lunes, 30 de enero de 2023

"EL BUCLE INVISBLE". Un libro de Remedios Zafra Alcaraz

¿Hasta qué punto el agotamiento que muchos trabajadores dicen sentir hoy es efecto de una estructura social y laboral cosida por economía, máquinas y datos? El bucle invisible aborda la transformación de las formas actuales de vida mediadas por la cultura algorítmica en el trabajo, la universidad, la sanidad y las aspiraciones vitales, buscando hacer reflexiva la programación tecnológica que hoy nos permite ver mundo, mientras se nos invisibiliza como lente . Zafra se pregunta por los riesgos y presiones que estas dinámicas promueven, en tanto los datos masivos bajo las predominantes lógicas de celeridad ayudan a que lo descriptivo se haga pronóstico.

Si trabajar por una sociedad mejor, implica favorecer la igualdad («elevando y no rebajando»), ¿cómo no temer que las inercias globalizadoras bajo fuerzas monetarias perviertan esta presuposición favoreciendo «compartimentos estancos», bucles invisibles que anticipan que las personas repetirán lo que sus identidades colectivas vaticinan de ellas? ¿Cómo se llega a encajar como parte de la máquina productiva aceptando lo que parece electivo cuando íntimamente se siente obligatorio?

Esta obra frente a los condicionantes y oportunidades tecnológicas y culturales por los que una época estimula las ocasiones de romper esta inercia o las coarta a su mero espejismo. Pero lo hace alentando la posibilidad de trabajar por la cooperación y la empatía desde la tecnología, asumiendo el reto de «querer comprender» y el pedagógico de «ayudar a expresar» las dificultades de una humanidad mediada por pantallas.

sábado, 28 de enero de 2023

"EL "BUSINESS" DE LOS TONTOS ÚTILES". Un artículo de Toño Fraguas publicado en elDiario.es el 21 de enero de 2023

La coartada para la proliferación de decenas de universidades privadas es el dinero, claro: ganarlo ofreciendo al alumnado 'salidas profesionales' que, a su vez, prometen más dinero

La melancolía es una valla publicitaria que, junto a una autopista de seis carriles, promociona a “la única universidad donde solo se habla de business”. Quienes ahí estudian seguramente nunca aprenderán que la melancolía –creían los antiguos griegos–, es producto de la bilis negra (μέλαινα χολή). Esa gente tan antigua –los griegos– creían que un exceso de bilis negra causaba la depresión. Por eso lo mejor que puede hacerse con la bilis es vomitarla. A eso vamos.

La melancolía que provoca esa valla publicitaria junto a la autopista –además de por el tortazo a la lengua castellana– no es añoranza del elitismo universitario: más bien al contrario, porque las élites estudian preferentemente en esos sitios donde prácticamente solo se habla de business.
  
[...] La fragmentación y la compartimentación de los conocimientos es muy útil para neutralizar el progreso. La ultraespecialización es un sofisticado mecanismo de control social: funciona como las anteojeras que impiden a las burros mirar hacia los lados y elegir su propio camino. Quienes se contentan con saber solo de lo suyo suelen jactarse de ganar dinero y ser útiles, sin sospechar que en realidad más bien sirven como tontos útiles. Y cabe preguntarse a quién beneficia realmente esa utilidad.

La escuela y la universidad, si son dignas de tales nombres, no deberían limitarse a reproducir profesionales cincelados a la medida de un mundo que ya existe. Deberían más bien propiciar personas que, desde cualquier campo, sean capaces de tomar distancia, cuestionar el conjunto y crear mundos nuevos.
 
Es decir, mejorando lo presente.


miércoles, 25 de enero de 2023

"MIRAR DE NUEVO A LA VEJEZ: EL PRESTIGIO FRENTE AL CUERPO". Un artículo de Pedro Vázquez, director técnico de la Fundación Doña María (Sevilla), publicado en Ethic el 15 de junio de 2021

La discriminación por motivos de edad es un problema mundial de salud –física y mental– que puede ser combatido si, como sociedad, pasamos de entender la vejez como un lastre para convertirla en una oportunidad a través de la conversación intergeneracional, la legislación y la educación.

«La edad es algo que no importa, a menos que usted sea un queso». Esta maravillosa frase de Luis Buñuel queda muy lejos de ser cierta en nuestros días. Y es que tal como señala el Informe Mundial sobre el Edadismo presentado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en marzo de este año, la discriminación por motivos de edad es un problema mundial que provoca problemas de salud física y mental, aislamiento social, fallecimientos tempranos y que cuesta a las economías miles de millones de dólares. Según el documento, una de cada dos personas en el mundo discrimina por motivos de edad, convirtiendo al edadismo en un problema incluso más común que el racismo o el sexismo.

El edadismo se refiere a cómo pensamos, sentimos y actuamos hacía otras personas o hacía nosotros mismos por motivos de edad, y en muchas ocasiones se traduce en estereotipos, prejuicios y discriminación (sobre todo) hacía las personas mayores. Una discriminación que se manifiesta de forma muy llamativa en los casos de maltrato, pero que se traduce igualmente en actos cotidianos, como invisibilizar o infantilizar a las personas mayores, ponerles trabas para decidir por sí mismos, obstaculizar su acceso a un determinado tratamiento médico o a una cama de hospital. También hace referencia a las grandes dificultades para encontrar un empleo a partir de una determinada edad (incluso una vez superada la barrera de los 45-50 años). Esto contribuye directamente al aislamiento social y a la soledad no deseada. Una soledad que, como están demostrando múltiples investigaciones, se está transformando en una epidemia silenciosa de efectos devastadores. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 23 de enero de 2023

"LA SOCIEDAD DEL PANÓPTICO". Un artículo de publicado en Iñaki Domínguez publicado en Ethic el 18 de enero de 2023

En una sociedad completamente digitalizada, la vigilancia ya no se ejerce, sino que se vive cada día de forma voluntaria. Las redes sociales son el panóptico del mundo: un punto central que todo lo ilumina (y del que nada queda a salvo).

Toda ideología genera censura y autocensura, ya que representa un poder que domina al ciudadano desde su mismo interior, inoculando su percepción, pensamiento, lenguaje y valores. La ideología es una construcción simbólica que en muchos casos es totalmente contraria a la verdad. Esto se debe al hecho de que representa una herramienta del poder, que sirve a los intereses de este, de ahí que el arte y el humor sean enemigos viscerales de la misma. Como dice Foucault en su clásico Vigilar y castigar: «El arte de castigar, por tanto, debe apoyarse en una completa tecnología de la representación». El francés, de hecho, también explica que «el discurso se convertirá en el vehículo de la ley»; es decir, que la ley será, pues, internalizada por el discurso.

