sábado, 30 de abril de 2022

"SOY INFLUENCER Y CREO QUE LAS REDES SOCIALES SON TÓXICAS". Por Lydia Keating (Letras Libres).

Mediante la manipulación de imágenes y expectativas, las redes sociales alteran la forma en que las personas se perciben a sí mismas. Aunque esto tiene efectos serios, especialmente entre los adolescentes, dista de ser una preocupación para las plataformas y el público.


Trabajo como creadora de contenidos. Me pagan por cada publicación en TikTok, Instagram o YouTube. Los usuarios en redes sociales ven mi contenido durante unos segundos, quizá se entretienen brevemente y luego pasan al siguiente post. Me llaman “influencer“, lo que significa que me pagan por mostrar productos dentro de mi contenido y, de cierta manera, lograr influir en la gente para que los compre. En los contratos en que mi representante negocia mis tarifas y obligaciones, se refieren a mí como “el talento”. Tengo 1.3 millones de seguidores sumados en todas mis plataformas.

Por cada artículo, recibo por correo un paquete lleno de productos y un resumen de la campaña en mi bandeja de entrada del correo electrónico. Normalmente me pagan entre 2 mil y 8 mil dólares por hacer lo que indica el resumen. (Una vez me pagaron 18 mil dólares por un solo TikTok, pero eso fue algo extraordinario.) La cantidad cambia según la plataforma. Los videos duran entre 15 y 60 segundos. Se me indica que mencione detalles específicos sobre el producto y que añada un texto. Jamás hay groserías o palabras altisonantes. Las campañas requieren que profundice en las razones por las que me gusta el producto: Ha transformado mi piel, tengo más energía que nunca, es el zapato más cómodo que he usado. Siempre exagerado.

Me dicen que sea natural y que no me aleje demasiado de mi auténtica yo. Edito el video para que no haya pausas en mi discurso. Tengo un entusiasmo que roza la manía. Mi boca mantiene una sonrisa apretada durante todo el clip, la mandíbula flexionada y abultada. La gente disfruta esto. Una chica sonriente que habla de su amor por el ejercicio en internet no solo es aceptable, sino también muy lucrativo, según lo que he aprendido.

Decido ser vulnerable (algo que a menudo es celebrado como “real” en internet) y hago un video sobre mi lucha contra la depresión clínica. Lo publico y observo cómo se va subiendo, saltando de 17 a 83 por ciento en cuestión de segundos. Cien por ciento. Se ha publicado. En tan solo cinco minutos, alguien comenta que no le gusta el video porque lo entristece. Decido borrarlo inmediatamente. ¿En qué estaba pensando? Esa no es mi marca personal. Al día siguiente publico un tutorial sobre cómo hacer mi licuado de kale favorito. La gente me pide el nombre de la proteína en polvo que uso, hecha a base de chícharo. Otra persona comenta que me quiere muchísimo.

Por supuesto, he estado del otro lado de la influencia: una víctima de los poderes engañosos. Me deslizo entre publicaciones sin pensar demasiado y de repente un color brillante, una cara bonita o una textura particular llaman mi atención. Toco la foto y descubro que el producto está etiquetado. De repente, tengo un carrito de compras digital y visiones esperanzadoras de mi yo del futuro. No estoy comprando una camisa de 70 dólares. Estoy comprando una piel sin poros abiertos, un vientre plano, unas piernas largas. Estoy comprando un tipo de belleza que nunca tendré. Reconozco (y me preocupa) que cuando posteo imágenes de mi propio cuerpo en las redes sociales, haciendo publicidad a ropa, maquillaje o perfumes, puedo ser la misma fuente de pensamientos tóxicos para otras mujeres comparando su cuerpo.

La camisa llega una semana después. Las mangas son demasiado estrechas y el tejido pica. No me molesto en devolverla, ir a la oficina postal me parece demasiada molestia. Así que meto la prenda en mi armario. Me la pruebo de vez en cuando y siempre me la quito y termino eligiendo una distinta. La camisa pasará a representar mi eterna insatisfacción con mi cuerpo. La donaré dentro de unos años, cuando por fin haya aceptado que nunca perderé los 2 o 3 kilos que me harían sentir en forma.

Hace unos meses fui invitada a un podcast. La presentadora me introdujo como una “estrella en ascenso de TikTok” y un “símbolo de positividad corporal”. Este último comentario fue nuevo para mí. Aunque sé que lo dijo como un cumplido, sin duda fue algo que me dolió. Dijo que yo lograba inspirar a otras mujeres a sentirse seguras con tener cuerpos normales y saludables, y que yo demostraba que las costillas marcadas no eran un prerrequisito para sentirse bella. A nivel consciente, sé que esto es algo bueno. No obstante, creo que siempre habrá una parte de mí a la que le gustaría parecerse a las mujeres que acaparan mi propio feed de Instagram y TikTok: tonificadas, esbeltas, perfectas.

Oigo la NPR en mis trayectos de Rhode Island a Boston, donde asisto a clases de escritura creativa para mi programa de maestría. Escucho a locutores que con confianza comparan a la industria tecnológica con la industria del tabaco. Me dicen que los miembros del Congreso de Estados Unidos se sientan en salas decoradas con madera y argumentan que se necesita legislar a la industria. Los adolescentes están siendo infectados. Estados Unidos necesita proteger a sus hijos.

Pongo las intermitentes y me cambio de carril. Libre albedrío, agencia, autonomía, libertad: todas estas ideas flotan en mi cabeza mientras los senadores argumentan que Facebook provoca estragos en nuestra democracia porque permite que las fake news se compartan, se multipliquen y ganen poder.

Sin embargo, recientemente la conversación ha dejado de enfocarse en la manera en que estas tecnologías afectan nuestra política, para centrarse particularmente en nuestros niños. “¿Qué datos recopilan de estos menores? ¿Qué es lo que saben? ¿Cuánto dinero ganan con ellos?”, son algunas interrogantes que escuché plantear a la senadora Amy Klobuchar en una entrevista. Luego compartió una anécdota sobre un adolescente que se cayó y se rompió un diente. Utilizó Snapchat para conseguir analgésicos, se tomó una pastilla y murió. Pensó que había comprado pastillas de oxicodona y paracetamol, pero las adquirió estaban mezcladas con fentanilo. “Ningún padre debería tener que enterrar a su hijo”, dijo Klobuchar en sus observaciones finales, pidiendo que se regule Snapchat.

Klobuchar no mencionó la crisis de opioides en Estados Unidos, ni las deficiencias del sistema sanitario estadounidense, factores que también contribuyeron a esta tragedia. No soy defensora acérrima de las grandes empresas tecnológicas. Solo creo que, si vamos a criticar las plataformas coercitivas, al menos deberíamos hacerlo sin contar historias coactivas.

***

Hace poco, mi madre se enteró en Facebook de que la hija de una amiga suya de la infancia había muerto. El papá de la niña, también amigo de mi mamá, cambió su foto de perfil de Facebook por una de su difunta hija, sonriente, bronceada, hermosa, de apenas 19 años. La gente comentaba que tanto él como su familia estaban en sus oraciones. Algunos usuarios incluyeron un emoji de tristeza en sus condolencias de Facebook, lo cual sentí cruel e inapropiado, aunque solo fueran boomers bienintencionados navegando en internet. Mi mamá se puso en contacto con su amigo común para preguntarle qué había pasado. Él respondió: “Jenna se suicidó”. (Estoy usando un seudónimo aquí).

“Es simplemente terrible”, comentó mi mamá, llorando.

“¿Qué hace que una chica de 19 años haga algo así?”, preguntó mi papá en la cocina.

Nadie respondió. Nadie sabe.

Esa noche me acosté en la cama y busqué a Jenna en Instagram. Su cuenta era pública. Observé las últimas fotos que subió antes de morir. Se notaba que su perfil estaba muy bien pensado y era claro que había trabajado incansablemente para crear una marca: cada foto estaba editada con el mismo filtro brillante, lo que convertía a su feed en algo completamente estético e increíblemente uniforme. Esto no me sorprendió. La mayoría de los miembros de la Generación Z que conozco tienen un estilo muy bien definido en internet. Le hice zoom a la cara de Jenna. Su piel perfecta, sus labios estirados en una sonrisa deslumbrante que mostraba sus dientes blancos, rectos y perfectos. Traté de ver en sus ojos algo que indicara que no era feliz, pero solo vi lo que parecía ser una alegre estudiante universitaria de primer año.

Frances Haugen, la más reciente denunciante de Facebook, testificó ante un comité del Senado de Estados Unidos, en donde expuso miles de páginas con información confidencial que sugieren que Facebook es completamente consciente de que sus plataformas (entre las que se encuentra Instagram) perjudican a niños y adolescentes, a personas como Jenna. Según Haugen, Facebook ignora intencionalmente esta información, ya que de cierta manera se beneficia de este daño.

