes. Al fondo había un orangután que, al darse la vuelta, resultó ser hembra, y que sostenía a su bebé tal como en ese momento yo sostenía a mi hija de seis meses. Se fue acercando lentamente, hasta que lo único que se interponía ya entre nuestro olfato y nuestro olor era el cristal. Nos observaba mientras acariciaba la cabeza diminuta, con mechones dispersos y anaranjados de su cría, que con los ojos negros muy abiertos miraba a su madre de esa forma paradójica que contiene la mirada de los bebés: con más admiración que pensamiento. Cada vez se acercaban más personas que querían asistir a lo que parecía ser un insólito gesto de presentación por parte de la madre orangután. A pesar de la emoción que me provocó esa suerte de comunicación entre ella y yo, dos especies distintas de primates, sé que mi experiencia no ha sido única. Por las redes circulan vídeos con escenas similares. Otras madres han sido testigos de esta interacción por parte de grandes primates que se acercan para mostrar orgullosas a su bebé e interesarse por ese otro bebé que se encuentra al otro lado del encierro, con una mirada que no resulta más inteligente, una ternura que no resulta más humana.

Esto me lleva a recordar un episodio que viví en mis años de doctorado: conocí a un chico con el que me gustaba hablar, era inteligente, me divertía. Mi interés se transformó en repulsión en el momento en que me contó sobre su nuevo trabajo: le pagaban por criar, jugar, mimar y ganarse la confianza de las crías de chimpancé que llegaban al laboratorio de la universidad, de modo que, cuando hiciera falta realizar un nuevo experimento, él les tendiera la mano y ellos, confiados por el cariño programado y asesino, marcharan sin rechistar hacia la experimentación con su cuerpo. Esta persona utilizó palabras muy similares a estas, que recuerdo con precisión por el impacto que me causó su frialdad: “Confían en mí y vienen sin rechistar”. En otras palabras, esta persona se encargaba de eso que los domadores conocen como “romper el alma”, sólo en que en su caso la sumisión no llevaba al animal a hacer equilibrios sobre una pelota o a tocar una trompeta, sino a entregar sus córneas o partes de sus órganos.

Me repugnaba la figura del protector, del padre, como medio hacia la traición y la tortura. Entonces pienso en el cuento de Leopoldo Lugones en el que el narrador describe los experimentos que realizó con un mono que había comprado en el saldo de un circo arruinado, a quien llamó Yzur. Los experimentos se fundamentaban en una leyenda de la isla de Java que aseguraba que el hecho de que los monos no hablen no se debe a una incapacidad fisiológica o de inteligencia. Aludiendo a que no hay ninguna evidencia científica para que el mono no hable, la conclusión es que los monos no hablan para que no les hagan trabajar. A partir de esta creencia, el nuevo dueño del mono comenzará a torturarle gradualmente para intentar sacarle las palabras.

Si lo pienso, el trabajo de aquel chico de mi universidad y las acciones del dueño de Yzur no son tan extraordinarios en su crueldad como podría parecerme. Como a estas crías de chimpancé, todos hemos sido educados en la sumisión. Y nos han sometido con tal destreza que se trata de una sumisión que, en el caso de que lleguemos a descubrir, no estaremos dispuestos a enfrentar, porque para entonces ya no seremos capaces de renunciar a los mecanismos de sometimiento, que en muchos casos incluyen ciertas comodidades de las que no queremos prescindir. En los últimos años todos hemos podido sentir la fragilidad de la libertad individual, esa sensación de paz inestable, tornadiza, que antes sólo atribuíamos a países de políticas conflictivas, pero no creo que tengamos menos libertades que antes; es sólo que la pedagogía de la sumisión se ha hecho más evidente, aunque sigue sin importar. Esa es la tortura asumida. Antes de que el amor nos rompa el alma, el Estado ya lo hizo, no una, sino mil veces, todas ellas a traición, pero en el nombre del padre, del hijo, del educador.

¿Cómo mitigar para mi hija siquiera parte de esa pedagogía de la sumisión? Tal vez no deba contarle que yo misma he cometido delitos de los que no me arrepiento. ¿Le digo lo que de verdad pienso para que a base de quejarse corra el riesgo de terminar siendo lo que se conoce como una inadaptada social? ¿O la engaño enseñándole respeto y obediencia a la idiotez de ciertas autoridades para que acabe bailando al ritmo del organillo ciudadano? Aún no lo sé. Pero no creo poder inculcarle el don de la ceguera, porque no lo tengo.

Los experimentos con Yzur terminan con su muerte, pero en los últimos minutos de su agonía el chimpancé logra murmurar sus primeras y últimas palabras:

“AMO, AGUA, AMO, MI AMO”.

Estas palabras, no por azar, son de necesidad y sumisión.

Mi hija aún no entiende, pero yo pronuncio para ella paria, insurrecta, desobediente. Yo escupo vino a las órdenes y guerras de mi patrón. Yo le digo:

“Respetaremos el silencio de los monos que no quieren trabajar”.

Intentaré que el amor sea lo único que te rompa el alma.






