lunes, 23 de enero de 2023

"LA SOCIEDAD DEL PANÓPTICO". Un artículo de publicado en Iñaki Domínguez publicado en Ethic el 18 de enero de 2023

En una sociedad completamente digitalizada, la vigilancia ya no se ejerce, sino que se vive cada día de forma voluntaria. Las redes sociales son el panóptico del mundo: un punto central que todo lo ilumina (y del que nada queda a salvo).

Toda ideología genera censura y autocensura, ya que representa un poder que domina al ciudadano desde su mismo interior, inoculando su percepción, pensamiento, lenguaje y valores. La ideología es una construcción simbólica que en muchos casos es totalmente contraria a la verdad. Esto se debe al hecho de que representa una herramienta del poder, que sirve a los intereses de este, de ahí que el arte y el humor sean enemigos viscerales de la misma. Como dice Foucault en su clásico Vigilar y castigar: «El arte de castigar, por tanto, debe apoyarse en una completa tecnología de la representación». El francés, de hecho, también explica que «el discurso se convertirá en el vehículo de la ley»; es decir, que la ley será, pues, internalizada por el discurso.

Servan, uno de los ideólogos franceses originales del siglo XVIII, afirma algo similar. «Cuando hayas formado una cadena de ideas en la mente de los ciudadanos, podrás dar por hecho que eres su guía y maestro. Un déspota estúpido puede forzar a sus esclavos por medio de cadenas de hierro, pero un verdadero político los amarra incluso con más fuerza por medio de la cadena de sus propias ideas; es en el estable punto de la razón donde se cierra la cadena misma. Este eslabón es más fuerte en tanto que no sabemos de qué está hecho y creemos que es fruto de nuestra propia voluntad; la desesperación y el tiempo carcomen las ataduras de hierro y acero, pero son impotentes ante la vinculación habitual entre ideas, pues tan solo pueden reforzar estas aún más, y es sobre las fibras más blandas del cerebro que se asienta el consistente fundamento del más sólido de los imperios». De este modo, la ideología, desde sus mismos orígenes, era una forma de someter y dominar a la ciudadanía por el más sutil de los mecanismos sociales.

En este sentido surge la idea del panóptico –cuya raíz etimológica proviene del griego «verlo todo» (pan-opticon)– de Jeremy Bentham, autor utilitarista de la misma época que los ideólogos franceses, un edificio circular diseñado para que el poder pudiese contemplar y vigilar a las personas presas en una institución penitenciaria. Desde el centro del edificio, así, era posible tener acceso visual a las celdas dispuestas circularmente en torno a una torre central de vigilancia. Tanto la Cárcel Modelo de Barcelona como la prisión madrileña de Carabanchel seguían este principio, al igual que otras tantas prisiones del mundo. Según Foucault, el panóptico representa una arquitectura que permite «un control interno, articulado y detallado para hacer visible a aquellos que están en su interior». En términos generales, señala, «se trataría de una arquitectura que operaría para transformar a los individuos: para actuar sobre aquellos que acoge y proporcionar un control sobre su conducta, para traer a ellos los efectos del poder, para hacer posible el conocerlos, para alterarlos». La sociedad digital de las redes sociales en la que hoy vivimos es precisamente eso: una sociedad–panóptico, tanto en términos literales como figurados.

¿No somos, acaso, casi totalmente visibles como miembros de la sociedad digital que todo lo ve y de la que participamos activamente? Foucault señalaba a este respecto que «el aparato disciplinario perfecto permitiría verlo todo constantemente con una simple mirada». Por tanto, ¿qué mejor modo de vigilar a otros que tener acceso a ellos por medio de Instagram, Twitter o Facebook? «Un punto central sería tanto la fuente de luz que todo lo iluminaría y el lugar donde convergería todo aquello ha de saberse: un ojo perfecto al que nada escaparía y un centro hacia el cual se dirigirían todas las miradas», explicaba hace años el filósofo francés. CONTINUAR LEYENDO

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