Uno de los estudios internos que Haugen filtró se centraba específicamente en chicas adolescentes. Ese informe sugiere que los pensamientos suicidas aumentan con el uso de Instagram. Otros estudios se centraron en el efecto dañino que tiene Instagram en los trastornos alimenticios y los problemas de imagen corporal. El 17% de las adolescentes afirmó que sus trastornos alimenticios empeoraron tras el uso de Instagram, y 32% informó que la aplicación hizo que se sintieran peor sobre sus propios cuerpos. De nuevo, pienso en el libre albedrío, en la autonomía, en la libertad. También pienso en Jenna, ¿se sentía libre? Cuando vi su cuenta de Instagram, era imposible no notar la frecuencia con la que mostraba su pequeña cintura, sus grandes pechos y sus largas extremidades. No pude evitar pensar que yo también he expuesto mi cuerpo en internet. Este acto de aparente confianza siempre tiene un costo emocional. Claro que antes de publicar, observo y analizo meticulosamente cada centímetro de mi cuerpo. Me lleno de inseguridad, y a menudo me invaden pensamientos de autodesprecio. Los estudios de Facebook filtrados sugieren que las representaciones de falsa perfección que saturan Instagram son psicológicamente dañinas. Sin embargo, para mí, esos sentimientos dañinos (de inutilidad, dismorfia corporal, soledad, etc.) no parecen surgir tanto cuando veo el contenido de otras personas y sus propias imágenes de falsa perfección, como cuando estoy tratando de mostrar la falsa perfección de mí misma. Mientras miraba la página de Jenna, me preguntaba si ella sentía lo mismo.

Sigo varias cuentas en TikTok e Instagram dedicadas a difundir la idea de que “internet no es real”. Una de las cuentas expuso recientemente un software de edición que permite que las personas puedan alargar sus piernas, encoger la cintura, alisar la piel y esculpir el rostro no solo en las fotos, sino también en los videos. La creadora publicó dos videos, uno editado y otro sin editar. Ambos parecían completamente normales y reales, a pesar de que en el video editado su cuerpo estaba totalmente modificado. Creo que cuentas como esta son muy útiles, ya que me recuerdan que las personas y las cosas con las que suelo compararme en internet están alteradas e incluso pueden ser completamente imaginarias.

Sin saberlo, a menudo consumimos contenidos falsos y editados en las redes sociales. Olvidamos que la gente puede inventarse cosas y publicarlas como si fueran verdad. En general, o quizá debería hablar por mí misma, no navegamos por estas plataformas esperando ser engañados. No obstante, constantemente somos engañados. Lo imaginario y lo fantástico se presentan como realidad. Siento que esto es bastante peligroso.

Las redes sociales han expuesto la fragilidad del concepto de verdad. A menudo, la difusión de la desinformación en estas plataformas se discute en el contexto de la política y su amenaza para nuestra democracia. Pero cuanto más tiempo paso en las aplicaciones como creadora y consumidora de contenidos, más personal se siente la amenaza de la desinformación: amenaza la forma en que, consciente y subconscientemente, me percibo a mí misma. El estudio interno que Haugen presentó demuestra que no soy la única. No obstante, ni la verdad ni la realidad son la prioridad de las plataformas de redes sociales, porque la verdad y la realidad no suelen ser tan interesantes como la ficción. No tiene sentido financiero que los algoritmos promuevan lo que es una realidad, sino más bien lo que es más entretenido. Esto podría estar bien si los consumidores de este tipo de entretenimiento no utilizaran tan seguido las plataformas como fuentes de información objetiva.

Existe una gran discrepancia entre lo que ofrecen las redes sociales y lo que los usuarios de estas plataformas creen recibir. Nosotros, los usuarios, creemos que recibimos una verdad cuando se publica un contenido. Cuando veo a un influencer de fitness publicar una foto de su cuerpo delgado y atlético, asumo que ese es el aspecto real de su cuerpo.

Desafortunadamente, esta suposición muchas veces es inexacta: las fotos de los cuerpos, especialmente de las personas con muchos seguidores, con frecuencia son modificados en estas plataformas; se editan o se retocan hasta alcanzar la perfección. Pero esto es solo la punta del iceberg. Esa misma influencer que presume su cuerpo tonificado en las fotos (editadas o no) también puede mostrar los distintos métodos (dieta y ejercicio) con los que ha logrado conseguir ese cuerpo, muchos de los cuales son enormemente, o incluso sutilmente, falsos. Esa misma influencer puede afirmar que su dieta y su estética mejoraron su bienestar mental y físico cuando no fue así, incluso cuando en ambos casos pudo haber sido dañino. Hasta algo tan simple como que un influencer sonría mientras muestra su cuerpo, sugiriendo que su cuerpo lo hace feliz, es un mensaje posiblemente falso. En una plataforma en la que hay tanta información implícita, las posibilidades para la desinformación sutil son infinitas.

Lo que está claro es que esta desinformación es dañina para los usuarios, sobre todo para los más vulnerables: niños y adolescentes. La pregunta que nos queda es: ¿qué podrían hacer las plataformas de redes sociales para proteger a sus usuarios? ¿Acaso tienen la responsabilidad de protegernos? Desafortunadamente, parece que asumir esa responsabilidad entra en conflicto con lo que les genera crecimiento y dinero. A las redes sociales no les conviene censurar ciertas publicaciones para permitir únicamente lo que es 100% real, ya que, antes que nada, estas plataformas sirven para entretener. El entretenimiento mantiene enganchados a los usuarios, aumenta el tiempo de uso y genera ingresos. La verdad no es tan poderosa. Que los creadores de Instagram, Snapchat, Facebook o TikTok tuvieran la intención de que exista esta discrepancia –entre lo que las plataformas ofrecen y lo que los usuarios creen que reciben– es irrelevante. El hecho es que existe: los usuarios son constantemente engañados y afectados por la desinformación. Creo que esto es responsabilidad de las plataformas. ¿Tendría sentido que Instagram desarrollara una función en la que, por ejemplo, comprobara los hechos de las publicaciones o escaneara los cuerpos editados con Photoshop?

Escribo todo esto con un sentimiento de culpa. Por supuesto, comprendo la hipocresía de mis propias palabras, estoy pidiendo la regulación de una industria de la que me beneficio directamente. Hoy tengo que hacer dos campañas de distintas marcas. Una es un video de TikTok y otra una foto de Instagram. Voy a ir a la playa a tomarme fotos con ropa deportiva brillante, y voy a sonreír y dar vueltas. Y con suerte, si sonrío y giro lo suficiente, las personas que vean mi contenido en internet me dirán que tengo “buena vibra”.

viernes, 29 de abril de 2022

"LAS HERRAMIENTAS DEL AMO NUNCA DESMONTARÁN LA CASA DEL AMO". Audre Lorde. (1979)

Audre Lorde en 1979 como oradora
en la primera Marcha Nacional
por la Liberacicón Gay y
Lésbica en Washington, D.C., EEUU. 
Acepté participar en este congreso organizado por el Instituto de Humanidades de la Universidad de Nueva York hace un año. Convinimos en que mi función sería comentar las ponencias que trataran sobre el papel de las diferencias en la vida de las mujeres estadounidenses: las diferencias de raza, de sexualidad, de clase y de edad. Cualquier debate feminista sobre cuestiones personales o políticas queda desvirtuado si no tiene en cuenta estas cuestiones.
En el ámbito académico se tiene la peculiar arrogancia de emprender debates sobre teoría feminista sin entrar a analizar nuestras numerosas diferencias y sin conceder espacio a las significativas aportaciones de las mujeres pobres, Negras, del tercer mundo y lesbianas. A pesar de todo, se me ha invitado a participar, en mi condición de feminista Negra y lesbiana, para comentar las ponencias de la única sesión de este congreso donde están representadas las feministas Negras y lesbianas. Es triste lo que esto nos dice sobre la visión del presente congreso, celebrado en un país donde el racismo, el sexismo y la homofobia son inseparables. Al leer el programa del congreso no cabe sino deducir que las mujeres lesbianas y Negras no tienen nada que decir sobre el existencialismo, sobre el erotismo, sobre la cultura de las mujeres y el silencio, sobre el estado actual de la teoría feminista o sobre la heterosexualidad y el poder. ¿Y qué significa en el aspecto personal y político que las dos únicas mujeres Negras que hemos tenido voz en el Congreso hayamos sido convocadas a última hora? ¿Qué significa que las herramientas del patriarcado racista se empleen para examinar los frutos de dicho patriarcado? Significa que la amplitud del cambio posible y permitido es escasísima.

La exclusión de toda consideración sobre la conciencia lesbiana y la conciencia de las mujeres del Tercer Mundo representa una grave carencia de este congreso y de las ponencias aquí presentadas. Así, por ejemplo, en una ponencia sobre las relaciones materiales entre las mujeres se ha expuesto un modelo dicotómico de educación que no tenía en cuenta en absoluto mis conocimientos en cuanto lesbiana Negra. En dicha ponencia no se analizaba la reciprocidad entre las mujeres, ni los sistemas de apoyo mutuo, ni la interdependencia que existe entre las lesbianas y entre las mujeres identificadas con mujeres. Y, sin embargo, sólo es en el ámbito del modelo patriarcal de educación donde sucede que las mujeres “que tratan de emanciparse pagan un precio tal vez demasiado alto por los resultados que obtienen”, como se afirma en la mencionada ponencia.

Para las mujeres la necesidad y el deseo de apoyarse mutuamente no son patológicos sino redentores, y hay que partir de este conocimiento para redescubrir nuestro auténtico poder. Esta conexión real es la que despierta miedos en el mundo patriarcal. Pues la maternidad es la única fuente de poder social a disposición de las mujeres en el marco de la estructura patriarcal.

La interdependencia entre las mujeres es el camino hacia la libertad que permite que el Yo sea, no para ser utilizado, sino para ser creativo. Ésta es la diferencia entre un estar pasivo y un ser activo.

