Mostrando entradas con la etiqueta Iglesia católica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Iglesia católica. Mostrar todas las entradas

lunes, 12 de mayo de 2025

"EL NUEVO PAPA SERÁ ANACRÓNICO O NO SERÁ". Nuria Labari El País 10 MAY 2025

Se habla muy poco de que la ideología vaticana choca frontalmente con valores democráticos como la igualdad, la diversidad y la protección a la infancia

Cómo me alegro de tener papa nuevo. Al fin los diarios vaticanos en que se han convertido todos los medios de comunicación de mi país dejarán de contarme todos los días lo mismo. No me quejo de que la información sobre el Estado de la Ciudad del Vaticano esté sobrerrepresentada frente a otros (que también), sino de que carezca del contexto ideológico e institucional en el que se desenvuelven sus actividades. Entiendo y comparto la importancia histórica de los hechos, pero creo que la avalancha acrítica de información ha creado un estado de opinión donde casi nos convencen de que la mayor preocupación contemporánea es quién o cómo será el nuevo papa. ¿Será progresista? ¿Será continuista? ¿Será conservador? Cuando todos (sobre todo todas) sabemos que da igual: será anacrónico.

Hoy en día, la Iglesia es una institución contracultural, por cuanto rechaza los valores y modelos de vida dominantes. Y sin embargo, creo que se informa, opina y piensa muy poco sobre este hecho crucial, incluso cuando el Vaticano monopoliza la información durante semanas. Entiendo que la fumata blanca es importante, pero a mí me parece que la fumata rosa que prendieron un grupo de mujeres en el Vaticano para reclamar la igualdad en la Iglesia debería serlo más. Porque, de otro modo, podría formarse un estado de opinión que justificara los anacronismos ultraconservadores de la Iglesia. Más allá de las figuras individuales, como Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Francisco o León XIV, la Iglesia es una institución política además de religiosa, tiene un Estado y una ideología que afecta a la convivencia política en democracia (dado el poder político de la institución) y no solo a la espiritualidad o conducta de sus fieles. Me sorprende lo poco que se habla sobre el hecho de que la ideología vaticana choca frontalmente con las constituciones democráticas, basadas en la igualdad, la diversidad, la protección a la infancia y donde, por supuesto, ninguna aceptaría que se proclame la infalibilidad del jefe.

Las últimas semanas hemos recibido un curso acelerado de teología. Todos sabemos cuánto dura un cónclave, donde vive el papa o por qué hay cardenales que no visten de rojo. Poco hemos reflexionado sobre cuánto tiempo más puede silenciarse y sostenerse el anacronismo y la impunidad que rodea a la Iglesia católica. Hablamos de una institución política con tantos casos de pederastia que no pueden considerarse hechos aislados, sino una pauta de comportamiento que debe erradicar de forma urgente. Una institución machista que sigue sin reconocer la igualdad de las mujeres dentro de la Iglesia (año 2025) y que se opone con toda su fuerza política al derecho de las mujeres a decidir sobre nuestro cuerpo fuera de ella (aborto, anticonceptivos, determinación de género). Una institución homófoba que no reconoce el matrimonio homosexual y condena la identidad de millones de fieles. Que cuestiona el derecho a morir dignamente, largamente defendido por quienes desean poner fin a un sufrimiento sostenido sin que la religiosidad o creencias de otros se interpongan en ello. Pues bien, con todo y con eso, llevo semanas leyendo sobre la suerte que tuvimos de que el papa Francisco tuviera conciencia climática o fuera pacifista, como si se pudiera ser otra cosa en el nombre de Dios. Lo que clama al cielo es lo poco que se habla sobre todo lo demás.

jueves, 1 de mayo de 2025

"LA IGLESIA CATÓLICA, UNA PATRIARQUÍA". Juan José Tamayo, elDiario.es 25 de abril de 2025

Ni una sola mujer apareció en el traslado de Francisco a San Pedro: la escena demuestra más que mil palabras la marginación, el silencio, la invisibilidad y el ocultamiento de las mujeres en la iglesia católica

El pasado 23 de abril fui invitado como comentarista del programa La Hora de la 1 de TVE a seguir en directo el traslado del féretro del papa Francisco desde la residencia de Santa Marta, donde vivía, hasta la Basílica de San Pedro, donde ha sido despedido por unas 250.000 personas. Las escenas que vi eran la mejor representación del patriarcado en estado puro que caracteriza y define la estructura jerárquico-piramidal y clerical del catolicismo romano.

