viernes, 29 de marzo de 2024

El abismo de cumplir 18 años para los jóvenes tutelados: “Ves a chicos salir sin nada, con sus maletas y a la calle”. Un artículo de Laura Galaup publicado en elDiario.es el 25 de febrero de 2023

La infancia tutelada afronta la mayoría de edad con incertidumbre, al quedarse fuera de los recursos de institucionalización, y reivindican un mayor acompañamiento: “Cuando cumplí 18 años me tiraron a la calle”

“Los 17 fueron horribles”. Así recuerda Salma los meses previos a cumplir 18 años. “Ves a chicos y a chicas salir del piso de menores sin nada. Literal, con sus maletas y a la calle. Y piensas, joder, qué me va a pasar a mí”. Con incertidumbre y angustia vivió esta joven las semanas previas a alcanzar su mayoría de edad.

Ya sabía que no era la única que afrontaba esa sensación, a lo largo de los tres años en los que había sido tutelada por la Comunidad de Madrid había percibido ese miedo entre sus compañeros más mayores. “Lo he hablado con muchas educadoras. Cuando quedan cinco o seis meses la gente cambia, se pone nerviosa, la empieza a liar y la empieza a cagar”, relata.

“Cuando cumplí 18 años me tiraron a la calle”

No ha pasado mucho tiempo desde aquella fecha. Salma tiene 19 años. “Nosotros no tenemos la oportunidad que tienen otros chicos que viven con sus padres”, apunta. Recordando su experiencia y la de sus compañeros tutelados, pide a las administraciones que no les den la espalda al afrontar el inicio de la vida adulta. “Por así decirlo, supuestamente, somos hijos de la Comunidad de Madrid, entonces, creo que deberían tratarnos mejor”. Sin embargo, considera que para alcanzar una autonomía tienen “que hacer todo más rápido que la gente normal”, “normal entre comillas”, aclara. CONTINUAR LEYENDO

jueves, 28 de marzo de 2024

"‘TÚ NO ERES ESPECIAL, UN ALEGATO CONTRA EL INDIVIDUALISMO". Un artículo de Carmen Domingo (El País 25 NOV 2023)

Empecemos con un ejercicio de sinceridad. Cuántas veces hemos oído, y, seamos francos, hemos dicho, “yo soy muy especial”: en el trabajo, con amigos y, la guinda del pastel, con la pareja, o para querer conseguir una. A buen seguro, prácticamente ninguno se ha librado, convencidos de que juega a nuestro favor. Recurramos ahora a una voz autorizada como Lipovetsky, y su ensayo La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo (1983), donde nos habla del individualismo, y lo defiende como argumento irrefutable que evidencia que hemos evolucionado a una sociedad democrática y avanzada, huyendo de una sociedad con reglas universales en la que las personas pensaban en el interés colectivo. Olvidó decir, me permito matizar al filósofo y sociólogo francés, que es el individualismo, la muerte de lo grupal y la defensa del hedonismo, el que nos deja en manos del capitalismo y el mercado sin referencias al pasado, a lo social y a un futuro colectivo más que deseable.

Y ahí es donde se cuela el ensayo de Alejandro Pérez Polo Tú no eres especial. Mascotas, ‘selfies’ y psicólogos. Sin concesión al nihilismo, al egocentrismo contemporáneo, a esa creencia frívola de que todos somos artistas de lo único, critica el individualismo con interesantes argumentos, porque, a su juicio, nos aboca a una sociedad que, al creer en el yo como única verdad fundamental, acabará por dejarnos solos. “Nos dicen que somos especiales, para generar la ilusión de ser un Yo diferente —y mejor— que el resto de los Yoes de por ahí”.

Ya el sociólogo Bauman, leemos en el prólogo de Pascual Serrano, “señalaba que las redes sociales habrían venido a ser las revistas del corazón donde el protagonista éramos nosotros. La gente sencilla no puede aspirar a ser portada del Hola, pero, mira por dónde, ha visto que puede ser la protagonista de su Facebook o su Instagram”. Pero no son solo las redes y sus selfis los que nos lanzan al cultivo del ego, también nos habla de la dictadura de las sonrisas. ¿Cuántas veces oímos la importancia de mostrar felicidad?, del vivir en el presente sin tiempo ni ganas de pensar en el futuro ni, por supuesto, hacer una concesión a la construcción colectiva. Cómo hacerlo, si cada uno está preocupado, como bien dice Polo, en contar su drama.

Nos da el autor variados argumentos que, ya lo anticipo, pueden levantar alguna ampolla. ¿Acaso no es esta moda del mascotismo una muestra de la ausencia de vínculos? “Donde antes había amigos, parejas, hijas, sobrinos, nietos, ahora hay mascotas, likes y seguidores. Todo son intentos de sustituir vínculos sólidos por vínculos líquidos y flexibles que quieren rellenar el vacío provocado por la ausencia del otro”. ¿No es la moda del tatuaje un signo que antes era de pertenencia a un colectivo y ahora algo que te distingue del resto? ¿Dónde quedan los relatos colectivos? “Esas grandes epopeyas que configuraban una forma de pertenencia histórica, que atraviesa siglos, que es memoria y tradición, pero también horizonte de futuro, se han ido diluyendo hasta convertirse en relatos personales, reducidos a la vida que uno tenga”. Una moda que afecta de modo transversal a derecha e izquierda y que es fruto del derrumbe de las ideologías: “El colapso de las utopías en el siglo XX (anarquismo, socialismo, comunismo) fue también el colapso de los relatos colectivos, de esas ideas que permitían forjar comunidades con horizontes de llegada a largo plazo”.

Quizás, para evitar todo lo anterior, deberíamos reflexionar y quedarnos con uno de los objetivos del libro, buscar soluciones “para recoser los lazos colectivos y recuperar existencias significantes”.

domingo, 24 de marzo de 2024

"EL RENEGADO Y EL HÉROE". Un artículo de Antonio Muñoz Molina (El País 9 MAR 2029)

Sasha Skochilenko, artista y músico de 33 años, durante  una
audiencia judicial en San Petersburgo, Rusia, el 16 de noviembre de 2023
ANTON VAGANOV (REUTERS)

Quién de nosotros, llegado el momento, elegiría la vergüenza pública antes que la conformidad que nos abriga y al tiempo nos convierte en cómplices de los crímenes contra los que casi nadie levanta la voz

Lo que distingue a las víctimas de quienes dicen serlo es que jamás incurren en el victimismo. Quizás la prueba de que alguien es de verdad un héroe y no un farsante o un bocazas es un cierto aire entre de modestia y serenidad. Ni la víctima exhibe impúdicamente su condición ni el héroe, la heroína, hace ostentación de su coraje. Rosa Parks se mantuvo sentada en su autobús de Montgomery, en Alabama, con la misma templanza con la que se sentaría en la iglesia baptista de la que era muy devota, con su sombrero y sus guantes, el bolso sobre las rodillas juntas, las gafas que acentuaban su expresión pensativa. Energúmenos con y sin uniforme le gritaban tan cerca que le mancharían la cara de saliva, pero ni los malos modos con que la hicieron bajar del autobús y la llevaron presa por el delito de ocupar un asiento reservado a los blancos lograron alterar su presencia dignísima. La expresión serena de Rosa Parks se parece a la de la viuda de Alexei Navalni cuando habla mirando a una cámara con la misma fijeza acusadora que si mirara a los ojos de Putin; y también a la de esos hombres con abrigos negros y guantes que llevaban a hombros el ataúd con los restos martirizados de Navalni y sabían que ese simple gesto los estaba marcando a cada uno de ellos como una mira telescópica.