Promover la mera tolerancia de las diferencias entre las mujeres es incurrir en el más burdo de los reformismos. Supone negar por completo la función creativa que las diferencias desempeñan en nuestras vidas. Las diferencias no deben contemplarse con simple tolerancia; por el contrario, deben verse como la reserva de polaridades necesarias para que salte la chispa de nuestra creatividad mediante un proceso dialéctico. Sólo así deja de resultar amenazadora la necesidad de la interdependencia. Sólo en el marco de la interdependencia de diversas fuerzas, reconocidas en un plano de igualdad, pueden generarse el poder de buscar nuevas formas de ser en el mundo y el valor y el apoyo necesarios para actuar en un territorio todavía por conquistar.

Es en la interdependencia de las diferencias recíprocas (no dominantes) donde reside la seguridad que nos permite descender al caos del conocimiento y regresar de él con visiones auténticas de nuestro futuro, así como con el poder concomitante para efectuar los cambios que harán realidad ese futuro. Las diferencias son la potente materia prima a partir de la cual forjamos nuestro poder personal.

A las mujeres se nos ha enseñado a hacer caso omiso de nuestras diferencias, o a verlas como motivo de segregación y desconfianza en lugar de como potencialidades para el cambio. Sin una comunidad es imposible liberarse, como mucho se podrá establecer un armisticio frágil y temporal entre la persona y su opresión. Mas la construcción de una comunidad no pasa por la supresión de nuestras diferencias, ni tampoco por el patético simulacro de que no existen tales diferencias.

Quienes nos mantenemos firmes fuera del círculo de lo que esta sociedad define como mujeres aceptables; quienes nos hemos forjado en el crisol de las diferencias, o, lo que es lo mismo, quienes somos pobres, quienes somos lesbianas, quienes somos Negras, quienes somos viejas, sabemos que la supervivencia no es una asignatura académica. La supervivencia es aprender a mantenerse firme en la soledad, contra la impopularidad y quizá los insultos, y aprender a hacer causa común con otras que también están fuera del sistema y, entre todas, definir y luchar por un mundo en el que todas podamos florecer. La supervivencia es aprender a asimilar nuestras diferencias y a convertirlas en potencialidades. Porque las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo. Quizá nos permitan obtener una victoria pasajera siguiendo sus reglas del juego, pero nunca nos valdrán para efectuar un auténtico cambio. Y esto sólo resulta amenazador para aquellas mujeres que siguen considerando que la casa del amo es su única fuente de apoyo.

Las mujeres pobres y las mujeres de Color saben que hay una diferencia entre las manifestaciones cotidianas de la esclavitud marital y la prostitución, porque son sus hijas las que pueblan las aceras de la Calle 42. Si la teoría feminista estadounidense no necesita explicar las diferencias que hay entre nosotras, ni de las resultantes diferencias en nuestra opresión, entonces ¿cómo explicas el hecho de que las mujeres que os limpian la casa y cuidan a vuestros hijos mientras vosotras asistís a congresos sobre teoría feminista sean, en su mayoría, mujeres pobres y mujeres de Color? ¿Qué teoría respalda el feminismo racista?

En un mundo de posibilidades para todas, nuestras visiones personales contribuyen a poner los cimientos de la acción política. Al no reconocer las diferencias como una fuerza fundamental, las feministas académicas no consiguen superar la primera lección patriarcal. En nuestro mundo, divide y vencerás debe convertirse en definamos y cobremos fuerza.

¿Por qué no se ha buscado a otras mujeres de Color para que participaran en este congreso? ¿Por qué se ha considerado que se habían hecho suficientes consultas después de llamarme un par de veces por teléfono?

¿Soy acaso la única fuente posible de nombres de feministas Negras? Es cierto que las ponencias de las dos participantes Negras han generado una poderosa unión amorosa entre las mujeres, pero ¿dónde queda la cooperación interracial entre feministas que no se aman entre sí?

En los círculos feministas académicos, la respuesta que suele darse a estas preguntas es: “No sabíamos a quién recurrir”. Esa elusión de responsabilidades, ese lavarse las manos, es asimismo el motivo de que se excluya el arte de las mujeres Negras de las exposiciones de mujeres, la obra de las mujeres Negras de la mayoría de las publicaciones feministas, excepción hecha del ocasional “Número especial sobre las mujeres del Tercer Mundo” y los textos de mujeres Negras de las bibliografías. Tal como señaló Adrienne Rich en una charla reciente, si las feministas han mejorado tanto su educación en los últimos diez años, ¿cómo es posible que no hayáis mejorado asimismo vuestros conocimientos sobre las mujeres Negras y sobre las diferencias entre nosotras, blancas y Negras, cuando son un factor clave para la supervivencia de nuestro movimiento?

A las mujeres de hoy día todavía se nos pide que nos esforcemos en salvar el abismo de la ignorancia masculina y eduquemos a los hombres para que aprendan a reconocer nuestra existencia y nuestras necesidades. Todos los opresores se han valido siempre de esta arma básica: mantener ocupados a los oprimidos con las preocupaciones del amo. Ahora se nos dice que corresponde a las mujeres de Color educar a las mujeres blancas, afrontando su tremenda resistencia, y enseñarles a reconocer nuestra existencia, nuestras diferencias y nuestros respectivos papeles en la lucha conjunta por la supervivencia. Lo cual es una manera de desviar nuestras energías y una lamentable repetición del pensamiento racista patriarcal.

Simone de Beauvoir dijo en una ocasión: “Debernos extraer la fuerza para vivir y las razones para actuar del conocimiento de nuestras auténticas condiciones de vida”.

El racismo y la homofobia son condiciones reales de nuestra vida aquí y ahora. Insto a cada una de las mujeres aquí presentes a que se sumerja en ese lugar profundo de conocimiento que lleva dentro y palpe el terror y el odio a la diferencia que allí habitan. Ya que vea el rostro que tienen. Es la condición para que lo personal y lo político puedan comenzar a iluminar nuestras decisiones. 

Nota

Comentarios presentados en el “Encuentro personal y político” del Congreso del Segundo Sexo, Nueva York, 29 de septiembre de 1979. 

Referencia

El texto y la nota proceden de: Audre LORDE, “Las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo” (1979/1984/2003), en Audre Lorde, La hermana, la extranjera. Artículos y conferencias, traducción de María Corniero, revisión de Alba V. Lasheras y Miren Elordui Cadiz, Ed. Horas y horas, Madrid, 2003, pp. 115-120. (Texto original: «The Master’s Tools Will Never Dismantle the Master’s House», en Audre Lorde, Sister Outsider: Essays and Speeches, 1984)


miércoles, 27 de abril de 2022

"SI QUIERES PENSAR, DESCONÉCTATE". Por Guido Stein. elDiario.es, 11 de febrero de 2022.

Los psiquiatras apuntan a que los avisos sonoros o táctiles de que hemos recibido un mensaje del tipo que sea actúan como un chute de dopamina, que nos espabila positivamente. Hasta tal punto que si tras un espacio de tiempo no recibimos mensajes, sentimos que nos hace mella

Ocho, nueve, diez, incluso más horas son las respuestas que recibo desde hace cuatro años cuando de nuevo pregunto a mis alumnos cuánto tiempo pasan diariamente en frente de una pantalla, ya sea del ordenador, del iPad, de la tablet, o del móvil; la televisión suma adicionalmente.

El rango de las edades de los encuestados se extiende desde los veinte a los sesenta años, aproximadamente. Una de las sorpresas que revalido cada vez es que no existe correlación inversamente proporcional, es decir, a menor edad, mayor consumo digital de nuestro tiempo real. Al parecer, todos nos sumergimos mentalmente en las diversas pantallas durante una parte relevante de nuestro tiempo de vigilia, independientemente de cuando vinimos al mundo. Las olas de la virtualidad baten nuestras vidas indiscriminada e intensamente.

Los psiquiatras apuntan a que los avisos sonoros o táctiles de que hemos recibido un mensaje del tipo que sea actúan como un chute de dopamina, que nos espabila positivamente. Hasta tal punto que si tras un espacio de tiempo, que antes del advenimiento digital hubiéramos calificado de corto o muy corto, no recibimos mensajes, sentimos que nos hace mella: ¿por qué nadie me escribe o manda un emoticono? ¿es que ya no cuento? ¿me habrán olvidado? ¿no soy ya popular? Y otras lindezas que anticipan un estado entristecido y hasta desolado.

Se entiende mejor esta orfandad sobrevenida si advertimos que entre el 35 y 45% de nuestro tiempo de trabajo lo destinamos a leer y responder comunicaciones electrónicas.

La digitalización de nuestras relaciones tiene a mi juicio un impacto doméstico genuino y otro profesional dañino. En cuanto al primero, nos permite experimentar un sucedáneo de un atributo hasta ayer propio de la divinidad: la bilocación, y aún “multilocación”, pues desarrollamos la ilusión de que podemos estar en varios sitios a la vez: con el amigo con el que hemos quedado y simultáneamente con quien nos llama, o nos manda un mensaje, desde cualquier esquina del mundo: estamos con uno y con varios en una sincronía perfecta. La duda que me ronda es si a la postre no estaremos realmente con nadie más que con nosotros mismos en un eco repetitivo.

