martes, 28 de diciembre de 2021

"DIVERSIDAD, FRAGMENTACIÓN Y CONVIVENCIA". Por Luis García Montero en infoLibre.es el 25.12.2021

Ayer bajé a hacer la compra para la humilde cena navideña. Este año somos muy pocos. Por eso fui muy sensible a la conversación de dos mendigos en la puerta del supermercado. Uno le preguntó al otro si tenía miedo de que lo echaran de la tienda. La respuesta me dio que pensar: “no, no tengo miedo, a mí me han echado ya hasta de fuera”. Podemos sentirnos expulsados hasta del exterior cuando los interiores no son habitables.

Pensar un tiempo de prisas e incertidumbres significa buscar alianzas con la lentitud de las paradojas. En esa lentitud aprendemos a descubrir lo malo que hay en lo que nos gusta y lo bueno que se esboza en aquello que negamos.

Si afirmamos que los deseos individuales no pueden confundirse con derechos, es justo defender que cualquier derecho, por minoritario que sea, debe sentirse defendido por la comunidad. Es el mejor camino para mantener la ilusión de sentarnos juntos a la mesa o alrededor del fuego. Conseguir que la diversidad sea un enriquecimiento de la convivencia evita una dinámica de fragmentación. Los mejores amaneceres son los que vienen después de una buena noche.

El piano, los violines, los violonchelos, las trompetas, las flautas, los oboes, los tambores y las voces habitan la armonía de una orquesta. La sociedad del ruido, alimentada casi siempre por la crispación de la desigualdad, se hace inseparable de las dinámicas que invitan a la fragmentación de los espacios comunes. Es una herida infectada a largo plazo. Aunque la mercantilización del tiempo nos propone vivir en instantes de usar y tirar, las consecuencias de esta prisa van más allá de la reacción corta. Con la prisa se escriben también los relatos del corto, el medio y el largo plazo.

¿Es posible equilibrar la pluralidad con un contrato social que articule la navegación en común? Es una de las preguntas que deben encontrar respuesta para que las diferentes identidades no se cierren al diálogo en este caos de neoliberalismo que ha definido la libertad como la ley del más fuerte. La verdadera reivindicación de los derechos de cada uno sólo se asegura en la comprensión de los derechos del otro.

La reivindicación feminista fue una primera llamada de atención en la conquista democrática de la convivencia. Carolina Coronado escribió en 1846 el poema La Libertad, recordándole a los hombres liberales de su tiempo que poco servían para una mujer las apuestas por el progreso si no contaban con ella: “yo, por los hombres me alegro, / mas por nosotras, las hembras, / ni lo aplaudo ni lo siento, / pues aunque leyes se muden, / para nosotras no hay fueros”. El poema de Carolina Coronado recogía la pregunta que Olympe de Gougues lanzó a los revolucionarios franceses en 1791: “Hombre, ¿eres capaz de ser justo?, una mujer te lo pregunta”.

Las discriminaciones alimentan una división, una ruptura de cristales, un río revuelto en el que hacen buena cosecha las formas de dominación y los prejuicios. Las reacciones defensivas también llenan el bosque de setas venenosas. Se abandona el deseo de una sociedad justa por la afirmación de la propia identidad cerrada, es decir, se desean formas de reconocimiento, y se corre incluso el peligro de confundir ese reconocimiento de lo propio con la justicia. Y no siempre las víctimas reivindican su dignidad de manera justa.

Enrique Ojeda Vila ha analizado las dificultades de todas estás dinámicas en el libro Sudáfrica y el camino a la libertad. Del Apartheid a la Democracia (Catarata, 2021). Samir Naïr advierte en su prólogo una de las perspectivas fundamentales para salvar situaciones conflictivas después de tantos años de abusos e injusticias: “La cuestión esencial, por lo tanto, no estribaba meramente en imponer la ley de la mayoría negra. El destino de ese viaje era más complejo, mucho más difícil de alcanzar: crear una democracia inclusiva, que debía embarcar a toda la ciudadanía del país, blanca y negra”.

Los enemigos de la democracia inclusiva diseñan estrategias basadas en la ofensa porque saben que los odios se retroalimentan. Del mismo modo, la necesidad de reconocimiento disuelve la meditación en mecanismos de publicidad y formas de autobombo. Estrategias de ofensa y dinámicas de publicidad son campo abonado para el rencor, el engaño, las artimañas del trepa y la fragmentación, ya sea en el debate político de una articulación territorial, ya sea en la pulsión de las vanidades personales, sobre todo cuando una voz se siente defraudada de sí misma.

Por eso conviene vivir en la lentitud. Si uno va despacio, aprende poco a poco aquello que resulta inconveniente para la esperanza. Cuando se quiere consolidar el respeto a la diversidad, es necesario pensar más en la convivencia que en la fragmentación.

"RELIGIÓN, NACIÓN Y VIEJA DERECHA NUEVA". Por Jorge Urdánoz Ganuza en elDiario .es de 27.12.2021.

La izquierda y el cristianismo han compartido siempre ciertos valores, cierta comprensión del ser humano que los separa radicalmente del acercamiento que abraza la concepción moral que subyace en la mirada, puramente economicista, del denominado "neoliberalismo"


La reciente visita de Yolanda Díaz –Vicepresidenta del Gobierno y miembro del Partido Comunista de España– al Papa Francisco merecía seguramente un debate de mayor calado que el que se suscitó en nuestro solar patrio, si es que de "debate" puede tildarse la polvareda de insultos y vilipendios que el suceso vino, al menos entre alguna derecha, a levantar.

La izquierda y el cristianismo han compartido siempre ciertos valores, cierta comprensión del ser humano que los separa radicalmente del acercamiento que abraza la concepción moral que subyace en la mirada, puramente economicista, del denominado "neoliberalismo" (tengo mis precauciones contra esa etiqueta, que hace de la libertad patrimonio solo de unos, pero no entraré en eso aquí). El mandato evangélico que reza aquello de "el que tiene dos túnicas, comparta con el que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo" y el concepto, propio de la tradición de la izquierda, denominado "progresividad fiscal" comparten un mismo sustrato ético, un entendimiento de la sociedad como conjunto de obligaciones entrelazadas y no como mero agregado de átomos aislados.

Algo similar ocurre con el hermosísimo mandato de Mateo 25 - "tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme" - y la preocupación por los inmigrantes, que siempre ha estado más del lado de la izquierda que del de la derecha. Hay, por descontado, diferencias entre ambos acercamientos. La izquierda siempre ha entendido que la caridad cristiana era profundamente insuficiente, y que había que trasladarla al corazón de lo público, institucionalizarla. Pero, más allá de eso, la raíz, el impulso, el latido que palpita tanto en un ámbito como en el otro es idéntico. Y es esa raíz, ese impulso o ese latido el que el así llamado "neoliberalismo" rechaza. Para esa mirada la suerte de los demás no es algo públicamente relevante, sino tan ajena a la responsabilidad de cada cual como los fenómenos atmosféricos. Si el otro pasa hambre o carece de túnica o ha sido expulsado al Mediterráneo en una patera, no es problema nuestro. O, mejor, no es un problema político: dependerá de la moral personal de cada uno.

Aquí cruza otra divisoria, la nación. El gran mérito de los nuevos gurús del movimiento internacional de derecha radical ha consistido sobre todo en lograr imbricar –de modo casi diría que contra natura– entidades que en su misma esencia repelen el individualismo, el atomismo metodológico y la concepción del ser humano como mera máquina de calcular beneficios, como son por esencia la religión y la nación, con una doctrina económica que concibe al otro como mero competidor frente al que el único espacio compartido es precisamente el de la competencia, esto es, el mercado.

Para lograr esa imbricación han de proceder a un vaciamiento previo, a un entendimiento determinado de la nación y de la religión (y de muchas otras categorías, por descontado). La nación se define como identidad frente a los de fuera, como mera frontera. No como solar común en el que deliberar entre todos sobre cómo articular la vida pública –un enfoque eminentemente político, en el que lo primero que se ha de abordar son las diferencias entre unos y otros, las de nacimiento, oportunidades y riqueza, en primer lugar, y todas las otras (sexualidad, pertenencia, memoria, etc.), en segundo– sino como mera pertenencia, en un enfoque meramente identitario de los de dentro contra los de fuera que anula toda otra dimensión y que condena a la categoría de traidor –o de mal "mal español", por decirlo con la expresión exacta– a quien no se someta al mismo.

Lo mismo hacen con la religión. Aquí uno de los ideólogos de esta nueva pero antiquísima derecha extirpa (a capricho, todo hay que decirlo: menudo ejemplo de cherry picking) al cristianismo de toda entraña moral: ser cristiano no es obrar bien, no es ser buena persona, no es seguir los mandamientos o el Sermón de la Montaña. Ser cristiano consiste en creer que Jesús resucitó para salvarte, y punto. Una concepción de la religión completamente desligada de cualquier sustrato ético y por tanto perfectamente funcional para el juego identitario.