"BAEZA Y LA POESÍA". Luis García Montero, 20 de agosto de 2022, infolibre.es

Segunda quincena de agosto. Quiero dormir un rato, un minuto, un siglo, / pero que todos sepan que no he muerto. Suelo recordar estos dos versos de Federico García Lorca todos los años en Baeza, cuando el aniversario armado y desalmado de su ejecución me sorprende en el curso de poesía que desde hace años organiza allí la Universidad Internacional de Andalucía. Numerosos alumnos, poetas y profesores nos reunimos para meditar sobre el presente y el pasado de un género que se mezcla con la historia y con todas las palabras de la vida.

Mi primer recuerdo poético de Baeza data de 1983, cuando acompañé a Rafael Alberti y Aurora de Albornoz a un homenaje que se dedicaba a Antonio Machado. Se trató de un acto de afirmación democrática frente al pasado del franquismo, porque 17 años antes la Ley de Orden Público de la dictadura, sus grises y su Brigada Político Social, había impedido otro homenaje: la colección de un busto del poeta realizado por el escultor Pablo Serrano. Amenazas, pistolas, multas y detenidos. 

La España oficial era incompatible en 1966 con la figura cívica de don Antonio. Se sabía mucho mejor representada por la imagen de Fraga Iribarne en bañador, en la playa de Palomares, metido en aguas y en miseria, demostrando que no se corría peligro después de que dos aviones del ejército norteamericano chocaran en pleno vuelo con cuatro bombas nucleares. Parece ser que esas bombas tenían 75 veces más poder de destrucción que la arrojada sobre Hiroshima.

Estaba yo convencido en 1983 de que los dictadores y los demagogos hacen bien en temer el poder de la poesía. No destruye ciudades, pero genera una rebeldía íntima contra las mentiras, las represiones y las injusticias que ensucian el mundo. Como sigo manteniendo esa militancia lírica, me conmueve pasear por las calles de Baeza, pasar por delante del Instituto en el que Antonio Machado daba clases de francés o por la casa en la que escribía, convivía con la pérdida de Leonor y soñaba una España distinta a la patria de charanga y pandereta que cubría con retóricas nacionales la humillante existencia de la desigualdad, la pobreza y la soberbia impudorosa de los ricos.

El fuego de los sueños pasa de unas manos a otras. Gracias a los viajes de estudios que organizaba la Universidad de Granada, el joven estudiante Federico García Lorca pudo conocer a Machado en Baeza. Músico y poeta, andaba ya descubriendo que es mejor ponerse de parte de los que aman que de los que odian, cerca de los que sufren y con los ojos y los oídos abiertos a las palabras de Rosalía de Castro, Juan Ramón Jiménez o los campesinos de los campos andaluces. El fuego de esos sueños es el que sigue alentando en Baeza cada verano, en unas aulas por las que han pasado ya muchas voces. Baeza y la lentitud humana de un tiempo almado desarmado, dispuesto a pensar en el sentido de la vida humana.

Este año se ha presentado en el curso el libro A ras de suelo. De la ciencia a la poesía transitando por el cáncer de mama (El ojo de Poe, 2022), una antología preparada por Margarita García Carriazo y Laia Bernet Vegué, dos médicas que investigan y tratan la enfermedad. Han hecho un trabajo emocionante, dedicado “A nuestros pacientes, mujeres y hombres, cuya vida cruzó y cambió la nuestra”. Cualquiera que haya sentido la vocación educativa podría decir lo mismo de su alumnado.

Llevamos años defendiendo que la conciencia cívica hace imposible separar la ciencia, la técnica y las humanidades. Si el conocimiento quiere ponerse al servicio de la sociedad, de cada una de las personas que la componen, no puede convertirse en un negocio. El saber es algo más que una mercancía. El deterioro de la sanidad y la educación es el mayor peligro del bien común, una lógica que maltrata las razones de un mundo cuidadoso, una dinámica habitada por enemigos íntimos de la poesía, gente sin fe en la dignidad de las palabras, los ordenadores, los cuerpos y los laboratorios. Ni sentimientos sin razón, ni razones sin sentimientos.

En Baeza hablamos de la necesidad de cuidarnos, de escucharnos, de sentir alegrías o padecer en común. Y cuando me despido de sus calles, de su instituto, su catedral y su plaza porticada, me gusta recordar a Antonio Machado y Federico García Lorca. Quiero dormir un rato, un minuto, un siglo, / pero que todos sepan que no he muerto. Se hace camino al andar.

viernes, 26 de agosto de 2022

"30 RAZONES POR LAS QUE A LAS DERECHAS NO HAY QUE PASARLES NI UNA". PorJuan Tortosa, 21 de agosto de 2022 (LUHNOTICIAS.ES)

