domingo, 30 de octubre de 2022

"LA COMPARATIVA DE CÓMO CORREGÍAN ANTES LOS PROFESORES Y CÓMO LO HACEN AHORA". Por Nuria Casas

La comparativa de cómo corregían los profesores antes y cómo lo hacen ahora que triunfa en redes. Una joven creadora ha puesto el foco en cómo los profesores corregían los exámenes hace unos años y cómo lo hacen ahora. Se ha convertido en todo un éxito. Tienes más información sobre esta creadora en https://bit.ly/3slpgo


viernes, 28 de octubre de 2022

"EL SUICIDIO, PRIMERA CAUSA DE MUERTE ENTRE ADOLESCENTES". Artículo Ethic, 27/X/22

El aislamiento durante la pandemia provocada por la covid-19 y el consumo impulsivo de los dispositivos electrónicos son algunos de los factores más determinantes de este aumento.

El manifiesto de intenciones suicidas entre los grupos de población más jóvenes aumenta a medida que niños y niñas alcanzan la adolescencia. Según el último informe sobre salud mental en la infancia y adolescencia llevado a cabo por Save The Children, el porcentaje de niños y niñas entre 4 y 8 años con este tipo de pensamientos es de un 2%, fracción que se triplica en la adolescencia, alcanzando un 6% en el grupo de entre 13 y 16 años. A esto hay que añadir las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef, que apuntan al suicidio como una de las principales causas de muerte entre niños y adolescentes, superando, incluso al cáncer y los accidentes de tráfico.

Ante esta situación, la Fundación Cofares ha celebrado ayer el encuentro «Suicidio en adolescentes y redes sociales» con el objetivo de visibilizar la importancia de la salud mental en los jóvenes y el riesgo emergente que presentan las nuevas tecnologías, especialmente las redes sociales.

En él, varios expertos en salud mental se han encargado de abordar los factores más influyentes en el aumento de los trastornos psicológicos entre los jóvenes. «El tema de hoy es difícil de hablar y de reconocer en el seno familiar. Por eso, nuestro objetivo es dar voz a esta realidad de tal forma que ayude a las familias a aprender a prevenir y gestionar un momento tan complicado», señaló Sofía Azcona, directora de la Fundación Cofares.

La doctora María José Penzol, médico especialista en Psiquiatría de Infancia y Adolescencia, ha abordado la situación actual de comportamientos suicidas y autolesivos entre los jóvenes y los factores que favorecen el aumento de la incidencia del trastorno mental grave entre este grupo. «Los recursos de hospitalización breve de la Comunidad de Madrid eran de dos unidades para pacientes adolescentes. Actualmente, sin embargo, son cinco, además de una unidad extra a la que tenemos que recurrir asiduamente», ha afirmado. Y añadió: «Los factores que están influyendo son el aislamiento por la covid-19 en una edad en la que el contacto social es importantísimo, el consumo excesivo y sin supervisión de los dispositivos electrónicos y de cannabis, que desencadena en trastornos psicóticos en las personas más vulnerables».

En este sentido, Luis Fernando López Martínez, psicoterapeuta, codirector ISNISS del programa de Doctorado de Psicología de Salud de la UNED y coordinador técnico del programa ‘Hablemos de Suicidio’ del Colegio de la Psicología de Madrid, ha manifestado la necesidad de reconocer la influencia de las redes sociales para poder modular estrategias preventivas y adaptativas: «El suicidio no es un trastorno mental, es una conducta debida al dolor, la desesperanza y la desconexión que, a través de determinadas herramientas, podemos disminuir y aprender a afrontar».

«Los menores en esta situación encuentran en las redes sociales un espacio donde poder comunicar su sufrimiento; y a un ‘otro’ digital que los valida y acompaña a disminuirlo, lo que potencia la parte más insalubre de la comunicación interpersonal y potencia la idea suicida, incluso aportando recursos para que la autolesión sea el medio idóneo para acabar con una situación que, en la mayoría de casos, es temporal», ha declarado.