Todos los participantes en la ceremonia eran varones: los cardenales vestidos de rojo, los sacerdotes, los portadores del féretro a hombros, la Guardia Suiza y los monaguillos que llevaban los cirios. Ni una sola mujer apareció en todo el recorrido. Su invisibilidad era total. Solo vi a dos mujeres periodistas informando sobre la ceremonia: Marta Carazo, directora del Informativo de las 9 de la noche de TVE, enviada especial estos días a Roma para informar in situ y en directo, y Begoña Alegría, corresponsal de TVE en Roma. La escena demuestra más que mil palabras la marginación, el silencio, la invisibilidad y el ocultamiento de las mujeres en la iglesia católica. Me cuesta entender cómo no había mujeres en tan solemne ceremonia de la despedida de Francisco cuando fueron ellas, y no los discípulos varones, quienes acompañaron a Jesús en los trágicos momentos de su crucifixión.

Esto sucede después de 12 años de pontificado del papa Francisco, que se caracterizó por revolucionar la doctrina social de la iglesia con un pensamiento político, económico y social revolucionario, que denunció el neoliberalismo como injusto en su raíz, pero apenas hizo cambios en el reconocimiento de la igualdad y la justicia de género y en la falta de protagonismo de las mujeres, que siguen siendo personas subalternas en el organigrama eclesiástico. Se cumple así la ley de todas las revoluciones: lo prioritario es el cambio de estructuras políticas, sociales y económicas, el cambio en la situación de las mujeres puede esperar, por muy discriminatoria que sea. Estamos ante el borrado de las mujeres de la faz masculina de la Iglesia católica. 

El cónclave, otra muestra más

La institución del cónclave para elegir al papa, vigente desde la Edad Media, es otra prueba más del patriarcado en el catolicismo. En esta práctica anacrónica sin luz ni taquígrafos, 133 cardenales que carecen de representación popular cristiana se encerrarán para elegir al nuevo Papa en un acto que transgrede todos los principios de la democracia. El Papa nombra a los cardenales sin participación alguna del pueblo de Dios. Los obispos son nombrados por el Papa sin consultar a las diócesis para las que son destinados. Los obispos nombran a los párrocos sin consulta previa a los “fieles”.

Muchas personas -y yo entre ellas- se preguntan cómo es posible que el Papa que va a dirigir (“pastorear”, se dice en el lenguaje eclesial) a 1.400 millones de católicos y católicas sea elegido por un reducido grupo de notables, todos varones, todos clérigos, todos célibes, que a su vez han sido elegidos por el Papa (también varón, en este caso el 80% por Francisco y el resto por Juan Pablo II y Benedicto XVI). Esta forma de elección no puede ser más aristocrática, patriarcal, antidemocrática y clerical. ¿Dónde quedan los deseos y la opinión del resto de las personas católicas? La Iglesia que defiende la democracia en la sociedad no la practica en su seno. Estamos ante una grave incoherencia.

Resultado: la Iglesia católica funciona como una perfecta patriarquía en la que las mujeres son excluidas de los espacios de poder, donde se toman las decisiones más importantes, del ámbito de lo sagrado, de los lugares donde se elabora la doctrina teológica y moral, incluso en aquellos temas que les afectan directamente, de muchas de las funciones ministeriales, de la administración de los sacramentos y, por supuesto, de la representación de Dios y de Jesús de Nazaret, reservada solo a los varones, en este caso a los clérigos.

A esto cabe añadir que las mujeres no son consideradas ciudadanas eclesiales, ni reconocidas como sujetos morales con autonomía para tomar sus propias decisiones y actuar en conciencia y conforme a la ética liberadora del Evangelio. Son comparsa, cristianas subalternas. ¿En qué queda, entonces, la igualdad de todos los cristianos y cristianas por el bautismo? ¿En qué queda la declaración de la igualdad de Pablo de Tarso: “Ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús?” Una declaración que el filósofo de la esperanza Ernst Bloch llamaba “la Primera Internacional de la Igualdad”.

De la eclesialidad se ha apropiado la jerarquía eclesiástica en contra de la imagen de la Iglesia como comunidad de mujeres y hombres iguales conforme a los orígenes del cristianismo originario y al Concilio Vaticano II, que define a la Iglesia como comunidad de creyentes y pueblo de Dios. A la vista del análisis que acabo de hacer, parece claro que no se trata de un pueblo soberano, sino sometido a la jerarquía eclesiástica.

Durante sus doce años de pontificado, ¿mutó Francisco la lógica excluyente de las mujeres en la Iglesia católica por la inclusiva? Creo que no. Intentaré argumentar la respuesta en un siguiente artículo.

"USTED Y YO: NOSOTROS". Juan José Millás, El País

Me obsesionan y aturden aquellos versos de Lêdo Ivo según los cuales “Dios camina entre los hombres como un sonámbulo y no hay forma de des...