  1. Porque no están dispuestos a acabar con la corrupción.
  2. Porque no transmiten ni un solo mensaje constructivo.
  3. Porque hasta a sus hooligans mediáticos más incondicionales les cuesta cada día más trabajo defenderlos sin hacer el ridículo.
  4. Porque subidos en la ola de las mentiras y los bulos que en estos momentos caracteriza la política de derechas que se practica en buena parte de Europa y América, solo podemos ir camino del desastre.
  5. Porque la calidad de vida de quienes viven de manera precaria no la van a mejorar jamás.
  6. Porque les importa un comino el cambio climático.
  7. Porque el destrozo que perpetran en la sanidad y la educación públicas allá donde gobiernan es una trágica marcha atrás que hay que frenar en seco.
  8. Porque no saben cómo hay que arreglar las cosas que a su juicio funcionan mal. Y si lo saben, debe ser tal la felonía que no se atreven ni a insinuarlo.
  9. Porque hasta quienes tienden a creerse su pornográfica propaganda, en su fuero interno tienen miedo a los desmanes de los que serán víctimas si las derechas gobiernan.
  10. Porque hay que acabar de una vez con las cloacas del Estado y ellos no lo harán jamás.
  11. Porque nunca propiciarán la existencia de un Poder Judicial decente.
  12. Porque no creen en el derecho a la información y consideran legítimo manipular y mentir para conseguir sus objetivos.
  13. Porque la igualdad les parece una aberración.
  14. Porque seguirán haciendo recaer la mayor parte de la carga fiscal sobre los que menos tienen.
  15. Porque acabarán con el poder adquisitivo de las pensiones.
  16. Porque continuarán protegiendo los desmanes bancarios.
  17. Porque, aunque sean pocos los que acaban en la cárcel, con ellos en el poder los corruptos saldrán todos impunes incluyendo, por supuesto, al corrupto mayor del reino.
  18. Porque es necesario e higiénico que salga a la luz todo lo que quieren tapar intentado estirar hasta el infinito en el tiempo el período de duración de los secretos oficiales.
  19. Porque si se les deja campar por sus respetos corren peligro de desaparecer todos los avances sociales y laborales logrados por el actual Gobierno de coalición.
  20. Porque ya está bien de crispación, de insultos, de dirigirse a sus rivales políticos como si se tratara de enemigos en lugar de adversarios legítimamente elegidos en las urnas igual que ellos.
  21. Porque nos merecemos una política que parta del respeto a los derechos humanos y a la dignidad ciudadana.
  22. Porque la proyección internacional de sus líderes es tan escasa como vergonzosa.
  23. Porque, dado que la alternancia en el poder significa higiene democrática cuando lleguen, que esperemos sea dentro de mucho tiempo, deben hacerlo sin religiones ni demás hipotecas retrógradas dentro de la mochila.
  24. Porque quieren acabar con el derecho al aborto.
  25. Porque las políticas de discriminación por razones de sexo, raza o religión no deben tener cabida en un país moderno y democrático.
  26. Porque, entre otras muchas cosas, han de aprender también a dejar de usar el terrorismo como comodín cuando se quedan sin argumentos, que suele ser casi siempre.
  27. Porque están en contra de la recuperación de la Memoria Histórica.
  28. Porque son golpistas.
  29. Porque llevan dos años y medio ensuciando la vida democrática y poniendo en peligro la convivencia.
  30. Por negarse a admitir la realidad diversa del Estado Español y “olvidar” que en el artículo 3.3. de la Constitución se dice textualmente que “la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”.

martes, 23 de agosto de 2022

"¡QUÉ BUENOS SON!". Por Félix de Azúa,11 de febrero de 2020

Quienes más temen a la verdad son aquellos que viven de la bondad subvencionada

Por decir la verdad le han metido una bronca fenomenal a Borrell, uno de los últimos socialistas que conserva vivo el seso. No son buenos tiempos para la verdad. En 10 años el valor financiero de la mentira ha ido subiendo hasta romper todos los techos. La mentira es enormemente rentable. Con mentiras se alzan presidentes, con mentiras se rompe la Unión Europea, con mentiras los bancos se arman de policías cabrones, con mentiras se destruye a la oposición, con mentiras se presentan currículos y doctorados sublimes, con mentiras se hacen naciones. La mentira es una inversión sin riesgo y con altísimos beneficios.

¿Qué dijo Borrell? Nada dijo, solo se preguntó si los magnánimos defensores del clima terrestre sabían lo que eso iba a costar. Añadió algo curioso: si se llevaran a cabo los planes de Los Verdes alemanes habría que cerrar las minas de carbón polacas y escupir al paro a miles de familias. Ante una verdad semejante, los compasivos Verdes se lanzaron contra Borrell, la bondad mostró sus colmillos, e incluso las autoridades europeas sintieron temblar sus sillones y amonestaron al socialista. ¡Cómo se atrevía ese hombre del sur a decir la verdad! A los votantes hay que mentirles, a los ciudadanos hay que engañarles, a los jóvenes hay que tenerlos entretenidos.

Sin embargo, si alguien se toma en serio el cambio climático es aquel que sabe cuánto va a costar y se adelanta a las violentas algaradas de la población cuando se reduzcan aviones o coches. Hay algo temible en nuestras sociedades. Quienes más temen a la verdad son aquellos que viven de la bondad subvencionada. Las almas bellas, los compasivos profesionales, no soportan la verdad porque destruye sus sueños narcisistas y arruina sus negocios.

miércoles, 10 de agosto de 2022

"CUESTIÓN DE CONFIANZA". Por Irene Vallejo. Milenio, 10.08.2022

En esta extraña era política que vivimos, mucha gente desconfía de las matizaciones de los expertos y, en cambio, da crédito a quienes enarbolan afirmaciones rotundas. Las agitadas tertulias televisivas y las redes sociales siempre ardiendo, actúan como cajas de resonancia para las voces más drásticas. Convertidos en cazadores de certezas en ciento cuarenta caracteres, escuchamos cada vez menos a los que dudan. Quizás hemos olvidado las enseñanzas de un sabio que, allá en la lejana Grecia antigua, se hizo famoso por su humilde máxima: “solo sé que no sé nada”.