Nada de extraño tiene, así, que la visita de Yolanda Díaz al papa –y el papa en sí, por descontado– les saquen de quicio. Frente a la mirada de la vieja nueva derecha radical, en la concepción religiosa de Francisco sí hay una lectura moral del mundo. Y esa lectura se traslada a la nación de los católicos, que es el mundo, pues no en vano "católico" significa "universal". Y lo mismo ocurre, ya en el terreno de lo específicamente político y nacional, con la noción de "patria". Solo cuando se la ha vaciado de todo sentido moral para transformarla en en una mera identificación grupal puede caber, ¡entera!, en un pin, en una pulserita, en una bandera o en la reivindicación de un yelmo medieval. En esa concepción o estás con nosotros o con el enemigo. Cuando, por el contrario, se la concibe como lugar de diálogo y discusión política, afloran los conflictos y aparece la política. La política de verdad, no la tachunda de la identidad.

domingo, 19 de diciembre de 2021

"NO DEBEN CONFUNDIRSE LOS DESEOS Y LOS DERECHOS". Un artículo de Luis García Montero publicado en Infolibre el 18.12.2021

Cuando la melancolía optimista de Prometeo se sienta junto a su fuego para ver la televisión de los mortales, observa que la ideología neoliberal no intenta legitimar políticamente su pensamiento, sino que convierte la deslegitimación de la política en una parte central de su pensamiento y sus costumbres.

Por eso la realidad deriva espectáculo. Por eso el debate político oculta sus intenciones verdaderas con el ruido de los insultos y las mentiras exaltadas. Por eso la cultura cae hasta el entretenimiento zafio. Por eso un deseo personal se confunde con un derecho cívico.

Solemos denunciar los intereses económicos que mueven a grandes empresas, grupos mediáticos y formaciones políticas. ¿Pero qué nos mueve a cada uno de nosotros? Mientras quema la convivencia, la luz del fuego incontrolado tal vez nos pueda descubrir que nos mueven, aunque no los calculemos, esos mismos intereses. La mejor forma de que la libertad olvide que no sólo tiene derechos sino responsabilidades es la conversión de la convivencia en un conflicto de apetitos. La ley del más fuerte penetra así en nuestro existir.

Esa confusión entre deseos y derechos, que caracteriza la realidad líquida y narcisista de la sociedad de consumo, nos convierte en clientes de nosotros mismos. Ya no somos viajeros en un marco de ciudadanía, sino clientes de nuestra propia existencia. No hay ciudad de llegada, sino un apetito inmediato de vivir en el aquí y el ahora, en el instante mercantilizado de las demandas que interiorizamos hasta sustituir la reflexión de cómo debemos ganar nuestro dinero por la pulsión dictada de cómo debemos gastarlo.

Aunque las brechas económicas aumentan, la pérdida de conciencia social diluye la división en una apariencia de clases medias. Nos une la compra de un móvil para poner los mensajes de nuestra intimidad en las redes sociales. No importa que haya quien compre un buen móvil con el dinero que le sobra y quien se hipoteque por meses para conseguir un móvil humilde con el dinero que le falta. El caso es que todos se sienten partícipes de la misma red.

Pero esta confusión de deseos y derechos va más allá de las superficies obsesivas del consumo. Pensemos en nosotros mismos como lectores de periódicos. Ahora leemos las dos o tres noticias que nos apetecen en el periódico que suele darnos la razón. Buenos pantallazos comunicativos que no nos informan, pero que captan bien nuestra atención. Ese círculo vicioso nos hace confundir las obsesiones particulares con la realidad amplia y abierta del mundo.

Pensemos también en las diversas formas de mercantilización del cuerpo. Todavía a principios del siglo XXI, el imperio del deseo invita a teorizar la prostitución como una forma de libertad y derecho social. Tú eres pobre y necesitas alimentarte, tienes la libertad de vender tu cuerpo, como tienes la libertad de dormir debajo de un puente o en un recodo de una avenida, y yo tengo la libertad de salir de mi buena casa para comprar tu cuerpo.

A veces asistimos al triste espectáculo de que las víctimas de una marginación confundan la defensa de sus derechos con el imperio de sus deseos. Vemos que parejas de homosexuales desean tener hijos y confunden la dignidad del deseo homosexual con el derecho a alquilar un vientre de mujer y ajustar un precio para explotar su biología de forma inmisericorde. Y no se trata de un caso aislado. La confusión de deseos con derechos es la causa más peligrosa de las transformaciones de las buenas causas en movimientos sectarios y unidimensionales que fragmentan la convivencia.

La sirena de una ambulancia suena en la urgencia de un discurso o en el brillo consumidor de unos ojos, convierte el deseo en derecho y se considera en condiciones de negar el cuerpo en carne y hueso y la experiencia histórica en favor de una realidad virtual de apetencias.

No importa que la propia experiencia suponga el 0,01 % de la sociedad. La dinámica de urgencia hace que mi legítimo derecho a defender mi dignidad se convierta, ya sea del 0,01 %, ya sea del 50 %, en un esfuerzo por imponer que no hay más dignidad que la mía, y sin matices ni coyunturas. Cuando las razones se convierten en obsesiones, las buenas causas derivan en su contrario. Resulta peligroso confundir lo lívido con la libido.

Es un triste espectáculo ver cómo la ilusión comunista puede transformarse en una falta de respeto a la comunidad, la lucha contra el racismo en una defensa racista de mi propia identidad ofendida, la dignidad territorial en un fanatismo degradador de patrias y el feminismo en prepotencia patriarcal y machista.

Son muchos los caminos por los que la libido neoliberal nos hace confundir nuestro deseo con un derecho. Por eso conviene recordar que nuestra apetencia clientelar no siempre tiene razón. 

Nota: (La negrita es del autor)


viernes, 17 de diciembre de 2021

"LOS BANCOS CENTRALES EN EVIDENCIA". Un artículo de Juan Torres López publicado en Público.es el 10 de diciembre de 2021

Los índices de precios están alcanzando los niveles más altos de los últimos treinta años ante la pasividad de las instituciones que nos habían asegurado que son las únicas que podrían evitarlo, los bancos centrales.

A ellos se les encomendó garantizar la estabilidad de los precios y para conseguirlo reclamaron y consiguieron todos los privilegios y competencias posibles: disponen del personal más cualificado y bien retribuido que constantemente nos está diciendo que sabe lo que va a ocurrir en nuestras economías, ahora y en el futuro; son plenamente independientes para diseñar y ejecutar la política monetaria; tienen poder ilimitado para crear dinero y un control prácticamente absoluto sobre todo lo que ocurra en el sistema financiero.

Sin embargo, los bancos centrales no han sido capaces de prever que los precios se iban a disparar. Y, lo que es mucho peor, no pueden hacer nada para evitarlo, salvo subir tipos de interés y dejar de financiar a los gobiernos (directamente o por la puerta de atrás), dos medidas que provocarían un destrozo descomunal en todas las economías sin que sea seguro que frenasen la inflación actual.

La explicación de por qué los bancos centrales están resultando tan incompetentes para evitar un episodio de inflación tan preocupante, por su magnitud y por el momento en que se produce, es bastante fácil: el fundamento de su actuación está plagado de falsedades sobre el funcionamiento real de las economías y la naturaleza de la inflación.

Los bancos centrales asumieron la tesis monetarista y combaten la inflación como un fenómeno de raíz exclusivamente monetaria, es decir, tan solo provocada por un exceso de dinero en circulación y/o de la demanda de dinero. En consecuencia, suponen que para evitarla simplemente hace falta subir el precio del dinero, los tipos de interés.

Es cierto que esto último podría conseguirse si la inflación está ocasionada por un exceso de demanda pues resulta probable que, con financiación más cara, disminuyan el consumo y la inversión. Pero también lo es que, si se hace eso, se provoca un freno considerable de la actividad económica que trae consigo desempleo, una enorme caída de la inversión y de la vida empresarial y un gran aumento de la deuda. Es lo que han hecho en las últimas cuatro décadas casi todos los bancos centrales (unos, como el Banco Central Europeo, más que otros): tratar de bajar la fiebre del enfermo quitándole la vida.

La realidad es que la inflación no es un fenómeno exclusivamente monetario, sino que tiene que ver con la pugna entre los sujetos económicos por la percepción de rentas en los mercados de bienes y servicios y por eso no se le puede hacer frente solo con una medida monetaria.

Por otro lado, el propio comportamiento de los bancos centrales multiplicando la oferta monetaria en los últimos trece años sin que subieran los precios desmiente otro supuesto erróneo que sostiene su política monetaria. Aumentar la masa monetaria no tiene por qué provocar inflación si los medios de pago no llegan a las empresas y familias o si, llegando, hay oferta suficiente.

Otro supuesto erróneo que se utilizó para justificar la independencia de los bancos centrales centrados en el objetivo de la estabilidad de precios fue que los gobiernos son, por definición, manirrotos e incapaces de llevar a cabo políticas fiscales de contención del gasto. La experiencia también ha demostrado que si alguna institución no ha tenido límite a la hora de gastar dinero en fines que no está del todo claro que hayan sido los convenientes (como salvar a bancos quebrados por su gestión irresponsable o enriquecer sin límite a los grandes propietarios) han sido precisamente los bancos centrales.

E igualmente se ha comprobado que se trataba de una auténtica ingenuidad (por no llamarla directamente mentira) establecer como punto de partida que los mercados financieros son estables y los que han de disciplinar a los gobiernos y empresas que no actúan convenientemente, razón por la cual se estima que deben ser quienes los financien y no los bancos centrales. La evidencia absoluta es que los mercados financieros son justamente lo contrario, muy inestables e indisciplinados; no los que pueden imponer disciplina sino quienes la pierden constantemente.