Servan, uno de los ideólogos franceses originales del siglo XVIII, afirma algo similar. «Cuando hayas formado una cadena de ideas en la mente de los ciudadanos, podrás dar por hecho que eres su guía y maestro. Un déspota estúpido puede forzar a sus esclavos por medio de cadenas de hierro, pero un verdadero político los amarra incluso con más fuerza por medio de la cadena de sus propias ideas; es en el estable punto de la razón donde se cierra la cadena misma. Este eslabón es más fuerte en tanto que no sabemos de qué está hecho y creemos que es fruto de nuestra propia voluntad; la desesperación y el tiempo carcomen las ataduras de hierro y acero, pero son impotentes ante la vinculación habitual entre ideas, pues tan solo pueden reforzar estas aún más, y es sobre las fibras más blandas del cerebro que se asienta el consistente fundamento del más sólido de los imperios». De este modo, la ideología, desde sus mismos orígenes, era una forma de someter y dominar a la ciudadanía por el más sutil de los mecanismos sociales.

En este sentido surge la idea del panóptico –cuya raíz etimológica proviene del griego «verlo todo» (pan-opticon)– de Jeremy Bentham, autor utilitarista de la misma época que los ideólogos franceses, un edificio circular diseñado para que el poder pudiese contemplar y vigilar a las personas presas en una institución penitenciaria. Desde el centro del edificio, así, era posible tener acceso visual a las celdas dispuestas circularmente en torno a una torre central de vigilancia. Tanto la Cárcel Modelo de Barcelona como la prisión madrileña de Carabanchel seguían este principio, al igual que otras tantas prisiones del mundo. Según Foucault, el panóptico representa una arquitectura que permite «un control interno, articulado y detallado para hacer visible a aquellos que están en su interior». En términos generales, señala, «se trataría de una arquitectura que operaría para transformar a los individuos: para actuar sobre aquellos que acoge y proporcionar un control sobre su conducta, para traer a ellos los efectos del poder, para hacer posible el conocerlos, para alterarlos». La sociedad digital de las redes sociales en la que hoy vivimos es precisamente eso: una sociedad–panóptico, tanto en términos literales como figurados.

¿No somos, acaso, casi totalmente visibles como miembros de la sociedad digital que todo lo ve y de la que participamos activamente? Foucault señalaba a este respecto que «el aparato disciplinario perfecto permitiría verlo todo constantemente con una simple mirada». Por tanto, ¿qué mejor modo de vigilar a otros que tener acceso a ellos por medio de Instagram, Twitter o Facebook? «Un punto central sería tanto la fuente de luz que todo lo iluminaría y el lugar donde convergería todo aquello ha de saberse: un ojo perfecto al que nada escaparía y un centro hacia el cual se dirigirían todas las miradas», explicaba hace años el filósofo francés. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 22 de enero de 2023

«LA POBREZA DE LA VEJEZ SE FRAGUA EN LA JUVENTUD». Una entrevista a Anna Freixas realizada por de Guillermo Martínez y pulicada en Ethic el 30 de setiembre de 2021

Se sabe vieja y lo expresa. Teoriza sobre la cuestión y aconseja a sus congéneres sobre ello. Anna Freixas (Barcelona, 1946) ha escrito para las personas como ella, aquellas que no tienen miedo a conjugar la primera persona en adjetivos tan reales como estigmatizados por la sociedad. Esta escritora y profesora universitaria jubilada publica ‘Yo, vieja’ (Capitán Swing, 2021), una suerte de manual repleto de apuntes de supervivencia «para seres libres» en la vejez, tal y como reza el subtítulo de la obra. Desenfadada, Freixas recorre en su obra los miedos, incertidumbres y certezas de la vejez moderna, la experiencia de la piel arrugada; y también traza la realidad de la independencia económica en esta horquilla de edad, los cuidados, la pérdida de vínculos y, por supuesto, la muerte.

¿Valoramos la experiencia como algo positivo a lo largo de nuestra vida hasta que llegamos a viejos? A partir de ahí, da la sensación de que los saberes ya no valen para nada.

Es como un salto semántico. En la vejez es cuando más saberes, experiencia y capacidad para enfocar un tema posees, no cuando eres joven y te faltan claves para interpretarlo. Es una de las diversas cegueras de la sociedad que impide ver y aprovecharse de algo que es un enorme capital. Al igual que el trabajo de sostenibilidad de la vida que hacemos las mujeres no es valorado, la sociedad tampoco valora el saber de las viejas y los viejos. Ya lo dije una vez: si las viejas paramos, el mundo se para. Si no, imagina que todas las personas de más de 65 años dejan de hacer todo eso que hacen de forma productiva para que el mundo siga adelante, para que la gente joven pueda ir a trabajar, tenga la comida preparada o no se vea en la obligación de tener que cuidar a otras personas. Es un trabajo de enorme valor que pasa muy desapercibido.

Usted habla en su libro de poder «vivir la vejez en paz». Como veterana, como senior, ¿cuál diría que es su guerra particular?

No tengo una en concreto, sino algunos elementos que guían mi deseo en la vejez: la libertad, la dignidad y el respeto. Quiero que se respete mi capacidad para ser yo quien gestione mi vida al completo: mi cuerpo, mi espíritu, mi dinero, mis relaciones, mi afectividad. Hasta que pueda. En el momento en que eso cambie, espero que todos los valores que ahora estamos pregonando las viejas se vuelquen, finalmente, en nosotras.

¿Siente que sus deseos se respeten en el día a día?

Yo sigo el principio de que el patriarcado ha muerto, y por lo tanto el principio de que esta opresión no existe. Todo a lo que le haces caso se cristaliza y aparece como real, así que me comporto como si no existiera y exijo que la gente de mi alrededor lo haga igual. Cuando esto choca con la realidad, entonces digo: «Ey, estoy aquí, soy yo, es mi vida». CONTINUAR LEYENDO

viernes, 20 de enero de 2023

"PRESA: LA INMIGRACIÓN, EL ISLAM Y LA EROSIÓN DE LOS DERECHOS DE LA MUJER". Un libro de Hirsi Ali, Ayaan

«Este libro trata de la inmigración masiva, la violencia sexual y los derechos de las mujeres en Europa. Trata de un fracaso colosal por parte de la clase dirigente europea. Y trata de las soluciones al problema, de las falsas y de las reales.

En los últimos años, el debate en torno a la inmigración, la integración y el islam en Europa se ha intensificado en respuesta a los atentados terroristas, a la prédica de un islam radical en algunas mezquitas y centros de culto, al resurgimiento de partidos populistas y de extrema derecha, y a la reciente llegada de una gran cantidad de inmigrantes procedentes de Oriente Próximo, África y Asia meridional, en particular (pero no solo) en 2015 y 2016. Si bien el flujo de inmigrantes ha disminuido en los últimos dos años, hay todavía muchos que intentan cruzar el Mediterráneo o alcanzar Europa por otras vías. Una consecuencia de todo ello es el cambio en la situación de la mujer que se ha producido en Europa. Ese cambio es el tema de este libro.»