Decía John le Carré que hace falta pensar como un héroe para actuar con algo de decencia en la vida diaria. Quizás cuando más necesario es el heroísmo es cuando lo que se tiene enfrente no es un poder político tiránico, que por su propia brutalidad despierta el espíritu de rebeldía, sino la inmensa mayoría de la comunidad en la que uno vive; no un invasor extranjero, al que se identifica fácilmente, sino los propios compatriotas, los vecinos de al lado, hasta los familiares más cercanos, los padres, los hijos. Eugène Ionesco, que había asistido durante su primera juventud en Bucarest a la transformación monstruosa de muchos de sus amigos literatos en fascistas, inventó la fábula de un pueblo donde las personas, sin que se sepa el motivo, se van convirtiendo en rinocerontes. Solo un vecino, un donnadie borrachín, resulta ser inmune a esa metamorfosis. A diferencia de la mayor parte de esos amigos —entre ellos, tristemente, E. M. Cioran—, Ionesco no se contagió nunca del desvarío colectivo, y en cuanto pudo se escapó a París, quizás intuyendo que es más saludable y menos peligrosa la extranjería cuando uno la sufre lejos de su propio país. Con ciertas mañas uno puede eludir la vigilancia de la policía secreta, pero no la de un vecino o un amigo que se da prisa en delatarlo. En Rusia, en San Petersburgo, en los días siguientes a la invasión de Ucrania, cuando usar la palabra “guerra” para nombrar la guerra era de pronto motivo suficiente para que lo enviaran a uno a la cárcel, una activista joven y su novia aguzaron su ingenio e inventaron una forma inusual de protesta: imprimían falsas pegatinas de precios para las estanterías en los supermercados, y en cada una de ellas, con la misma tipografía que designaba los productos, incluían mensajes breves y rotundos contra la guerra. Una de las dos, que se llama Sasha, fue denunciada por un amable jubilado que la vio de soslayo cambiando pegatinas. Se sabe que en los regímenes opresores la cooperación voluntariosa es más eficiente que la vigilancia policial. A Sasha la delación de su vecino la llevó a la cárcel, donde ha pasado no se sabe ya cuánto tiempo esperando juicio y solicitando en vano la libertad provisional. Veo su cara y la de su novia, las dos igual de jóvenes, en un documental de Gesbeen Mohammad que aquí se ha titulado Desde Rusia contra Putin: las dos miran con el sereno fatalismo de quien se sabe destinado a la desgracia y sin embargo no renuncia a la esperanza ni claudica del coraje. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 22 de marzo de 2024

"TODOS CONTENTOS". Un artículo de Juan José Millás (El País 10 MAR 2024)

No mucho antes de este abrazo, Milei, en nombre del capitalismo ultraliberal, que es el Dios de nuestra época, había calificado al papa Francisco de representante del maligno en la Tierra. Ambos acudieron a este encuentro, en fin, con los papeles un poco cambiados, como en una comedia de enredo en la que el que parecía el amante es el hermano o el que pasaba por joven era el viejo. Un vodevil, se podría decir. Pero lo destacable, en todo caso, es que Dios y el Diablo, fuera quien fuera cada uno, se dieron cita en una de sus sedes para prodigarse unas muestras de afecto exageradas desde cualquier punto de vista que se mire. Téngase en cuenta que el ultraliberal se había referido al Papa, además de como representante del maligno, como hijo de puta y sorete mal cagado (algo así como caca mal depuesta).

La cita tenía morbo, pues, tanto como un final de liga, un derbi, quizá el partido definitivo de una copa mundial contaminada, en este caso, de cuestiones de orden metafísico. Uno imagina a veces que Lucifer y el Todopoderoso se encuentran de manera periódica en la habitación del mejor hotel de una de las grandes ciudades del mundo y echan cuentas de cómo va la partida, de quién gana. Y uno sospecha que, en esas cumbres clandestinas, lejos de lanzarse reproches o acusaciones mutuas de hacer trampas, acaban brindando con champán por la marcha de los negocios que representa cada uno, pues lo cierto es que a los dos les va de cine: la banca obtiene cada año beneficios extraordinarios y las religiones continúan prosperando al margen de las evidencias científicas.

lunes, 18 de marzo de 2024

Enrique Dussel: “El intelectual debe ser un militante". Entrevista realizada por el sociológo Lautaro Rivara al filósofo Enrique Dussel, para la revista ALAI, en su edición n° 555en

Lautaro Rivara: En “Carta a los indignados”, un libro que tiene ya una década, usted se refirió a sí mismo como “un viejo militante”. ¿Qué significa para usted la militancia, ejercida desde el campo intelectual? ¿Cuáles son las principales tendencias y desafíos de nuestra época?

Enrique Dussel: Ser militante significa adversar la realidad que vivimos. La filosofía de la liberación que practico y contribuí a fundar nació hace muchos años, de parte de una generación que ya está terminando sus días: podríamos decir que lo hizo en el año 68, aunque la Revolución Cubana, importantísima, se dio una década atrás. Nosotros fuimos muy influidos por la lectura de Herbert Marcuse, de Paulo Freire, de Frantz Fanon, de las grandes figuras intelectuales y militantes de aquella época.

Hoy, después de más de 50 años, sigo militando desde la filosofía, desde las armas del pensamiento, sigo estudiando y pensando en los nuevos temas de América Latina. Pero siempre me apasiona volver a José Martí, a José Carlos Mariátegui, a todos los que pensaron en la necesidad de una segunda emancipación. Porque América Latina pudo emanciparse de España y Portugal, pero para ser sometida luego al neocolonialismo bajo la égida de Estados Unidos, que nos considera su patio trasero desde la Doctrina Monroe.

Todos los golpes de Estado impulsados por Estados Unidos, o por estados europeos, buscaron garantizar nuestra subordinación, nuestra explotación económica. Cualquier fuerza que se opusiera era declarada comunista, se impulsaba el golpe y se colocaban militares al frente del Estado. Fue el caso por ejemplo del golpe contra Jacobo Arbenz, en 1954, en Guatemala, que marca el comienzo de una fuerte presencia de Estados Unidos en América Latina.

