lunes, 29 de enero de 2024

"MIEDO DE SER DOS". Un libro de Rafael Narbona

Rafael Narbona considera que la vida solo es tolerable porque existe el cine y la literatura. No es extraño por tanto que los fantasmas de Marilyn, Audrey Hepburn o Sylvia Plath se paseen por las páginas de este texto difícil de clasificar (¿y por qué habríamos de hacerlo?) a medio camino de la autobiografía y la ficción; pero sobre todo un exorcismo y un relato vital que, siguiendo la guía caprichosa de la bipolaridad sufrida, rastrea el sentido de una existencia. Pero Miedo de ser dos es también un paseo por la historia de España, un viaje desde la intrahistoria en el que nos acercamos a años grises, los que van desde la guerra civil y la posguerra a la Transición, hasta el ligero atisbo de color que supusieron los 80 y su Movida. No esperes encontrar en este libro una propuesta fría o hueca, porque si abres sus páginas estás abriendo las venas de un hombre.

"USOS DE LA IRA: LAS MUJERES RESPONDEN AL RACISMO (1981). Por Audre Lorde (1934-1992)

Racismo. Creencia en la superioridad inherente de una raza con respecto a las demás y, por tanto, en su derecho a dominar, ya sea manifiesto o implícito.

Respuesta de las mujeres al racismo. Mi reacción ante el racismo es la ira. Una ira que me ha acompañado casi toda la vida, tanto si hacía caso omiso de ella como si me alimentaba de ella o aprendía a emplearla antes de que echara a perder mi visión. Antes, vivía la ira en silencio, asustada por sus consecuencias. Mi miedo a la ira no me aportó nada. Vuestro miedo a la ira tampoco os aportará nada.

La respuesta de las mujeres al racismo pasa por hacer explícita su ira; la ira provocada por la exclusión, por los privilegios establecidos, por las distorsiones raciales, por el silencio, el maltrato, la estereotipación, las actitudes defensivas, la estigmatización, la traición y las imposiciones.

Mi ira es una respuesta a las actitudes racistas y a los actos e ideas preconcebidas que derivan de ellas. Si vuestra relación con las demás mujeres refleja esas actitudes, mi ira y vuestros miedos concomitantes son focos de luz de los que podemos valernos para crecer tal como yo me valí de la expresión de mi ira para crecer. No se trata de despertar sentimientos de culpa sino de practicar una cirugía que corrija los defectos. La culpabilidad y las actitudes defensivas son ladrillos de un muro contra el que todas chocamos; no tienen el menor valor para nuestro futuro.

Como no quiero que esto se convierta en un debate teórico, voy a ilustrar mis palabras con varios ejemplos tomados de las relaciones entre las mujeres. Seré breve porque no nos sobra el tiempo. Quiero que sepáis que hay muchos otros ejemplos.

En un foro académico doy expresión directa a la ira provocada por algo concreto, y una mujer blanca me dice: “Cuénteme cómo se siente, pero no lo cuente con tanta crudeza porque me impide escucharla”. Y yo me pregunto: ¿Son mis modales lo que le impiden escucharme o es la amenaza de que mis palabras le digan que su vida puede cambiar?

El Programa de Estudios sobre las Mujeres de una universidad sureña invita a dar clases a una mujer Negra tras una semana de debates sobre las mujeres Negras y blancas. “¿De qué os ha valido esta semana?”, pregunto. La mujer blanca que mejor se expresa de las presentes responde: “Creo que esta semana me ha valido de mucho. Tengo la sensación de que ahora las mujeres Negras me comprenden mucho mejor; se han formado una idea más correcta de mis orígenes”. Como si comprenderla a ella fuera la clave del problema del racismo. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 22 de enero de 2024

"EL ESTATUS SOCIAL TAMBIÉN SE HEREDA". Un artículo de Jorge Ratia (Ethic 16 Enero 2024) )

https://ethic.es/2024/01/el-estatus-social-tambien-se-hereda/

Un estudio reciente cuestiona la capacidad de las instituciones públicas para influir significativamente en las tasas de movilidad social, y destaca el rol de los genes como predictores de éxito profesional.

En el mundo de Gattaca, película de 1997, los avances en ingeniería genética permiten concebir a niños con características muy concretas para asegurar que poseen los mejores rasgos de sus padres. Aquellos nacidos de manera natural son considerados inválidos y discriminados en todos los aspectos de la vida, desde el acceso a la educación hasta las oportunidades de empleo. Afortunadamente, Gattacca es una ficción distópica, en el mundo real cualquier individuo puede superar las limitaciones impuestas por el ADN y colocarse en el estrato social que buenamente desee… ¿O quizá la realidad no es tan optimista al respecto?

Los resultados de un estudio de 2023 sobre la persistencia del estatus social a través de múltiples generaciones desafían el rol del intervencionismo social y la importancia de la genética en el estatus. El autor principal es Gregory Clark, profesor de Economía en la Universidad de Dinamarca del Sur. Sus campos principales de investigación son el crecimiento económico a largo plazo, la historia económica de la Revolución Industrial y la movilidad social.