Los psicólogos Dunning y Kruger abordaron la relación entre ineptitud y vanidad con un sorprendente experimento. Reunieron a un grupo de estudiantes universitarios y, tras someterlos a un test de inteligencia, les pidieron una valoración de sus propias capacidades. El resultado fue muy revelador: los alumnos más preparados creían estar por debajo de la media, mientras los menos dotados estaban convencidos de contarse entre los mejores. Los dos científicos concluyeron que la incompetencia del mediocre le impide darse cuenta de su ausencia de habilidad, o de reconocerla en otros. Al escuchar las proclamas encendidas de los abanderados y chamanes del presente, tan convencidos de su propia valía, convendría recordar esta paradoja: la ignorancia crea más seguridades que el conocimiento.

martes, 9 de agosto de 2022

"LA HORA DE LA VERDAD". Un artículo de la argentina Victoria Ocampo que se publicó en la Revista Sur en 1955 tras haber dado con sus huesos en las cárceles de Perón

A SUR le bastaría repetir, hoy, lo que ya declaró en agosto de 1937, hace exactamente 18 años, contestando a lo que de nuestra revista opinaba, censurándola, cierta publicación católica: nos acusaba de izquierdismo.
Repetiremos, pues, abreviando: “Queremos cosas concretas.
Queremos continuar en la tradición profunda de nuestro país, que es una tradición democrática.
Queremos un país mejor, una cultura más auténtica, una sociedad menos contaminada y más justa, una verdad menos confinada.
Todas las persecuciones sectarias —sean de raza, sean políticas, sean persecuciones disimuladas bajo formas codificadas y legales— nos parecen igualmente odiosas.
Lo que nosotros perseguimos es una lucha contra la persecución misma.
Estamos contra todas las dictaduras, contra todas las opresiones, contra todas las formas de ignominia ejercida sobre la oscura grey humana que ha sido llamada la santa plebe de Dios”.
En septiembre de 1939, con motivo de la guerra mundial, nos pareció oportuno recordar aquellas palabras y las volvimos a publicar. Están en el número de la revista que corresponde a esa fecha. Agregábamos, entre otras cosas:
“Nosotros no somos neutrales. No lo éramos en agosto de 1937. Defendíamos lo que ya corría peligro y levantábamos nuestra voz contra una política que paraliza la inteligencia y a la vez destruye los principios de la moral evangélica. Esa política, cuando no aniquila la enseñanza de Cristo, traiciona su espíritu reemplazándolo por el de la Inquisición.
Para nosotros, un acto degradante es siempre degradante, aunque favorezca el interés nacional.
Nosotros tenemos necesidad de creer que nuestro país se conduce como una persona decente. Otra idea de la patria no nos cabe en el corazón ni en la cabeza”.
Declarábamos, en 1937, que queríamos una cultura más auténtica. Durante 25 años hemos trabajado, dentro de nuestras posibilidades, para ayudar a su desenvolvimiento. Sin caer en un detestable fariseísmo, podemos invocar hoy ese hecho. Desde un principio fue el fin que perseguíamos al fundar una revista literaria que diera a conocer a sus lectores, junto con los autores más importantes de la literatura mundial, a los prosistas y poetas argentinos aún desconocidos.
Nuestro derecho a exponer nuestro punto de vista, hoy, se basa en ese ayer: 25 años de labor.
En el mismo número de SUR que acabamos de mencionar, se cita esta frase de Maritain: “Mientras las sociedades modernas segreguen la miseria como un producto normal de su funcionamiento, no puede haber en ellas reposo para el cristiano”. También se podría decir, y decimos: "Mientras los Estados segreguen la no libertad de expresión como un producto normal de su funcionamiento, no puede haber en ellos un lugar digno para el artista y el intelectual”.
Consecuente con su línea de conducta, SUR afirma, una vez más, que considera indispensable la libertad de expresión por ser ella fundamento de toda libertad y garantía de la dignidad humana.

LA HORA DE LA VERDAD

A LA invitación a pacificar el país que hizo el gobierno en el mes de junio próximo pasado [1955], SUR contestó con estas dos páginas que debieron aparecer en el nº 236 (septiembre-octubre). Pero como la revista es bimensual, la comedia de la pacificación, al ejemplo de tantas otras, terminó, y el siniestramente famoso discurso del 31 de agosto fue pronunciado cuando SUR estaba todavía en la imprenta. Las páginas se suprimieron, pues mal podía hablarse de pacificación en la atmósfera creada por las nuevas declaraciones del presidente depuesto. Los discursos verídicos y moderados de los dirigentes políticos fueron calificados por él de superficiales e insolentes. En adelante estaba agotada la reserva de inmensa paciencia y extraordinaria tolerancia con que nos había colmado generosamente. Conocíamos bastante bien la extensión de esa paciencia, de esa tolerancia. En lo que me concierne personalmente —y hubiera podido pasarlo peor— en 1953 estuve presa 27 días sin que me explicaran claramente a qué respondía ese castigo. En dos ocasiones habían allanado mi casa (y una vez la revista); registraron mis armarios, mis cajones; leyeron mis papeles, mis cartas (ninguno concernía al gobierno, ni tenía relación directa con la política).