Ayaan Hirsi Ali

miércoles, 18 de enero de 2023

"LA MENTIRA COMO ARMA DEL PODER". Un artículo de Luis Antonio Espino publicado en Letras Libres (México) el 1 de enero de 2023

La mentira usada abierta y sistemáticamente como arma del poder para dividir y confundir a la sociedad será parte central del agrio legado del populismo.

“Nos robaron la elección de 2006.” “Nos hicieron fraude en 2012.” “Regresaré al Ejército a sus cuarteles.” “Cancelamos el aeropuerto de Texcoco porque había mucha corrupción.” “Hay escasez de gasolina porque estamos combatiendo el huachicol.” “El gabinete de seguridad fue quien decidió liberar a Ovidio Guzmán.” “Se han ahorrado 1.5 billones de pesos gracias a la lucha contra la corrupción.” “Ya tenemos comprador para el avión presidencial.” “Nuestra estrategia de seguridad está funcionando.” “Había corrupción en las estancias infantiles, por eso las cancelamos.” “No se talará un solo árbol por el Tren Maya.” “La próxima semana tendremos medicamentos para los niños con cáncer.” “El aifa es el mejor aeropuerto de América Latina.” “Salgan, abrácense, no pasa nada, no es tan fatal ese coronavirus.” “Ya no hay corrupción.” “Se acabaron las masacres.” “Ya domamos la pandemia.” “La maestra Delfina es una mujer honesta.” “Calumnian a Salgado Macedonio.” “López-Gatell merece reconocimiento mundial.” “Que se aplique la ley, aunque se trate de mi hermano.” “El récord en remesas es un logro para presumir.” “Soy el presidente más atacado en cien años.” “Tendremos un sistema de salud como el de Dinamarca.” “No hay militarización.” “El ine hace fraudes electorales.” “No hay un país donde se estén aplicando tantas vacunas.” “Este es el gobierno que más ha apoyado a las mujeres.” “No somos iguales.” “Vamos muy bien.”

Se podrían llenar muchas páginas con las mentiras y las afirmaciones engañosas que a diario dice el presidente Andrés Manuel López Obrador, pero él no ha pagado ningún costo jurídico, administrativo, político, social o diplomático por ello. Los medios siguen difundiendo lo que dice a diario, incluso cuando se ha demostrado su falta de veracidad. Los líderes empresariales aún dan crédito a lo que el presidente asegura. Los enviados de gobiernos extranjeros dicen en público que confían en su palabra. Y, en promedio, seis de cada diez ciudadanos siguen teniendo una opinión favorable de él, como muestran las encuestas. Al presidente no le interesa la verdad, pero esta tampoco parece tener muchos aliados.

Pregunte usted a cualquier ciudadano qué opina de que el presidente diga tantas mentiras y muy probablemente le responderá –con una mezcla de cinismo y resignación– que todos los políticos mienten. Pero hay tres factores que hacen diferentes y mucho más peligrosas las mentiras de López Obrador: su inmensa cantidad, la gravedad de sus efectos y, sobre todo, su motivación para mentir.

Comencemos por la cantidad. El conteo de la empresa SPIN-Taller de Comunicación Política registra que AMLO ha hecho casi 87 mil afirmaciones falsas, engañosas o que no están respaldadas por información pública hasta agosto de 2022, es decir, en poco más de tres años y medio de gobierno. Para comparar, el Washington Post contabilizó poco más de 30 mil 500 afirmaciones falsas y engañosas de Donald Trump durante sus cuatro años en la Casa Blanca. Más allá de comprobar con espanto que AMLO supera al presidente más mendaz de la historia de Estados Unidos, lo importante es que entendamos la naturaleza y magnitud del problema. No estamos solamente ante un político mentiroso, estamos ante una estrategia deliberada de desinformación que busca imponer dos ideas falsas: uno, que López Obrador es un líder infalible y el único con legitimidad –él le llama “autoridad moral”– para gobernar; y dos, que toda persona que critique, cuestione o se oponga al presidente vive en un estado permanente de inferioridad moral y por eso no tiene legitimidad para participar en la vida pública. López Obrador usa la mentira para ponerse a sí mismo por encima de toda la sociedad a fin de blindar sus decisiones del escrutinio público, eludiendo por completo la rendición de cuentas.

Esto nos lleva al segundo punto, la gravedad de las mentiras y sus efectos. Cuando se usa el poder del Estado para desinformar, se daña la capacidad de la sociedad para entender la situación real del país. Las mentiras del presidente no sustituyen a la verdad, pero sí la vuelven irrelevante a los ojos de millones. Y aquí no debemos pensar que todos sus seguidores son incautos que creen literalmente cada afirmación falsa. Muchos saben que son mentiras o frases engañosas, pero saben también que son útiles como arma para defenderlo de sus críticos, porque les evitan el esfuerzo de aportar evidencia y argumentos para sostener sus posturas políticas. Falsedades flagrantes como “salvamos el lago de Texcoco”, “se está reduciendo como nunca antes la pobreza” o “a México no le fue tan mal en la pandemia” se vuelven mantras que, al repetirse una y otra vez, protegen al creyente de la realidad, sustituyen la razón con la emoción y refuerzan el control de López Obrador sobre sus seguidores. Esto es muy bueno para el presidente, pero muy malo para el país, porque la mentira es un pantano en el que es imposible construir soluciones a nuestros problemas colectivos.

Las mentiras del presidente han tenido enormes costos en términos financieros, institucionales y sociales. Pero hay algunas cuyo costo es irreparable, pues se mide en vidas perdidas o dañadas. Ese es el caso del cruel engaño en torno a la pandemia de covid-19. Desde el inicio de la crisis, el presidente –con ayuda de un vocero envilecido y sin escrúpulos– le dio la espalda a la verdad y se dedicó a confundir y saturar a la sociedad con afirmaciones destinadas a negar la gravedad del problema, minimizar su impacto real y eludir toda responsabilidad. La prioridad siempre fue cuidar su imagen, no la salud y la vida de la gente. La falta de una comunicación profesional de riesgo sanitario de parte del Estado para proteger a la población le costó a México decenas de miles de vidas que no tenían que perderse.

Emparentadas con todas las mentiras sobre la pandemia están las que el presidente ha dicho para ocultar el brutal desmantelamiento del sistema público de salud. Esa otra tragedia se ha manifestado en situaciones límite de falta de presupuesto para equipar hospitales, así como en un desabasto crónico de medicamentos, lo que también ha costado sufrimiento, dolor y vidas. “Salgan, abrácense, no es tan fatal este coronavirus, no es ni siquiera como la influenza”, “ya domamos la pandemia”, “la próxima semana habrá medicamentos para los niños enfermos de cáncer” y “en este sexenio tendremos un sistema de salud como el de Dinamarca” son mentiras que nunca habrían sido aceptadas por una sociedad con valores cívicos más sólidos.