Y, por último, es otra auténtica falacia considerar que la política monetaria que llevan a cabo los bancos centrales es una misión técnica y ajena a la controversia política. La realidad también muestra sin lugar a dudas que las medidas que toman tienen un efecto muy desigual sobre el patrimonio y las decisiones económicas de los sujetos, es decir, que son tan políticas como puedan serlo las medidas fiscales que adoptan los gobiernos.

La consecuencia de todos esos errores y falsedades es que los bancos centrales han venido actuando como fuentes de rentas financieras extraordinarias para determinados grupos sociales mientras que frenaban constantemente la actividad productiva de las empresas y el bienestar de los hogares y provocaban el aumento de la deuda. No han conseguido alcanzar ningún objetivo positivo: la subida muy limitada en los precios que se ha producido en las últimas tres décadas no es un tanto que se puedan apuntar como propio los bancos centrales. Se debe, realmente, a la globalización que ha permitido la entrada en el mercado de docenas de millones de trabajadores asiáticos con salarios de miseria, a la desindustrialización y al debilitamiento del poder sindical. Lo que sí provocaron los bancos centrales, como he dicho, fue que las fases de recesión fuesen más acentuadas y eso ha hecho que durante muchos años no hayan tenido que luchar contra la inflación sino contra la deflación, la bajada de precios como consecuencia de la falta de empuje de las economías.

No se trata de simples equivocaciones. Son mentiras porque, como dijo Joseph Stiglitz en su artículo Mentiras graves sobre los bancos centrales, estos asumieron estos principios «justo cuando los testimonios empíricos estaban desacreditando las teorías en que se basaban».

Ahora pagamos las consecuencias. Los bancos centrales están paralizados porque no disponen de medidas eficaces para hacer frente a subidas de precios que están provocadas por desajustes en la economía real y no por causas monetarias. ¿Para qué va a servir que suban los tipos de interés cuando los precios aumentan porque las cadenas de suministro están bloqueadas? ¿Cabe pensar que el aumento de costes financieros provocado por tipos más elevados no se va a trasladar a los precios?

La combinación de la crisis industrial global manifestada ya antes de la pandemia y los efectos de esta última han dejado desnudos a los bancos centrales. El armamento ideológico que los ha pertrechado desde que son independientes les impide enfrentarse con eficacia a la inflación cuando no nos podemos permitir que se aborte la recuperación ya de por sí débil y problemática en la que estamos.

Centrarse ahora en la inflación olvidando la necesidad de crear empleos y de evitar nuevas crisis empresariales es suicida; hacerle frente con medidas exclusivamente monetarias cuando proviene principalmente de un bloqueo de la oferta y del poder sobre el mercado de grandes oligopolios es un dislate; dejar que la imprescindible financiación pública de la inevitable transición eco-digital que se acerca quede en manos de los mercados es dinamitarla; seguir haciendo una política monetaria que concentra la riqueza y aumenta la desigualdad sin cesar es incendiario.

Urge cambiar el estatuto de los bancos centrales y la orientación de la política monetaria para hacer frente a la situación actual y al futuro económico más inmediato. Es imprescindible establecer que no persigan la estabilidad de precios como único objetivo sino también la generación de actividad productiva y el empleo, la sostenibilidad y la equidad; deben asumir la financiación de los gobiernos para frenar el crecimiento de la deuda pública y hacer posible la inevitable transición ecológica y digital que se avecina; han de liderar planes de reestructuración de la deuda acumulada a causa de la pandemia; deben actuar coordinadamente para conseguir el buen funcionamiento del conjunto de las políticas económicas; y han de actuar sometidos al debate y escrutinio público porque no toman decisiones técnicas sino tan políticas como las que adoptan los gobiernos.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

JUICIOS Y CONDENAS EN LA PLAZA PÚBLICA. Rosa Mª Artal, elDiario.es el 14.12.2021

La despedida de Verónica Forqué cuando tiró la toalla para irse de Masterchef fue un grito de socorro desesperado que alguien debió oír. Por ella y por cuantos de hoy en adelante se enfrenten a la exigencia perentoria del "todo por la audiencia". Luego la jauría del odio la atacó sin medida.

Esto viene de muy lejos. El espectáculo en la plaza pública del despelleje, tortura, escarnio y ejecución de seres humanos contaba con una amplia audiencia en siglos primitivos, cuando las diversiones escaseaban para el populacho. Y no era tan distinto del que ahora se disfraza de entretenimiento e incluso de información en el colmo del colmo. La muerte, por probable suicidio, de la actriz Verónica Forqué llegaba tras un largo fin de semana en el que la vida de Juana Rivas y su hijo se exponían de arriba a abajo en el escenario. Esta sociedad ha traspasado los límites y habría que ponerle contundente freno.

Un juez que no se significa precisamente por su ecuanimidad y templanza –vean-, que se ha tragado y difundido todos los bulos imaginables contra cuanto implique progresismo –vean-, suspende la libertad de Juana Rivas con un auto impresentable. El indulto del Gobierno es a la condena por el secuestro de sus hijos, a los que retuvo para que no fueran con su padre, pero el auto del juez Piñar osa meter otro caso del que no existen ni juicio ni condena, bajo el epígrafe de "presuntos abusos sexuales". O los hay confirmados y sentenciados o no los hay. Es inaudito que se prive de libertad a alguien por algo "presunto".

Del caso han hablado estos días juristas y expertos y parece clara la extralimitación del juez. Algo que precisaría respuestas, de existir un poder judicial actualizado que apostara por el rigor y que transcurridos varios días no ha dicho ni palabra. Lo terrible, tanto o más que lo expuesto, es cómo la prensa y amplios sectores ciudadanos se han sentado con palomitas para mirar y piedras para lapidar ante el calvario de esta familia.

-¿Has leído el informe pediátrico?- me increpó un tuitero de ese sector. ¿Y él? ¿A cuento de qué lee informes pediátricos de alguien que no pertenece a su familia? ¿Qué hace una sociedad hurgando en los informes médicos de una criatura a la que han llevado varias veces al médico y a los juzgados para que la prensa pueda entretener al personal contando cómo defeca? Se había intentado preservar al menor de este acoso, sin difundir todo esto, pero vender clics prima sobre sus derechos. Porque, en serio, ¿alguien cree que eso es informar? ¿Qué aporta a la sociedad conocer detalles tan íntimos de un niño cuando no hay caso además? ¿Han pensado en el estigma con el que le cargan? ¿Para qué? ¿Para confirmar lo que algunos, ideológicamente, desean cierto?

Hemos llegado a un punto que exige el retorno urgente a la cordura, a la decencia. Tenemos sentencias judiciales que espantan, medios que suscitan grandes dudas sobre la veracidad de lo que cuentan y unos seres que como se traguen un bulo se van con él adentro hasta la tumba.

Los terribles procesos paralelos, el cadalso de las redes, van en aumento como si fuera la audiencia la que imparte justicia. Y una vez que condena aleatoriamente, en base a sentimientos exaltados, la pena es de cadena perpetua. Y es de odio feroz, sin tregua. Juana Rivas carga con los peores insultos y agresividad, pero también el Gobierno al que llaman "pederasta". Y, claro está, periodistas preferentemente mujeres. No se puede ni preguntar, ni dudar. Los hechos son lo que ellos imponen y punto. Si ellos lo dicen, ya vale. Recuerdan a las ordalías medievales, retengan el término que como esto no se pare vamos a ver muchas.

Han podrido Twitter, Facebook anda cambiando hasta de nombre, WhatsApp es la gran cadena de transmisión de la calumnia y el rencor. Hay que tomar resoluciones efectivas. Estados Unidos echó a Trump de las redes y algo se ha apaciguado la maldad que esparcía. Quizás se les podría habilitar una red anexa para que se insulten entre ellos a placer.

Lo de Verónica Forqué es lo mismo y mucho más. La televisión ha ido degenerando como concepto hasta límites insospechados. Hay excepciones, por supuesto, numerosas, pero entre las tertulias de distracción y adoctrinamiento y los concursos resulta irreconocible respecto a unos años atrás. De repente surgen por esporas concursos de todo cortados por idéntico patrón, mucho teatro de la falsedad en la estructura y personas de carne y hueso apostando por ganar. Cocinando, cosiendo, planchando, cantando o haciendo contorsiones en el campo. Han de batirse, han de convertir su afición en competitiva y en doloroso el acceso al triunfo. Y no contentos con aspirantes anónimos, la fama se sirve también en el menú comiendo fama.