Por último, Laura Cuesta Cano, profesora de Cibercomunicación y Nuevos Medios de la Universidad Camilo José Cela y responsable de contenidos digitales del Servicio de Prevención de Adicciones de Ayuntamiento de Madrid, ha defendido la responsabilidad de todos los agentes implicados en la educación de los menores –familias, centros escolares, plataformas y administraciones– en relación con los contenidos inapropiados que se publican en ellas: «La fórmula más eficaz de prevención y protección de los menores es, sin duda, la alfabetización digital de estos, que es lo que les permitirá tener un sentido crítico y emocional para poder enfrentarse a los riesgos de la red». Y concluye: «La solución no es limitar el uso de los canales para que los contenidos inadecuados no les afecten. La tecnología también tiene muchos aspectos positivos que hay que trasladarles. La clave consiste en enseñarles a utilizar internet de una manera sana, de tal forma que sepan sacarle el mejor rendimiento».

jueves, 27 de octubre de 2022

"LA DERIVA REACCIONARIA DE LA IZQUIERDA". Un libro de Félix Ovejero (2018), Barcelona, Página Indómita.

La izquierda reciente parece haber olvidado el famoso verso de La Internacional en el que se identificaba con «la razón en marcha». Para los socialistas de siempre, la lucha por la emancipación, que era la lucha de la razón, pasaba por la desaparición de las supersticiones religiosas, por la ruina de las comunidades sostenidas en la identidad y la tradición y por la expansión sin tregua de unos mercados que ampliaban la productividad. El capitalismo había comenzado la tarea, pero se mostraba incapaz de rematarla.

Si aquellos socialistas pudieran pasearse por nuestro mundo y revisar en serio, con estadísticas fiables, sus preocupaciones de entonces, seguramente pensarían que, aunque queda mucho por hacer, nuestro mundo es bastante mejor que el suyo. Su drama comenzaría un instante más tarde, cuando, al salir a la calle a buscar a sus herederos para celebrarlo, los encontrasen defendiendo lo contrario de aquello por lo que ellos pelearon.

Y es que hoy una parte de la izquierda, muy representada entre nosotros, se ha vuelto comprensiva con la sinrazón religiosa, simpatiza con quienes quieren levantar comunidades políticas sostenidas en la identidad y manifiesta una antipatía sin matices contra el proceso globalizador. Incluso se muestra dubitativa de la peor manera a la hora de valorar la ciencia y el progreso científico. Llevada por la necesidad de «pensar a la contra», acaba no pocas veces en el absurdo, peleando contra sí misma, contra sus conquistas. En el presente volumen, Félix Ovejero explora, desde una perspectiva de izquierdas ilustrada y racional, los ámbitos centrales del cambio en esa izquierda política que, por diversos caminos, parece haber recalado en el pensamiento reaccionario.


miércoles, 26 de octubre de 2022

"ISLAM, MÁS DE LO MISMO". Por Marc Cabanilles, AVALL Associació Valenciana d’Ateus i Lliurepensadors.

Algunos de mis lectores, seguidores y detractores, apuntan que siempre lanzamos el dardo sobre la iglesia católica, que no nos atrevemos a hablar del Islam. Es verdad la primera parte de esa afirmación. Nos dirigimos más hacia la iglesia católica porque es la que más nos afecta en nuestra vida diaria, con sus privilegios y sus intromisiones en la vida política y social.

En estos tiempos del multiculturalismo (yo acepto tu cultura con todo lo que lleve aparejado, y tú haces lo mismo, y aceptas la mía), hablar del Islam puede costarle a uno, como mínimo, la etiqueta de islamófobo, racista o supremacista. Si es así, en pos de ese multiculturalismo, exijo que también acepten mi cultura, tal cual.

El multiculturalismo ha propiciado la idea que todas las culturas merecen ser respetadas y protegidas. Y nada más falso que esa afirmación. Toda cultura, toda idea, toda afirmación ha de poder ser observada, desmenuzada, analizada, matizada, desenmascarada, rebatida, aplaudida o criticada. Ninguna cultura, ninguna idea, merece ser respetada a priori. El respeto a una cultura (o a cualquier cosa), hay que ganárselo en el día a día con los hechos. Y los hechos son los que son.