En cuanto al trabajo, la digitalización ofrece la oportunidad de un trabajo a distancia o remoto que se sueña como sustituto perfecto o incluso mejorado de la presencialidad física que se ha tornado un rasgo rancio del pasado. Hoy sabemos que esa oportunidad no es gratuita, sino que sólo se le puede sacar el partido correspondiente a base de mucha preparación, adaptación mental, y desarrollo de nuevos hábitos por parte de todos los implicados. Estos requerimientos a menudo incumplidos acercan la oportunidad a un espejismo tanto más atractivo como árido es el desierto en el que nos adentramos en la nueva era de las relaciones personales.

Ortega y Gasset subrayaba que para pensar es necesario pararse a pensar. En nuestros días, una versión de esa idea ha sido revitalizada felizmente por Carl Newport en su libro Deep Work. Las múltiples pantallas nos han robado la atención continuada necesaria para pensar o para construir una relación personal, y la han sustituido por fragmentos de tiempo inconexos que facilitan sólo un pensamiento o una relación superficial y frágil. El dilema emerge: concentración o dispersión.

Ahí va mi cuarto a espadas, tan naif como vintage: si quieres sacarle partido a la virtualidad, que lo tiene y mucho, exprime tu vida real, que es en la pasan las cosas que no tienen sustituto válido. “Es muy simple, se despide el zorro del Pequeño Príncipe, sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”.

martes, 26 de abril de 2022

"LIBRO: EL MIEDO A LA LIBERTAD". Erich Fromm



Este libro forma parte de un estudio más amplio referido a la estructura del carácter del hombre moderno y a los problemas relativos a la interacción de los factores psicológicos y sociológicos; estudio en el cual he trabajado durante varios años y cuya terminación hubiera exigido un tiempo considerablemente mayor. Los actuales sucesos políticos y los peligros que ellos entrañan para las más preciadas conquistas de la cultura moderna la individualidad y el carácter singular y único de la personalidad, me decidieron a interrumpir el trabajo relativo a aquella investigación más amplia para concentrarme en uno de sus aspectos, de suma importancia para la crisis social y cultural de nuestros días: el significado de la libertad para el hombre moderno.

domingo, 24 de abril de 2022

CÓMO EL CASO ASSANGE HA MERMADO LA LIBERTAD EN EL MUNDO. Olga Rodríguez en elDiario.es de 14.12.2021

Julian Assange, en la embajada de Ecuador
en Londres

La decisión de la Justicia británica de extraditar a Julian Assange a Estados Unidos es un enorme golpe a la libertad de información y al derecho a conocer de la ciudadanía. Demuestra que cuando a una gran potencia como la estadounidense le tocan sus trapos sucios y sus crímenes de guerra, el maquillaje democrático se esfuma.

El caso Assange no es solo el caso sobre el fundador de Wikileaks. Es la oscura trama de una serie de acciones para desprestigiar, agotar físicamente y psicológicamente y castigar de por vida a alguien que retó al poder para divulgar información de interés público. Es el caso de los crímenes en la guerra de Afganistán, de los asesinatos de civiles por parte de EEUU en la ocupación de Irak o de los tejemanejes de la elite política en Washington desvelados por Wikileaks.

Para desviar el foco de las atrocidades cometidas por Estados Unidos, se vertieron sobre el divulgador acusaciones de delitos sexuales -finalmente archivadas-, estigmatizaciones en torno a su personalidad con detalles irrelevantes y denuncias por espionaje. Se le achacó también haber puesto en peligro la vida de soldados estadounidenses y de sus aliados. Es decir, ante las pruebas inequívocas de crímenes de guerra contra civiles la reacción de un Estado responsable de asesinatos de inocentes fue criminalizarlo a él, que nunca ha apretado el gatillo. Durante el Gobierno de Trump la CIA incluso barajó la posibilidad de secuestrarlo o matarlo mientras estaba refugiado en la embajada de Ecuador en Londres.

Dijo Assange en una ocasión que hay periodistas que participan “en la creación de guerras a través de su falta de cuestionamiento, su falta de integridad y su cobarde peloteo gubernamental”. La verdad es la primera víctima en los conflictos bélicos, con bandos enfrentados que se afanan por inocular propaganda en los informadores. En las sociedades libres y democráticas la ciudadanía tiene derecho a saber qué hacen sus países en territorios lejanos a los que acuden con la presunta misión de democratizar y liberar. Tenemos derecho a saberlo porque lo que ocurre en esos tableros repercute posteriormente en nosotros, en forma de nuevas amenazas, de nuevos pulsos geopolíticos y en la propia gestión económica del dinero público.

En las últimas décadas ha crecido el número de civiles que mueren en las guerras. En la Primera Guerra Mundial alrededor del cinco por ciento de las víctimas fueron civiles. En la Segunda, el porcentaje aumentó hasta el 66%. En la actualidad la proporción de víctimas civiles en la mayoría de los conflicto bélicos se sitúa entre el 80 y el 90%, según los datos proporcionados por el historiador británico Eric Hobsbawm en su libro Guerra y paz en el siglo XXI. Es paradójico porque nunca antes ha habido material armamentístico con más capacidad de precisión ni tecnología bélica más desarrollada. En los escenarios bélicos hay bandos implicados que juegan sucio, violan leyes, cometen crímenes, y pretenden que el periodismo se convierta en propaganda. El drama es que hay un periodismo sumiso que ha aceptado alegremente esa exigencia, creyéndose patriota.

Wikileaks desveló algunos capítulos muy oscuros de la actuación del ejército estadounidense en Afganistán e Irak: torturas y asesinatos de civiles. A través de la información a la que pudo acceder Assange -y que publicaron varios medios de comunicación- supimos que el Pentágono ocultó cifras de muertos de civiles y se confirmó que las tropas estadounidenses siguieron un modus operandi similar al practicado antes en otros países intervenidos: entrenaron a policía y fuerzas de seguridad iraquíes y permitieron que estas practicaran abusos y torturas hasta 2009. En realidad era la confirmación de lo que quienes trabajábamos como periodistas en Irak veíamos: hombres que salían de cárceles secretas estadounidenses destrozados por la tortura, gente que desaparecía y sus cadáveres eran encontrados con signos de maltrato, ataques con armas de fuego contra civiles, etc. John Negroponte como embajador de EEUU en Irak o el veterano de las guerras sucias centroamericanas James Steele como entrenador de los escuadrones paramilitares en Bagdad daban ya algunas pistas de por dónde se dirigía la ocupación estadounidense.

No fue fácil para los iraquíes que habían sufrido las consecuencias de esa ocupación militar observar cómo buena parte del mundo los olvidaba y miraba hacia otro lado mientras ellos denunciaban esos crímenes de guerra. Occidente necesitó comprobarlo con fotos y vídeos, porque las voces de miles de personas clamando contra el horror no les resultaban convincentes, quizá porque no se llamaban Michael o Liz ni tenían la piel blanca ni hablaban inglés. Hubo que esperar primero a la publicación de las fotos con las torturas de Abu Ghraib y después a vídeos como el que facilitó Wikileaks -que muestra la masacre de doce civiles, entre ellos dos periodistas, por parte del Ejército estadounidense- para comprobar que aquellas salvajadas sí eran reales.

Aún así, tras la publicación de aquella información no se organizaron cumbres internacionales para exigir explicaciones al Gobierno de Washington, ni se crearon tribunales especiales para investigar lo ocurrido ni se exigió públicamente reprogramar las conductas del ejército estadounidense. No se hizo gracias a, entre otras razones, la complicidad de medios de comunicación que optaron por asumir la campaña de criminalización contra el mensajero, en vez de ahondar en los horrores perpetrados por el ejército de una de las grandes potencias mundiales que había fabricado pruebas falsas para justificar una guerra ilegal.

Conté en el libro El hombre mojado no teme la lluvia un sueño recurrente que tiene un amigo iraquí al que conocí en 2003 en Bagdad y que posteriormente sería víctima de la represión estadounidense: en torno a una mesa repleta de manjares conversan animadamente gobernantes de grandes potencias, empresarios y periodistas de países impulsores de la ocupación de Irak. De repente, comienzan a caer sobre los platos cientos de cadáveres, desplomándose desde las páginas no escritas de la actualidad. La complicidad y la normalización de las atrocidades sufridas por miles de personas en aquel país supusieron un dolor añadido para las víctimas. El mundo parecía decirles que aquellas torturas, asesinatos, desapariciones y crímenes masivos estaban bien. Que lo que estaba mal era haberlo denunciado, haberlo contado, haberlo desvelado. Este mensaje, unido a aquella ocupación militar unilateral e ilegal, creó un contexto terrorífico que contribuyó a una mayor impunidad global, con discursos de odio normalizados en prime time.

De aquello salieron indemnes los máximos responsables y defensores de la ocupación ilegal de Irak. Mientras, Assange lleva años recluido y podría ser condenado a una pena de hasta 175 años de prisión en EEUU. Lo que le ha ocurrido ya ha contribuido a mermar las libertades en el mundo porque con las acusaciones contra él se lanzó un mensaje claro y cristalino: la divulgación de la verdad tiene límites definidos y represalias evidentes. En cuanto la buena imagen de un Estado poderoso se vea dañada, la verdad debe ser suspendida. Semejante concepto choca de pleno con la primera enmienda estadounidense, con la cultura democrática, y se ajusta más a los cánones que podríamos achacar a cualquier distopía en la que se aplaude el ejercicio periodístico siempre y cuando este sea sumiso ante el poder y contribuya a mejorar la imagen del Estado y sus gobernantes.