Estos programas, franquicias internacionales, suelen adaptarse a la idiosincrasia de cada país. ¿Qué nos está mostrando este cambio que cuenta la periodista y corresponsal de TVE Anna Bosch? De España y de sus medios...
En Londres veía Master Chef. Cuando rtve lo versionó empecé a ver el 1er capítulo y en cuanto empezaron a humillar a los concursantes desconecté y no volví. No soporto la crueldad como espectáculo, bastante tenemos ya con la realidad. Ahora me entero del caso Forqué.Sin palabras.
Allí llegó la actriz Verónica Forqué a competir por el éxito con otros concursantes similares. A divertir al personal. Sufría depresiones desde hacía años: daba mucho juego por sus salidas de tono. El oficio de actor es duro para el día a día fuera de los grandes estrellatos. Carmen Maura, que los tuvo, decía aun así: "Lo más complejo de esta profesión es estar cuerda. Un día eres la más deseada y al día siguiente no te llama nadie". Lo recordaba al conocer el trágico final de Verónica, otra actriz, Itziar Castro: "detrás hay mucho esfuerzo, mucha lucha, mucho sufrimiento a veces, y no siempre estás fuerte, no siempre puedes con todo".

Disiento de esos programas y no suelo verlos pero se está difundiendo la despedida de Verónica Forqué cuando tiró la toalla para irse de Masterchef: fue un grito de socorro desesperado que alguien debió oír. Por ella y por cuantos de hoy en adelante se enfrenten a la exigencia perentoria del "todo por la audiencia". Luego la jauría del odio la atacó sin medida, en artículos de prensa -recalcando con sorna el cambio de Verónica a Vero- y en las redes: la mandaban al psiquiatra como insulto. Repiensen esa deriva, por el bien de muchos.

He cubierto durante mi vida profesional varios juicios paralelos. El del asesinato de la joven Rocío Waninnkhof, en Cala de Mijas, Málaga, por ejemplo. Son dignos de verse en vivo, un curso intensivo sobre la condición humana. El autor se sienta en el banquillo, pero el corazón sin razones de la calle apunta a otro lado, a una mujer, aunque se haya demostrado su inocencia, no sin haberle hecho pasar una cruel agonía. Un proceso cargado de irregularidades y de presunciones. Su vida fue diseccionada y despellejada como mandan los cánones. Guiaban algunos medios y jaleó al infinito una chusma ciudadana. La vida real no era, ni es, un espectáculo para llenar el ocio. Y aquello fue a más sumando cauces para agrandarlo.

La pandemia de coronavirus, unida a la que infecta la vida política con una oposición volcada en lograr el poder por el medio que sea para ejercerlo a su modo, ha tenido un elevado coste emocional. Ya hablábamos en junio de la factura que nos estaba pasando como sociedad. Un sonar de todas las alarmas. Nos hablaban ya de que se habían duplicado los casos de trastornos mentales en niños: ansiedad, depresión. Un 40% más la anorexia y con casos más graves. Y habían aumentado las tendencias suicidas. Y eso que España batió un récord histórico en 2020, al asistir a la muerte por sus manos de 10 personas al día, hasta contabilizar la suma de 3.941. Y teniendo cifras irrisorias de atención a la salud mental: 11 psiquiatras y 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes. A la cola de la UE, solo por encima de Bulgaria y Polonia. Pero la tijera en Sanidad Pública de las políticas depredadoras –el Madrid de Ayuso en cabeza- no se detiene en estas menudencias.

El problema no es solo terapéutico, hay que frenar, erradicar, los focos del odio que no hacen sino incrementar la inestabilidad emocional. La tarea es ingente. Empecemos por aislarlos en las redes sociales de una forma radical y por dejar de entretener el ocio con la vida real de personas servida en el plato del espectáculo. No opongan la palabra censura, que lo que se está censurando en verdad son Derechos Humanos, valores esenciales y de convivencia.

LOS HALCONES VUELVEN A VOLAR PARA DEFENDER LOS INTERESES DE SIEMPRE. Un artículo de Juan Torres López publicado el 3.12.21

Los medios de comunicación europeos están llenos de declaraciones de políticos y economistas alemanes reclamando el recorte del gasto y de las políticas de financiación que viene llevando a cabo el Banco Central Europeo. El próximo ministro de Finanzas alemán, Christian Lindner, pide acabar con la “orgía de la deuda” y el influyente economista Hans-Werner Sinn exige el “fin del dinero gratis” en un artículo reciente. Aunque el acuerdo de gobierno tripartito recién firmado contempla algunas propuestas genéricas sobre la necesidad de reformar las reglas europeas de estabilidad fiscal, el clima que se está generando en el país que define el rumbo de las políticas europeas va claramente en la dirección que apuntan estos economistas, sobre todo, cuando la subida de precios está empezando a desbocarse en Alemania. Lindner lo va dejando claro en sus sucesivas declaraciones: la hoja de ruta debe ser contención del gasto, bajada de impuestos, reglas fiscales para no desbocar el déficit público, limitar los programas masivos de compra de deuda pública del BCE y subidas de tipos de interés para frenar la inflación.

Aparentemente se trata de medidas sensatas y con objetivos loables pero la experiencia ha demostrado, lamentablemente, que detrás de ellas solo hay prejuicios ideológicos, ventajas asimétricas para Alemania en perjuicio de la mayoría de los demás países europeos, y que, aplicadas mal y en momentos inadecuados, no generan actividad económica ni reducen la deuda en el conjunto de Europa sino justamente todo lo contrario.

Las reglas de estabilidad presupuestaria que defienden los llamados halcones europeos se basan en criterios puramente arbitrarios que no tienen base científica alguna.

El primer gran error de estas reglas es que se mantienen inalterables sea cual sea la fase del ciclo en la que se encuentre la economía. Tienen el mismo efecto que el de un conductor que circula a la misma velocidad y sin mover el volante en cualquier tipo de carretera, subiendo, bajando, con curvas o sin ellas: terminar estrellándose.

Las reglas fiscales deben ser «contracíclicas», es decir, cambiantes según la coyuntura, diseñadas para poder impulsar la economía cuando esta se detiene o frenarla cuando se acelera demasiado. Y tampoco pueden ser iguales, como ocurre en Europa, las reglas de estabilidad que se apliquen a los gastos corrientes, del día a día, y a los de inversión.

El segundo error es haber establecido un límite del 3% del PIB a los déficit públicos que, además de lo anterior, es arbitrario y sin fundamento.

En mi libro Economía para no dejarse engañar por los economistas expongo cómo llegó a establecerse en Europa, según lo reconoció Guy Abeille, uno de los dos funcionarios franceses que inventaron la regla en 1981 (la historia se cuenta aquí)..

El director de Presupuestos les pidió que proporcionaran al presidente Mitterand alguna “regla sencilla que suene a economista y que pueda ser utilizada contra los ministros que desfilan por su despacho para pedirle dinero”. Abeille reconoció que ni él ni su compañero de despacho, Roland de Villepin, tenían la más remota idea de qué tipo de regla se podía utilizar con ese fin, porque no existía, y explicó que, por descarte, llegaron a la conclusión de que lo mejor sería una tasa sobre alguna magnitud y que finalmente decidieron que esta fuese el PIB. ¿Por qué el 3% y no otro porcentaje? También lo contó Abeille: “el 1% era magro y de cualquier manera no sostenible… el 2% sería inaceptablemente restrictiva… y entonces, bueno, creímos que esta cifra, el 2% del PIB, tendría algo de plano, casi como fabricado. Mientras que el tres es una figura sólida que tiene detrás de él precedentes ilustres (…) un amplio eco en la memoria común: las tres Gracias, la Trinidad, los tres días de la resurrección, los tres órdenes de la alquimia, la triada hegeliana, las tres edades de Augusto Compte, los tres colores fundamentales, el acuerdo perfecto… la lista es infinita…».

La propuesta gustó al ministro de Presupuesto, Laurent Fabius, y a Miterrand, este la presentó públicamente, los alemanes la hicieron suya… y terminó establecida como una regla objetiva y sensata en los tratados europeos. Más tarde, hasta el presidente del Instituto Monetario Europeo, Alexandre Lamfalussy, reconoció su naturaleza: «Los gobernadores son gente demasiado honesta y que saben que los criterios son arbitrarios. Yo jamás habría aceptado cifras de este género. Pero estoy contento de que los políticos lo hayan hecho».

Tampoco tiene fundamento científico ni empírico alguno la otra regla fiscal numérica, limitar el crecimiento de la deuda al 60% del PIB. No hay absolutamente ninguna prueba que permita afirmar que ese porcentaje es más conveniente que el 30%, el 100% o cualquier otro. ¿Acaso la economía europea en su conjunto se desempeña mejor y es más competitiva que la de Estados Unidos por tener un porcentaje de deuda pública mucho más bajo (100% del PIB en la Eurozona y 93% en la UE, frente al 134%)? El intento de hacer creer que más deuda pública implica menor crecimiento económico ha sido un fiasco. La ultima vez, se descubrió que los datos que pretendían demostrarlo tenían errores y que se utilizaron los que más convenía para llegar a esa conclusión preestablecida (lo explico aquí).

El cuarto gran error que hay detrás de la exigencia de los halcones es que se centran en la deuda pública y olvidan la privada y la exterior.

El auténtico problema que viene sufriendo Europa es que la unión monetaria está mal diseñada a propósito, con el fin de que Alemania pueda seguir manteniendo superávits comerciales constantemente. La explicación de por qué es así se entiende fácilmente.