Observo que en el Islam hay posturas muy, pero que muy intolerante, no sólo en el sentido que es imposible salirse (apostatar) sin correr diversos riesgos, desde el rechazo de la comunidad donde vives, la ruptura con tu familia, la cárcel e incluso la muerte según en qué país. También porque castiga lo que califica de insulto (Salman Rushdie condenado a muerte por Jomeini) o de chiste ateo (revista satírica Charlie Hebdo).

Observo, que la religión islámica no establece diferencia alguna entre política y religión. El Corán deja bien claro que la finalidad del Islam, es establecer un sistema político regido por el sistema legal islámico, la Sharia (significa “camino claro hacia el agua), y para ello hay que acabar con los regímenes “infieles”. Esa no diferenciación entre política y religión, provoca que en casi todos los países islámicos se prohíba o censure cualquier intento de hablar del papel de la religión en la vida pública.

Observo que el Islam, posee multitud de ramas (sunníes, chiíes, jariyíes, ibadíes) e interpretaciones (seguidores de Mahoma del periodo de La Meca, del período de Medina), todas ellas enfrentadas entre sí. Y a pesar de ello, tiende a englobar a todos sus adeptos bajo un supuesto paraguas de “mundo musulmán”, como si la identidad fuera algo exclusivamente religioso y no dependiera también de otros factores como la nacionalidad, la cultura, el idioma, el clima.

Observo que, siendo todos los seres humanos iguales en deberes y derechos, a las mujeres musulmanas no se las trata como a los hombres. Una mujer, mientras esté en edad de parir, ha de ocultar su pelo bajo una tela para no despertar las hormonas masculinas. No puede tocar a hombres que no sean de su familia. Debe enseñar a sus hijos que los no musulmanes son “infieles e impuros”. Debe obedecer a toda la rama masculina de su árbol genealógico (padre, hermano, marido, hijos, primos, sobrinos,..).

Observo la vestimenta del hiyab y el burka, como elementos externos de esa desigualdad, identificando a las mujeres como musulmanas antes que personas, dejando bien claro que su vida depende de los designios de un dios, designios, que por supuesto, ya se encargarán de interpretar unos hombres, califas o imanes. Ese es el poder que tiene esa tela. A veces hemos visto en Europa, que frente a agresiones a mujeres por llevar hiyab, ciudadanas europeas en un gesto de solidaridad, se lo han puesto. Pero cuando en un país musulmán, se agrede a mujeres por no llevarlo, el hecho de quitarse el hiyab y mostrar su pelo, en solidaridad con las que no quieren llevarlo, les puede acarrear gravísimos problemas.

Observo que bajo el Islam, en algunos lugares la edad nupcial es de 9 años, aberración que cada año mata a decenas de niñas violadas en su “noche de bodas” y otras tantas en el primer parto.

Rápido me dirán que a la creencia católica también le gusta la denuncia por “ofender” sentimientos religiosos o que tampoco la iglesia católica ha tratado a las mujeres como iguales. Efectivamente, pero la diferencia es que a la jerarquía católica, podemos, y de hecho lo hacemos, criticarla duramente por algunas actitudes o declaraciones, en cambio, cuando se trata de imanes, resulta que hay que “respetar” su cultura o te etiquetarán, como he dicho al principio, de islamófobo.

Muchos musulmanes “moderados”, no dejan de repetir el mantra que el Islam es una religión de paz (al igual que sucede con “poner la otra mejilla” del cristianismo), y en verdad, numerosos versículos del Corán hacen referencia a ello con la palabra “Salam”, que significa paz, pero no en el sentido occidental, sino la paz que prevalecerá en el mundo cuando la humanidad se convierta al Islam, y para ello qué mejor que la Yihad, o sea, la obligación del creyente en Alá, para que la ley divina reine en la tierra, usando si es necesario la violencia y la guerra.

Cuando lo deseable es poder criticar con las armas de la filosofía y la razón, las religiones jamás rechazan el principio que sus “dioses” son siempre superiores a la razón. Esto, en la práctica lleva a la imposición de unas ideas rígidas que no admiten la más mínima crítica.