Desde mi encuentro con Gandhi, es decir, desde mi lectura del libro que le dedicó Romain Rolland (1924), sentí un inmenso fervor por ese hombre que considero el más grande de nuestro siglo. Había influido en mi vida y gracias a sus enseñanzas pude sobrellevar mejor ciertas pruebas de lo que las hubiera soportado dando rienda suelta a mis impulsos indisciplinados. Sabía pues que lo único que perseguían, que castigaban, que querían destruir en mí era la libertad de pensamiento. Y esta comprobación me parecía tanto más grave para el país. En efecto, durante mi estadía en el Buen Pastor había descubierto, entre otras cosas, que la cárcel material es menos penosa, hasta menos peligrosa moralmente para los inocentes que la otra cárcel: la que había conocido en las casas, en las calles de Buenos Aires, en el aire mismo que respiraba. Esa otra cárcel invisible nace del miedo a la cárcel, y bien lo saben los dictadores.

¿Qué es un preso? Un preso es un hombre que no tiene derecho de vivir sin que cada uno de sus gestos, de sus actos, sea controlado, interpretado. No puede pronunciar una palabra sin exponerse a ser oído por un tercero que hará de esa palabra el uso que le dé la gana. Cada línea que escribe es leída, no sólo por la persona a quien va dirigida, sino por indiferentes, quizá hostiles; de ellos dependerá que esa línea llegue o no a su destinatario. El preso es espiado, aun cuando duerme. Recuerdo una de los interminables noches del Buen Pastor. Estábamos once mujeres en la misma sala. Como no podía dormir —sufría de un insomnio exacerbado por el concierto de ronquidos— me preguntaba qué hora sería (nos habían quitado los relojes al entrar). Una de mis compañeras, al verme sentada en la cama y tapándome los oídos, tuvo la bondad de venir a preguntarme si me sentía mal. ¿Te acuerdas, querida Nélida Pardo? Tu camisón blanco, de tela burda, lencería del Buen Pastor, concentró por un momento los débiles rayos de luz que entraban desde fuera. No bien te aproximaste a mi cama, la cabeza de una celadora que montaba guardia en el patio surgió contra el vidrio de la puerta enrejada. Sólo me quedó tiempo para decirte entre dientes: “No es nada. Son ronquidos. Andate”. Fingiste entonces ir a beber una taza de agua —desde luego, no había vasos— para justificar ese inusitado paseo nocturno. Luego volviste a acostarte como una niña desobediente que se siente culpable. ¡Y qué culpa! Un gesto de humanidad cuya dulzura no olvidaré nunca y que todavía me llena los ojos de lágrimas.

El hecho de ser un animal enjaulado, casi constantemente mirado por uno o varios pares de ojos, es por sí solo un suplicio.

Pero durante estos últimos años de dictadura, no era necesario alojarse en el Buen Pastor o en la Penitenciaría para tener esa sensación de vigilancia continua. Se la sentía, lo repito, en las casas de familia, en la calle, en cualquier lugar y con caracteres quizá más siniestros por ser solapados. Desde luego, la celadora no vigilaba nuestro sueño; no estaba allí para impedir que un alma caritativa tuviera, imaginando nuestra congoja, el gesto espontáneo de las madres que se inclinan sobre la cama de un niño; de un niño que no duerme y que en la oscuridad tiene miedo, como decía el poeta, “du vent, des loups, de la tempête”. No. Fuera de las cárceles no había celadora, pero nuestro sueño estaba infestado de pesadillas premonitorias, porque nuestra vida misma era un mal sueño. Un mal sueño en que no podíamos echar una carta al correo, por inocente que fuese, sin temer que fuera leída. Ni decir una palabra por teléfono sin sospechar que la escucharan y que quizá la registraran. En que nosotros, los escritores, no teníamos el derecho de decir nuestro pensamiento íntimo, ni en los diarios, ni en las revistas, ni en los libros, ni en las conferencias —que por otra parte se nos impedía pronunciar— pues todo era censura y zonas prohibidas. Y en que la policía —ella sí tenía todos los derechos— podía disponer de nuestros papeles y leer, si le daba la gana, cartas escritas veinte años antes del complot de las bombas de 1953 en la Plaza de Mayo; complot de que nos sospechaban partícipes por el sólo hecho de ser “contreras”. Puede decirse sin exagerar que vivíamos en un estado de perpetua violación. Todo era violado, la correspondencia, la ley, la libertad de pensamiento, la persona humana. La violación de la persona humana era la tortura, como me decía en términos muy exactos Carmen Gándara.

En la cárcel, uno tenía por lo menos la satisfacción de sentir que al fin tocaba fondo, vivía en la realidad. La cosa se había materializado. Esa fue mi primera reacción: “Ya estoy fuera de la zona de falsa libertad; ya estoy al menos en una verdad. Te agradezco, Señor, que me hayas concedido esta gracia. Estos temidos cerrojos, estas paredes elocuentes, esta vigilancia desenmascarada, esta privación de todo lo que quiero —y que ya padecía moralmente cuando aparentaba estar en libertad—, la padezco por fin materialmente. Te agradezco este poder vivir en la verdad, Dios desconocido, el único capaz de colmarme concediéndome inexorablemente mis votos más ardientes. ¡Siempre he querido la verdad! por encima de todo, como si ella fuera la forma palpable de la libertad: pues bien, aquí la toco”.