Alemania tiene una economía muy potente y de base exportadora que tradicionalmente genera superávits comerciales con el exterior. Si tuviera moneda propia, su excedente comercial provocaría una apreciación de su divisa, pues habría mucha demanda de ella para comprar los productos alemanes. Pero, al apreciarse, sus exportaciones serían menos competitivas y eso reduciría su superávit. No lo podría mantener constantemente sin un altísimo coste interno. Sin embargo, en una unión monetaria como la del euro, la cotización de la moneda no depende, lógicamente, del exclusivo saldo comercial de cada país, sino del registrado conjuntamente por todas las economía que la componen. En consecuencia, la existencia de déficits (y, por tanto, de deuda pública y privada para pagarlos) de los países del sur no es, en realidad, un inconveniente para Alemania, como nos quieren hacer creer. Todo lo contrario, es lo que le permite compensar sus superávits y poder registrarlos constantemente sin tener que «pagar» los efectos de la apreciación de la moneda que se produciría sin moneda única. Y no solo eso. Los déficits del sur también le proporcionan a Alemania la oportunidad de hacer buenos negocios dedicando sus excedentes a financiarlos, como ocurrió hasta que estalló la crisis de 2007-2008.

Lo trágico es que con la excusa de que los países del sur tienen deuda se les han impuesto políticas de desmantelamiento industrial y de recorte de impulsos de gasto que lo que han producido es justamente una caída de actividad y de ingreso y, por tanto, mayor endeudamiento y déficit… tal y como interesa a Alemania que ocurra.

Los ideólogos de la austeridad reclaman el final de los déficits pero lo que se persigue, en realidad, es que unos países los registren para que otros puedan tener superávits constantes que no podrían mantener en condiciones tan favorables con una moneda propia.

Lógicamente, los responsables de todo esto no van a reconocer ni su verdadero interés ni la arbitrariedad en que se basan las reglas que imponen. Para justificarlas difundan la idea de que en los países del sur trabajamos menos, algo manifiestamente falso, o que tiramos el dinero, endeudándonos sin necesidad.

Yo no voy a defender a los gobiernos que han dilapidado recursos programando inversiones que no interesaban más que a sus constructores y a los bancos que las financiaban. He defendido siempre la mayor moderación posible en el uso de los recursos y en el gasto público y privado, la plena transparencia y el control permanente acompañado de sanciones mucho más efectivas y ejemplares contra la corrupción. Pero esto es una cosa y otra no tener presente que el incremento incesante de la deuda en Europa tiene el fin que acabo de mencionar y otras causas a las que no se suele hacer referencia.

En primer lugar, las políticas de desindustrialización y de frenazo a la actividad que se vienen imponiendo con la excusa de combatir la inflación. Cuando se bloquean las fuentes de generación de ingresos de una economía, como ha ocurrido en la Unión Europea, es normal que los hogares, las empresas y las administraciones se endeuden constantemente. Insisto: como interesa a Alemania y a los bancos.

En segundo lugar, el debilitamiento constante de las políticas de ingresos públicos y consentir la existencia de paraísos fiscales para que las grandes fortunas y grandes corporaciones paguen cada vez menos impuestos.

En tercer lugar, la prohibición de que el banco central financie a los gobiernos, dejando a estos en manos de la que proporcionan, con un coste mucho más elevado, los bancos privados. Los datos de Eurostat muestran que, desde 1995, prácticamente la totalidad del incremento de deuda pública registrado en la eurozona (96,6%) se debe al pago de intereses. Este es el auténtico despilfarro de recursos.

Los halcones dicen que quieren acabar con la deuda pero la realidad es que las políticas que defienden son las que han hecho que se dispare en el conjunto de Europa porque mantenerla como motor de la economía europea es lo que conviene a Alemania y a otras economías excedentarias y a la banca que tiene como negocio su incremento continuo.

Poner fin ahora a los programas de recuperación, dejar de nuevo la financiación de los gobiernos en manos de los fondos especulativos y, sobre todo, subir los tipos de interés cuando los precios están subiendo por bloqueos en la oferta, como defienden los halcones, provocaría una catástrofe económica en Europa. Algo que no es descartable que ocurra porque la ceguera ideológica y la prepotencia hace tiempo que se adueñaron de la derecha que defiende al poder económico y financiero en el viejo continente.

Eso no quiere decir que lo que se esté haciendo sea lo correcto. Se están poniendo en marcha programas de recuperación que vuelven a dar más poder a los oligopolios para reproducir el modelo, generar nuevas burbujas y aumentar la deuda privada. La financiación del Banco Central Europeo es necesaria pero se está haciendo de forma insensata porque está generando un endeudamiento insostenible de los gobiernos. Y no se está haciendo absolutamente nada para evitar que se produzca una espiral inflacionista.

Los halcones europeos levantan de nuevo el vuelo dispuestos a convertir otra vez a Europa en un pato borracho que será arrastrado por la tormenta que se nos viene encima. Pero el resto tampoco está haciendo bien la tarea. Comenzaremos pronto a sufrir las consecuencias.

domingo, 12 de diciembre de 2021

INHABILITAR AL JUEZ MANUEL PIÑAR. Un artículo de Antonio Maestre publicado en elDiario.es el 11.12.21

Juana Rivas ante el juez Manuel Piñar
Todas las líneas rojas ya se han cruzado en la judicatura. El auto del juez Manuel Piñar Ruiz negando la libertad a Juana Rivas utilizando una información desestimada por la Guardia Civil por falta de indicios como hecho probado es el último escándalo de un sistema putrefacto. En España nos asiste un armazón jurídico y endogámico en el que los jueces pueden actuar con impunidad sin que se tomen medidas disciplinarias contra ellos por actuar únicamente siguiendo preceptos ideológicos y arruinando la vida de gente que no se ajusta a sus marcos morales. ¿Qué hace falta en este país para inhabilitar a un juez?

Los hechos no importan para quien solo se mueve por motivaciones políticas y bastardas. La reacción de la derecha al inefable auto del juez Piñar es el último ejemplo. No hay ningún abuso sexual al menor o, lo que es más preciso, no hay ninguna prueba ni indicio de que se produjera, según consta en el informe de la Guardia Civil que investigó el hecho y concluyó de forma tajante que no hay ningún indicio. Eso es un hecho, tanto que el juez en el auto que lo menciona reconoce que no ha habido condena alguna. Pero Manuel Piñar tiene una concepción de la justicia muy peculiar en la que los hechos tienen que adaptarse a su moral, y no al revés.

"Primero resuelve con sentido común y luego busca adaptarlo a la ley" es un extracto literal de una publicación del juez que ha sentenciado contra Juana Rivas y que por sí solo tendría que servir para apartarlo del cargo para el resto de su vida, porque muestra una concepción de la justicia basada únicamente en sus prejuicios. Pero no es solo eso. El perfil personal de Facebook del magistrado Manuel Piñar es como asomarse a un pozo donde anidan todos los detritus de la extrema derecha, del racismo, del machismo y del nulo respeto a los derechos humanos y a la justicia como algo diferente a la venganza contra todo aquello que representa su antagonista ideológico.

Estos son solo algunos ejemplos de las deposiciones de sus redes sociales en las que tiene un especial odio hacia las mujeres y el feminismo. Comentando un meme sobre Afganistán e Irene Montero el juez se explaya: "El feminismo está cada vez más metido en la estupidez. Tenían que mandarla con semejantes animales y que viera lo que prefiere. Vaya una chusma feminazi". No es la única vez que se acuerda de la lucha por la igualdad para despreciarla: "Peor que una feminazi es una comunista tonta". El feminismo y la violencia machista (aunque según el juez no tiene género) son su diana preferida. También sitúa en ella a los musulmanes, a quienes se refiere de manera habitual en sus publicaciones como "moros", llegando incluso a expresar que convendría expulsarlos de Europa o ejecutarlos, casi siempre compartiendo noticias falsas: "Otro moro que tenía que estar fuera de Europa o ejecutado. Con esta chusma mora no puede ir con el manual de derechos humanos por delante porque los derechos humanos no están pensados para semejantes animales".

El juez Manuel Piñar Ruiz ha podido juzgar, condenar y faltar a la verdad en un auto sobre Juana Rivas para negarle la libertad sin que ningún resorte de control judicial, denuncia de compañeros o actuación del Consejo general de Poder Judicial haya parado la maquinaria. Un juez con opiniones integristas que se permite expresarse con impunidad de esa forma entra de manera frontal en conflicto, no solo con el caso de Juana Rivas, sino con cualquier causa de otro tipo, pero especialmente con un caso como el de Juana Rivas, que además ha sido munición política para la extrema derecha en contra de las leyes de protección de las mujeres y contra la violencia machista. Es una urgencia democrática depurar las instituciones judiciales de magistrados como Manuel Piñar Ruiz no solo para que haya personas que al verse frente a él tengan la posibilidad de un juicio justo, sino para que las mujeres en particular y quienes se ven alejados de una ideología intolerante y tóxica como la que profesa este juez, puedan tener algún tipo de confianza en la justicia.

ENTREVISTA A LULA.