En mis obras sobre filosofía política nunca dejo de traer a la memoria la historia y la realidad de los Estados Unidos. Suele ser considerado un país desarrollado, con una población democrática. Pero es un país de enormes contradicciones, racista, guiado por los ideales de Hollywood, la burguesía norteamericana, el FMI, etcétera.

Creo que por el surgimiento de la potencia industrial que es China, por el equilibrio militar establecido con Rusia, y por la falta de liderazgo en Estados Unidos –hoy en plena crisis–, estamos quizás ante la posibilidad de una segunda emancipación, lo que nos permitirá situarnos de igual a igual frente a los norteamericanos. De no ser así, estableceremos mejor relaciones con China, país que parte de una larga historia que ignoramos, que fue una potencia industrial mucho antes que Europa y Estados Unidos. La hegemonía norteamericana está llegando a su fin, y eso se ve con la Nueva Ruta de la Seda, que ya llega hasta Argentina. Además, Europa también se está quedando sin aire, tensionada entre Oriente y Occidente. Se trata de un tema muy actual, el de nuestra segunda emancipación.

Pareciera que la crisis de la OEA –un ministerio extranjero de colonias– llevará a su reemplazo por la CELAC, un instrumento que se potencia con la política exterior de Andrés Manuel López Obrador. Esto significa todo un paso adelante.

L.R: Usted se manifestó en reiteradas ocasiones sobre la falta de autoestima intelectual y el carácter burocrático de la academia en los países periféricos. Y también fue crítico de algunos intelectuales decoloniales que rompieron con los procesos más avanzados de la región. ¿Cual es la relación entre decolonialidad y anti-imperialismo?

E.D: La decolonialidad y el antiimperialismo deben ir de la mano: deben ser un solo movimiento. Debemos superar esta situación mental colonial en que vivimos: debemos superar el modelo de intelectual latinoamericano que siempre está citando autores norteamericanos y europeos, víctima de un tremendo colonialismo epistemológico. Debemos beber también de nuestras propias fuentes. Estamos, sin embargo, atravesando un proceso de descolonización epistemológico: tenemos nuevos problemas, y sobre todo problemas nuestros, que no son los de los europeos y norteamericanos. Si seguimos imitándolos, buscando al último autor de moda, entonces ya no vamos a poder pensar lo nuestro. Debemos leer a nuestros autores, conocer nuestras tradiciones políticas, intelectuales e históricas.

Hoy, un intelectual decolonial, un intelectual militante, debe tomar partido por todos estos procesos de mediano plazo, pensando en el largo plazo en la superación del capitalismo, en la construcción de una sociedad ecológica, en la superación del uso del petróleo y las energías no renovables. Estamos en una época de grandes cambios: la filosofía y el pensamiento crítico debe tomar nota de estas cosas. También de la pandemia, que evidenció el fracaso del neoliberalismo, que entregó la salud al capital privado. Esta realidad exige pensar con urgencia lo que está sucediendo y demanda un gran compromiso intelectual y político, de tipo militante. Debemos retomar todos nuestros grandes ideales y aplicarlos a fines realizables. Esta situación, insisto, nos da una ventana de oportunidad para avanzar en una segunda emancipación.

L.R: Le propongo ahora que hablemos de religión. Desde su formación teológica y marxista, ¿cómo caracteriza al crecimiento exponencial del evangelismo neopentecostal en la región? Usted supo decir que “el socialismo está debajo del cristianismo”. ¿Qué hay debajo del nuevo evangelismo?

E.D: La tradición católica dio dos frutos bien diferenciados: uno, obsesionado con los temas tradicionales, la propiedad privada, que aceptó el dominio del capital y a lo sumo le propone algunas reformas. Este abreva directamente en las corrientes de derecha. Pero hay otro fruto, en la teología de la liberación, y hoy en el mismo Papa, que expresa una posición mucho más progresista y popular.

Las iglesias neopentecostales, muchas de ellas de origen e influencia norteamericana, tienen una ideología mucho más coherente y adecuada con el capitalismo dependiente. Por desgracia, en muchos casos, como sucedió recientemente en Bolivia, algunos sectores apoyan fervientemente los golpes de Estado, volviéndose movimientos antipopulares y, teológicamente, anticristianos. Para ellos, la religiosidad popular latinoamericana es vista como una infiltración en el cristianismo que hay que negar. Ellos toman algunos textos de la Biblia, y le dan una lectura capitalista e individualista, como la presidenta de facto Jeanine Áñez, cuando entró a palacio con la biblia en la mano, despreciando la wiphala, la bandera quechua-aymara. Esta idea de luchar con el evangelio contra los símbolos indígenas es una aberración, propia de un cristianismo conservador, neoliberal y pronorteamericano.

L.R: Quisiera preguntarle ahora por las viejas y nuevas derechas en América Latina y el Caribe y por sus tesis de política. Muchos debates se han dado y se seguirán dando sobre el lugar de la democracia frente al asedio de minorías intensas cada vez más racistas, violentas, misóginas y antidemocráticas. ¿Qué democracia es la que hay que defender, y cuál la que hay que construir?

E.D: Hay que partir por oponer la democracia representativa y la participación democrática del pueblo, que son dos cosas distintas. La cuestión es crear instituciones donde el pueblo pueda participar constitucionalmente en el gobierno. En Venezuela, por ejemplo, hay un poder representativo, pero hay también un poder participativo, que se organiza desde las bases, en donde la gente tiene la posibilidad de reunirse en el barrio, en colectivos mayores, y plantear entonces exigencias al poder representativo.

Tenemos que imaginar un nuevo tipo de Estado, no la anulación de aquel como si fuera intrínsecamente perverso. Necesitamos un Estado fuerte para defendernos, por ejemplo, del imperialismo. Necesitamos un Estado robusto para servir obedencialmente a las exigencias del pueblo. Pero también hay que poner en cuestión al Estado que conocemos. Hacer que la gente pueda participar, que no sea sólo representativo, que no se reduzca a una cúpula burocrática que gobierna desde arriba hacia abajo. Hay que modificar las instituciones políticas desde la base para poner un límite a la representación. La participación no puede ser sólo eventual, a través de algún tipo de plebiscito o consulta: la participación debe ser orgánica, con la presencia constante del pueblo, con las instituciones construidas a tal efecto. Eso exige por supuesto un tipo radicalmente nuevo de Estado, de una revolución con la participación institucional del pueblo.

L.R: En debate con diferentes corrientes liberales, usted supo decir que, al menos en el Sur Global, siempre fuimos comunidad, nunca fuimos individuos. Considerando la mirada sobre el Estado que nos acaba de compartir ¿cuál es el rol de la comunidad? ¿Qué rol juega la comunidad en los procesos de descolonización política y ante los procesos de individualización tan intensos que venimos viviendo?