«En Inglaterra, desde el 1600 hasta el 2022, ha habido cambios considerables en las instituciones sociales a lo largo del tiempo. La mitad de la población era analfabeta en 1800, y hasta 1880 no se introdujo la enseñanza primaria obligatoria. Progresivamente, la oferta educativa y otras ayudas sociales para las familias más pobres aumentaron considerablemente. El documento muestra, sin embargo, que estas intervenciones no modificaron de forma apreciable la fuerte persistencia familiar del estatus social a través de las generaciones», afirma Clark.

En resumen, el estudio cuestiona la creencia generalizada en ciencias sociales sobre la capacidad de las instituciones sociales y sus intervenciones para influir significativamente en las tasas de movilidad social (es decir, en el cambio en la condición socioeconómica de las personas).

Si es verdad que la promoción de movilidad social y la meritocracia no funcionan, ¿cuáles podrían ser las causas? La razón, según Clark, es la fuerte transmisión familiar de los atributos que conducen al éxito social. Por ello, la política gubernamental no puede hacer más que mordisquear los márgenes de la persistencia del estatus.

Asimismo, podría ser que la baja movilidad se vea afectada por la homogamia (la tendencia a emparejarse con otros individuos que se asemejan a uno). Si la gente se junta con personas de estatus similar, sus hijos reflejarán mejor su estatus: «En Inglaterra conocemos los nombres completos de la mayoría de las personas que fueron a las universidades de Oxford o Cambridge desde aproximadamente 1200 hasta la actualidad», afirma Clark. «Si solamente sé que compartes un apellido con alguien que era rico en 1800, ahora puedo predecir que tienes hasta 9 veces más probabilidades de ser alumno de Oxford o Cambridge. También que vas a vivir 2 años más que una persona media en Inglaterra, y que vas a tener más riqueza. Es más probable que seas médico, tienes más probabilidades de ser abogado».

Tras años de trabajo, Clark ha trazado un modelo basado en el parentesco genético para explicar la distribución del estatus a lo largo de muchos siglos en Inglaterra. Utilizando este modelo, el economista afirma que, incluso en los casos en que la riqueza se transmite del padre a la descendencia (como es de esperar en una sociedad patriarcal), el estatus ocupacional se hereda por igual de la madre y del padre, como es de esperar en un marco genético y no cultural.

Otro resultado sorprendente es que la tasa de movilidad social se ha mantenido invariable a lo largo de 400 años en Inglaterra, a pesar de los enormes cambios culturales y políticos. En definitiva, se sugiere que la genética, dentro de las comunidades nacionales o a escala de nación, es imbatible por las instituciones sociales y políticas.

Ahora bien, la creencia de que «los ricos serán siempre ricos y los pobres siempre serán pobres» no significa que la función pública haya sido inútil. Si bien es cierto que la brecha entre clases sociales parece reducirse a un ritmo demasiado lento, las condiciones de vida de las familias humildes han mejorado enormemente desde la Revolución Industrial, no con respecto a las familias más adineradas, sino con respecto a unos estándares de vida y unas necesidades básicas que antes se ignoraban, y que ahora todo el mundo debería poder cubrir sin importar su apellido o la receta genética de la que están hechos.

domingo, 21 de enero de 2024

" ¿QUIÉN SERÁ EL AHORCADO? Un artículo de Juan José Millás (El País 14 ENE 2024)

En la casa de mis padres, como en casi todas las de la época, había un cuadro de la Última cena que me ha venido a la memoria al tropezar con esta foto. Se trataba de una reproducción de la pintura de Leonardo en la que Jesús aparece rodeado de sus apóstoles. Creo recordar que el momento captado por el artista era aquel en el que Cristo aseguraba que uno de los presentes, a no mucho tardar, le traicionaría. Los apóstoles se sorprenden, como es lógico, se miran unos a otros, se interpelan, agitan los brazos, componen gestos de interrogación… Se escandalizan tanto, en fin, que parecen todos culpables. Yo, de niño, pasaba horas observando aquella obra de arte que, más que una obra de arte, era una denuncia con algo de acertijo, pues la escena te invitaba a descubrir al traidor, Judas, que mostraba la misma extrañeza que el resto de sus compañeros. Es posible que el pobre no conociese aún su papel en la historia.

En la escena presidida por Milei hay 12 apóstoles del ultraliberalismo económico que quizá acaban de cenar sobre esa magnífica mesa de la que no han recogido todavía el vaso de agua. No necesitan un traidor porque nadie va a ser crucificado, a excepción, claro, del pueblo argentino al que, apenas terminado el conciliábulo, le devaluaron la moneda, le subieron los precios de la fruta y los amenazaron con cortarles los subsidios si protestaban en la calle. Los hijos de quienes tenían la Última cena en el salón de su casa la sustituimos en la nuestra, años más tarde, por el Guernica. Dan más miedo los rostros de los discípulos de Milei que los monstruos de Picasso.

lunes, 15 de enero de 2024

"LA PALABRA ANARCOCAPITALISMO". Un artículo de Martín Caparrós (El País 13 ENE 2024)

Murray Rothbard
Es fea. Para empezar es fea, horrible: cocapí y todas esas cosas, anar, talista. Para seguir, es el engaño más cochino.