En tercer lugar, lo que hace diferentes a las mentiras de López Obrador es su motivación. Debajo de la máscara de aspiraciones compartidas –como la honestidad en el gobierno o una sociedad más justa– el presidente oculta la destrucción del Estado con el fin de centralizar el poder en su persona y garantizar el dominio de su movimiento populista durante las próximas décadas. Su discurso tóxico y falaz es el ariete con el que va destruyendo a instituciones clave para la república y para la democracia. A algunas, como el ine, las destruye desde fuera, quitándoles recursos, desprestigiando su trabajo y poniendo en su contra a parte de la sociedad con afirmaciones falsas. A otras, como a las fuerzas armadas, las destruye desde dentro, pervirtiendo sus funciones, deformando su estructura y convirtiéndolas en instrumento político, mientras dice actuar por la seguridad ciudadana. A base de mentiras, el presidente va alejando las urnas y acercando las bayonetas.

Al final, tenemos que entender que el presidente miente porque puede hacerlo con impunidad. Miente porque está rodeado de incondicionales que le ayudan a corroer la verdad para amasar más poder, más dinero y más capacidad para inspirar temor. Miente porque no hay Congreso o poder judicial que realmente le exijan cuentas. Miente porque buena parte de las élites cree que es más costoso defender la verdad que tolerar la mentira. Miente porque tiene como aliadas a la ignorancia y la apatía de millones. Y miente porque sabe que la mentira es muy útil para encender a los creyentes, ofuscar a los críticos, engañar a los incautos e intimidar a sus opositores.

La mentira usada abierta y sistemáticamente como arma del poder para dividir y confundir a la sociedad será parte central del agrio legado del populismo. Nos guste o no, en algún momento tendremos que darnos cuenta de que, para reconciliarnos entre nosotros, los mexicanos debemos primero reconciliarnos con la verdad. ~

sábado, 14 de enero de 2023

"«LA POSVERDAD ES UNA BANALIZACIÓN DE LA MENTIRA». Una entrevista de Esther Peñas a Adela Cortina publicada en Ethic el 2 de enero de 2023

Con la palabra siempre templada y dispuesta al diálogo, Adela Cortina (Valencia, 1947) construye espacios de entendimiento en territorios donde la cooperación se hace necesaria, aunque los últimos acontecimientos y sus reacciones –como la guerra en Ucrania, la polarización política o el auge de los populismos– se empeñen en dinamitarla. Cortina ha analizado los grandes temas que han marcado las últimas décadas –ella es quien acuñó el término aporofobia, el rechazo al pobre– sin renunciar a encontrar una vía ética para enfrentarse a ellos. Como se desprende de su conversación con Ethic, construir una sociedad más justa es posible.

Existe la sensación, ciertamente extendida en algunos sectores, de que esto se acaba. El miedo en nuestras sociedades ¿dinamita la ética?

El miedo es una de las emociones que necesitamos para sobrevivir, porque nos pone en guardia ante los peligros. No es como el odio, que resulta innecesario para vivir y, sin embargo, hay quienes se empeñan en cultivarlo para generar guerras, polarizaciones y conflictos. Aun así, el miedo puede apoderarse de nosotros hasta llevar a la parálisis, lo cual es nefasto, o, por el contrario, a tratar de analizar sus causas y a buscar salidas viables y justas. La opción más ética es la segunda, la que nos insta a buscar los mejores caminos en cooperación con otros. La ética es un motor que nos incita a no quedarnos atenazados, impotentes ante el sufrimiento, a no conformarnos con lo que parece un destino implacable, sino a buscar caminos que aumenten la libertad.

¿Cómo se construye la confianza, esa creencia en que la conducta del otro será buena?

La confianza no se construye unilateralmente, sino desde la experiencia vivida de que el otro ha dado muestras palpables de merecerla. Es verdad que las personas tendemos a confiar en que nuestros interlocutores son veraces. En caso contrario, hubiera sido imposible la cooperación, que es la que nos ha permitido hacer ciencia, tecnología, la vida política y la vida ética. Pero esa disposición a confiar tiene que venir refrendada por los hechos. Por eso es tan difícil construirla y tan fácil dilapidarla. Hay que ganársela, se construye día a día y exige crear instituciones que den cierta estabilidad a las relaciones sociales, aunque tampoco estas son fiables si no lo demuestran.



viernes, 13 de enero de 2023

"DESIGUALDADES CLIMÁTICAS: IMPACTOS Y RESPONSABILIDADES DE LOS EVENTO METEOROLÓGICOS EXTREMOS". Un Dosier Ecosocial del FUHEM elaborado por: Mateo Aguado Caso, Nuria del Viso Pavón, Miguel Ángel Navas Martín, Sergio Tirado Herrero, Claudia Narocki, Álvaro Ramón Sánchez, Cristina Contreras Jiménez, Rodrigo Blanca Quesada

El cambio climático antropogénico es hoy una realidad incontestable. Una realidad que, si no lo es ya, se convertirá en los próximos años en el mayor desafío reconocido que haya tenido jamás la humanidad. El derretimiento de los glaciares, la subida del nivel del mar y el aumento de eventos meteorológicos extremos como los ciclones, las inundaciones, las sequías o las olas de calor son fenómenos cada vez más intensos y recurrentes que arrojan cada año miles de pérdidas humanas en todo el mundo y constituyen ya la principal causa mundial de desplazamientos forzados dentro de los países.

Según datos del International Displacement Monitoring Centre (IDMC), de los 38 millones de desplazamientos internos sucedidos en todo el mundo en 2021, más de la mitad (el 58,7%) se debieron a “desastres naturales” relacionados con el clima (11,5 millones por tormentas, 10,1 millones por inundaciones, casi medio millón por incendios, y un cuarto de millón por sequías).1

Este último verano de 2022 ha vuelto a romper todos los registros existentes, alzándose como el verano más caliente de toda la historia en Europa.2 Aunque las cifras están aún bajo estudio, el Instituto de Salud Carlos III estima que, solo en España, se ha producido entre finales de abril y comienzos de septiembre de 2022 un exceso de mortalidad de al menos 4.700 personas atribuibles directamente a las elevadas temperaturas (una cifra que triplica la media del último lustro).3 Y lo peor de todo es que el final del verano no parece haber frenado esta tendencia. Al momento de escribir estas líneas —finales de octubre de 2022— se están registrando anomalías térmicas excepcionales en gran parte de Europa, con temperaturas hasta 15 grados por encima de lo habitual para estas fechas.4

Frente a una realidad como esta, el presente dosier trata de arrojar luz sobre cómo los eventos meteorológicos extremos, que son una de las expresiones más preocupantes del cambio climático, están atravesados por múltiples desigualdades —económicas, geográficas, ambientales, de género, de etnia, de edad— que hacen que sus causas y efectos sean muy diferentes según los territorios, los colectivos y los sujetos que contemplemos. Atendiendo a las desigualdades ambientales, estas se expresan fundamentalmente a través de tres grandes ejes: un acceso muy desigual a los bienes naturales (como por ejemplo la energía), unos impactos sociales repartidos muy asimétricamente entre la población afectada (como las olas de calor o las sequías), y una responsabilidad respecto a la generación del problema que responde, nuevamente, a enormes disparidades (como sería el caso de las emisiones de gases de efecto invernadero).