E.D: El régimen liberal pensó sólo en un tipo de organización representativa, en donde la élite, sobre todo dineraria, los más ricos, logran imponer sus candidatos. En teoría el pueblo vota, pero en realidad sólo confirma lo que la élite ya eligió. Así funciona en esencia el sistema plutocrático norteamericano. Lo revolucionario será organizar, institucionalmente, de abajo hacia arriba, la participación popular. Lo que necesitamos es fortalecer la comunidad: que en el barrio haya reuniones de base, procesos de democracia directa que vayan ascendiendo hacia la constitución de un poder nacional participativo. Hay que aprender para eso de la constitución venezolana, que reconoce cinco poderes: ejecutivo, legislativo, judicial, ciudadano y electoral, el que a su vez también es elegido. Todas las instituciones, desde las iglesias hasta los clubes de fútbol, deben ser democratizadas. Debemos crear un estado de cinco poderes para que haya una participación real del pueblo, hoy manipulado por liderazgos espurios, no democráticos. Esto es una cuestión central en la ideología, en la definición del Estado, y en la construcción de comunidad. Porque, en definitiva, eso somos: comunidad.

domingo, 17 de marzo de 2024

Siddharth Kara: “Hay gente que muere y sufre todos los días para que podamos enchufar nuestros móviles y coches”. Un artículo de Patricia R. Blanco (El País 25 ENE 2024)

Mineros en una mina de cobalto en la República Democrática del Congo.SIDDARTH KARA

 El investigador y escritor acaba de publicar ‘Cobalto rojo’, un libro donde invita a reflexionar sobre la explotación que sufren cientos de miles de personas en el Congo para extraer el mineral con el que se fabrican las baterías recargables

“Cuando tú o yo vamos y compramos un teléfono inteligente, un portátil o incluso un vehículo eléctrico, creyendo que estamos tomando una decisión ecológica, no pensamos que unos cuantos niños congoleses van a ser enterrados vivos para que disfrutemos de esta tecnología”. Siddharth Kara (Knoxville, Estados Unidos, 46 años), investigador y activista contra la esclavitud, intenta incomodar al consumidor del Norte global con esta afirmación, en una entrevista por videollamada con este diario. Acaba de publicar en español Cobalto Rojo (Capitán Swing), un superventas en su versión en inglés, donde invita a reflexionar sobre el “componente” que hace posible que funcionen las baterías recargables. “Alrededor de las tres cuartas partes del suministro mundial de cobalto se extraen en el Congo y, para ello, cientos de miles de personas, incluidos niños, rebuscan en la tierra para extraerlo por uno o dos dólares al día”, continúa.

Kara ha contemplado en directo, en sus viajes a la República Democrática del Congo (RDC) durante los últimos años, cómo el mineral “se extrae en condiciones que violan gravemente los derechos humanos y que provocan una enorme destrucción ambiental”, especialmente en la región de Katanga, en el extremo sudoriental del país, “que posee más reservas del cobalto que el resto del planeta junto”. “El paisaje es de absoluta destrucción humana y ambiental, se han talado millones de árboles para dejar espacio a los grandes asentamientos mineros, mientras poblaciones enteras son desplazadas. La tierra, el aire, el agua… todo ha sido contaminado con vertidos tóxicos que emergen de las instalaciones de procesamiento”, describe.

Es “un nuevo capítulo de la esclavitud”, exclama Kara. El Congo, recuerda, ha sufrido la desgracia de que su riqueza natural se haya convertido históricamente en su maldición, porque siempre ha contado con el elemento clave de lo que demandaba la economía mundial: esclavos como mano de obra para las plantaciones de América y Asia, caucho para los neumáticos de los automóviles, uranio para las bombas nucleares, níquel, plata, zinc, diamantes, oro y madera. Y ahora cobalto. 

La carrera por este mineral, que de momento “gana China”, le recuerda “al infame saqueo del marfil y del caucho congoleños que el rey Leopoldo II [de Bélgica] llevó a cabo durante su brutal reinado [de 1885 a 1908]” y en el que se estima que murieron unos 13 millones de personas, aproximadamente la mitad de la población de la colonia en aquel entonces. “En 1888 se inventó el neumático de caucho, y Leopoldo II desplegó en el Congo un ejército mercenario terrorista para esclavizar y aterrorizar a la población local y obligarla a extraer caucho para usarlo en la fabricación de neumáticos durante esta primera revolución automovilística”, recuerda Kara. Y ahora, “130 años después, hay una segunda revolución automovilística, esta transición a los vehículos eléctricos, cuyas baterías necesitan cobalto”. Y una vez más, “el Congo tiene las mayores reservas de cobalto del mundo”.

Por ello, el gran dilema ético que debería plantearse en Europa y Norteamérica es que “hay gente que muere y sufre todos los días para que podamos enchufar nuestros móviles y coches”, lamenta Kara, testigo de este padecimiento. “Me he sentado con padres y madres que me han contado que su hijo de 10 o 13 años fue enterrado vivo en el colapso del túnel de una mina”, rememora.

El trabajo infantil, según el escritor, es palpable. “Hay decenas de miles de niños que excavan en busca de cobalto todos los días, cualquiera puede verlos”, dice. Sus padres, continúa, se enfrentan a una disyuntiva muy diferente a la de los ciudadanos occidentales: “Mandar a sus hijos a la escuela o trabajar en una mina, pero esta última opción supone la diferencia entre comer y no comer”. Incluso hay en RDC “grupos armados y milicias que trafican con niños de otras partes del Congo y los llevan a las provincias mineras para excavar”, asegura.

Y además de las llamadas “minas industriales”, en las que según Kara hay mano de obra infantil, existe todo un negocio paralelo de “minas artesanales”. “El lenguaje se utiliza para crear ficciones y el concepto de ‘artesanal’ puede evocar la idea de agradables condiciones de trabajo”, reflexiona Kara. Sin embargo, una mina artesanal es un lugar “lleno de pozos y túneles en los que cientos de miles de algunas de las personas más pobres del mundo hurgan con sus manos, cubiertos de sustancias tóxicas, para conseguir una cantidad de cobalto que les permita ganar uno o dos dólares al día”.

Por el camino, muchos mueren o resultan heridos. “Nunca sabremos cuántas personas se han roto la columna, las piernas o los brazos, o han muerto en el colapso de un túnel, pero cada vez que viajo al Congo alguien me cuenta que una mina se ha desplomado”, relata.

Las grandes empresas tecnológicas —Apple, Samsung o Tesla, entre ellas— aseguran, que todo el cobalto que emplean se ha obtenido en condiciones que no violan los derechos humanos y de respeto por el trabajo digno. Sin embargo, Kara lo cuestiona. “No hay forma de que ninguna compañía pueda desglosar qué cobalto del que utiliza proviene de las manos de un niño o de una excavadora”, denuncia. Entre otros motivos, porque es China quien “domina la cadena de suministro” del mineral. “Probablemente, sean responsables de más del 70% de las operaciones mineras de cobalto en el Congo; el año pasado suministraron alrededor del 80% del cobalto refinado del mundo y produjeron más de la mitad de baterías recargables”, apunta el escritor, que asegura que China “presta muy poca atención en el terreno a los derechos humanos del pueblo congoleño”. “El Gobierno chino no respeta los derechos humanos de su propio pueblo. ¿Cómo van a respetar los derechos humanos de los africanos pobres que se encuentran a miles de kilómetros de distancia?”, se pregunta.