Mientras con la excusa del multiculturalismo, sigamos sin ver ni oír ni hablar ni actuar, el fundamentalismo (o más bien el fascismo) religioso (católico, evangelista, musulmán, judío), irá ganando terreno para más desdicha de una humanidad ya bastante golpeada por una política insensible, una economía depredadora, un medio ambiente degradado y unas pandemias cada vez más frecuentes.


martes, 25 de octubre de 2022

"EL FUTURO DEL CUIDADO. EL ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN Y SUS CONSECUENCIAS". Por Mª Ángeles Durán

Me importa el futuro. Hay quien entierra la cabeza, cierra los ojos, no quiere verlo. Pero a mí, sí, y a los que lo están leyendo también, porque ya lo avisa el título de este artículo. A los que estamos aquí, sí nos importa el futuro. Podríamos hablar de lo que fue el cuidado, de lo que es hoy, o de lo que va a ser, pero hemos elegido poner el acento en esto último. El futuro ya lo estamos haciendo, cada minuto cuenta tanto por lo que hacemos como por lo que dejamos de hacer. El futuro es cosa de todos. No sólo lo configura quien tiene mucho poder, también lo construímos quienes somos muchos, aunque tengamos poco. Ahora que todavía es presente, tenemos que decidir cómo queremos que sea y cómo podremos conseguirlo.

El término cuidado es escurridizo, polivalente. En distintas lenguas europeas y también dentro de las distintas lenguas españolas se usan palabras que parecen iguales pero no lo son. Es campo relativamente reciente de profesionalización en el que falta teoría y vocabulario. Entre el cuidado español, el soin francés, y el care inglés, hay una similaridad esencial, pero también importantes diferencias de matices. Cuando trabajamos con datos que proceden de países tan similares entre sí como los que hablan las tres lenguas citadas, por comparación a lo heterogéneo que es el panorama internacional, parecería que estamos hablando de la misma actividad cuando en realidad se trata de actividades muy diferentes. Esta diferencia en los términos tiene consecuencias importantes en la investigación comparada, e igualmente en la adopción o ejecución de políticas públicas que supuestamente deben referirse a un marco común dentro de la Unión Europea. Cada agente social, cada audiencia, cada público, maneja en su interior un concepto distinto del cuidado. Los soins son muy característicos de la literatura francesa, se utilizan ampliamente en enfermería, y corresponden bien con la idea medicalizada del cuidado. Se trata de actividades generalmente breves, que se aplican de modo repetido a alguna persona que resulta beneficiada por esa intervención; sometidos a la misma lógica de productividad y eficiencia que la industria, son intervenciones programadas, rápidas, claramente sometidas a la división del trabajo según niveles de cualificación. Los médicos de atención primaria reciben instrucciones para ajustar su velocidad de producción de diagnósticos a aproximadamente diez minutos por paciente. En la sección ambulatoria de los grandes hospitales, las largas colas de pacientes que por la mañana desfilan ante mostradores en los que los profesionales sanitarios extraen sangre o reciben otras pruebas para su análisis clínico, recuerdan a las cadenas de montaje que inmortalizara Charlot en Tiempos modernos.

En España, cuidar se utiliza en un sentido más amplio, y a su vez hay matices en el modo de usarse en cada Comunidad Autónoma. Según el Diccionario de Uso de María Moliner, cuidar es tener presente la situación completa del otro. No se trata de actuaciones físicas que se miden fácilmente por el tiempo que consumen, por la cronología del tiempo en que se inician y se terminan, sino que consiste en asumir la responsabilidad de que el otro esté bien, tanto haciendo como impidiendo que suceda lo que no debiera suceder. Más que físico, aunque también lo engloba, las bases del trabajo del cuidado son afectivas, psicológicas. No es imprescindible que se produzca en el mismo espacio que ocupa el sujeto cuidado, el cuidador importa el cuidado consigo, como una preocupación y una disponibilidad implícita, a sus espacios laborales, de ocio y descanso. A menudo, cuidar es trasladar al sujeto cuidado la advertencia de que no incurra en un riesgo o una conducta de consecuencias dañinas, y en ese sentido se aproxima al trabajo de la educación. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 24 de octubre de 2022

"LA EDAD DEL ESTIGMA ACEPTADO". Por Alejandro Gándara, elDiario.es, 25 de agosto de 2022

El fin de la actividad laboral y la cercanía de la muerte expulsan a nuestros mayores al extrarradio de la relevancia social, sean cuales sean sus aptitudes (mentales, físicas, productivas) reales. Pero ¿qué dicen estas etiquetas de la sociedad que hemos construido?