Todas estas desigualdades constituyen en suma un nuevo tipo de desigualdad, la desigualdad climática, cuya importancia y trascendencia está por fin comenzando a reconocerse y visibilizarse. CONTINUAR LEYENDO

Si quieres leer el texto completo del Dosier Ecosocial, aquí tienes el acceso en formato pdf: Desigualdades climáticas: impactos y responsabilidades de los eventos metereológicos extremos

Si quieres consultar dosieres anteriores: Dosieres Ecosociales.

jueves, 12 de enero de 2023

"CONFUSIÓN LINGÜÍSTICA Y REALIDAD". Un artículo de opinión de Andrés Krakenberger y Pedro Ugarte publicado en noticiasdegipuzkoa.eus el11·01·23

Quienes conocen a los que suscribimos este artículo saben que ambos somos personas con visiones del mundo muy diferentes pero creemos que saben, al mismo tiempo, que somos perfectamente capaces de encontrar espacios compartidos. Los dos, desde luego, nos reconocemos recíprocamente la buena voluntad de buscar un mundo mejor para nuestros semejantes y pensamos que la decisión de firmar juntos este artículo es un ejercicio estimulante y positivo.

Tenemos posturas muy distintas –a veces incluso opuestas– en multitud de cuestiones políticas o económicas. Hemos intercambiado pareceres en las redes sociales. Contrariamente a lo que suele ocurrir en ellas, nuestros debates han sido educados y respetuosos. No ha habido –ni habrá– esas salidas de tono que caracterizan a algunas redes. Eso no impide que hayamos defendido cada uno nuestras tesis con el convencimiento y la vehemencia necesarios, pero nadie habrá visto sangre en esos debates.

Juntos hemos comprobado que, por desgracia, en esta sociedad tan dada a la exageración una de las primeras víctimas es el lenguaje. Observamos que a nuestro alrededor, incluso entre quienes apoyan tesis parecidas a las nuestras, ya casi nunca se llama a las cosas por su nombre. Se prefiere acudir a la hipérbole, a la exageración de un hecho, circunstancia o relato. Puede tratarse de algo que ocurra aquí, en Perú, Argentina, Estados Unidos, Pakistán o Mali. Da lo mismo. Exageramos siempre. Y con ello generamos dos efectos distintos, pero igual de indeseables: empobrecer el lenguaje y pervertir el discurso.

Que un mandatario utilice medidas que tuercen la legalidad para obtener sus fines no es un golpe de estado. Tampoco que unos energúmenos desorganizados tomen unas dependencias gubernamentales. ¡Ojo! Esta precisión no es aprobar o justificar una ilegalidad: es solo constatar que no es un golpe de estado si faltan determinados ingredientes de fuerza coercitiva e incluso de violencia, control de medios de comunicación y represión de la oposición. Un análisis similar permite constatar que no todo asesinato masivo conforma un genocidio: no lo es si falta la intención de liquidar una raza o nacionalidad. Y, de nuevo, constatar que un asesinato masivo no es genocidio, no supone la más mínima tolerancia hacia él. También es frecuente llamar terrorismo a cualquier forma de violencia que queramos reprobar con energía, pero no todas las formas de violencia son terrorismo: tiene que haber, cuando menos, la intención de los perpetradores de aterrorizar a un sector de la población. Entre los detractores del aborto se utiliza el término asesinato para condenarlo con energía, pero el asesinato es una figura penal muy concreta y de uso restringido. No hay ninguna reprobación añadida en la imprecisión lingüística, en la confusión semántica. Otro término de uso cada vez más indiscriminado: esclavitud. Que un empresario establezca condiciones leoninas en un contrato laboral y que personas las acepten por necesidad no es esclavitud; hay una diferencia básica: en la esclavitud –que increíblemente aún está vigente como tal en algunos rincones del planeta– no hay escapatoria; en cambio, un contrato leonino se puede romper por acuciante que sea la necesidad. Y conste, de nuevo, que con ello no decimos que un contrato laboral leonino sea admisible: simplemente decimos que no es esclavitud.

No estamos justificando ni suavizando hechos lamentables e incluso condenables, porque no hay ninguna indulgencia en llamar a las cosas por su nombre. Si todo se convierte en golpe de estado empobrecemos el lenguaje. La exactitud del lenguaje es mucho más importante de lo que podemos creer en un principio. Al dar nombre a las cosas les damos un color, un sabor, que hace que la mente del receptor piense que algo es deseable o indeseable, y que su reacción vaya en una dirección o en otra. Y si la emoción es lo bastante fuerte, el receptor puede llegar a reaccionar. Lo importante, por tanto, es que reaccione sabiendo exactamente ante qué reacciona, precisamente para atinar en la respuesta.

Sentimos nostalgia de otros tiempos en los que había fronteras claras entre las secciones de opinión y de noticias en los medios de comunicación. Se suponía que en la sección de noticias se describían hechos y en la sección de opinión estaban los pareceres que esos hechos podían suscitar. Ahora esa frontera se ha difuminado. Puede que en parte sea debido al empobrecimiento del lenguaje, o acaso al revés: que difuminar esa frontera haya empobrecido el lenguaje. Sea como fuere, estamos de acuerdo en que no es algo deseable.

El lenguaje, por lo tanto, es importante. Si todo es asesinato, si todo es golpe de estado, si todo es calificado como algo distinto a lo que es realmente, nos exponemos al peligro de desfigurar la realidad. Ningún juicio certero puede sostenerse en una realidad desfigurada. A base de repeticiones asumimos la pobreza del lenguaje y quienes con ello quieren hacernos reaccionar nos están dando gato por liebre, porque les importa más nuestra reacción –para los fines que sean– que la realidad. Todo un peligro en los tiempos que corren.