La entrevista al expresidente de Brasil, Lula da Silva, en el podcast Podpah transmitido en vivo la semana pasada por YouTube y subido a la plataforma de Spotify superó todas las expectativas. El video fue reproducido más de 7.600.000 de veces. En la entrevista, Lula habla con los youtubers Igor Cavalari y Mítico en un intento por interpelar a los más jóvenes de cara a una posible candidatura presidencial.

jueves, 9 de diciembre de 2021

BYUNG-CHUL HAN: LA CULTURA DIGITAL HACE QUE EN CIERTO MODO EL HOMBRE SE ATROFIE

Ilustración: Avery Kua
"La sociedad de la transparencia elimina todos los rituales y ceremonias, en cuanto que estos no pueden hacerse operacionales, porque son un impedimento para la acelaración de los ciclos de la información, la comunicación y la producción."


Desde que trabajo en el jardín percibo el tiempo de manera distinta. Transcurre mucho más lentamente. Se dilata. Me parece que falta casi una eternidad hasta que llegue la próxima primavera. La próxima hojarasca otoñal se distancia hasta una lejanía inconcebible. Incluso el verano me parece infinitamente lejano. El invierno se me hace ya eterno. El trabajo en el jardín invernal lo prolonga. Jamás me resultó tan largo el invierno como en mi primer año de jardinero. Sufrí mucho a causa del frío y la helada persistente, pero no por mí, sino sobre todo por las flores de invierno, que mantenían su floración incluso con la nieve y en plena helada persistente. Mi mayor preocupación eran las flores, y por eso les brindaba mi asistencia. El jardín me aleja un paso más de mi ego. No tengo hijos, pero con el jardín voy aprendiendo lentamente qué significa brindar asistencia, preocuparse por otros. El jardín se ha convertido en un lugar del amor.

El tiempo del jardín es un tiempo de lo distinto. El jardín tiene su propio tiempo, sobre el que yo no puedo disponer. Cada planta tiene su propio tiempo específico. En el jardín se entrecruzan muchos tiempos específicos. Los azafranes de otoño y los azafranes de primavera parecen similares, pero tienen un sentido del tiempo totalmente distinto. Es asombroso cómo cada planta tiene una conciencia del tiempo muy marcada, quizá incluso más que el hombre, que hoy de alguna manera se ha vuelto atemporal, pobre de tiempo. El jardín posibilita una intensa experiencia temporal. Durante mi trabajo en el jardín me he enriquecido de tiempo. El jardín para el que se trabaja devuelve mucho. Me da ser y tiempo. La espera incierta, la paciencia necesaria, el lento crecimiento, engendran un sentido especial del tiempo. En Crítica de la razón pura, Kant describe el conocimiento como una actividad remunerada. Según Kant, el conocimiento trabaja por una “ganancia realmente nueva”. En la primera edición de Crítica de la razón pura, Kant habla de “cultivo” en lugar de “ganancia”. ¿Qué motivo pudo haber tenido Kant para reemplazar “cultivo” por “ganancia” en la segunda edición?

Acaso “cultivo” le recordara demasiado a Kant la amenazadora fuerza del elemento, la tierra, la incertidumbre y la imprevisibilidad inmanentes a ella, la resistencia, el poder de la naturaleza, que habrían incomodado sensiblemente el sentimiento de autonomía y libertad del sujeto kantiano. El asalariado urbanita podrá desempeñar su trabajo independientemente del cambio de las estaciones, pero eso le resulta imposible al campesino, que está sujeto a su ritmo. Posiblemente el sujeto kantiano no conozca la espera ni la paciencia, que Kant rebaja a “virtudes femeninas”, pero que son necesarias en vista del lento crecimiento de aquello que fue encomendado a la tierra. Quizá a Kant le resultara insoportable la incertidumbre a la que queda expuesto el campesino.

En su obra Amor y conocimiento, Max Scheler señala que, “de una forma extraña y misteriosa”, san Agustín atribuye a las plantas la necesidad “de que los hombres las contemplen, como si gracias a un conocimiento de su ser al que el amor guía ellas experimentaran algo análogo a la redención”. El conocimiento no es una ganancia, o al menos no es mi ganancia, ni es mi redención, sino la redención de lo distinto. El conocimiento es amor. La mirada amorosa, el conocimiento al que el amor guía, redime a la flor de su carencia ontológica. El jardín es, por tanto, un lugar de redención (…)

Me gustan mucho las flores que aman la sombra. Byung-Chul significa “luz clara”. Pero sin sombra la luz ya no es luz. Sin luz no hay sombra. Luz y sombra van juntas. La sombra da forma a la luz. Las sombras son sus hermosos contornos.

El nombre en latín de la dedalera es Digitalis. La palabra digital se refiere al dedo, en latín digitus, término con el que también está emparentada etimológicamente la palabra índice, que designa el dedo que se emplea sobre todo para contar. La cultura digital hace que en cierto modo el hombre se atrofie hasta convertirse en un pequeño ser con carácter de dedo. La cultura digital se basa en el dedo que numera, mientras que la historia es una narración que se cuenta. La historia no numera. Numerar es una categoría poshistórica. Ni los tuits ni las informaciones componen una narración. Tampoco el timeline narra una biografía, la historia de una vida. Es aditivo y no narrativo. El hombre digital maneja los dedos en el sentido de que constantemente está numerando y calculando. Lo digital absolutiza el número y la numeración.

También lo que más se hace con los amigos de Facebook es numerarlos. Pero la amistad es una narración. La época digital totaliza lo aditivo, el numerar y lo numerable. Incluso los afectos se cuentan en forma de likes. Lo narrativo pierde enormemente relevancia. Hoy todo se hace numerable para poder traducirlo al lenguaje del rendimiento y la eficiencia. Además, el número hace que todo sea comparable. Lo único numerable es el rendimiento y la eficiencia. Así es como hoy todo lo que no es numerable deja de ser. Pero ser es un narrar y no un numerar. El numerar carece de lenguaje, que es historia y recuerdo. (…)

Hoy tenemos mucho que decir, mucho que comunicar, porque somos alguien. Hemos perdido el hábito tanto del silencio como de callarnos. Mi jardín es un lugar del silencio. En el jardín yo creo silencio. Estoy a la escucha, como Hiperión:

Todo mi ser enmudece y se pone a la escucha cuando la tierna ola de aire revolotea por mi pecho. Perdido en el vasto azul, a menudo lanzo mi mirada fuera, hacia el éter, y la adentro en el mar sagrado, sintiendo que un espíritu afín me abre sus brazos, como si el dolor de la soledad se desvaneciera en la vida de la divinidad. Ser uno con todo: esa es la vida de la divinidad y ese es el cielo del hombre.

La digitalización aumenta el ruido de la comunicación. No solo acaba con el silencio, sino también con lo táctil, con lo material, con los aromas, con los colores fragantes, sobre todo con la gravedad de la tierra. La palabra humano viene de humus, tierra. La tierra es nuestro espacio de resonancia, que nos llena de dicha. Cuando abandonamos la tierra nos abandona la dicha.

Texto del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que forma parte de un extracto de su libro ‘Loa a la tierra’, publicado por la editorial Herder el 15 de marzo del 2019. Traducción de Alberto Ciria.

NO ES EL GOBIERNO, ES CASADO Y EL PP QUIENES APOYAN A DICTADURAS. Un artículo de Juan Torres López publicado en Público.es el 26 de noviembre de 2021.


El secretario general del PP, Pablo Casado, recibió hace unos días al dirigente de la oposición cubana, Yunior García, y aprovechó la ocasión, como es habitual en él, para arremeter contra Pedro Sánchez y su gobierno.

Después de la entrevista que mantuvieron, Casado se dirigió al presidente diciéndole que «debe liderar la posición de la Unión Europea para exigir democracia en Cuba», afirmando que en la isla hay «una dictadura terrible con miles de asesinatos y presos políticos».

La existencia de una dictadura en Cuba es una evidencia que no admite discusión, si se considera que lo es cualquier régimen político en el que no haya elecciones libres ni plenas libertades reconocidas a toda la ciudadanía sin distinción. Sin embargo, es mentira que allí se cometan miles de asesinatos y que haya miles de presos políticos.

No hace falta ser un lince para saber que si fuese verdad que allí hay miles de asesinatos, lo estarían denunciando y relatando sin cesar todos los medios de comunicación del mundo «libre». Si basta con que se reprima una sola manifestación en cualquier lugar de Cuba para que se informe de ello en los informativos, ¿cómo se puede creer que haya habido miles de asesinatos sin que se haya dicho nada de ellos durante años?

También es mentira que en Cuba haya «miles de presos políticos». Ya estaría mal que hubiera uno solo pero lo cierto es que no hay miles.

Es muy difícil saber cuál es la lamentable realidad de los presos políticos en todo el mundo. En el caso cubano, tomaré como buenos, sin riesgo de que puedan proceder de una fuente que los oculte, los datos que proporciona la organización Prisioners Defenders. Es una organización no gubernamental anticastrista dedicada a defender los derechos humanos, aunque en realidad centrada en la situación cubana y cuya información suelen asumir como buena el Parlamento Europeo, Naciones Unidas, Amnistía Internacional o el Departamento de Estado de Estados Unidos.

Pues bien, según esta organización, en noviembre del año pasado había en la isla 137 condenados y presos políticos y en la actualidad esa cifra habría subido a 683, como consecuencia de las detenciones por las movilizaciones que se han llevado a cabo en los últimos meses (el listado completo aquí).

Miente, por tanto, Pablo Casado cuando dice que son miles.