Hay, a veces, palabras que aparecen y se imponen a la lógica y se difunden aunque lo que dicen sea imposible y, entonces, cada vez, se ríen del que las pronuncia. Se divierten: palabras que se miran y se guiñan un ojo y dicen uy qué bruto, ya me dijo otra vez. Pensemos en microgigantes, barbilampiños, polipieles: palabras que contienen su propia negación. O palabras inverosímiles, como si yo me definiera calvopitt: un Brad Pitt con la cara de torta, los ojos pardos arrugados, ni un pelo en el cráneo pero sí, algo en los lóbulos que se parece a las orejas del americano. Las personas, es obvio, se reirían de mí. Por eso esas palabras-chasco suelen tener una carrera corta. Pero ahora hay una que demasiada gente acepta y lanza y reproduce sin reírse: anarcocapitalismo, dicen, como si dijeran algo. Calvopitt.

La palabra anarcocapitalismo es un invento que se mantuvo décadas en merecidas sombras. La acuñó Murray Rothbard, un troglodita norteamericano. Nació en el Bronx en 1926, hijo de inmigrantes judíos europeos; aplicado, hacendoso, se volvió economista, matemático, politólogo, y empezó a dar clases y escribir libros. En uno de ellos, hacia 1955, intentó definir el “anarco-capitalismo”: un sistema donde “anarco” significaba que el Estado debía desaparecer para que “el Mercado” pudiera actuar sin regulación, porque el único derecho inalienable, decía, además de la vida, es la propiedad privada, y el Estado la viola recaudando impuestos, apoderándose de los bienes de todos. “El Estado es una banda de ladrones, compuesta por los individuos más inmorales, codiciosos y sin escrúpulos de cada sociedad”, escribió. Y se apropió de la palabra anarquismo y la despojó de todos sus sentidos y se guardó uno solo: el de rechazar el Estado.

Sin Estado, decía, solo “el Mercado” puede definir y validar las relaciones entre las personas: todos tienen derecho a vender su trabajo y sus propiedades —incluido su cuerpo o partes de su cuerpo— si se les canta o antoja, y nadie tiene la opción de impedirlo: es su libertad. Aquellos que lo sepan hacer bien vivirán bien; los que no, mala suerte muchachos. Comerán los que puedan vender o venderse; los otros, vaya usted a saber, que pedaleen o roben o se mueran. Es la definición de una sociedad hiper-individualista, donde solo vale el triunfo personal y toda forma de solidaridad es una afrenta. Nada podría estar más lejos de la idea de anarquismo, tanto más compleja que el borrón de Rothbard. El anarquismo tuvo su gran momento en el siglo XIX, impulsado por pensadores/militantes como Proudhon, Bakunin, Malatesta, Kropotkin y tantos otros: en esos días era, junto al socialismo, la forma más habitual de rebelarse contra las instituciones y su base económica, el capitalismo.

El anarquismo no se definía contra el Estado: se definía contra el poder. Los sindicatos y grupos anarquistas rechazaban todas sus formas: el dinero, los patrones, los sacerdotes, las armas. El anarquismo no se opone al Estado porque sí ni porque cobra impuestos o impide hacer negocios: lo combate porque es la herramienta de dominio que permite ejercer todos los demás poderes.

El anarquismo nunca se pensó como un sálvese quien pueda: al contrario, se definía como “el orden menos el poder”, sociedades autorreguladas por la solidaridad y colaboración de todos sus miembros para instaurar un orden colectivo igualitario y acabar, precisamente, con el imperio del dinero. Cuya forma más eficaz y difundida es, en nuestras sociedades, el capitalismo. Por eso “anarco-capitalismo” es una contradicción flagrante, una de las mayores falacias de esta época de identidades falaces. Es obvio que no se puede ser anarquista y capitalista al mismo tiempo. Pero tantos lo repiten, lo aceptan como si fuera siquiera pensable. Habría que evitar la vergüenza de decirlo como, por ejemplo, convendría evitar la de decir catolicateo o pacibelicista. O la de hablar de “libertad” cuando uno solo quiere tomarse una cerveza —o que lo exploten. O llamar “cambio” a lo que hicieron los ricos neoliberales de los 90, cuando recuperaron viejos privilegios. No por nada: solo para mantener cierto respeto por uno mismo, para no ser hablado por el lenguaje de los medios baratos, por el idioma de los amos. Para saber —o disimular que uno no sabe— qué dice cuando habla.