Buscar la verdad, especialmente la verdad moral, es un arduo ejercicio, pero más lejos estaremos de encontrarla si utilizamos una misma palabra para aludir a realidades completamente diferentes. Acordar el sentido de las palabras es un primer paso para discutir, debatir, negociar y concertar, entre todos, un futuro mejor.

lunes, 9 de enero de 2023

"NO HAY FUTURO SIN MEMORIA: EL MENSAJE PARA LOS JÓVENES SOBRE EL TERRORISMO". Un artículo de Eder García publicado en Crónica Vasca el 2 de enero de 2023

Fantasía e historias reales se unen en la nueva iniciativa del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo para acercar a los más jóvenes a la memoria y la verdad

Un estudio reciente del Gobierno vasco revela que el 78% de los vascos no conoce las políticas de memoria sobre terrorismo, y hasta un 33% aboga por "no remover el pasado". Asimismo, Covite denuncia que los actos de apoyo a ETA se han duplicado en 2022. Estos datos reflejan que gran parte de la ciudadanía desconoce el pasado, o que al menos, no ha recibido una educación basada en la memoria y en los principios de convivencia y democracia.

 Algo falla en una sociedad donde habitualmente numerosas instituciones y asociaciones realizan actos en memoria de las víctimas, ya sean de ETA, del franquismo, de los GAL o de otros episodios violentos que ha sufrido Euskadi en su pasado reciente, y aún así la ciudadanía muestra un nivel de indiferencia tan alto con respecto a este tema.

Es fundamental difundir unos principios democráticos y éticos construidos sobre la defensa de la libertad y de los derechos humanos para construir un compromiso colectivo hacia el reconocimiento y la memoria de las víctimas. Y uno de los lugares más comprometidos en inculcar a la sociedad dichos valores es el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo de Vitoria-Gasteiz, que desde junio de 2021 se ha convertido un espacio de recuerdo y homenaje a aquellos que perdieron la vida por el terrorismo. Además de ETA, los GAL, el Batallón Vasco Español y otros grupos que actuaron en España, el centro también incluye datos sobre diferentes atentados, como el de Las Ramblas de Barcelona o el 11-S de Nueva York.

Este museo, que se acordó con el máximo nivel de consenso parlamentario, busca ser un signo de reconocimiento y respeto con las víctimas de todas las manifestaciones de terrorismo registradas desde el 1 de enero de 1960. Desde esta década más de 50 organizaciones terroristas se han llevado por delante la vida de 1.451 personas.

Uno de los retos de la sociedad en general y del Centro Memorial en particular es acercar a los más jóvenes a la historia reciente de Euskadi para que construyan su relato de la historia. Para ello el museo realiza visitas guiadas a los estudiantes de secundaria de los institutos vascos. Estas visitas se realizan desde que se inauguró el centro, pero en este curso escolar han puesto en marcha una nueva iniciativa con la que pretenden ir más allá a la hora de llamar la atención y desarrollar el pensamiento crítico de los estudiantes: visitas teatralizadas. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 7 de enero de 2023

«LAS EMPRESAS SE LAS INGENIAN MUY BIEN PARA LOGRAR QUE SUS EMPLEADOS SEAN INFELICES». Una entrevista de Ramón Oliver a Dan Lyons publicada en Ethic el 21 de enero de 2022

El relato real y autobiográfico de las andanzas de un periodista cincuentón que es contratado por una ‘start-up’ tecnológica repleta de ‘millennials’ en la órbita de Silicon Valley. Ese es el punto de partida de ‘Disrupción. Mi desventura en la burbuja de las start-ups’, de Dan Lyons (Massachussets, 1960), un libro hilarante en muchos de sus pasajes, pero también aterrador. Porque detrás de la sorna con la que este ex reportero de tecnología y guionista de la serie de HBO Silicon Valley desnuda a su empleador –HubSpot– y a todo el ecosistema emprendedor norteamericano, subyace el relato descarnado de una realidad cuajada de apariencias, burbujas económicas, empleos precarios y una indisimulada discriminación por edad. La traducción de este ‘best seller’ de 2016 llega con unos años de retraso a España publicada por Capitán Swing, pero su contenido sigue plenamente vigente. Lyons nos atiende desde su casa en Boston.

- Han pasado seis años desde lo que relatas en tu libro. ¿Han cambiado las cosas desde entonces en el universo emprendedor?

Yo diría que han cambiado a peor, que esas terribles condiciones laborales sobre las que escribí se han exacerbado todavía más. Y en buena medida es, por un lado, debido a que los mercados permiten y alientan ese tipo de comportamientos y, por otro, la falta de equilibrio entre empleados y empleadores en las empresas tecnológicas emergentes.

- Disrupción presenta un mundo tecnológico en el que se diría que lo de menos es la tecnología en sí y que lo realmente importante son las apariencias.

Hace poco leía un artículo que afirmaba que las OPIs (Oferta Pública Inicial) y la venta de acciones de las compañías tecnológicas en general son, esencialmente, historias. Y de eso es precisamente de lo que escribo en Disrupción. Una empresa de capital riesgo que invierte en una start-up es lo más parecido a un productor de cine que financia una película. Se contrata a un director para que lleve el proyecto, a un reparto, se crea una narrativa y luego se vende la historia a los inversores particulares. En realidad, el producto que haga la start-up no importa demasiado, es un vehículo para que la firma de capital riesgo obtenga rendimiento por su inversión. Ni siquiera hace falta que la start-up obtenga beneficios en algún momento. Eso es irrelevante mientras el precio de la acción siga subiendo.

- Es una visión bastante incendiaria.

Se podría decir que es una forma de ver este mundo un tanto cínica, pero creo que es forma correcta de hacerlo. Por supuesto, no todo el mundo en Silicon Valley está de acuerdo con esta evaluación, y hay quien no me tiene en mucha estima por allí. Pero también es cierto que, en general, la gente ese entorno ha desarrollado una piel muy fina para todo lo que suene a crítica hacia su sistema. No les gusta que nadie cuestione su relato de que están construyendo «un mundo mejor». Muchos de estos emprendedores y empresas de capital riesgo han ganado tanto dinero que creo que, de alguna forma, eso ha afectado a su cerebro y realmente creen que ellos son los chicos buenos. Su razonamiento es: «Oye, yo acabo de ganar 200 millones dólares en una semana y tú escribes en un blog, así que, ¿quién te crees que eres para darme lecciones?».

- Futbolines, cerveza gratis, salas de siesta, osos de peluche ocupando un asiento en los comités de dirección… Cuentas que cuando llegaste a HubSpot, la oficina te recordó a la guardería a la que llevabas a tus hijos.

Lo que la gente realmente quiere de su empleador es muy sencillo y de sentido común. Un seguro médico, un plan de jubilación, guardería para los niños o tiempo libre pagado. Pero todas esas cosas cuestan dinero, así que en determinadas empresas te lo cambian por cerveza gratis, dulces, juguetes y todo tipo de ventajas tontas que no ayudan en nada a la gente. Y luego está esa concepción errónea de que los millennials y la gente joven lo que quieren es divertirse mucho en el trabajo. Pero resulta que, si investigas y les preguntas a ellos, eso no es cierto. Los jóvenes no quieren estar cambiando de trabajo cada dos años, quieren cierta estabilidad, beneficios sociales, desarrollo profesional… Y esas cosas las empresas de Silicon Valley no se las están dando.