He dicho que un solo preso político me parece mucho, así que no estoy tratando de justificar los que haya en Cuba. Deberían estar en libertad. Lo que quiero señalar porque me parece que es lo importante es que el líder de la derecha española exagera la situación de Cuba mientras que silencia constantemente la vulneración mucho más grave de los derechos humanos que se lleva a cabo en otros países.

Casado y su partido se envalentonan cuando se trata de condenar la falta de democracia en Cuba y se callan ante la represión y falta de libertades mucho más flagrante que se sufre en otros países de los que, por el contrario, se manifiestan como fieles aliados o con los que defienden que se estrechen todo tipo de relaciones.

¿Por qué critica Casado a Cuba y no condena que nada más y nada menos que el Rey Juan Carlos se haya ido a Emiratos Arabes, en donde también hay presos políticos y se tortura a quienes defienden las libertades y los derechos humanos? ¿Por qué Casado y su partido no solo no han condenado sino incluso aplaudido golpes de estado que han acabado con la democracia y las libertades en otros países?

¿No es extraño que se ponga tanto énfasis en la falta de libertades de Cuba y se mienta sobre el número de presos políticos cuando, al mismo tiempo, se calla que en otros países hay cien veces más presos y mucha menos libertad?

Si Pablo Casado y su partido están verdaderamente preocupados por defender la democracia y la libertad en el mundo, ¿por qué no denuncian todos los casos en las que faltan o se violan, en lugar de mencionar siempre los mismos casos?

Si realmente quisieran defenderlas tienen bastante fácil descubrir cuál es su enemigo principal.

La organización independiente Freedom House, tampoco sospechosa de ser proclive a ideas progresistas, elabora un listado de países “no libres”, en los que se carece de democracia y no se respetan los derechos humano. Son los que deberían merecer la condena de cualquier persona que honestamente se proponga luchar a favor de la democracia y los derechos humanos.

En su último informe, aparecen en esa lista 50 países y diversos analistas se han dedicado a compararla con la de las naciones que reciben de Estados Unidos armas, entrenamiento militar o financiación para el ejército o las fuerzas de seguridad. El resultado es meridiano: 41de eso 50 países no libres del mundo, es decir, el 82% reciben financiación de Estados Unidos para adquirir armamento; 44 (88%) reciben entrenamiento militar; 32 (64%) reciben financiación para actividades militares de Estados Unidos; y, en total, 48 países no libres (el 96%) reciben alguna de esas tres ayudas (aquí).

Es más o menos la misma realidad que mostró un informe de Security Assistence Monitor de 2019 al señalar que 24 de los 36 países que recibían ayuda antiterrorista de Estados Unidos tenían graves problemas de corrupción.

Si Pablo Casado y su partido quisieran luchar por la libertad y la democracia no tendrían como punto de mira lo que pasa en una pequeña isla del Caribe sino a Estados Unidos que es el soporte efectivo e indispensable para que existan la inmensa mayoría de las dictaduras que hay en el planeta. Apoyando a Estados Unidos y guardando silencio ante el sostén que esta potencia les presta Pablo Casado y su partido solo muestran su falsedad y doble moral.

miércoles, 8 de diciembre de 2021

EL CARÁCTER SUICIDA DEL CAPITALISMO. Un artículo de Olga Rodríguez publicado en elDiario.es el 7.12.2021

Si hay que elegir entre la vida de seres humanos o la perpetuación del enriquecimiento de una élite, el modelo actual demuestra que opta por la segunda opción

Que la falta de vacunas en países en vías de desarrollo abriría vías a nuevas variantes de la COVID era una crónica anunciada ante la que no se tomaron medidas suficientes para evitarla. ¿Por qué? Porque la solidaridad es incompatible con el modelo de distribución imperante.

El Homo sapiens se cree infalible e inteligente, pero resulta ciertamente estúpido si analizamos cómo abraza una insolidaridad que mata, frente a vías que nos beneficiarían a todos. Hace casi un año el director de la Organización Mundial de la Salud advertía de que "el mundo está al borde un catastrófico fracaso moral. (…) El enfoque del 'yo primero' deja en riesgo a las personas más pobres y vulnerables y prolongará la pandemia, las restricciones necesarias para contenerla y el sufrimiento humano y económico".

El mundo lo sabía, pero el 'yo primero' vacío de inteligencia ha primado. Hace un año la universidad Johns Hopkins publicó un estudio en el que preveía que los países ricos, que representan solo el 14% de la población mundial, contarían con más de la mitad de las reservas de las vacunas mientras que al menos una quinta parte del planeta no tendría acceso a ellas hasta el año 2022 como pronto. Dicho estudio también calculaba que los países ricos tendrían capacidad para vacunar casi tres veces a su población, mientras que los pobres ni siquiera dispondrían de dosis suficientes para vacunar a los trabajadores de la sanidad y a las personas de riesgo.

También hace un año un grupo de ONG que defienden la vacuna universal alertaban de que 67 países pobres solo podrían vacunar a una de cada diez personas en el año 2021. ¿Se hizo algo para evitar todo aquello que ya se anunciaba? No. Sabíamos que la desigualdad en la distribución de la vacuna dañaría la salud pública, multiplicaría el riesgo de nuevas variantes y perpetuaría las restricciones, pero ¿qué más da eso si una minoría ha podido beneficiarse de ello?

Según la People’s Vaccine Alliance -integrada por más de 75 organizaciones de derechos humanos que exigen vacunación universal- durante el primer semestre de este año Moderna, BioNtech y Pfizer obtuvieron 26.000 millones de dólares de beneficios, mientras que mantienen el monopolio de la producción y pagan solo entre un 7 y un 15% de impuesto de sociedades a nivel global. Sin embargo, el desarrollo de estas y otras vacunas anti-COVID no se debe solo a la aportación de las farmacéuticas: varios países, con Alemania y Estados Unidos a la cabeza, han invertido millones de dólares de fondos públicos "sin condiciones, sin asegurar" el acceso a todos los países y "sin precios justos", como ha denunciado la campaña No Es Sano.

El pasado mes de julio la organización no gubernamental SOMO denunció en un informe cómo la presencia de Moderna en Suiza y Delaware le ofrece una "oportunidad de evadir impuestos" por la venta de sus vacunas. Es evidente que las farmacéuticas tienen capacidad para ejercer de lobby con gran fortaleza, tanto para vender más vacunas a países ricos como para imponer condiciones duras y estrictas para países en desarrollo.

Ante ello conviene repetir la pregunta que el dramaturgo Bertolt Brecht se formulaba en la obra Vida de Galileo: "¿Podemos negarnos al pueblo y al mismo tiempo seguir siendo hombres de ciencia? (...) La lucha por medir el cielo ha sido ganada, pero las madres del mundo siguen siendo derrotadas día a día en la lucha por conseguir el pan de sus hijos. Y la ciencia debe ocuparse de esas dos luchas por igual".

Si se dispusiera de toda la información sobre la eficacia de cada vacuna y si los fabricantes de todo el mundo tuvieran permiso para producir cualquier vacuna sin tener que afrontar juicios de propiedad intelectual, habría más posibilidades de proteger a la población mundial, de contener la pandemia y de responder con más rapidez ante la aparición de nuevas cepas. Pero eso supone cuestionar el sistema actual de financiación de monopolios de patentes. Y si hay que elegir entre la vida de seres humanos o la perpetuación del enriquecimiento de una élite, el modelo actual demuestra que opta por la segunda opción.

Es el apartheid viral, término acuñado por el doctor y profesor en la universidad de Harvard Raj Panjabi. Entre la salud pública y la propiedad privada, la propiedad privada. Entre el cuidado del planeta y la explotación dañina e ilimitada del mismo, explotación dañina e ilimitada. El carácter suicida de este sistema es innegable. Quien ose defenderlo sin matices no debería pasar a la historia como contribuyente de la inteligencia humana.

Buscando piso en alquiler. El Forges

 


lunes, 6 de diciembre de 2021

ESOS LOCOS DESINTERESADOS. Artículo de Irene Vallejo publicado en Milenio el 08.09.2021

Esos locos desinteresados

El beneficio económico es nuestro metro de platino iridiado, la medida de todas las cosas. A nuestros estudios, trabajos y aspiraciones se les exige una utilidad inmediata, y todo esfuerzo que no es rápidamente rentable parece ingenuidad o capricho de soñadores. Estas ideas hieren de muerte la enseñanza y la investigación.

Cuenta una anécdota que, hace veinticinco siglos, el matemático griego Euclides, enseñaba sus teoremas en Alejandría. Tras dar a conocer las bases de toda nuestra geometría, un estudiante le preguntó: “¿Qué ganancia conseguiré con esto?” Euclides, irritado, llamó a un esclavo y le ordenó darle una moneda, “ya que éste necesita sacar algún beneficio de lo que aprende”. En realidad, los descubrimientos que han transformado nuestras vidas nacieron de la curiosidad apasionada y el deseo de extender los límites del conocimiento. La electricidad es un hallazgo de infinitas aplicaciones prácticas, pero Faraday, que hizo un trabajo pionero y esencial para el desarrollo eléctrico, era un científico absorto en desenmarañar los enigmas químicos y físicos del mundo. En nuestro mundo materialista, muchos investigadores siguen explorando con su imaginación territorios abstractos poblados de números, fórmulas e ideas. Los avances técnicos, que ciertas personas pragmáticas convierten en negocio, necesitan a esos locos desinteresados.

domingo, 5 de diciembre de 2021

MANUAL DE INSTRUCCIONES. Un artículo de Luis García Montero publicado en Infolibre el 4 de diciembre de 2021.