Y me disculpo por los exabruptos: pocas cosas me ponen más nervioso que escuchar cómo millones dicen lo que unos pocos quieren que repitan. Eso, exactamente eso, es lo que esa forma de educación llamada anarquismo siempre quiso evitar.

domingo, 14 de enero de 2024

"NO PODEMOS MÁS". Un artículo de Najat el Hachmi (El País 12 ENE 2024)

Iglesiasismo podría llamarse ahora una formación en la que toda la política es personal y personalista, vengativa y ofuscada


No podemos más con Podemos. La que fuera nueva política ha demostrado ser como la fruta de invernadero que no madura nunca porque pasa de verde a podrida. Empezaron por enterrar definitivamente cualquier noción de clase social con sus maniqueas proclamas sobre los de arriba y los de abajo y han terminado en una trinchera de odio y venganza capaz de cargarse una propuesta, la de la subida del subsidio por desempleo, que suponía una mejora substancial para los que ellos llaman “gente”. Nota mental: no hay que fiarse nunca de quien nos masifica llamándonos “gente” o “pueblo”, es decir, rebaño que hay que pastorear a voluntad, en vez de ciudadanos. Había voces críticas que salieron escaldadas de la organización alertándonos sobre su entrismo de estilo trotskista, pero lo que se demuestra es que, si esa es la estrategia, será para favorecer a la extrema derecha y no a la izquierda. Ahora han votado con PP y Vox, pero antes ya hicieron lo que parecía imposible en 2017 o 2018: dividir el movimiento social más potente que ha tenido este país, el feminismo, despreciando su historia reciente y el saber y trabajo acumulado durante décadas por las mujeres por ellos defenestradas. Del mismo modo que anteayer se demostró que Podemos podría pasar a llamarse Todos contra Yolanda, y que lo último en lo que piensan los morados es en las consecuencias concretas que tienen sus votos en las vidas de las personas, tampoco se crean que alguna vez les importaron las mujeres asesinadas o las personas trans que tanto decían defender.

De lo que se ha tratado siempre es de una ambición particular del mandamás ahora atrincherado con sus chicas, el todopoderoso líder que se fue cargando a todo aquel que pudiera hacerle un poco de sombra. Iglesiasismo podría llamarse ahora esta formación en la que no es que lo personal sea político, sino que toda la política es personal y personalista, vengativa y ofuscada, una actitud totalitaria que nada tiene que ver con la democracia. Como la cola cortada de la lagartija, el partido que quería asaltar los cielos y se quedó en Galapagar, seguirá culebreando un rato más, el que dure esta legislatura de montaña rusa. Lo peor es que sus decisiones movidas por la inquina van a perjudicar a muchas personas. Total, los 90 euros que no van a recibir los parados será más o menos su gasto semanal de kombucha o cualquier otra ecopijada pagada con sus generosos sueldos de diputados.

sábado, 13 de enero de 2024

"AMAR EL TRABAJO ES ABRAZAR EL SOMETIMIENTO". Un artículo de Juan Evaristo Valls Boix (El País, 08 ENE 2024)

Las empresas intentan seducir al trabajador para que su esfera laboral se confunda con su vida

Conocí a N. en una app de citas. Paseamos por Alicante buscando una pizzería y hablamos de nuestras ocupaciones. N. estudia Bellas Artes y trabaja en un outlet de ropa deportiva. Me cuenta que su trabajo es un poco tedioso, pero que se pone música en los auriculares y se le pasan las horas. Y luego prosigue con desconcierto: sus compañeras están encantadas con la empresa. Tiene valores verdes y feministas, les hace un descuento en toda la tienda y les premia con un bono si trabajan a buen ritmo. Un cóctel de ética verde, competición y chantaje consumista vuelve encantador un curro mal pagado que consiste en apilar cajas de zapatillas para hacer deporte y estar en forma para apilar cajas de zapatillas. No imaginaba llegar a conocer en una sola tarde semejante despliegue de seducción.

Paul Lafargue escribió en El derecho a la pereza que todas las miserias de las sociedades capitalistas tenían una sola causa, y esa causa es el amor al trabajo. Lafargue no se refiere a la codicia o a la envidia, sino a la pasión desatada que los propios trabajadores sentimos por nuestras ocupaciones. Situaba así la fuente de nuestras fatigas en la esfera de la reproducción social, un cambio de mirada que nos permite cuestionar el trabajo desde el apego y su economía libidinal: ¿cómo hemos aprendido a amarlo? ¿Quién lo volvió tan atractivo, tan extrañamente edificante? ¿Por qué nuestros trabajos nos encandilan con una retórica de vida buena cuando no hacen sino impedirla, saturando con sus demandas todos los tiempos, todos los afectos, todas las capacidades que tenemos?