- En España ya existen algunas empresas que tienen hasta un ‘director de felicidad’. ¿Por qué esa obsesión porque el trabajo sea como un parque de atracciones?

La idea de un ‘director de felicidad’ siempre me ha hecho reír porque, en general, las empresas se las arreglan bastante bien para que sus trabajadores sean infelices. Es la propia naturaleza del trabajo. Dudo mucho que una empresa como Uber tenga un director de felicidad. Pero si lo tuviera seria como decir: «Explotamos a nuestros conductores, los tratamos mal y dejamos que nuestros propios empleados trabajen sin descanso. Pero, eso sí, queremos que sean felices». CONTINUAR LEYENDO


viernes, 6 de enero de 2023

"POR QUÉ LO LLAMAN CULTURA DEL ESFUERZO CUANDO QUIEREN DECIR INJUSTICIA Y PRECARIEDAD". Por Sergio C. Fanjul

Si en sus inicios la ética del trabajo se utilizó para domesticar al proletariado que se formaba procedente del campo, hoy en día sigue utilizándose para justificar un sistema fallido e injusto. Y, si antes se defendía desde los sermones de la iglesia, ahora la homilía tiene forma de charlas motivacionales, libros de autoayuda empresarial y discursos políticos.

No sé si creerme lo de la cultura del esfuerzo. Fíjense: Amancio Ortega tiene 5.300.000 veces más dinero que yo. Sé que él se ha esforzado mucho más, pero, con 24 horas que tiene el día para ambos, dudo que se haya esforzado 5.300.000 veces más. Es demasiado esfuerzo: Amancio hubiera explotado (él mismo, me refiero).

Era broma, ya me han explicado que esto no es una ley exacta o lineal y que, a veces, se mezcla con la fe, con la fe en uno mismo, de hecho. Pero, también es cierto que la llamada cultura del esfuerzo ha sido utilizada frecuentemente para fines oscuros. El otro día, la pornográfica y no muy esforzada Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, dijo que el problema de la juventud era que le faltaba cultura del esfuerzo. Y que los trabajadores de la sanidad madrileña eran unos vagos.

El término recuerda a la ética del trabajo, que también tiene su historia, según explica Zigmunt Bauman en su libro Trabajo, consumismo y nuevos pobres (Gedisa). Todo comienza en la Inglaterra de la Revolución Industrial cuando, mediante los cercamientos de las tierras comunales, los campesinos han de ser convertidos en mano de obra para las incipientes fábricas de las humeantes ciudades de la época. Era un cambio radical: de un trabajo que se desarrollaba a ritmos propios, para el propio beneficio, en un entorno familiar; los nuevos proletarios tenían que ir a fábricas insalubres, durante jornadas kilométricas y prefijadas, trabajando para otros por un salario de miseria. No parecía un buen plan, por eso muchos campesinos, que no entendían nada de aquello, pasaban del tema y se resistían. Pero había que poner en pie el capitalismo de alguna manera.

La ética del trabajo vino a ser un lubricante para la proletarización de la población. Tiene dos premisas, según Bauman: la primera, que para vivir y ser feliz, hay que hacer algo que los demás consideren valioso y digno de pago, es decir, trabajar. La segunda es que es necio y moralmente reprobable conformarse con lo ya conseguido y hay que esforzarse para conseguir siempre más. Según esto, “trabajar es un fin en sí mismo, una actividad noble y jerarquizadora”, en palabras del sociólogo polaco. Hay que trabajar, eso es bueno. No trabajar, eso es malo.

Bajo la ética del trabajo ya no importaba el gusto por lo que se hacía, el orgullo del oficio o el fin que se perseguía con la labor: era preciso trabajar por trabajar, una idea muy útil en fábricas donde los trabajadores de rutina mecánica no entendían muy bien qué estaban haciendo, para qué o para quién.

“La cruzada por la ética del trabajo era la batalla por imponer el control y la subordinación”, escribe Bauman, “se trataba de una lucha por el poder en todo, salvo en el nombre; una batalla para obligar a los trabajadores a aceptar, en homenaje a la ética y la nobleza del trabajo, una vida que ni era noble ni se ajustaba a sus propios principios de moral”, continúa el autor. En aras de promover la ética del trabajo se multiplicaron los sermones en iglesias, los relatos moralizantes, las escuelas dominicales para jóvenes.

La actual cultura del esfuerzo no es diferente, solo que el proselitismo asociado se hace desde charlas motivacionales, libros de autoayuda empresarial y sermones políticos, para hacer comulgar con las ruedas de molino de la precariedad. Si en sus inicios la ética del trabajo, tan parecida a la cultura del esfuerzo, se utilizó para domesticar al proletariado que se formaba procedente del campo, hoy en día sigue utilizándose para justificar un sistema fallido e injusto, como si su decadencia fuera culpa de sus víctimas. En tiempos difíciles, en vez de buscar soluciones entre todos para construir un mundo mejor, hay quien sigue apelando a la lucha individual contra una inercia invencible, a la competición del todos contra todos.

lunes, 2 de enero de 2023

«HA APARECIDO UNA TRIBU NUEVA: LOS QUE SE DEFINEN COMO POLÍTICAMENTE INCORRECTOS». Una entrevista a Javier Soto Vars publicada en Ethic el 13 de mayo de 2021

¿Es posible defender el pensamiento individual frente al exceso de líneas rojas? Con motivo de la publicación de su trepidante ensayo, ‘La casa del ahorcado: Cómo el tabú asfixia la democracia occidental’ (Debate), el periodista y escritor Juan Soto Ivars responde en directo a las preguntas del editor de Ethic, Pablo Blázquez, en una entrevista en la que también intervienen Eduardo Madina, Borja Sémper, Karina Sainz Borgo y Marta García Aller.

Al principio del libro llevas a cabo una reflexión en torno al concepto del tabú, uno ciertamente ambiguo. Hay un capítulo que titulas Si no hay tabúes, hay guerra, revolución y violación. ¿En qué consiste esa ambigüedad del tabú?