Frente a ese concepto de madre patria que nos mantiene en la ignorancia porque nos protege y nos guía, aumenta la desafección política en todo el planeta, según indican varios estudios. Ante ello la tarea del periodismo libre es, como siempre lo ha sido, luchar por divulgar información de calidad, cuestionando diariamente las “verdades” oficiales fabricadas en los despachos del poder.


viernes, 22 de abril de 2022

Ponencia: LA PENETRACIÓN DE LO CUIR (QUEER) EN LA ACADEMIA. Ponencia de Silvia Carrasco Pons

Las teorías queer ganaron terreno en las universidades españolas hasta hacerse hegemónicas durante los últimos diez años, por influencia directa del mundo académico anglosajón y, en particular, algunas autoras entre las que destaca Judith Butler. En paralelo, se han ido afianzando en los partidos de izquierda poscomunistas postulados posmodernos que han ido incidiendo en el abandono de la agenda feminista en sus propuestas políticas, al tiempo que se iban substituyendo por reivindicaciones transgeneristas. Estos movimientos han atravesado la docencia y la investigación en un numero cada vez mayor de disciplinas, incidiendo también en las propias unidades de igualdad y la administración universitaria. La ponencia expondrá este proceso y ejemplificará su intensificación en los últimos cinco años a partir de la experiencia personal de la autora.


jueves, 21 de abril de 2022

"CONTRAPEDAGOGÍAS DE LA CRUELDAD". Rita Segato


Llamamos "pedagogías de la crueldad" a todos los actos y practicas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas. Esto supone la captura de algo que fluía errante e imprevisible, como es la vida, para instalar en su lugar la inercia y esterilidad de la cosa mensurable, vendible, comprable y obsolescente, como conviene al consumo en la actual fase apocalíptica del capital. El ataque sexual y la explotación sexual de las mujeres, por ejemplo, son actos de rapiña y consumición del cuerpo que constituyen el lenguaje mas preciso con que la cosificación de la vida se expresa.

Desde AQUÍ puedes acceder a la última parte del libro 



miércoles, 20 de abril de 2022

"SOLEDAD". Elía Barceló, elDiario.es, 18/04/2022

Resulta curioso que luego nos extrañe habernos quedado solos, cuando hemos ido rompiendo los vínculos con la familia, o con amigos porque alguna que otra vez quieren algo de nosotros

El febrero pasado el gobierno de Japón decidió crear un Ministerio de la Soledad, ya que la cifra de suicidios había aumentado en 750 anuales. En 2020 fueron 21.000 las personas que se quitaron la vida, muchos de ellos jóvenes, y también muchas mujeres. Al parecer la principal causa de esos suicidios fue la soledad, obviamente la “soledad no deseada”, como se la llama ahora en un alarde de falta de imaginación.

El problema de la soledad, por desgracia, no es exclusivamente japonés. Ya en 2018 en el Reino Unido se creó una Secretaría de Estado de la Soledad, después de que las encuestas dejaran claro que cientos de miles de británicos pasaban hasta cuatro semanas sin hablar con nadie y esa soledad redundaba en depresiones y, en último término, suicidios.

En España tenemos la sensación de que la cosa no es tan grave, a pesar de los 3.941 suicidios que se registraron en 2020, porque en nuestra sociedad es normal pegar la hebra con unos y con otros en cuanto salimos de casa para desayunar en un bar o ver un partido de fútbol en compañía o mientras esperamos a que nos atiendan en un centro de salud. Sin embargo, aunque siempre resulta agradable cruzar un par de palabras con cualquier desconocido simpático, no soluciona el problema de no tener a quien contarle nuestras penas y preocupaciones, ni tener con quien compartir nuestros éxitos y alegrías.

También es muy doloroso levantarse y acostarse sin haber cogido a alguien de la mano, sin haber dado o recibido un beso, sin que nadie nos rasque ese punto en la espalda que tanto nos cuesta alcanzar, sin que nadie nos diga lo estupendo que nos ha salido el arroz, o nos lleve la contraria o nos regale una flor o nos tome un poco el pelo o nos diga que no hay que preocuparse, que todo se arreglará, y nos pase la mano por la mejilla y nos abrace.

¡Es tan importante que nos abracen! ¡Es tan importante tener a quien abrazar!

Cada vez hay más personas que viven solas, sobre todo mujeres, y, aunque en algunos casos es una soledad elegida, en la mayor parte de ellos se trata de una soledad impuesta por las circunstancias. Unas se han quedado viudas, otras se han separado de sus parejas porque la convivencia ya no era soportable, otras no han encontrado a nadie con quien pudieran imaginarse compartiendo su vida. Muchas de ellas han alcanzado una edad en la que ya hasta sus amigas de siempre han ido muriendo y su salud se ha deteriorado tanto que ya no pueden salir y relacionarse.

Suele decirse que los hombres sufren menos de soledad porque, en general, siempre encuentran a alguien con quien casarse, pero también hay hombres que están solos porque no quieren casarse con quien sea, simplemente para tener compañía, hombres sensibles e inteligentes, de todas las edades, que no ven a una mujer como alguien con quien meterse en la cama o una cocinera sin sueldo.

Mientras todas esas personas pueden aún valerse, al menos suelen tener un círculo de amistades con las que viajar, ir al cine, salir de paseo o tomar un café. Muchas tienen también hijos y nietos que van a verlas regularmente, las ayudan a resolver los problemas cotidianos y las mantienen al día del desarrollo del mundo. Pero en cuanto esas personas, tanto hombres como mujeres, llegan a una edad en la que ya no pueden hacer una vida social plena, o se retiran -más o menos voluntariamente- a una residencia de ancianos, la situación se vuelve trágica. Según las estadísticas, el 27% de los habitantes de este tipo de residencias, no reciben nunca la visita de un familiar o un amigo. Su contacto social se reduce a las personas que trabajan allí y que, por mucho empeño que pongan, no pueden sustituir a las relaciones emocionales que se tienen con hijos o amigos íntimos.

Sin embargo, la soledad no es únicamente un problema de viejos y ancianos. Tenemos una increíble cantidad de preadolescentes, adolescentes y jóvenes que se sienten solos hasta el punto de intentar suicidarse y algunas veces conseguirlo. Cada vez hay menos relaciones reales, cara a cara, y más relaciones virtuales. Además, muchas ni siquiera por videoconferencia, donde al menos una puede ver a su interlocutor, sino por escrito o por medio de avatares que representan a quien habla (o lucha, o interactúa del modo que sea), pero no nos permiten saber qué aspecto tiene en el mundo real.

La soledad nos está devorando y va a ser muy difícil conseguir ponerle coto porque, aunque decimos que nos gustaría estar acompañados, el desarrollo psico-social contemporáneo también nos ha entrenado a querernos y mimarnos tanto a nosotros mismos que todo lo que no sea hacer exactamente lo que nos apetece y cuando nos apetece nos parece una constricción insoportable. Mientras somos jóvenes y mandamos sobre nuestra vida y nuestras decisiones (es decir, ni menores de edad ni ancianos) no queremos plegarnos a otras voluntades, ni llegar a acuerdos con otras personas porque no queremos renunciar a nuestros propios deseos, porque nos han enseñado (en las últimas dos o tres décadas) a que nadie tiene por qué ceder en nada. Yo llevo tiempo leyendo la sección de consultorio de varias revistas de distintos países y los consejos siempre son “tú eres lo más importante”, “mímate”, “quiérete mucho”, “no tienes por qué ir a comer a casa de tus suegros los domingos si no te apetece; no es deber tuyo sino, en todo caso, de tu pareja”, “los hermanos lo son por casualidad; si no quieres relacionarte con ellos, tienes todo el derecho de no hacerlo”, “las vacaciones son para disfrutar. Si tu pareja quiere ir a un sitio y tú a otro, no hace falta que vayáis juntos. Luego tendréis mucho más que contaros si viajáis por separado.” Cosas así.

Resulta curioso que luego nos extrañe habernos quedado solos, cuando hemos ido rompiendo los vínculos con la familia, o con amigos porque alguna que otra vez quieren algo de nosotros; cuando hemos decidido voluntariamente no tener hijos porque “te destrozan la vida con sus exigencias de tiempo, dinero y energía” (no me refiero aquí a las personas que han tenido problemas de salud o que, por cuestiones económicas no pueden permitirse tenerlos, o por cuestiones éticas han decidido no hacerlo. De esto hablaré en otra ocasión), cuando, por miedo, no se sabe bien a qué, no hemos aceptado comprometernos con alguien para lo bueno y para lo malo. Sé que suena reduccionista, que hay muchos más casos, y causas y orígenes para esta terrible soledad que se va extendiendo por nuestras sociedades modernas y que hace que aumente el riesgo de enfermedades cardiovasculares casi en un 30% y que se doble el riesgo de contraer Alzheimer. Estas líneas no tienen más pretensión que encender una pequeña linterna y dirigirla hacia un problema que afecta a muchos de nosotros y que cada vez afecta a más.