En su libro Intimidades congeladas, la socióloga Eva Illouz nos habla de los experimentos Hawthorne, desarrollados por Elton Mayo en el Chicago de los años veinte. Sus resultados revelaron que la productividad no aumentaba tanto con una mejora de las condiciones materiales del puesto de trabajo, sino prestando atención a los operarios. Mostraban que el cuidado de un vínculo afectivo entre trabajador y empresa era una clave para el éxito y la explotación tan sofisticada como desconocida. A partir de ese momento, valora Illouz, el estilo empresarial y el management comenzaron a revolucionarse, y las empresas se dedicaron a invertir en las oscuras artes de la seducción: se llenaron de psicólogos y coaches ontológicos, hicieron de su entorno un espacio siniestramente amigable, enarbolaron las banderas de la ayuda humanitaria. Lo que Mayo descubrió en los años veinte, la película Monstruos SA nos lo enseñaba en 2001: las pasiones alegres generan mucha más energía que el miedo. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 12 de enero de 2024

"Pensé que era imposible que la gente votara a un pijo como Cameron": por qué Reino Unido lleva años gobernada por una casta de tories

 Aimar Bretos entrevista al periodista Simon Kuper, autor de 'Amigocracia. Cómo una pequeña casta de tories de Oxford se apoderó de Reino Unido'

¿Existe la amigocracia? ¿Las élites que dirigen nuestros países se rigen por una red de amistades que se impulsan entre sí? Simon Kuper es columnista del 'Financial Times'. Estudió en Oxford, la universidad británica que se ha convertido en una fábrica de primeros ministros. Quédense con este dato: desde 1940, Reino Unido ha tenido diecisiete primeros ministros, pues trece han estudiado en Oxford. Simon Kuper se puso a tirar del hilo y ha escrito un ensayo demoledor sobre quién y cómo ha ejercido el poder en Reino Unido. El libro se titula 'Amigocracia. Cómo una pequeña casta de tories de Oxford se apoderó de Reino Unido'. En España lo publica Capitán Swing.

Simon explica en su libro que a los tories de Oxford se les educa para tomar el poder ya desde críos. ¿Cómo lo hacen? "Oxford, el propio nombre de la Universidad y su reputación, les da la credibilidad y las redes que necesitarán una vez que pasen a Londres, a la política. Los futuros políticos británicos se reúnen en la Oxford Union, la sociedad de debates, y en las tutorías de Oxford, las pequeñas clases de una o dos personas con un profesor, y allí aprenden las habilidades retóricas que necesitan en la política británica. Nosotros tenemos una política muy retórica", dice el periodista británico.

La falta de seriedad en la política británica empezó con David Cameron, nos dice Simon Kuper. "Él era en realidad un profesional de la comunicación más que alguien con un profundo interés en gobernar un país. Cameron seleccionó a otros buenos comunicadores para trabajar en su Gobierno y estos hicieron escuela. La generación de Cameron y Johnson fueron los miembros más privilegiados de la generación más privilegiada de nuestra historia. Reino Unido había pasado más de treinta años sin hambrunas, invasiones o guerras civiles. Fue un país tranquilo. Eso alentó la idea de Cameron y Johnson de que la política es solo un juego. Por el contrario, las generaciones anteriores habían experimentado dos guerras mundiales y esa gente entendió que la política es un asunto serio", reflexiona Kuper.

En el libro, Simon reconoce que se equivocó con Cameron, que pensaba que jamás llegaría al liderazgo de los conservadores porque era "ostentosamente pijo" y en las elecciones vota todo el mundo, no solamente los pijazos. "Yo pensé que era imposible que la gente votara a un pijo como Cameron. Fue un error". El actual primer ministro, Rishi Sunak, también pertenece a una élite. Tanto es así que llegó a declarar: "Tengo amigos que son aristócratas, tengo amigos que son de clase alta, tengo amigos que son, ya sabéis, de clase trabajadora. Bueno, no. De clase trabajadora, no". El columnista del 'Financial Times' aclara: "Sunak viene de parientes inmigrantes, indios que son asiduos en el África del este. Cuando sus padres llegan a Inglaterra pensaron en mandar a sus hijos a la élite, los niños tienen que entrar en la élite británica, y lo mandaron a la escuela de Winchester, otra escuela muy exclusiva. Por eso no ha encontrado en su vida gente de clase trabajadora". Para terminar la entrevista, Simon Kuper concluye que tanto Sunak como Cameron y Johnson, "todos han pasado una vida muy separada de la clase trabajadora británica".

miércoles, 10 de enero de 2024

"LA INUTILIDAD DE LA GUERRA". Un artículo de Najat El Hachmi (El País. 05 ENE 2024)

Soldados israelíes desplegados en la franja de Gaza,
en una imagen de las Fuerzas de Defensa de Israel.
Dicen que ser pacifista es de ingenuos que no entienden cómo funciona el mundo, pero lo ingenuo es creer que más gasto militar traerá la paz

En Primero de BUP, una amiga me grabó una cinta con canciones de El Último de la Fila que estuve escuchando hasta desgastarla. Me ponía en bucle Querida Milagros y lloraba por la absurda muerte del soldado Adrián. Algunos de mis compañeros de colegio fueron la última hornada de convocados a hacer el servicio militar obligatorio, y el antibelicismo no era solo una posición ética o un concepto abstracto, sino que se trataba de una oposición clara y precisa a un deber concreto que algunos llamaban “ir a aprender a matar”. En catalán era Carles Sabater, del grupo Sau, el que cantaba “no he nacido para militar”. Insumisos y objetores de conciencia pintaban los muros de los descampados con sus reivindicaciones; incluso los menos politizados se distraían garabateando “mili no” en los pupitres y baños del instituto.