Esto lo empiezo a escribir y a trabajar en el libro porque utilizo mucho la palabra tabú en los artículos. Es un tema que me interesa mucho en la actualidad. Todos los tabúes que están surgiendo en torno a sitios que antes estaban libres de ellos. En un momento dado me doy cuenta de que, en realidad, no sé muy bien lo que es el tabú. Empiezo a leer antropología, voy a las fuentes, a los clásicos… Sigo después con los más contemporáneos y me voy dando cuenta de que el tabú, que yo pensaba que era una de las enfermedades que azotan a las democracias occidentales, es más bien un síntoma. El tabú nos está hablando de una necesidad de toma de posición de mucha gente, de distintas tribus, ante el miedo, la inquietud, la indeterminación y la ambigüedad. El tabú aparece muchas veces, dicen muchos antropólogos, en torno a figuras y comportamientos que son ambiguos. Así que es normal que tenga definiciones ambiguas, a veces incluso contradictorias, que no haya un acuerdo sobre lo que significa, que no exista una definición estandarizada… El tabú nos está hablando, precisamente, de eso: de lo ambiguo, lo indeterminado y lo inquietante.

Tras esta pregunta de calentamiento, vamos al grano, a la tesis de tu libro: ¿cómo y por qué el tabú asfixia a la democracia liberal?

Como decía, el tabú es un síntoma de que algo pasa. Es muy infantil pensar que la gente se está volviendo gilipollas, que todo el mundo tiene la piel muy fina y que la sociedad se ha vuelto infantil de la noche a la mañana. No me satisfacen en absoluto ese tipo de diagnósticos que, al final, están hablando más de quien los suelta que de la sociedad en sí. Lo que ocurre es algo mucho más complejo que eso. Mi tesis –que, más que una tesis, es una hipótesis– respecto a por qué las sociedades occidentales están quebrándose en taifas es que, desde 2008 –y ya desde la revolución neocon [la revolución del neoconservadurismo] de los ochenta–, nos ha pasado en Occidente algo que ha roto lo que los romanos llamaban la religio –esa palabra de la que viene nuestra palabra religión que no alude a convencimientos esotéricos, sino a una creencia que la sociedad comparte y aglutina–, algo tan sencillo, tan básico y tan poco patriótico como la creencia de que los hijos viven mejor que los padres. Esto se volatiliza en 2008 y, sobre todo, en 2010, cuando la crisis parece que se cronifica y que cambia la distribución social de las democracias occidentales. Ahí es donde esa religio se rompe. Y una vez lo hace –esto pasa en todos los imperios– las identidades que componen, en este caso, al Occidente cultural se van cada una por su lado, como cuando se rompe la cuerda de un collar. El tribalismo, que está en auge desde la crisis económica, es una consecuencia de esto.


domingo, 1 de enero de 2023

"PÓNGANME UN J&B CON TRANS". Un artículo de Edu Galán, publicado en Ethic el 12 de diciembre de 2022

La Navidad es una temporada alta de anuncios; es decir, temporada alta de entender qué es lo que se valora simbólica y materialmente en una población determinada. En este artículo adaptado de su libro ‘La máscara moral’ (Debate), el escritor Edu Galán analiza cómo el mercado ha desplegado una de las argucias más inteligentes para instalarnos en el consumo continuo: convertirnos en parte sentimental y moral de lo anunciado.

¿Por qué ha acabado una escena donde un abuelo se solidariza con su nieta trans en un anuncio navideño de whisky? ¿No sería más adecuada en uno del Ministerio de Igualdad? Tras esta acción, ¿tomarán más alcohol las familias con personas trans en su seno o la comunidad LGTBIQ+? ¿O será que esta Navidad una multinacional británica quiere convertirnos en coproductores –sin beneficios económicos– de su producto?

Como explico en mi nuevo ensayo La máscara moral (Debate), el mercado ha desplegado una de las argucias más inteligentes para instalarnos en el consumo continuo: convertirnos en parte sentimental y moral de lo anunciado. Comprarlo ya no es comprar alcohol, es participar sentimentalmente de esa cena, de esos valores. Pero ¿cómo llegó una agenda netamente estadounidense ahí?
A finales del siglo XX estas fiestas invernales se definían con dos telepromociones: el turrón de El Almendro y las muñecas de Famosa. De la primera –«Vuelve, a casa vuelve»– destaca su idea-fuerza: el regreso. El regreso de los seres queridos a la mesa. La sintonía de los juguetes de Famosa, estrenada a principios de los setenta, repetía similar cantinela: la llegada de las muñecas a la casa, aunque en este caso a la casa del Cristo recién nacido –cursilería, mucho runrún panderetero y, en el anuncio primitivo, el acompañamiento visual de un coro de niños y de una muñeca que se acercaba con movimiento zombi al niño Jesús–.

En 2021 las cosas han cambiado y el paradigma de anuncio navideño pertenece a Campofrío, la multinacional de alimentación –cárnica, mayormente–. Desde 2011, con un spot dedicado a los cómicos, la agencia de publicidad que se encarga de la campaña ha ido añadiendo más y más caras conocidas y virando hacia temas que horadan en la moralidad. De entre todos, el anuncio de Campofrío de 2016, Hijos del entendimiento, milimetra este despliegue moral: comienza con una escena ambientada en el caldo primigenio del enfrentamiento español, la Guerra Civil, donde una mujer insulta –«rojo», cómo no– a un soldado republicano y él le responde –«fascista», cómo no–.
El espectador contempla a parejas de hombres y mujeres atacándose moralmente durante cuatro minutos: españolista e independentista, taurina y antitaurino, «madero» y «manifa», carnívoro y vegetariana, «podemita» y «casta», ateo y creyente… e, incluso, sevillista y bético. Una vez presentados los personajes y sus conflictos, se sentimentalizan sus bases morales –«No creo en los curas», «Mi cuerpo me pide ser vegetariana», «Llevo el sevillismo en la sangre»…– para así, finalmente, pellizcar la patata del espectador descubriendo que los dúos polarizados son realmente parejas de enamorados que se quieren a pesar de sus diferencias. Por supuesto, de nuevo, los motivos se explican dentro del sentimentalismo, por mucho que el anuncio use la palabra «entendimiento»: «Me da compañía», «El respeto», «Tiene buen corazón»…

La Navidad es temporada alta de anuncios, es decir, temporada alta de entender qué es lo que se valora simbólica y materialmente en una población determinada, han pasado de encumbrar el regreso o la tradición –los villancicos– a ensalzar los diversos valores morales –aunque algunos de ellos sean antitéticos y sólo sirvan de algo a la marca anunciante– de una población cada vez más globalizada y norteamericanizada con ideología individualista, protestante, flexible, emprendedora e influencer. Tanto en la izquierda (queer) como en la derecha (alt right). Pero qué bonito es ver a un abuelo y su nieta trans beber juntos J&B. De J&B ya nos sentimos todos.

"NECESITAMOS UN ÉXODO DEL SIONISMO". Naomi Klein (elDiario.es 3 MAY 2024)

Judíos y simpatizantes celebran un Séder de Pascua para protestar contra la guerra en Gaza, el pasado 23 de abril, en el distrito de Brookl...