No puedo dar soluciones, por desgracia, pero sí quiero sugerir que seamos más amables unos con otros, que estemos más dispuestos a transigir, que no nos olvidemos de que los niños y los jóvenes necesitan contacto humano, no solo virtual, igual que los mayores; que los ancianos necesitan también que los abracen y tener alguien a quien contarle sus angustias, que las personas que viven solas, por muy bien que estén, pueden llegar a sentir que la soledad es una losa que los aplasta cada vez que se van solas a la cama y se levantan solas y desayunan solas. Me atrevo a sugerir que nos abracemos más, que nos toquemos más (y no hablo de sexo), que charlemos más con conocidos y desconocidos, que volvamos a relacionarnos con personas de varias generaciones, no solo de la nuestra. Así es como en el pasado conseguimos progresar y desarrollarnos como sociedades, hasta el momento presente en el que, cuando hay una familia de cuatro en una mesa, cada uno está concentrado en su móvil, envidiando lo que ve a través de la pantalla, sin valorar lo que podría tener allí mismo, al alcance de la mano.

martes, 19 de abril de 2022

Una crítica potente y electrizante del movimiento feminista actual que anuncia una nueva voz del feminismo negro. El movimiento feminista actual tiene un punto ciego evidente y, paradójicamente, son las mujeres. Las feministas de la corriente principal rara vez hablan de la satisfacción de las necesidades básicas como una cuestión feminista, sostiene Mikki Kendall, pero la inseguridad alimentaria, el acceso a una educación de calidad, los barrios seguros, un salario digno y la atención médica son cuestiones feministas. Sin embargo, a menudo la atención no se centra en la supervivencia básica de la mayoría sino en el aumento de los privilegios de unos pocos. El hecho de que las feministas se nieguen a dar prioridad a estas cuestiones no ha hecho más que exacerbar el viejo problema tanto de las discordias internas como de las mujeres que se niegan a llamarse como tal. Además, las feministas blancas prominentes sufren en general de su propia miopía con respecto a cómo cosas como la raza, la clase, la orientación sexual y la capacidad se cruzan con el género. ¿Cómo podemos ser solidarias como movimiento, se pregunta Kendall, cuando existe la clara posibilidad de que algunas mujeres estén oprimiendo a otras? En su mordaz colección de ensayos, Mikki Kendall apunta a la legitimidad del movimiento feminista moderno argumentando que ha fracasado crónicamente a la hora de abordar las necesidades de todas las mujeres excepto unas pocas. Basándose en sus propias experiencias con el hambre, la violencia y la hipersexualización, junto con comentarios incisivos sobre la política, la cultura pop, el estigma de la salud mental, y mucho más, ‘Feminismo de barrio’ ofrece una acusación irrefutable de un movimiento en proceso de cambio. Un debut inolvidable, Kendall ha escrito una feroz llamada de atención a todas las aspirantes a feministas para que hagan realidad el verdadero mandato del movimiento con palabras y con hechos.


sábado, 16 de abril de 2022

EL 1% MÁS RICO DEL PLANETA LANZA MÁS CO2 QUE EL 50% MÁS. POBRE. Artículo de Daniel Sánchez Caballero publicado en elDiario.es eñ 5.11.2021

Oxfam Intermón denuncia las grandes diferencias en las emisiones de carbono entre la población según su renta; calcula que los más ricos tendrían que reducir su consumo un 97% y propone subir impuestos al lujo en forma de yates o aviones privados, o incluso prohibirlo

Las cifras cuentan la historia con claridad. De muchas maneras según la métrica elegida, pero la conclusión es siempre la misma: las personas más ricas del planeta –en emisión per cápita– cada vez liberan más CO2 en comparación con las más pobres, muy por encima de lo que les correspondería para no sobrepasar el aumento de temperatura acordado en París para el año 2100. La emisión de gases de efecto invernadero también entiende de desigualdad.

El 1% de los ciudadanos más ricos era responsable del 15% del total de emisiones de gases de efecto invernadero en el año 2015, porcentaje que subirá hasta el 16% en 2030, según un informe de Oxfam Intermón realizado a partir de investigaciones del Institute for European Environmental Policy (IEEP) y el Stockholm Environment Institute (SEI). Si se sube el tamaño del grupo poblacional de los más ricos, la cantidad de C02 que emiten sigue estando sobredimensionada: el 10% más acaudalado de la población mundial emite casi la mitad de todos los gases de efecto invernadero (un 48% del total de gases, que será el 49% en 2030). Enfrente, al 50% más pobre del planeta le correspondían en 2015 el 7% de las emisiones, que serán un 9% dentro de nueve años.

"La extrema diferencia entre la huella de carbono esperada [en 2030] de una minoría de la población mundial y el nivel global medio necesario para cumplir el acuerdo de París no es sostenible", concluye el informe. "Mantener estos altos niveles de emisiones entre los ciudadanos más ricos implicará mayores recortes en las emisiones para el resto de la población o aboca al calentamiento global a superar el grado y medio sobre los niveles preindustriales. No hay otra alternativa", añade.


EL FORGES. LA LOCURA DE PENSAR

 


viernes, 15 de abril de 2022

La guerra contra la memoria: demandas contra investigadores e impunidad para crímenes franquistas. Por Olga Rodríguez (elDiario.es)

 

Rostros de personas fusiladas o desaparecidas por el franquismo.

La demanda contra el historiador Fernando Mikelarena es la última de una serie de denuncias que buscan paralizar investigaciones sobre la represión franquista. Historiadores y memorialistas temen una judicialización de la investigación histórica como la que se está produciendo en Polonia

¿Cómo puede afectar a un historiador una demanda por publicar datos documentados? ¿Y a un familiar de una víctima del franquismo que haya investigado, recogido indicios y publicado testimonios de testigos? La demanda presentada contra el historiador Fernando Mikelarena, de la que informó esta semana elDiario.es, ha causado revuelo en círculos de historiadores, memorialistas y familiares de víctimas del franquismo.

En ella Arturo del Burgo, hijo del exdiputado de UPN-PP Jaime Ignacio del Burgo, denuncia a Mikelarena por publicar que su abuelo Jaime del Burgo era jefe de requetés cuando se produjo la saca de Tafalla, la mayor matanza de republicanos en Navarra. Dicha información fue extraída por Mikelarena de varios documentos, entre ellos el diario Pensamiento Navarro.

"Es evidente que este tipo de hechos pueden suponer una pesadilla para el demandado", señala el historiador Francisco Espinosa, autor del libro Callar al mensajero, publicado en 2009, donde recoge una docena de casos de personas que han sido demandadas desde el año 1980. "Algunos fueron terribles, los denunciados lo pasaron muy mal".

"Es lógico que ante este tipo de denuncias la gente opte por no incluir todos los nombres que la documentación ofrece, o por expresar un cuidado especial, conduciendo a cierta autocensura", explica Espinosa. "Aunque la demanda quede en nada, los años de pesadilla hasta que se archive el caso están ahí", añade. CONTINUAR LEYENDO

jueves, 14 de abril de 2022

Soy siniestra. Por Irene Vallejo (EL PAÍS Semanal -14 FEB 2021).

Lo habitual se convierte en deseable, luego en preceptivo y finalmente en obligatorio. Lo que no es normal está mal

De niña te preguntabas por qué tu cuerpo tropezaba con los objetos, mientras los demás encajaban con misteriosa fluidez en el laberinto de las cosas y los espacios. Los anillos de las tijeras se hincaban en tus dedos como una mordedura, y las cuchillas no te dejaban ver el rumbo del corte. Luchabas contra la rebeldía del sacapuntas, que era dócil con el resto de compañeros. En la mesa dabas codazos por usar el lado equivocado y tus amigos se apartaban ampliando el espacio que acordonaba tu torpeza. En el corcho de la clase infantil, cuando se desplegaba un museo de láminas, el único dibujo emborronado era siempre el tuyo. Todo se empeñaba en recordarte que algo en ti no funcionaba bien.

Así se sentirían ya los legionarios romanos zurdos, a quienes adiestraban en la lucha con la mano derecha, obligándolos a mantener la otra rígida en el costado. En las antiguas cazas de brujas, el mero hecho de usar la mano izquierda se interpretaba como signo diabólico. En época ilustrada arraigaron en la escuela métodos brutales que incluían golpes y ataduras para castigar a quienes no escribían con la derecha: sombras en el siglo de las luces. Hace menos de 200 años, el padre de la criminología, Cesare Lombroso, afirmó que los criminales acostumbran a ser feos, orejudos, simiescos y zurdos. Estos potenciales delincuentes —el 10% de la humanidad— siguieron siendo marginados hasta bien entrado el siglo pasado. En el franquismo se les consideró rebeldes o incluso precoces comunistas, mientras que a su vez los países comunistas también los contrariaban. Al igual que en todo prejuicio, hay varios saltos lógicos sin red: lo habitual se convierte en deseable, luego en preceptivo y finalmente en obligatorio. Y así tropezamos con la eterna aversión al diferente: lo que no es normal está mal.

Tal vez no sea una casualidad que el zurdo Charles Chaplin crease un personaje marginal, desgarbado, propenso a romper con lo establecido y desatar el caos. Una respuesta humorística a todo un historial de estereotipos. En su otoñal Candilejas, firma una secuencia inolvidable junto a Buster Keaton, ambos envejecidos y frágiles. De Keaton, el gran cómico de rostro impasible, se cuenta que una cláusula de su contrato le prohibía reír en público, y que esta violencia psíquica desencadenó un ataque de locura y su ingreso en una clínica. Alcohólico y enfermo, se reunió con Chaplin para un gag conmovedor: dos músicos torpes y desnortados intentan con todas sus fuerzas salvar del naufragio un concierto catastrófico. Chaplin toca el violín con la mano izquierda, sujetando el mástil y pisando las cuerdas con el gesto forzado, torcido, tenso y casi imposible que todo zurdo reconoce al instante. La escena es a la vez divertida y triste, y expresa la extraña vulnerabilidad de quien no consigue hacer nada a derechas. 