Sí. Moralmente, bajo la dictadura uno se sentía más libre en la cárcel que en la calle. Y se sentía uno más libre porque allí se vivía más cerca de la verdad. Una verdad que para mí tenía la forma sólida del manojo de llaves colgado de la cintura de la hermana Mercedes, que abría nuestra jaula para traernos a las siete de la mañana, como desayuno, una gran pava de mate cocido; también le ponía alpiste a la otra jaula: la del canario que colgaba de una cadena en el patio.

La verdad. Ésta es la palabra en que me detengo, ésta es la palabra a que quería llegar, ésta es la palabra con que quiero terminar mi llamado a mis amigos escritores.

La autobiografía de Gandhi lleva como título La historia de mis experiencias con la verdad. Sus experiencias llegaban al dominio político partiendo del dominio espiritual. Y a este punto de partida atribuyó Gandhi la influencia de que dispuso en los destinos de su patria. No me hubiera costado trabajo encontrar en los escritos de Gandhi, que no diferían de sus actos, pues vivía como pensaba y pensaba como vivía, el apoyo siempre buscado por mí en los espíritus esclarecidos para demostrar al lector que al afirmar algo estoy en buena compañía. Pero aunque para mí el solo nombre del Mahatma es la suprema garantía y no encuentro otro más valedero, estimo que es quizá más convincente, en esta hora, recurrir a una figura menos insigne y a la vez de parentesco más cercano con nosotros (si es cierto que la vecindad geográfica y racial guarda relación con lo espiritual, cosa que por mi parte niego rotundamente). Deseo simplemente evitar que se me repita como en otras ocasiones: “Eso puede pasar, pero en la India”.

Tengo ante mis ojos una carta publicada en 1933 para una correspondencia suscitada por la Sociedad de las Naciones entre los representantes calificados de la alta actividad intelectual; la escribió Miguel Ozorio de Almeida. Nuestro casi compatriota brasileño insistía en la necesidad imperiosa, para manejar con acierto los asuntos del mundo, de una gran buena voluntad y “sobre todo de un respeto absoluto de la verdad. En el estado actual de las cosas, no es seguramente el amor y el respeto de la verdad lo que podríamos presentar como características esenciales de los asuntos sociales, o políticos, o internacionales. El hecho de que casi siempre ignoramos dónde está la verdad podría justificar este estado de espíritu. Pero he aquí justamente lo que debería distinguir el orden intelectual de los otros órdenes”. En efecto, el intelectual que vive la verdadera vida del espíritu no puede, bajo ningún pretexto, aunque sea aparentemente útil o piadoso, permitirse el menor desvío del camino trazado por lo que él considera la verdad. A un sabio en su laboratorio no se le ocurre, mientras hace investigaciones, falsear datos. El intelectual debe o debería saber que su responsabilidad es exactamente la misma, aunque en otro plano.

Ozorio de Almeida piensa que “el amor a la verdad y el esfuerzo persistente por hacerla conocer” es el gran elemento nuevo —subraya—, “la gran contribución que el orden intelectual podría aportar a la reorganización de los grandes asuntos generales”. Ese respeto por la verdad es una cuestión de educación. Se forma con lentitud en los pueblos. “Y es demasiado a menudo olvidado por los dirigentes. Éste es el respeto que los intelectuales defienden celosamente, y en el fondo la libertad de pensamiento no es más que el derecho de respetar y amar la verdad”.

Últimamente Martínez Estrada me decía que habíamos sido casi todos cobardes (se refería, creo, a nosotros, los escritores), pues hubiéramos debido hacernos matar gritando la verdad. Es cierto; desde el punto de vista de héroes o de santos de la grandeza de un Gandhi, pocos de entre nosotros han llegado al límite de extremo coraje que se necesita, en tiempos de dictadura (“Tiempos difíciles”, como se titula el admirable film de Luigi Zampa), para ponerse sin restricciones al servicio de la verdad. Benditos sean los que más se han acercado a esa meta salvadora. En lo que a mí concierne, cuántas veces he sentido con vergüenza que pecaba, no por acción sino por omisión, pues ya no se trataba de hablar, sino de gritar. Cada vez que cantaba el gallo yo tenía la sensación de haber renegado de algo por pura omisión. Y pensaba: “Con tal de que la verdad que no estoy sirviendo sacrificándole mi vida misma me perdone como Cristo perdonó a su discípulo, el que fue jefe de su Iglesia”. Pues ésa me parecía, ésa me parece la misión de los que trabajan, en el orden espiritual, para el entendimiento de una nación y del mundo en general.

Nada sólido y nada grande puede construirse sin hacer voto de verdad. A tal punto que un filósofo de Ginebra, según Ozorio de Almeida, había invitado a los filósofos a una acción conjunta contra la mentira. Nuestro amigo brasileño se adhería enteramente a ese proyecto. No sé si llegó a cumplirse. Pero lo que propongo hoy a los intelectuales argentinos es hacer un frente común contra las mentiras, cualquiera sea su procedencia.