Desde que se ha profesionalizado el Ejército y ningún hombre está obligado a adquirir formación militar, nadie canta la muerte inútil de ningún joven soldado, pero eso no significa que no haya hombres jugándose el pellejo por razones que a menudo les resultan lejanas o ajenas. Por eso, es difícil creer lo que afirmó días atrás el líder de un país donde la mili es obligatoria para casi todos y dista mucho de ser un simple entrenamiento: que son los reclutas los que le piden que no pare el fuego y siga con su criminal ofensiva contra los gazatíes. ¿Quién, pudiendo hacerlo, va a escoger la muerte en vez de la vida y la paz? Nadie en su sano juicio, nadie que no esté radicalmente desesperado, cegado por el odio o alienado por esos líderes que ordenan guerras desde sus despachos, sin mojarse nunca los pies en las trincheras ni mancharse las manos con la sangre de niños e inocentes. Y ni que fuera sangre de culpables: ¿qué sentido tiene haber domesticado la violencia con la ley para que ahora se aplique una venganza ciega y sin justicia?

Ser pacifista, nos dicen, es de ingenuos buenistas que no entienden cómo funciona el mundo, pero lo ingenuo es creer que el aumento del gasto militar traerá la paz, que se fabrican armas y misiles para guardarlos en almacenes y no usarlos nunca. Más ingenuo es pensar que alguien puede ganar una guerra o solucionar un conflicto con muerte y destrucción. Más ingenuo es pretender que algo bueno puede salir de la aniquilación de todo un pueblo, mostrada en vivo y en directo con el impotente testimonio de todos nosotros.

lunes, 8 de enero de 2024

"ME EROTIZA LA GENTE BUENA". Un artículo de Irene Vallejo. El País 30 DIC 2023

Gloria Fuertes: “A mí solo me erotiza la gente buena”.

La lógica de la competición a ultranza nos exige convertirnos en triunfadores. Mil veces escuchaste la advertencia: quienes te rodean son rivales. Se aprovecharán de ti. Enseña los dientes, jamás te muestres débil. Eres demasiado ingenua, vas con un lirio en la mano. No sabes poner límites. Como si el problema fuera tuyo; como si la bondad fuese una deficiencia de carácter, una insignia de perdedores.

Hace casi veinticinco siglos, el historiador griego Tucídides diseccionó esta contradicción con afilada lucidez: “La mayoría de los hombres prefieren que los llamen listos por ser unos canallas, a que los consideren necios siendo honrados. De esto último, se avergüenzan; de lo otro, se enorgullecen”. Tras siglos de fascinación por el misterio y el imperio del mal, nuestras historias sobre gente bien intencionada se cuentan en clave cursi o remilgada, incluso paródica. Salvo en las monsergas a los niños que incordian —¡pórtate bien!— o agazapada en la sobredosis de almíbar navideño, la bondad tiene una reputación aburrida, insulsa, moralizadora y pusilánime. Se elogia episódicamente, pero se devalúa por sistema. Pese a los disimulos y tapujos ocasionales, nadie se engaña: lo deseable de verdad es el liderazgo arrogante, carismático y con colmillo. Desde las redes sociales a las encuestas electorales, se premia la agresividad. La guerra de todos contra todos es ortodoxia, la victoria sobre el prójimo es la medida de todas las cosas, la evolución nace de una lucha feroz por la supervivencia. Sin embargo, incluso Charles Darwin reconoció que la empatía hacia los demás es tan instintiva como el egoísmo.

Durante una tertulia televisada hace décadas, nuestra poeta de guardia, Gloria Fuertes, inmune al sarcasmo de sus compañeros de programa, declaró con voz ronca y total convicción: “A mí solo me erotiza la gente buena”. Curiosamente, tanto la palabra “bonito” como “bello” son, en su raíz latina, diminutivos de “bueno”, como si en otro tiempo el magnetismo que proclamaba la escritora hubiera sido una evidencia. Hoy, el término latino bonus alude a un incentivo económico: nuestro mundo prefiere el lujo a la lujuria. Solo en su acepción dineraria parece alcanzar la bondad su perdido prestigio.

En esta época zarandeada por la incertidumbre, la avalancha de pronósticos apocalípticos y los diagnósticos fatalistas nos empujan a fijarnos mejor en lo peor. Sin embargo, a nuestro alrededor, mucha gente es buena a diario, sin que nadie parezca advertirlo o agradecerlo. La teoría de la competencia descarnada desacredita aquello que hace funcionar el mundo: los cuidados gratuitos a hijos, ancianos y enfermos. Las personas que se esmeran en sus quehaceres y sus trabajos. Las pequeñas virtudes escondidas, fuera de los focos. El filósofo romano Séneca, asmático desde la infancia en su Córdoba natal, vivió marcado por una salud débil y la necesidad constante de asistencia para afrontar sus achaques. En una carta evocaba: “Todas las incomodidades del cuerpo, todas sus angustias y borrascas han pasado por mí”. Consciente de que la enfermedad y la debilidad forman parte de nuestras vidas, escribió que el sabio quiere amigos no por interés propio, sino para colmar el deseo de ayudar al prójimo, porque la colaboración es sanadora. “Nadie tiene una vida feliz si lo vuelca todo en sus fines”. En sus famosas Epístolas a Lucilio describió la convivencia como una arquitectura del cuidado: “La sociedad se parece a una bóveda, que se desplomaría si unas piedras no sujetaran a otras, y solo se sostiene por el apoyo mutuo”. No somos islas, sino hilos entretejidos.