En la antigüedad existió la escritura en bustrofedón, que alternaba la orientación de las palabras de un renglón a otro, como el buey —bous— que ara el campo en un sentido y regresa en el contrario, dando un giro —­strophé—. Esta excepción igualitaria no prosperó y la caligrafía occidental se convirtió en una tortura para zurdos. Aún hoy el lenguaje revela los arcaicos prejuicios sobre la lateralidad. En inglés, to be right es tener razón; en español, “destreza” es sinónimo de habilidad; el derecho y los derechos aluden a las leyes y la justicia; en cambio, en latín sinister quería decir “izquierdo”, pero hoy se asocia a lo temible y a la siniestralidad. Los bienaventurados desfilan a la derecha del padre, la misma mano que debe usarse para jurar, bendecir y santiguarse. Por el contrario, levantarse con el pie izquierdo es siempre un mal presagio. El diccionario etimológico de Corominas aclara que los vocablos que significan zurdo en los distintos idiomas suelen partir de la idea de “grosero” y “torpe”, por la ineptitud que se les atribuye. Tras milenios de sospechas, ya es hora de asociar una simbología más amable a la zurdera: este mundo, diseñado para los diestros, podría ser un lugar mejor si todos actuásemos con mano izquierda.

miércoles, 13 de abril de 2022

"'SOLA, BORRACHA, QUIERO LLEGAR A CASA" O CÓMO EL ALCOHOL SE UTLIZA PARA ABUSAR SEXUALMENTE DE LAS MUJERES (Y NOS PARECE NORMAL). Por Ana Requena Aguilar en elDiario.es

Las palabras del streamer El Xokas ejemplifican qué es la cultura de la violación: “El conjunto de pensamientos, creencias y actitudes que fomentan y justifican la violencia sexual masculina contra las mujeres”

'Sola, borracha, quiero llegar a casa'. El lema fue uno de los más repetidos por las miles de mujeres que acudieron a las manifestaciones de apoyo a la superviviente de la violación múltiple de 'la manada' y puede escucharse en cualquier 8M. La premisa es esta: las mujeres queremos llegar sanas y salvas a nuestras casas, sin que ningún hombre se crea con el derecho de increparnos, seguirnos, agredirnos, tocarnos. Tampoco si hay alcohol de por medio. Llegar sola y borracha a casa es el grito contra esa idea tan asumida de que emborrachar a una mujer o aprovechar que está borracha para abordarla sexualmente es una estrategia legítima.

Es justo la idea que el streamer El Xokas, seguido por cerca de un millón de personas, soltó sin complejos en una de sus últimas retransmisiones en directo. El Xokas contaba cómo, cuando salían, sus amigos se mantenían sobrios y se acercaban a chicas bebidas para ligar y “llevarse a pibas que estaban colocadas”. “Una tía que generalmente te vería como un cuatro te ve como un siete porque está colocada. Entonces es mucho más fácil. Tú encima estás sereno, mides perfectamente tus palabras... ¡Chupado! (...) Él bebía unos zumitos y a tomar por el culo. Salía con nosotros y se iba con una piba siempre. Un crack, un fuera de serie, la verdad. A río revuelto, ganancia de pescadores. Cada uno que utilice la técnica que le salga de los cojones, me parece de puta madre”, decía a modo de chascarrillo en unas declaraciones que se volvieron virales este martes.

“Es esa idea de salir a cazar”, resume Mariti Pereira, portavoz de la Federación de Asociaciones de Asistencia a Víctimas de Violencia Sexual y de Género (Famuvi). Una idea de caza en la que el estereotipo marca a los hombres como depredadores insaciables dispuestos a utilizar cualquier táctica y a las mujeres como objetos que deben tener cuidado. “La mujer se concibe como un mero objeto que se manipula como se quiere y si está bebida pues mejor porque es más fácil manipularla. Es una estrategia muy asumida desde hace muchísimo tiempo”, continúa.

La anécdota de El Xokas, las estrategias de sus amigos y la aprobación del resto, y lo extendido de ese 'invitar a copas' para intentar conseguir sexo o aprovecharse de que una mujer va borracha o drogada son parte de la llamada cultura de la violación. “Este caso ejemplifica muy bien el entramado de esta cultura de la violación. Es un conjunto de pensamientos, creencias y actitudes que fomentan y justifican la violencia sexual masculina contra las mujeres”, explica la experta en violencia sexual Bárbara Tardón. Si esta cultura se mantiene y perpetúa es precisamente porque, como en este caso, muchos de estos comportamientos están normalizados y pasan incluso desapercibidos.

La objetivación de los cuerpos de las mujeres, usar un lenguaje misógino, la ridiculización de la violencia y su gravedad o la erotización de la propia agresión son factores que sostienen esta cultura de la violación y que también están presentes en esta ocasión. “Y un elemento central y que aparece en este caso es la denostación y la falta de empatía hacia las mujeres. Yo hablo de una deshumanización de las mujeres entendidas como objetos de uso para satisfacer el poder y el placer sexual”, añade Tardón.

Culpa

La experiencia de expertas y asociaciones permite saber que, además, cuando una mujer ha sufrido algún abuso o agresión y ella había bebido o se había drogado voluntariamente, aparece la culpa con aún más fuerza. “La culpa aumenta, lo veo desde mi trabajo cotidiano con víctimas. Mucha gente todavía va a cuestionar que si estaba bebida quizá se merecía lo que le pasó, está la carga de culpa porque se sigue sosteniendo esa idea de que nosotras hemos favorecido esa situación”, dice Mariti Pereira. Hasta tal punto llega la culpa que en la mayor parte de ocasiones las mujeres no ponen denuncias, asegura, porque se consideran responsables de lo que les ha sucedido “y acaban encerrándose en casa entre cuatro paredes”.

“El alcohol ha sido siempre la excusa perfecta para la impunidad de los agresores y para responsabilizar a las mujeres de la agresión sexual”, explica la experta Bárbara Tardón. Y recuerda: “El responsable nunca es el alcohol sino, siempre, el agresor que decide cometer ese hecho”.

martes, 5 de abril de 2022

"LA MERITOCRACIA Y OTROS MECANISMOS PSICOLÓGICOS QUE SIRVEN DE EXCUSA CONTRA LOS IMPUESTOS. Por Javier Salas

El cerebro humano está diseñado para favorecer la redistribución, pero la desigualdad genera prejuicios que ayudan a justificar actitudes más egoístas


Imagine el lector una partida de Monopoly amañada. Antes de empezar a jugar, se echa una moneda al aire que determina si usted será un jugador normal o un jugador privilegiado, que recibe el doble de dinero y tira dos veces el dado cada turno. Al final de la partida, sus ganancias se acumulan, y le preguntan cómo lo ha conseguido, ¿se acordará de la moneda que determinó su fortuna? Este experimento se realizó hace unos años en la Universidad de California y el resultado es revelador: ninguno de los ganadores mencionó su notable ventaja inicial, sino que lo atribuyeron a su estrategia, a las decisiones que tomaron, a los lances del juego que supieron gestionar.

En las últimas semanas, en España se ha debatido mucho sobre el pago de impuestos tras la marcha de algunos youtubers (jóvenes que ganan dinero con vídeos en plataformas de internet). En su discurso y el de quienes los defienden se deslizaba la idea de que es natural querer quedarse la mayor cantidad de dinero posible, pero esto no es cierto. Muchos estudios recientes —como este de Nature y este de Science— señalan una y otra vez que el cerebro humano está cableado para preferir, y disfrutar con, la redistribución de nuestra propia riqueza para corregir desigualdades. Cuando la vida te sonríe, es fácil fijarse en los méritos y olvidar las ventajas que se disfrutan frente a quienes pierden. “Esto ayuda a explicar cómo la desigualdad económica ha podido crecer tanto”, explica Jonathan Mijs, de la Universidad de Harvard: “Cuando las personas entienden el éxito y el fracaso en términos meritocráticos, son el resultado merecido de un proceso justo y equitativo”.

Al contrario de lo que pudiera parecer, el pago de impuestos le resulta hoy más razonable que nunca a la ciudadanía española. Cuando el CIS preguntaba a los españoles en 1990 su opinión sobre los impuestos, el 27,5% opinaba que era algo que el Estado les obligaba a pagar, mientras un 51% dijo: “Son necesarios para que el Estado pueda prestar servicios”. En 2020, los que ven los impuestos como una obligación son solo el 18,7% y los que opinan que son necesarios han aumentado hasta el 63,6%, el máximo en décadas. Lo que ha ocurrido en los últimos meses (como publicó Luis Miller, sociólogo del CSIC) es que por primera vez se ha polarizado el debate sobre los impuestos. España siempre había disfrutado de cierto consenso, pero ahora el 43% de los votantes de Vox los ve esencialmente como una obligación, frente al 6,6% de Unidas Podemos. Solo el partido de ultraderecha ha respaldado a los nuevos andorranos.