El mal que ha hecho la mentira sistematizada de la dictadura —sin la cual ninguna dictadura puede marchar— y el mal de las mentiras que la precedieron, la prepararon y la hicieron viable, es de sobra patente. Cuánto tacto, cuánta paciencia y cuánto tiempo se necesitará para deshacerlas, para desenmadejarlas; para extirparlas de los corazones ingenuos donde han anclado, convirtiéndose en creencias. Pues no debemos confundir a los que creen en las mentiras por candor con los que las adoptan como medio para satisfacer apetitos o hacer fortuna rápidamente.

La tarea de conducir al mayor número posible de hombres “al reconocimiento, no sólo en palabras, sino también en actos, de la importancia fundamental de eso que prima sobre todo y que sin embargo es constantemente olvidado: la verdad” es una tarea que nos incumbe. Es la tarea de los intelectuales, de los educadores. Los intereses de clase, de partido, de naciones no deben jamás obstaculizar el cumplimiento de tan sagrada misión.

Pero tengamos presente que ese afán de la verdad ante todo debe ir siempre acompañado de una inmensa buena voluntad hacia el prójimo, custodiado, diría, por las tres virtudes teologales. Fe en la eficacia de la energía espiritual; esperanza en lo que esa actitud espiritual puede tener de contagioso; caridad que fluye de estas palabras tan repetidas y tan poco practicadas por nosotros, los cristianos: “Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. El perdón de las deudas no es la blanda aceptación del mal cometido por el prójimo. Es sencillamente condenar ese mal, pero conceder al pecador, al que está sinceramente arrepentido, aquello que pedimos para nosotros mismos cuando caemos en la tentación: la oportunidad de enmendarnos.

En esas mismas cartas cambiadas por indicación de la Sociedad de las Naciones, Valéry advertía: “Considero la necesidad política de explotar todo lo que hay en el hombre de más bajo en el orden psíquico como el mayor peligro de la hora actual”.

Lo que acabamos de vivir ha demostrado la magnitud del peligro. Hagamos votos para no olvidarlo: aprovechemos una lección tan cruel y que hubiera podido serlo aún más si el impulso de algunos hombres que se jugaron la vida no hubiera intervenido de manera milagrosa. No imaginemos que esos hombres puedan, por medio de nuevos milagros, resolver nuestros problemas, infinitamente complejos, en un lapso de tiempo tan corto como el de la interminable semana de la revolución. Pero ayudémoslos con toda nuestra buena voluntad, con toda nuestra preocupación de verdad y de probidad intelectual. Ésta debe ser la forma y la prueba de nuestro inmenso agradecimiento.
Revista Sur, octubre de 1955

lunes, 8 de agosto de 2022

"DON DINERO EN LA ESCUELA". Un artículo de Arantza Fernandez de Garayalde José Manuel Martínez Fernández Eli Lamarka Iturbe Miembros del grupo gestor de Euskal Eskola Publikoaz Harro Topagunea. 5 AGO 2022

El consejero de educación, Jokin Bildarratz,
visita un colegio público de Antzuola

A principios de agosto, Gobierno vasco ha determinado el incremento económico de los módulos económicos de la educación concertada: una subida del 6% para el profesorado, del 8,5% para las aulas desde el segundo ciclo de infantil al bachillerado y del 25% para el mantenimiento.

Desde que en marzo de este año la mayoría del Parlamento Vasco firmara un Acuerdo Educativo, el Gobierno vasco ha adoptado tres medidas a favor de la red privada de educación no universitaria —no entraremos ahora a denunciar el reconocimiento de centro universitario que acaba de recibir la academia privada Euneiz—.

Estas tres medidas son la prórroga de los Pactos económicos (conciertos) por seis años, a pesar de que en ese periodo habrá un descenso espectacular en el número de alumnado; la elaboración de un nuevo decreto de planificación que da más facilidades a los centros privados para mantener las aulas abiertas, y, ahora, a principios de agosto, el incremento económico de los módulos de concertación (módulos de profesorado, en torno al +6%, módulos por aula del segundo ciclo de Educación Infantil al Bachillerato, +8,5% y el 25% de mantenimiento). Estas tres medidas garantizan la matrícula y la viabilidad económica de la red concertada, por lo que juegan a favor de la privatización del sistema educativo y la segregación.

Decimos privatización porque consideramos que los centros que son propiedad privada de sus titulares, en los que la potestad de contratar recae en ese titular, que también tiene potestad para buscar fuentes propias de financiación, como puede ser el alquiler de sus instalaciones o la organización de eventos con fines de lucro, son centros privados, aunque se sustentan con dinero público y se denominen “de iniciativa social”. Estos centros son numerosos en la CAPV (no tienen un peso comparable en toda Europa, aunque en Madrid se están acercando ahora). Algunos de ellos son muy grandes y sus respectivas patronales son capaces de superar sus rivalidades y actuar coordinadamente para exigir dinero público y presionar a la administración. Decimos segregación porque esos centros privados seleccionan a su alumnado. La inmensa mayoría de la población en situación de vulnerabilidad (de poco dinero, de origen extranjero y/o etnias minorizadas , de necesidades educativas especiales…) está en la red pública, y no puede acceder a la red privada. Así las cosas, a medida que la privatización es mayor, también lo es la segregación escolar que sufrimos en la sociedad, con sus graves consecuencias para la cohesión social y la normalización del euskera.