La bondad asusta porque nos vuelve conscientes de la vulnerabilidad ajena, y de la propia. No queremos afrontar la fragilidad acechante de nuestros cuerpos. Preferimos el ideal de suficiencia, menos promiscuo, que promete fortaleza e independencia, al precio de aislarnos. Por eso, nos obsesionamos con encontrar la seguridad en el éxito y, en esa carrera despiadada, negamos la alegría y el disfrute de los actos generosos. Reprimimos nuestros instintos, nos refrenamos. En un océano de islas amuralladas, sin tacto ni contacto, la bondad acabará por ser nuestro placer prohibido.

domingo, 7 de enero de 2024

"LA ERÓTICA DEL DATO CONDUCE A LA ROBOTIZACIÓN DE LAS PERSONAS. Juan Arnau, El País 01 ene 2024

Una persona mira aplicaciones en la pantalla de un móvil.

El predominio de lo cuantitativo sobre lo cualitativo uniformiza el pensamiento y convierte a los individuos singulares en prescindibleLos datos tienen su erótica (medio mundo vive de ellos), pero también provocan cierta ceguera. Apantallan la realidad, tanto en sentido literal como figurado. El asunto más acuciante hoy no es la contaminación ambiental, sino la contaminación mental. Los nuevos vampiros tienen rostro luminoso y caras bonitas. Sus imágenes apantallan la luz interior de cada cual (llámese como se quiera y no se confunda con el ego, codicioso y soberbio), que es aliento vital y conciencia. Sin esa luz propia somos pasto para uso y desecho de las grandes estructuras tecnológicas, que ambicionan hacerse con nuestro espacio interior. Es grave porque, según algunos sabios, ese espacio interior coincide con el universo. El nuevo colonialismo ya no desembarca henchido de fe y ambición (aunque persista el deseo de riquezas), es más sutil, nos seduce con su erótica, y vamos entregándole, con cada clic, el alma. Un alma que el algoritmo sabrá alimentar y complacer, hasta quedar ciega y apagada, a merced de quien la alimenta.

La humanización de las máquinas evoluciona a la par que la robotización de las personas. Eso dice Jordi Pigem en un reciente libro sobre la amenaza del totalitarismo cibernético. Sostiene que hay un intento deliberado, por parte de los tecnócratas, de destruir la libertad y dignidad humanas. Una amenaza que ya fue avistada por Hannah Arendt y Simone Weil. El carácter único de cada ser humano está en peligro. Vamos hacia la uniformización del pensamiento, que es el fundamento de todo proyecto totalitario. La estrategia consiste en que las personas se vuelvan superfluas y piensen de forma parecida.

Para lograrlo, como hizo Goebbels, la herramienta es la propaganda, cuyo fin es atraer adeptos o compradores. Esa propaganda (hoy en manos de Harari, un lacayo de los tecnócratas) nos dice que el mundo (nosotros incluidos) es básicamente información. Los medios de información se hacen eco del mensaje y lo diseminan por todas las esquinas del planeta. Esa es la buena nueva que tratan de hacernos tragar las grandes tecnológicas, legisladoras de la verdad, la posverdad y las fake news.

La nueva erótica y ceguera del dato es promovida por los gigantes tecnológicos, los gobiernos y las instituciones globales, que han decidido (con criterio muy dudoso) que la realidad es un vasto sistema de información. ¿De dónde procede esta superstición?

Galileo, en una obra titulada El ensayador, que cumple ahora 400 años, dice una frase que marca el inicio de la ciencia moderna y del culto al dato. “La naturaleza habla el lenguaje de las matemáticas”.

Descartes remata la apuesta asegurando que, si una ciencia quiere ser ciencia, tiene que ser matemática. Y con ese postulado se inicia la Revolución científica, que va estar dominada por la Física de Newton.

El dato no es algo neutral, sino algo “cocinado”. No es algo que está ahí fuera, sino que depende de nuestras intenciones. Esta es la conclusión a la que llegará el físico danés Niels Bohr con el principio de complementariedad: la naturaleza puede hablar muchos lenguajes, de hecho, hablará el lenguaje que le propongamos. Si le preguntamos matemáticamente, responderá con el lenguaje matemático. Si lo hacemos poéticamente, responderá con el lenguaje de la poesía. Lo mismo puede decirse del lenguaje de la química, la biología o el arte.