Eso sí, hay determinadas condiciones en las que nos cuesta más pagar: cuanto más tenemos. “La evidencia empírica es relativamente clara: casi todos los estudios muestran que los ricos (en promedio) cumplen menos con los impuestos que los ciudadanos de clase media”, explica una revisión reciente sobre este fenómeno. Cuando los investigadores estudian la percepción sobre la redistribución, observan que a medida que la gente percibe que sube por la escalera social, los impuestos le generan más recelos. En uno de estos estudios, los participantes de alto estatus pensaban que quienes creen en una mayor redistribución están más sesgados por su propio interés (muy por encima del prejuicio que les atribuían a ellos los demás); los que se mueven por conveniencia son los pobres. En otro estudio, publicado hace unos meses, se destapó un mecanismo curioso: cuando se le muestran pruebas de sus privilegios a personas con ventajas sociales, tienden a responder a la defensiva, alegan las dificultades personales que han vivido y enfatizan sus propios esfuerzos. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 3 de abril de 2022

"ABSENTISMO EXTREMO, UNA OPORTUNIDAD PARA REVISAR EL SISTEMA EDUCATIVO. Igor Ibarrondo. Centro educativo Bolueta

En este artículo vamos a exponer los datos de absentismo en nuestro Centro (Centro Educativo Bolueta de Educación Complementaria https://boluetaikastegia.hezkuntza.net/es/inicio1), en el que 90 alumnos y alumnas de Bizkaia cursan el primer ciclo de la ESO, el algún caso hasta 3º. Junto con estos datos iremos exponiendo una pequeña revisión bibliográfica en torno al absentismo escolar. Ya puedo adelantar, que son unos datos alarmantes, nos preocupan y nos hacen reflexionar, y aunque sabemos que no son unos datos generalizables a todo el Sistema Educativo Vasco, sí nos pueden hacer pensar y anticiparnos a situaciones que puedan crecer y cronificarse.

El Centro Educativo Bolueta de Educación complementaria, es una de las medidas de atención a la diversidad dispuestas por el Departamento de Educación, de alguna forma podríamos decir más, que estos programas son “la medida de las medidas” ya que por su carácter excepcional que se activa “una vez agotadas todas las vías ordinarias y extraordinarias de respuesta a las necesidades educativas de determinados alumnos”.

Estos programas suelen estar un poco ocultos en el Sistema Educativa, se encuentra más en los “elementos susceptibles de mejora” que experiencias exitosas de la política de Inclusión del País Vasco. Por tanto, son programas poco evaluados y con poco seguimiento de los resultados, tal y como se constata en la investigación realizada al respecto; “es difícil ofrecer datos sobre esta realidad de complementaria ya que la falta de datos claros y públicos sobre el PEC y la inexistencia de referencias previas en relación al éxito del mismo, hacen que sea difícil una valoración objetiva. No hemos encontrado y, hasta donde sabemos, no existe, un compromiso claro por parte de la administración por el seguimiento de este Programa y de su alumnado, a pesar del coste económico que supone.”

Los datos del alumnado de los PEC, como por ejemplo el que nos ocupa en este escrito, el absentismo, son de difícil visualización, ya que se encuentran diluidos en los datos del Centro de Secundaria al que el alumnado realmente pertenece, “la doble pertenencia del alumnado (centro ordinario y centro PEC) implica necesariamente una actividad de coordinación que, según nos dicen, está mejorando pero que tras más de una década de la implantación de este programa, mantiene todavía ciertas inconsistencias.” Sin embargo, nos parece interesante poder contemplar los datos como Centro, ya que estas dinámicas se explican junto con los compañeros y compañeras con los que desarrolla su escolaridad.

Podríamos añadir que entre los Programas de Escolarización Complementaria, nuestro Centro también tiene un carácter excepcional, ya que la mayoría de las entidades “organiza un grupo de Educación Complementaria, excepto una de ellos donde hay 3 grupos, por la mayor demanda del alumnado”, esta cita habría que matizarla diciendo que son 6 grupos los del Centro Educativo Bolueta, ya que se suman los 3 dependientes del Consorcio de Educación Compensatoria. Así pues cada año tenemos 90 alumnos realizando estos programas en Bolueta, normalmente dos terceras partes de 15 años y una de 14. Esta singularidad, el único centro sólamente dedicado a programas complementarios y en el que se concentran 6 grupos de estas características, nos permite contemplar realidades extremas dentro de sistema educativo que puede merecer la pena estudiar y sacar conclusiones.

Los datos que vamos recogiendo en este Centro no son representativos del Sistema Educativo, pero sí pueden tener un interés y merece la pena observarlos con tranquilidad, pues nos permite contemplar desde una atalaya descubriendo tendencias y problemáticas que de otra manera se podrían pasar por alto. Sin embargo hay puntos de vista que nos dicen que un sistema de bienestar se evalúa en cómo se atiende a quien más lo necesita. De la misma manera en educación Linda Darling-Harmmond nos propone un desafío a la renovación pedagógica; si durante el siglo XX existió un reto importante que consistía en proporcionar una escolarización mínima y una socialización básica a los ciudadanos que no tenían acceso a la educación, el siglo XXI debería hacer frente a otro reto distinto que pasa por garantizar desde la escuela “a todos los estudiantes y en todas las comunidades el derecho genuino a aprender”.

Así pues los datos generales e indicadores de calidad del Sistema Educativo Vasco son bastante positivos, sobre todo en comparación con el resto del estado e incluso con el resto de países de la OCDE. Sin embargo, hay bastante acuerdo en torno a que un gran problema es la segregación. La Segregación escolar trae en consecuencia que en determinados Centros se acumulen los indicadores negativos del Sistema Educativo, generando una espiral difícil de superar, tal y como nos advierten ESADE junto con Save the Children; “la literatura económica y sociológica es clara al respecto; una segregación excesiva puede tener consecuencias muy negativas sobre el alumnado en términos de aprendizaje, probabilidad de titulación, comportamiento cívico e ingresos en la vida adulta”. CONTINUAR LEYENDO

"EL PODER DE LA MENTIRA". Por Ignacio Escolar, elDiario.es, 30/04/22

La mentira industrial, la que hoy calificamos como ‘propaganda’, nace con las grandes guerras del siglo XX. Hoy esas mentiras nos parecen toscas, pero carecemos de los anticuerpos culturales contra la nueva manipulación digital

Contra el tópico, es falso que seamos “el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. Todo lo bueno y lo malo que somos se explica porque el humano es el único animal que transmite sus conocimientos de una generación a la siguiente. Si tropezamos dos veces es porque la piedra no es exactamente igual que la anterior. Porque cambia de aspecto o de lugar.

Hubo un tiempo, antes de la Segunda Guerra Mundial, en que la palabra ‘propaganda’ no estuvo cargada de las connotaciones negativas que tiene hoy. No es que antes no existieran las mentiras. Ni que no se hubieran utilizado para manipular a un pueblo con el engaño más atroz: que merece la pena matar o morir por una clase dominante que siempre se queda en la retaguardia. Pero la mentira industrial, la que hoy calificamos despectivamente como propaganda, nace con las grandes guerras. Igual que las dos grandes guerras, en su cruda y sangrienta brutalidad, son también hijas de la revolución industrial.

La industria lo cambió todo. La forma de matar, simbolizada en esas cargas de caballería contra un nido de ametralladoras y, más tarde, en el horror de esos bombardeos masivos que empezaron en Gernika y arrasaron después Londres, Dresde o Hiroshima. Y también cambió la forma de mentir: con la tecnología de las ondas y la electricidad. Sin ella, sin la propaganda masiva del cine y la radio, no se entienden las guerras del siglo XX. Sin conocer esa historia, la de los cambios tecnológicos, tampoco se entienden las mentiras de hoy.

¿Cómo explicar que un pueblo culto y avanzado, como lo era hace un siglo el alemán, cayera en las mentiras de la propaganda nazi? ¿Cómo fueron engañados con manipulaciones tan burdas como ese famoso cartel de los judíos retratados como ratas? Hoy vemos esas mentiras y nos parecen toscas, un truco donde se ve la trampa y el cartón. Usamos la palabra ‘propaganda’ como sinónimo de una manipulación simple y sencilla de diagnosticar. Pero aquellas sociedades de hace un siglo fueron las primeras en enfrentarse a la propaganda industrial sin contar con los anticuerpos que tenemos hoy. Por eso fue tan eficaz.

Nuestra generación, ante la revolución digital, es como aquella que empezó a fumar sin saber que el tabaco producía cáncer. O como las primeras víctimas de la propaganda industrial, un siglo atrás. Tropezamos con una piedra diferente, distinta a la anterior. Porque no tenemos anticuerpos culturales contra la nueva manipulación digital. No tenemos los conocimientos previos, ni la experiencia. Tampoco sabemos cuáles serán las últimas consecuencias del modo en que se multiplican y prosperan las mentiras de hoy.

Pensábamos que la democratización de la Red sería la mejor vacuna contra la propaganda y la desinformación. No ha sido así, a pesar de las buenas noticias que también nos ha traído Internet. Porque toda tecnología, en manos del ser humano, siempre sirve para lo mejor y lo peor.

Las causas de estos embustes son las mismas, eso no cambió. Toda pirámide social se sustenta sobre los cimientos de la información: de verdades, mentiras y valores compartidos. Y quien controla la información, controla la sociedad. La propaganda siempre fue una herramienta de poder, normalmente al servicio del poder o de quien busca conseguirlo. La mentira de masas es la primera palanca para la dominación, que es lo contrario al ideal democrático.

Es eso, la democracia, lo que hoy está en cuestión.

"NECESITAMOS UN ÉXODO DEL SIONISMO". Naomi Klein (elDiario.es 3 MAY 2024)

Judíos y simpatizantes celebran un Séder de Pascua para protestar contra la guerra en Gaza, el pasado 23 de abril, en el distrito de Brookl...