Pero tampoco ahorra críticas hacia las empresas occidentales, a las que tilda de “hipócritas” por hacer negocios con las empresas chinas. “Todas ellas aceptan, sin comprobarlo, que China les diga que no permite el trabajo infantil, que no tala bosques ni contamina ríos y que la industria minera de cobalto en el Congo es sostenible, pero no comprueban ellos mismos en el terreno lo que ocurre”, denuncia.

Por ello, anima a los consumidores occidentales a indignarse: “Nos han convertido en partícipes de la violencia contra el pueblo del Congo, porque todas estas empresas creen que es suficiente con decir que se preocupan por el pueblo africano, pero en realidad no hacen nada para respaldar esas palabras”.

sábado, 16 de marzo de 2024

"EL PASADO EN CONSTRUCCIÓN. PERDONEN LAS MOLESTIAS". Irene Vallejo (El País 10 MAR 2024)

Ciertos discursos políticos anhelan recuperar grandezas perdidas, seleccionando ciertas etapas de la historia nacional para encarnar las esencias, como si otras épocas fueran solo impureza y simulacro

 Somos la única especie que conoce el mundo anterior a nuestro nacimiento, las únicas criaturas capaces de asomarnos al misterio de los milenios antiguos. Un caballo, un gato o una pulga ignoran las peripecias de sus antepasados. Nosotros podemos reconstruir las nuestras —y las suyas—. Heródoto, inventor del género, tituló en plural sus Historias; en griego significaba “investigaciones”. Nos encanta indagar en el ayer, reinterpretarlo desde la mirada del ahora. Viajamos por los meandros de la nostalgia, las falsificaciones, las raíces, los asideros, la curiosidad y las coartadas. Nuestra relación con lo que fue es apasionada: el pasado pesa, y eso es lo que nos pasa.

Las ansias del presente modelan también nuestra memoria íntima. La palabra “recordar” incluye en su interior la raíz latina de “corazón”; en ella suena la sístole y la diástole de las emociones, es un juego de constante de demolición y reconstrucción. Como escribió Gabriel García Márquez en sus memorias: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda”. Casi sin querer, la fantasía empieza a rellenar los huecos excavados por los remordimientos y el olvido: por eso nuestro relato vital puede ser completamente imaginario, pero nunca totalmente verdadero.

Cuando los intereses del presente se apoderan de la mirada, la historia de los países deriva ya no en crónica de acontecimientos sucedidos, sino en antología legendaria de aquello que sus miembros quieren o pueden recordar. Con un hábil manejo del pasado podemos manipular y ser manipulados. En la antigua Roma, el inquietante Augusto fue pionero de esta propaganda. Siempre se presentó como paladín de las costumbres de los ancestros —mores maiorum—, símbolo del orgullo de ser ciudadano romano y heredero de la grandeza patria, frente a las costumbres extranjeras, que hacían peligrar la integridad moral autóctona. Astutamente, tras el parapeto tranquilizador de esas tradiciones, transformó la República en algo diferente y nuevo: un régimen más autoritario, dominado por la figura providencial del emperador. El historiador Suetonio cuenta que Augusto, ya muy enfermo, mandó llamar a sus amigos. Cuando rodearon la cama donde agonizaba, les preguntó: “¿Os parece que he representado bien esta farsa de la vida?”. Y cuando presintió la muerte, exclamó, bromeando con gran seriedad: “Aplaudid. La función ha terminado”. CONTINUAR LEYENDO

miércoles, 13 de marzo de 2024

"Lo que seis periodistas africanas quieren que leas este 8M". Un artículo de El País del 08 MAR 2024

Reporteras de Kenia, Somalia, Senegal, Nigeria, República Democrática del Congo y Mozambique toman la redacción de Planeta Futuro el Día de la Mujer y deciden y escriben los temas que consideran relevantes en este día

En Planeta Futuro tratamos de poner el altavoz donde creemos que es más necesario. En este 8M pensamos que debía estar en las mujeres africanas, a menudo alejadas del foco informativo. Por eso hemos pedido a periodistas de distintos puntos del continente que se conviertan en editoras por un día de la sección. Han tenido barra libre para decidir cómo y sobre qué o quién escriben. Han expuesto sus temas en la reunión de primera de este diario y se han hecho cargo de nuestra newsletter semanal. La ilustración que acompaña este especial, en la que aparecen protagonistas de los reportajes, también la firma una ilustradora africana: Safara Wanjagi, keniana autora de collages como estos otros.

Las periodistas africanas han tomado la palabra este 8M y este es el resultado de su mirada a una realidad que conocen bien:

Píldoras falsas e inyecciones de agua en vez de anticonceptivos en Kenia

Claret Adhiambo escribe sobre el problema con los anticonceptivos en Kenia: con los hospitales con problemas de suministro y multitud de tabúes, algunas mujeres del barrio informal de Mathare acaban recurriendo a píldoras ilegales que son peligrosas y poco efectivas. Un testimonio del reportaje es de una veinteañera que se quedó embarazada después de que le inyectasen con un supuesto anticonceptivo. Era agua.

Hinda Abdi Mohamoud es la subdirectora de Bilan Media, un medio de comunicación rompedor en Somalia en el que solo trabajan informadoras. Ella, como representante de Bilan, ha elegido contar la historia de otra periodista que es su inspiración: Aisha Subeir, camarógrafa y fotógrafa somalí de 23 años, que empezó grabando con el móvil y que, pese a tener que aguantar comentarios machistas (y hasta pedradas), ahora sueña con formar a otras mujeres en una profesión dominada por hombres. La autora del reportaje es Farhio Mohamed Hussein.

Borso Tall eligió un sistema de préstamos entre mujeres como la historia que destacar este 8M. El tontine puede ser una tabla de salvación para mujeres en un país políticamente convulso y con grave precariedad laboral. Marieme, que trabaja como limpiadora, pone 1000 CFA cada semana, de su sueldo de 50.000 al mes, en uno de estos grupos. Los ahorros ayudan a emprender negocios, a pagar viajes en autobús o, simplemente, a llegar a fin de mes.

Ruona Meyer se interesó por la decena escasa de mujeres propietarias de emisoras de radio en Nigeria. Todo para estas emprendedoras es una batalla. A la fundadora de Radio Now 95.3 FM, por ejemplo, le costó más de un año ser aceptada en el grupo de WhatsApp del resto de líderes de la industria. Y, a pesar de ello, estas mujeres consiguen cosas. Especialmente interesante es el caso de Omalicha 91.1 FM y lo que llaman su campaña CUSH (Presiona hasta que suceda algo, por sus siglas en inglés): han conseguido que políticos locales arreglen carreteras o lleven agua potable a comunidades olvidadas. En un país en el que los periodistas sufren de presión y represión, las pequeñas batallas también importan.