No nos importa si las medidas arriba mencionadas van en contra del Acuerdo Educativo o son consecuencia directa del mismo, nuestras preocupaciones son otras:
  • Hay partidos políticos que se declaran de izquierdas y soberanistas pero parecen estar de acuerdo con todas esas medidas, tras haber firmado el Acuerdo solo hemos visto un par de tuits y declaraciones puntuales en contra de esos excesos. Sabiendo que dos tercios de la red privada vasca son centros religiosos, y que en ellos se concentran la mayoría de los modelos A y B, resulta incomprensible que se siga reforzando sin medida esta red en el camino hacia la educación laica, feminista y euskaldun.
  • Hubo una mayoría sindical en Euskal Herria que reivindicaba otras políticas sociales y abogaba por defender los servicios públicos, argumentando que las privatizaciones van en contra de la clase trabajadora en su conjunto, porque pone a la venta derechos humanos fundamentales, deteriora las condiciones laborales para convertir los servicios en negocio, y son muy costosas tanto en dinero como en efectos sociales (injusticia, segregación…). Compartimos esos argumentos, pero en estos momentos no diríamos que los sindicatos vascos, salvo excepciones, sean fervientes defensores de la escuela pública.
  • Muchas familias perciben como normal que en los colegios solo se junten alumnas y alumnos del mismo nivel socioeconómico y reflejen menor diversidad que los barrios y pueblos en los que residen. Un vistazo a los resultados académicos y a las investigaciones que se realizan nos informan de que esa falta de diversidad que a menudo se percibe como un privilegio sólo redunda en ignorancia y prejuicios para el alumnado.
  • No pretendemos comparar la responsabilidad de quienes promueven o permiten políticas privatizadoras con la responsabilidad individual de cada familia a la hora de elegir centro; unos dibujan el tablero, establecen las normas y reparten las fichas mientras otras tienen escaso margen de maniobra; pero queremos subrayar que en la defensa de los derechos, especialmente los de la infancia, hay que tomar partido. La mitad del alumnado no universitario de la CAV está en la red pública, un alumnado que incluye las tres cuartas partes de los estudiantes “vulnerables”, hay que defender la Escuela Pública contra los abusos, contra el neoliberalismo, contra la ignorancia, a favor de la plena euskaldunización y de la convivencia.

miércoles, 3 de agosto de 2022

"LA DEGRADACIÓN GARCÍA CASTELLÓN: DE PERSEGUIR A PINOCHET A CONVERTIRSE EN ACTIVISTAS JUDICIAL CONTRA PODEMOS"

Porque el problema no es solo Manuel García Castellón. Es un problema de primer orden democrático que se usen las instituciones judiciales para estas persecuciones políticas, dado que se trata de un poder del Estado sobre el que la ciudadanía no tiene ningún control

En el año 2000 se reunieron en Bangalore (India) juristas de todo el mundo por invitación del Centro de las Naciones Unidas para la Prevención Internacional del Delito preocupados por la falta de confianza en la justicia de la ciudadanía que veía sus sistemas como corruptos y parciales. En el preámbulo de la declaración de Bangalore se decía que la “fuente real del poder judicial es la confianza pública en el sistema judicial y en la autoridad moral e integridad del poder judicial”. En España, gracias al proceder de muchos jueces, una parte importante de la población progresista ha perdido la confianza en la justicia o la ve con recelo. La culpa de ello la tienen jueces como Manuel García Castellón.
En derecho existen dos principios que funcionan como principios rectores para que exista una relación creíble entre la ciudadanía y la administración pública, que incluye a la justicia. Uno de ellos es el principio de confianza legítima, por el cual las autoridades encargadas de impartir justicia y los particulares que poseen la soberanía popular deben respetar los compromisos adquiridos y no defraudar la confianza debida que recae sobre sus atribuciones. Otro de esos principios es el principio de buena fe, que según Eduard Couture se refiere a “la calidad jurídica de la conducta legalmente exigida de actuar en el proceso con probidad, con el sincero convencimiento de hallarse asistido de razón”. Dos principios rectores del derecho que al juez Manuel García Castellón se le han olvidado en su actuación procesal contra Podemos y hacen imposible tener confianza en la justicia española.


martes, 2 de agosto de 2022

Las comunidades cristianas LGTBI+ reclaman al Vaticano el acceso a los sacramentos "en las mismas condiciones" que el resto de creyentes


La red de asociaciones creyentes LGTBI+ de España se han dirigido directamente a la Secretaría General del Sínodo, en Roma

Abogan por un auténtico diálogo eclesial, sincero y visible a los ojos de la sociedad, para combatir la incomprensión y las situaciones de rechazo dentro de la propia Iglesia

Solicitan al Vaticano un grupo de reflexión de género, cambios en la doctrina actual, un acercamiento a la realidad LGTBI+ creyente y el acceso a todos los sacramentos, como el Orden y el Matrimonio, en las mismas condiciones que el resto de los miembros de la Iglesia


"NECESITAMOS UN ÉXODO DEL SIONISMO". Naomi Klein (elDiario.es 3 MAY 2024)

Judíos y simpatizantes celebran un Séder de Pascua para protestar contra la guerra en Gaza, el pasado 23 de abril, en el distrito de Brookl...