Permitidme que hoy cuente mi vida, pero no desde un punto de vista privado.

Cumplir años, vivir, es un ejercicio que deja secuelas no ya en la piel, sino también en el corazón y la cabeza. El poeta Ángel González lo escribió así cuando vivía un mal momento: “Para vivir un año es necesario / morirse muchas veces mucho”. Y, desde luego, hay situaciones en las que vivir resulta duro: “¡Mover el corazón todos los días / casi cien veces por minuto”.
En el mejor de los casos, el paso de los años y las muertes convierte al mundo en un lugar "ancho y ajeno". El título de la novela del peruano Ciro Alegría refleja bien la sensación de habitar un tiempo que ya no es tuyo, una luz que ya no te pertenece, cada vez más alejada no de la actualidad, sino de la manera en la que se vive la actualidad. Ahora que el tiempo se ha convertido en una mercancía de usar y tirar, la memoria corre el peligro de abrirse como una caja de Pandora cuando uno se empeña en mirar el mundo.

Hay que tomar precauciones. El Prometeo que quiso otorgarle el fuego a los seres humanos tuvo que colocar en su equipaje el valor de la previsión. Necesitó analizar los rumbos que iban a seguir de día en día las antorchas encendidas. Ser amigo de los mortales conlleva sus riesgos.

La primera precaución es no comportarse como un viejo cascarrabias, como un anciano empeñado en que el mundo gire con los mismos códigos de la propia juventud. La mercantilización del tiempo rompe en su vértigo el diálogo generacional y los vínculos de la memoria, porque los viejos cascarrabias y los jóvenes adánicos, esos que se lo inventan todo, todo, como si nada hubiera sucedido antes de ellos, impiden con su soberbia una conversación al calor de la hoguera.

Los años con su rencor nos dan un fuego de la vida poco dialogante, nos queman, nos reconstruyen como Víctor Frankenstein fabricó a su monstruo, a su moderno Prometeo. Y conviene ser precavido, tener cuidado.

Pero el peligro de no querer apoderarse de la razón, de procurar no ser un viejo cascarrabias, es que poco a poco la vida se hace ancha y ajena. Resulta difícil que el sentimiento del amor, que nos ata a los compromisos privados, se convierta en una virtud política. En medio del caos, de las mutaciones, de las nuevas formas de control y manipulación, de ese nuevo Frankenstein de la inteligencia artificial, de los debates sobre la democracia y los sentidos de la identidad y la pertenencia, es conveniente hacerse una guía para negociar los mil matices de la desorientación. No me gusta andar del todo a tientas.

En este mundo que no es mi mundo, en este tiempo que no es el mío, la forma de anclaje con mi propia ideología tiene que ver con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y con algunas reflexiones experimentadas a lo largo del tiempo. Paso a enumerarlas, confesando así mi propio manual de instrucciones:

  1. La libertad democrática no debe confundirse con la ley del más fuerte.
  2.  No deben confundirse los deseos con los derechos.
  3. El respeto a la diversidad no puede ser un camino a la fragmentación sectaria, sino una invitación a la convivencia.
  4. Cuidado con las expresiones poéticas: la inteligencia artificial no existe.
  5. Cuidado con las buenas causas que se convierten en legitimaciones de malas injusticias.
  6. El olvido es la peor negación del futuro.
  7. Las guillotinas ideológicas separan las cabezas y los corazones.
  8. Antes de decir lo que pensamos conviene pensar lo que decimos.
  9. El concepto de pueblo es peligroso en manos de quien se dedica a invertir en analfabetismo e incultura.
  10. La injusticia social y el desamparo hacen que los discursos totalitarios arraiguen entre los seres ofendidos.
  11. Sólo el amor es más fuerte que el odio. Sólo el amor resiste a la muerte.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

HABLÓ LA CÁRCEL. Un artículo de Antonio Rivera, Catedrático de Historia Contemporánea de la UPV/EHU publicado en El Correo el 1.12.2021

José Ibarrola

La izquierda abertzale busca ser reincorporada al juego de fuerzas, lo que le exige rectificaciones. Pero sin cuestionar el sentido histórico de 50 años de ETA


"Roma locuta, causa finita». Habló la cárcel y el asunto de los ‘ongi etorris’ es historia. En la tradición etarra es recurrente el recurso a la consulta a las cárceles. Desde la Carta a los Makos de mayo de 1970 al referéndum en las prisiones iniciado a finales de 2010 y que precedió al anuncio de final del terrorismo meses después, la izquierda abertzale siempre ha manejado el argumento de autoridad que procede de sus presos. Y esto porque, desde su mirada, estos son sus víctimas y su testimonio tiene, por tanto, el valor que no tiene el de los demás.

De manera que no ha de sorprender que la declaración del lunes del denominado colectivo de presos de ETA (EPPK) enmiende la plana a sus correligionarios en el Parlamento vasco. Estos, hace solo dos semanas, defendieron que los recibimientos públicos no eran ofensivos para las víctimas, sino simples actos de reintegración de los ex presos a su entorno familiar. En coherencia con ello, habrán pensado en las cárceles que la familia se reúne en espacios privados y no en la plaza mayor del pueblo o en el salón de sesiones municipal. Pero la contradicción no es tal, y, de serlo, no tiene más recorrido: en la praxis revolucionaria cada agente juega el rol que conviene al grupo a cada instante y se reparten los papeles en beneficio del mismo.

Indudablemente, el pronunciamiento es una victoria ciudadana y, en particular, de los colectivos de víctimas que llevan años denunciando estos akelarres. Confiemos en que el tiroteo dialéctico partidario no nos haga al final cambiar de opinión y pensar que se trata de otra derrota del vencedor. Pero tampoco tenemos que ser ingenuos y creer que esta solemnidad es gratuita. La causa pendiente que tiene la izquierda abertzale en este momento es la de sus doscientos presos. El objetivo es tanto el acercamiento a prisiones vasconavarras o cercanas como el facilitar las condiciones y el tiempo de cumplimiento de sus condenas. El final del terrorismo se ha producido aquí sin negociación, por lo que no hay opción para una salida colectiva de los encarcelados. Lo que lleva a que la estrategia no sea otra
que facilitar el contexto que lubrique convenientemente los cambios de grado o acelere el final de los cumplimientos, todo ello dentro de las posibilidades de la ley y de la norma penitenciaria. Para los apocalípticos, esto se traduce en rendición del Estado de Derecho; la declaración no sería sino otra expresión más de esa negociación encubierta entre el Estado y ETA (o lo que la represente hoy). Para un análisis más mesurado, la izquierda abertzale no está haciendo sino facilitar las posibilidades que tiene cada uno de sus presos dentro del cumplimiento de la ley.

¿Se podía haber abordado y hasta resuelto este asunto sin esperar a que sus protagonistas le pongan fin por su cuenta? ¿Tenía margen para ello el Estado de Derecho en una democracia no militante como es la nuestra? No es tan fácil como parece, pero una intervención administrativa siempre ha sido posible: actuar desde los poderes públicos para preservar los derechos de las víctimas conforme a la ley, por ejemplo, habría evitado los ‘ongi etorris’ y obligado a sus celebrantes a iniciar la peregrinación judicial para defender los suyos, y no del revés, como ha ocurrido. Aquellas iniciativas policiales de Rodolfo Ares en el Gobierno de Patxi López fueron tan incomprendidas al pronto como finalmente eficaces para sacar del espacio público el enaltecimiento del terrorismo y de los terroristas. O sea que posibilidades siempre ha habido: si ha faltado entusiasmo, disposición o arrojo, eso ya es opinable.

En todo caso, lo indiscutible es que la declaración desde las cárceles desactiva otro factor disruptivo más en este largo camino hacia el final de esta historia. Igual que este hemos visto desaparecer otros
más –empezando por el principal: la propia existencia de la banda– y seguiremos viendo otros. Todo responde a la misma esencia y orquestación: la parte política de ese mundo tiene que conseguir ser reincorporada al juego de fuerzas con todas sus consecuencias, y para ello necesita rectificaciones. Pero al mismo tiempo no puede poner en tela de juicio el sentido histórico de los cincuenta años de historia
de ETA. Y esto porque, como bien vio Manu Montero, fue ETA la que creó la cultura política de la izquierda abertzale, que no al revés. Cuestionar lo primero sería hacerlo del conjunto; esto es, un suicidio político.

Pero algo acabaremos viendo. Al sumarse el PNV al coro de los que exigen un rechazo radical de la historia de ETA por parte de sus partidarios, el listón alcanza el punto crucial del ser o no ser. Sin embargo, ese mundo se ha movido siempre en esa cuerda floja, y lo ha hecho con destreza. No sé si llegaremos a leer un día una declaración afirmando que ‘nunca debimos hacerlo’ –no eso de que nunca debió pasar–, pero, si sucede, se lo dejarán para decir a los presos que todavía les queden. En la praxis revolucionaria, la sinceridad del reconocimiento está al servicio del objetivo final.

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