Antes, cuando tenía la regla, me encerraba en casa y detestaba ser mujer”, cuenta una de las adolescentes entrevistadas en esta historia de Douce Namwezi. Pero algo está cambiando entre las chicas de seis escuelas de la República Democrática del Congo, donde una organización local ha creado clubes de mujeres para que las alumnas hablen en confianza de salud sexual, higiene íntima y otros temas que les preocupan. La iniciativa, además, ha comenzado a reducir el absentismo escolar.

Eva Trindade, periodista televisiva mozambiqueña, quiso reflexionar sobre el largo recorrido de las activistas por los derechos de la mujer en su país. Pero quiso mirar también al camino que queda, en lo legal y lo social. Mozambique enfrenta graves problemas de violencia de género y tiene una de las tasas de matrimonio infantil más altas del mundo, a pesar de una ley que lo prohíbe desde 2019. Mucho por recorrer.

martes, 12 de marzo de 2024

"Alemanes, no tomar partido por Ucrania es ser parte". La respuesta del historiador Timothy Snyder a Jürgen Habermas (El País 10 JUL 2022)

Alemania no puede decir que no ha intervenido en la guerra contra Ucrania. A rebufo de su política exterior en las últimas décadas, tan cercana a la Rusia de Putin, está interviniendo, casi siempre del lado equivocado

Jürgen Habermas, considerado el mayor filósofo político de Europa, ha escrito un texto sobre su principal crisis actual, la guerra de Ucrania. Su tesis es que la historia recomienda la Besonnenheit (sensatez) alemana, que en la práctica se ha plasmado en mucho hablar y poco actuar durante los cuatro primeros meses del conflicto más importante que vive Europa desde 1945.

Habermas defiende su tesis con argumentos históricos, pero resulta llamativo que no tenga nada que decir sobre la II Guerra Mundial. Este suele ser el punto de partida para cualquier conversación sobre la responsabilidad de Alemania, y en el caso de Ucrania es todavía más pertinente. Hitler dijo que los ucranios eran un pueblo colonial e intentó desplazarlos, matarlos de hambre y esclavizarlos. Quiso usar las reservas de alimentos del país para convertir Alemania en un imperio mundial autárquico. Vladímir Putin ha evocado temas hitlerianos para justificar su guerra de destrucción: los ucranios no poseen conciencia histórica ni nacionalidad propia ni clase dirigente. Igual que Hitler, e igual que Stalin, quiere utilizar los alimentos ucranios como arma. Pero al lector de Habermas no se le pedía que tuviera en cuenta esas semejanzas ni que se preguntara si es posible que los alemanes tengan cierta responsabilidad respecto a Ucrania, un país en el que Alemania mató a millones de personas no hace mucho tiempo.

Habermas opina que el punto de referencia de la civilización es la lógica, pero en su ensayo no hace ningún esfuerzo para identificar la lógica ucrania. Me atrevo a decir que su falta de referencia a la II Guerra Mundial le impide identificarla bien, porque es una lógica anclada en la existencia. No nos enteramos de que Putin niega la existencia de un Estado y una nación ucrania, ni de que la maquinaria oficial de prensa de Rusia habla de resolver la cuestión ucrania, la televisión rusa difunde de manera habitual mensajes genocidas y los soldados emplean lenguaje de odio y genocida para justificar los asesinatos, las violaciones y todo lo demás. Los ucranios, con razón, han llegado a la conclusión de que están luchando por la supervivencia nacional. Habermas menciona la situación de Ucrania cuando habla de generaciones heroicas y posheroicas, pero esa forma alemana de enmarcar el problema aleja al lector de la experiencia ucrania y quizá, incluso, de los problemas más importantes. Pienso en Roman Ratushnyi, que murió en combate cuando estaba a punto de cumplir 25 años. Roman era un activista civil de 16 años en 2013, cuando se manifestó en favor de que Ucrania estrechara su relación con la Unión Europea. Luego se dio a conocer en Kiev como ecologista y defendiendo los espacios verdes frente a unos planes urbanísticos dudosos. Su vida y su actividad miraban hacia el futuro.

Estoy seguro de que Habermas tiene razón cuando dice que los alemanes, tanto los mayores como los más jóvenes, deben hacer más esfuerzos para comprenderse, pero no es ahí donde se encuentran los problemas más acuciantes. La guerra entre Rusia y Ucrania es un conflicto generacional mucho más inequívoco porque los hombres que mandan en la política rusa tienen toda una generación de diferencia con los hombres y mujeres que gobiernan Ucrania. Putin inició esta guerra en nombre de un pasado mítico, con referencias al siglo X (un bautismo a manos de un vikingo) o al XVIII (Pedro el Grande) como disculpas para una agresión en el siglo XXI. La generación que ocupa hoy el poder en Ucrania es la primera educada después de 1991, y su valentía reside en que está defendiendo lo construido desde entonces y la idea de un futuro europeo normal. Los hombres y mujeres que luchan en la guerra, unos jóvenes y otros no tanto, relacionan la supervivencia nacional, como es comprensible, con una vida normal y un futuro en la Unión Europea. Arriesgan la vida, y a veces la pierden, por ese objetivo. Seguramente se puede llamar heroísmo, pero tal vez en un sentido más fácil de entender. Ese sentido tiene poco que ver con los debates sobre el heroísmo que, en el contexto alemán, están contaminados por el lenguaje nazi. ¿Pero de verdad es el contexto lingüístico alemán el que debe regir las opiniones de los alemanes sobre otros pueblos? Cuando Habermas se obsesiona con los problemas que suscita esta situación entre su generación y otras más jóvenes está evitando abordar las razones de la resistencia ucrania. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 10 de marzo de 2024

«ENTRE EXPERIENCIA Y REALIDAD SIEMPRE HAY UNA BRECHA». Entrevista de Esther Peñas al físico y escritor Agustín Fernández Mallo publicada en Ethic el 14 de abril de 2023

La identidad como espejismo creada por el big data; la estadística que construye avatares que terminan por condicionarnos, cuando no por someternos; un sistema, el capitalismo, que ha existido desde siempre y que pervivirá por lo siglos de los siglos; la brecha insalvable entre la teoría y la práctica, esa brecha que nos hace humanos; un mundo virtual con consecuencias reales; la tiranía del algoritmo; o la intimidad, la libertad y el margen de ambas que aún podemos ejercer son algunas de las cuestiones que aborda Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) en su último ensayo, ‘La forma de la multitud. Capitalismo, religión e identidad’ (Galaxia Gutenberg), que recibió el primer Premio de Ensayo Eugenio Trías

¿Hay que fiarse de la multitud o sospechar de ella, como Ortega y Gasset hace de las masas?

