sábado, 16 de marzo de 2024

"EL PASADO EN CONSTRUCCIÓN. PERDONEN LAS MOLESTIAS". Irene Vallejo (El País 10 MAR 2024)

Ciertos discursos políticos anhelan recuperar grandezas perdidas, seleccionando ciertas etapas de la historia nacional para encarnar las esencias, como si otras épocas fueran solo impureza y simulacro

 Somos la única especie que conoce el mundo anterior a nuestro nacimiento, las únicas criaturas capaces de asomarnos al misterio de los milenios antiguos. Un caballo, un gato o una pulga ignoran las peripecias de sus antepasados. Nosotros podemos reconstruir las nuestras —y las suyas—. Heródoto, inventor del género, tituló en plural sus Historias; en griego significaba “investigaciones”. Nos encanta indagar en el ayer, reinterpretarlo desde la mirada del ahora. Viajamos por los meandros de la nostalgia, las falsificaciones, las raíces, los asideros, la curiosidad y las coartadas. Nuestra relación con lo que fue es apasionada: el pasado pesa, y eso es lo que nos pasa.

Las ansias del presente modelan también nuestra memoria íntima. La palabra “recordar” incluye en su interior la raíz latina de “corazón”; en ella suena la sístole y la diástole de las emociones, es un juego de constante de demolición y reconstrucción. Como escribió Gabriel García Márquez en sus memorias: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda”. Casi sin querer, la fantasía empieza a rellenar los huecos excavados por los remordimientos y el olvido: por eso nuestro relato vital puede ser completamente imaginario, pero nunca totalmente verdadero.

Cuando los intereses del presente se apoderan de la mirada, la historia de los países deriva ya no en crónica de acontecimientos sucedidos, sino en antología legendaria de aquello que sus miembros quieren o pueden recordar. Con un hábil manejo del pasado podemos manipular y ser manipulados. En la antigua Roma, el inquietante Augusto fue pionero de esta propaganda. Siempre se presentó como paladín de las costumbres de los ancestros —mores maiorum—, símbolo del orgullo de ser ciudadano romano y heredero de la grandeza patria, frente a las costumbres extranjeras, que hacían peligrar la integridad moral autóctona. Astutamente, tras el parapeto tranquilizador de esas tradiciones, transformó la República en algo diferente y nuevo: un régimen más autoritario, dominado por la figura providencial del emperador. El historiador Suetonio cuenta que Augusto, ya muy enfermo, mandó llamar a sus amigos. Cuando rodearon la cama donde agonizaba, les preguntó: “¿Os parece que he representado bien esta farsa de la vida?”. Y cuando presintió la muerte, exclamó, bromeando con gran seriedad: “Aplaudid. La función ha terminado”. CONTINUAR LEYENDO

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