La naturaleza es poliédrica. Esa es su magia. Pensar que hay un lenguaje privilegiado, que nos dice lo que ella es, esa es la superstición moderna. La matematización es una opción que tomó la civilización occidental y que ahora culmina con el culto al dato. Pero para tener un dato hace falta un instrumento de medida. Para tener un instrumento hace falta una teoría. Y para tener una teoría (nueva o revolucionaria) hace falta la imaginación creativa de un genio, de un investigador brillante. El dato es el producto final de todo ese proceso, que arranca con la imaginación.

Lo verdadero

La lucha por el estatuto de lo verdadero es tan antigua como la filosofía. Pero ahora las armas ya no son el talento narrativo, la persuasión o la habilidad dialéctica, sino los robots. Los razonamientos se han transformado en toneladas de datos. Lo cuantitativo predomina sobre lo cualitativo. Los datos sepultan la creatividad, son un aserto irrebatible, de corte absolutista, que prohíbe la excepción y no deja respirar a quien no se ajusta a ellos. Fíjense ustedes que las personas menos creativas que existen, los políticos, siempre recurren a la retórica de los datos. Los datos (junto con la gestión del miedo) son el primer paso hacia la uniformización del pensamiento, para hacer que los individuos singulares se vuelvan prescindibles y esclavizables.

La luz interior, destello del origen, es nublada por la angustia, el miedo y el cálculo. La abrillantan la confianza y el amor. Los filósofos antiguos decían que el mundo se mueve gracias a la oposición de los contrarios. Por eso tiene que haber bien y mal, frío y calor, atracción y repulsión.

Sólo hay una cosa que no tiene opuesto: el amor. El amor no tiene opuesto porque el odio es convocado cuando vemos atacado lo que amamos. El odio es una creación del amor. La ira aparta obstáculos y acalla impertinentes. Jesús lo sabía bien. Cuando Montaigne, Voltaire o Nietzsche nos convencen, no lo hacen con información, sino mediante un estilo (narrativo, alegórico o metafórico), que nos inspira, que nos convierte por un momento, como lectores, en seres creativos. Por eso los amamos. De hecho, escribir bien es eso. Hacer que el lector se sienta creativo. Que pueda crear a partir del texto, desvincularse de él, incluso refutarlo. Separarse, aunque sea momentáneamente, de la tenaza lingüística. Esa distancia es el aliento de la creación, incluso de la tecnocrática.

lunes, 1 de enero de 2024

"CONSUMIR O MORIR". Un artículo de Najat El Hachmi publicado en El País 29 DIC 2023

Hay que comprar y comprar aunque no se tenga dinero porque esa es nuestra principal distracción, válvula de escape de la masa

Con la inflación haciendo estragos y un panorama económico lleno de incertidumbre, los ejes comerciales de las ciudades están abarrotados. Hay que comprar y comprar aunque no se tenga dinero porque esa es nuestra principal distracción, válvula de escape de la masa. Solo se resisten a comprar por comprar los zumbados iluminados por alguna religión oriental. Consumo, luego existo, aunque me falten la casa y el pan, el presente y el futuro.

La estratificación social está hoy en las cadenas de productos y el que no adquiere el suyo es porque no ha visitado portales chinos que ya copian a las firmas low cost que copian a diseñadores de moda. A mí el modo en que se van llenando las casas de trastos y objetos me provoca una angustia existencial, lo opuesto al horror vacui. Por eso un signo de distinción y riqueza es no tener nada en enormes espacios diáfanos. Como mucho habrá algún mueble blanco. A mi madre le daría un patatús ver el sofá níveo de Kim Kardashian. El blanco es el color prohibido para las madres con muchos hijos, se ensucia rápido y hay que estar siempre quitando las manchas. Algo por lo que la Kardashian no parece muy preocupada.

Lo que no sé es si en casa de los ricos los niños tienen tantos cachivaches como en la de los pobres. Si los tienen se notarán menos porque igual son todos Montessori, de madera eco sostenible y toxic free. Los chavales pobres se harán más fuertes chupando el petróleo de sus juguetes 100% plástico, unos juguetes que parecen invadir el poco espacio del que disponen muchos hogares porque a los niños también les educamos antes para ser compradores que ciudadanos.

En su primera infancia, incluso en las familias más afectadas por la falta de recursos, los peques reciben cada año un alud de regalos: amigo invisible, tió, Olentzero, papá Noel y Reyes Magos, cumpleaños y santo. Me lo pido para tal, dicen, como si nadie tuviera que pagar el regalo y sus deseos fueran órdenes para los adultos. Si les sugieres que pongan calcetines o pijamas en la lista, como se hacía antes, te miran ofendidos. Para que el regalo sea regalo tiene que carecer de utilidad. Y si a los padres les supone un esfuerzo sobrehumano costear los presentes, que disimulen o sus hijos tendrán un trauma de por vida que ríete tú de las infancias dickensianas. El trauma de tener conciencia de la realidad y asumir que los recursos son finitos.

"NECESITAMOS UN ÉXODO DEL SIONISMO". Naomi Klein (elDiario.es 3 MAY 2024)

Judíos y simpatizantes celebran un Séder de Pascua para protestar contra la guerra en Gaza, el pasado 23 de abril, en el distrito de Brookl...