Siempre hay que sospechar, absolutamente siempre. La multitud ha sido manejada por todos los poderes habidos y por haber, lo que no quiere decir que la masa conlleve necesariamente comportamientos negativos o perniciosos, pero hay que sospechar de ella, y más hoy día que impera este mecanismo que produce identidades estadísticas y obtiene datos de las masas a través de un proceso muy contradictorio, aunque real: extraer individualidades a partir de datos estadísticos de las masas. Eso es el big data. Sí, hay que desconfiar, no solo de las masas sino de esos individuos supuestamente individuales que emergen de esas masas, desconfiar de esos yoes estadísticos que circulan por redes y por todas partes.

Hace poco escuché decir a la poeta María Negroni que no creía en la identidad…

Esa afirmación demuestra que es una persona inteligente. El tema de la identidad lo abordé en La mirada imposible. Creo que la identidad es una alucinación del ego; en cualquier caso, siempre es un pacto entre lo que uno cree que es y lo que mundo dice que es. Una negociación, en definitiva, de ahí que no sea posible crear individualidades, porque el mundo ha de refrendarla y modelarla… Por eso se ha tardado tanto en hablar de identidades sexuales, porque el mundo determina al sujeto jurídico y de derecho. Esto se aplica incluso con las identidades colectivas como los pueblos, las nacionalidades, que a la postre es el mundo el que debe decir qué son.

Ya que menciona la identidad sexual, ¿qué opinión le merece la reciente Ley trans?

Es un tema que no tengo muy estudiado, así que lo que podría decir serían cosas superficiales, pero sí tengo claro que la subjetividad nunca puede ser un derecho absoluto; hay que tenerla en cuenta, pero no puede condicionar el hecho jurídico hasta sus últimas consecuencias. Consensuar que esa subjetividad es pertinente, pero no es suficiente criterio de autoridad para definir un hecho jurídico, de otro modo te cargas el principio jurídico en sí mismo. ¿Quién va a juzgar una subjetividad? Uno realiza un acto, neutro, malo, bueno, y eso se juzga. Pero es modo en que alguien se sienta, ¿cómo va a ser juzgado?

¿En qué ha cambiado el concepto de «identidad», de «subjetividad» con el advenimiento de la postmodernidad?

Con el término de postmodernidad, que viene de los años 80 del siglo pasado, aludimos, entre otras cosas, a un sistema pensamiento que funciona a través de casos particulares, es una corriente que trajo una liberación de los cánones y de los grandes relatos e imposiciones jerárquicas, así que no se puede pensar el mundo sin la postmodernidad o el pensamiento postmoderno, tanto en lo que se refiere a la parte más teórica, representada por autores como Deleuze, Lyotard, Guattari, Derrida, Foucault, como a la posición más débil y comercial. En mi ensayo Teoría general de la basura argumento que toda materialización de algo viene precedida de una teoría, dicho al revés: toda teoría tarda unas décadas en ponerse en práctica. La teoría postmoderna estamos llevándola a la práctica ahora, por supuesto transmutada, porque una teoría nunca puede llevarse a la práctica totalmente. En cualquier caso, la postmodernidad ha ayudado a que las identidades sean más flexibles y se adapten a una opción personal menos jerárquica. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 9 de marzo de 2024

"CANCIONES CON MENSAJE". Un artículo de Elvira Lindo (El País 11 FEB 2024)

El dúo Nebulossa, presentando junto a sus bailarines el tema
'Zorra' en la primera semifinal del festival de Benidorm 2024.

 El peligro de que sea la obra de arte la que juzga a quien mira y no al contrario es que el público se acaba sometiendo a lo que dicta su grupo y no arriesga una opinión sino que repite consignas

Me encanta que las galletas lleven mensaje. Tras el crunch delicioso de la masa crujiente, se esconde el papelillo con una de esas frases luminosas: “Si comes algo y nadie te ve comerlo, no tiene calorías”, “No te tomes la vida demasiado en serio. No saldrás de ella con vida”. “No renuncies a tus sueños. Sigue durmiendo”. Son profecías universales, que tienen la magia de servir a cualquiera. Entre los buenos augurios y el glutamato es imposible salir de un restaurante chino sin disfrutar de una felicidad fugaz.

Pero cuidado, si lo de las galletas es fantasía que acaba coincidiendo con la realidad, el inevitable mensaje que te cuelan ahora en cualquier expresión cultural y que de inmediato provoca debates encendidos se está volviendo insufrible. Ya lo decía Billy Wilder: “Cuando quiero enviar un mensaje, utilizo el servicio de correos”. Bien sabía el genio de la comedia humana que la obviedad de los mensajes en una película puede abaratarla y que la más honesta pretensión de quien cuenta una historia debería ser que el espectador reconozca en ella una verdad que le perturbe y le conmueva. Sabemos que no estaba en la cabeza de Wilder plantear reivindicaciones como el abuso de poder, la subordinación de las chicas, el rijosismo, la humillación, la inocencia vulnerada, las ilusiones rotas. Y, sin embargo, en toda su obra estas penalidades marcan a fuego la existencia de sus personajes.

Ocurrió siempre que había expresiones artísticas tan supuestamente elevadas que juzgaban al público antes de que este se atreviera a disentir. Si algo no te gustaba, ay, es porque no tenías altura intelectual. Lo extraordinario es que ahora este fenómeno inquisitorial se ha contagiado a la cultura popular, que debería ser el terreno para sentirse libre a la hora de decidir si te comes o no la galleta que te ofrecen. Pamela Paul, columnista de The New York Times, analizaba hace poco este fenómeno que cunde aquí y allá en sociedades polarizadas: si no te gusta, por ejemplo, Barbie, se te acusará de no tener sentido del humor, de desdeñar el poder del patriarcado o de despreciar el feminismo moderno, o aún peor, de ser antifeminista o demasiado feminista o de no ser como deberías y sanseacabó.

El peligro de que sea la obra de arte la que juzga a quien mira y no al contrario es que el público se acaba sometiendo a lo que dicta su grupo y no arriesga una opinión sino que repite consignas. Se supone que una va al cine, lee un libro o escucha una canción no para engullir el mensaje trillado sino para poner en suspenso alguna convicción. La maravilla de Perfect days de Wim Wenders es que usted y yo, espectadores, no salimos pensando lo mismo del cine, no somos testigos de un mensaje unánime: a usted le puede parecer que es un canto a la vida humilde y rutinaria, mientras que a mí me perturba la idea de que un pasado oscuro puede llevar a un ser atormentado a aferrarse a las rutinas como tabla de salvación. Las dos lecturas sirven, se complementan, y es muy posible que prevalezcan la una sobre la otra según sea el historial íntimo de cada espectador, que por naturaleza entiende la ficción como un espejo. Se trata de algo complejo, no es un mecanismo de identificación sino una manera de reflexionar sobre uno mismo. Pero está claro que vivimos tiempos de unanimidades en los que resulta más cómodo adherirnos sin sentido crítico a las causas en las que creemos. Sufre, por supuesto, quien no traga con un discurso simplón. Que una canción irrelevante que se presenta a un festival pueda desatar adhesión, ira, rechazo o incondicionalidad es preocupante. Que se manifieste sobre ella incluso el presidente del Gobierno es insólito. ¿De verdad no lo vemos?

Pensaba en esto la otra noche, en el concierto de Coque Malla, con un Circo Price abarrotado y entre un público que no coreaba consignas sino que aplaudía entregado por un profundo amor a la música.

jueves, 7 de marzo de 2024

Pedro Fresco, experto en renovables: “El colapsismo es uno de los grupos que más bulos energéticos expande”. Un artículo de Manuel Planelles (El Pais 01 MAR 2024)

“La nuclear no está viviendo ningún auge internacional, eso es propaganda”, asegura este autor de un libro sobre ‘fake news’ en el sector de la energía

Pedro Fresco (Valencia, 42 años) es el director de la Asociación Valenciana del Sector de la Energía y es una de las voces que desde hace años defiende públicamente la expansión de las renovables y la necesidad de las macroplantas solares y eólicas. Tras trabajar en este sector durante más de una década, fue asesor del Ministerio para la Transición Ecológica. De ahí saltó a la Generalitat valenciana en 2021, donde fue nombrado director de Transición Ecológica. Pero en diciembre de 2022 fue destituido por Compromís tras imponerse en esa formación la corriente que rechazaba la implantación de grandes parques fotovoltaicos. Ahora publica el libro Energy Fakes. Mitos y bulos sobre la transición energética (Barlin Libros), donde combate los bulos que se difunden a diestra y siniestra del arco político y desde empresas. “Hay mitos que son transversales, pero la mayor intensidad de mitología sobre energía viene de las dos partes del extremo ideológico: de la derecha radical y luego de ciertos grupos de extrema izquierda”, resume Fresco en esta conversación telefónica con EL PAÍS.

miércoles, 6 de marzo de 2024

"CORRUPCIÓN POLÍTICA". Un artículo de Juan José Millás (El País 03 MAR 2024)

Toda esa gente convertida en carne, en mera carne chapada entre el hormigón sin ventanas y el acero… Carne sin espíritu, sin hálito, sin subjetividad, una simple acumulación de músculos y vísceras, de cabezas idénticas y de extremidades idénticas y de miradas idénticas. Se imagina uno a sí mismo formando parte de ese cuadro opaco, de toda esa carne acumulada y se pregunta por qué.

Sabemos por qué, pues al proporcionarnos, junto a estas imágenes devastadoras, las estadísticas que hablan del descenso de crímenes en El Salvador, el cerebro establece una ecuación sencilla: la seguridad equivale a la vulneración crónica de los derechos humanos.

Estas cárceles han sido objeto de reportajes en todos los periódicos que uno frecuenta. Al Gobierno de aquel país no solo no le da vergüenza mostrar su sistema penitenciario, sino que se muestra orgulloso de él, por eso lo propone como modelo para el resto del mundo. El lector ingenuo (yo mismo) los lee, lee estos reportajes, contempla luego las fotos que los ilustran, y es con frecuencia víctima de una disonancia cognitiva, pues le duele, por un lado, la indecencia que supone despersonalizar de este modo a los reclusos, pero se congratula, por otro, de que los ciudadanos puedan circular sin miedo por las calles. Ahora bien, ¿no hay maneras de compatibilizar la seguridad ciudadana con la ética? Claro que las hay, y claro que estamos obligados a buscarlas y a ponerlas en práctica. Pero esto no va con los dictadores, de ahí que Bukele haya emprendido esta campaña mundial de propaganda acerca de las bondades de la corrupción política.

domingo, 3 de marzo de 2024

"CRISIS, COMPLOT Y CAPITAL". Un artículo de Alejandra Castillo (El País 14 FEB. 2024)

A pesar de la evidencia del aumento de las temperaturas en el mundo, no hay completa aceptación de las razones que producen esta alza en los termómetros. Hay quienes simplemente niegan el cambio climático

En La divina comedia, Dante Alighieri imagina el infierno frío con torrenciales lluvias, granizo y nieve. Seiscientos cuarenta y cinco años más tarde, Philip K. Dick imagina la vida en la Tierra con temperaturas elevadísimas. El calor abrasador es producto de un cambio climático en un planeta devastado. En su novela Lotería solar, ese calor se debe a la avaricia: “En 1950 y 1960, los bienes de consumo y los productos agrícolas comenzaron a acumularse en todo el mundo occidental. Se distribuyeron gratuitamente todos los excedentes, pero esto amenazaba con subvertir el libre mercado. En 1980 se pensó que la mejor solución era juntar todos los productos y quemarlos: cientos de miles de millones de dólares fueron destruidos semana tras semana”.

El 24 de enero del año 2024 –día de una de las semanas con las temperaturas más elevadas de las que se tenga registro en Chile – la prensa nacional advierte que toneladas de ropa se queman en el desierto. Esto último no es ciencia ficción, son micro vertederos de ropa nueva que no se vende y termina en el desierto de Atacama para ser quemada.

A pesar de la evidencia del aumento de las temperaturas en el mundo, no hay completa aceptación de las razones que producen esta alza en los termómetros. Hay quienes simplemente niegan el cambio climático. Entre los negacionistas se encuentran algunos de los representantes de la ultraderecha del planeta: Trump, Bolsonaro, Milei. Para ellos, el cambio climático sería una de las formas en que el ‘socialismo’ querría instalar su ideología. La palabra socialismo podría ser reemplazada por ONU, ésta por Nuevo Orden Mundial y esta última por Agenda 2030. El argumento es el mismo: no existe el cambio climático. Otras, otros, admitiendo el cambio climático no aceptan que éste sea el resultado de la generación de energía mediante combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) sino que por un ciclo natural del calentamiento del centro de la tierra. No es culpa de nadie, no hay nada que hacer. Y todavía hay quienes advierten que el cambio climático –el aumento de temperaturas, huracanes, tifones, lluvias y nevadas– es debido al Proyecto HAARP para controlar a las poblaciones a través del control del clima mediante un sofisticado sistema de antenas ubicadas en Alaska.

Hay dos elementos que se conjugan en estas respuestas: engaño y secreto. Alguien, un gobierno, el interés de las grandes corporaciones o una posición política determinada intenta sacar ventaja utilizando mentiras como armas para el establecimiento de verdades. Al despliegue de un mundo de claroscuros, la actitud de los sujetos es la de la sospecha: nada de lo que se nos presenta ante los ojos es real, hay un sentido oculto, secreto, que debe ser descifrado. De tal modo, los males contemporáneos tendrían su origen en una manipulación constante por parte de los poderosos. Las redes sociales son fuente y lugar de diseminación de las razones de una conspiración en curso. CONTINUAR LEYENDO

"NECESITAMOS UN ÉXODO DEL SIONISMO". Naomi Klein (elDiario.es 3 MAY 2024)

Judíos y simpatizantes celebran un Séder de Pascua para protestar contra la guerra en Gaza, el pasado 23 de abril, en el distrito de Brookl...