No hay duda de que en estos tiempos que corren la vejez arrastra un estigma (como tantas otras cosas, pues vivimos en la era del estigma). A falta de una comprensión más cabal de los asuntos humanos, tendemos a imponer marcas dolorosas sobre aquello que se nos escapa, que no facilita la entrada a su entendimiento (a causa generalmente de su ambigüedad) o que por razones diversas se ha convertido en enemigo o adversario. Lo peor del estigma es sin embargo el autoestigma. Aquí la víctima es también su verdugo. Es decir, y en este caso, el viejo siente sobre sí, y está de acuerdo con ello, todas las carencias y pecados que la comunicación y las relaciones sociales le adjudican: menoscabo físico y mental, marginación, olvido, falta de competencia, sentimiento de falta de utilidad para los demás, conciencia de parasitismo, etcétera.

El autoestigma funciona en la dirección de convencerse uno mismo de que la realidad (es decir, el consenso público) tiene razón. Y así los viejos, mucho antes de ser objetivamente viejos o incluso siéndolo, lo primero que padecen es una vejez emocional que se autoinflige sus propias limitaciones en todos los órdenes señalados. He aquí un acelerador efectivo de la decadencia de los individuos, más allá de la edad y de las lacras.

Se trata de una autopersuasión psicológica que se nutre del medio, de argumentos ideológicos y culturales que circulan de manera implícita en la información y en la representación. Y para esto no hay edad: sentirse viejo a partir de unos cuantos datos de la realidad convencionalmente adjudicada a la vejez puede suceder en cualquier periodo, entre márgenes por lo demás bastante amplios. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 23 de octubre de 2022

“NINGUNA SUEÑA DE NIÑA CON SER PROSTITUTA". Amelia Tiganus en deia.eus

Amelia Tiganus
“¿Cómo os sentiríais en tanga en una rotonda?”. Amelia Tiganus desnuda su alma en los institutos para que ellos nunca paguen por sexo y ellas no sean prostituidas

Amelia Tiganus soñaba con ser médica o profesora hasta que a los 13 años, volviendo del colegio, en Rumanía, la violaron en un portal entre cinco y su vida se tornó en pesadilla. “En la calle y el colegio me llamaban puta, me escupían, me daban patadas... Como no me resistí por el miedo, las violaciones continuaron”. Amelia era muy buena en Matemáticas, pero ya no podía estudiar. Su dolor era tal que pensó en suicidarse. “No lo hice por amor a mi hermana pequeña, que me admiraba aunque para el resto yo fuera una basura”. A los 17 años, una vez que la habían “destruido como ser humano y arrojado a la soledad”, los mismos que la violaron le ofrecieron una manzana envenenada. “Me decían: Anda, tonta, que no te hemos hecho otro agujero, que tampoco es para tanto. Me contaron que ejerciendo la prostitución en España un par de años iba a solucionar mi vida y poder volver a estudiar, que era lo que más quería, y me lo creí. Fui vendida a un proxeneta español por 300 euros y explotada sexualmente por más de 40 prostíbulos del Estado”. Amelia acumuló una deuda de 3.000 euros y los dos años se alargaron a cinco. Cuando consiguió salir, trabajando como camarera, halló incomprensión. “Me decían: Pobrecita, ese es tu caso, pero otras sí que quieren y yo jamás me he encontrado a ninguna que de niña soñara con ser prostituta”.

Activista feminista, formadora y escritora, Amelia ha desnudado su alma en más de 400 centros educativos del Estado y el pasado curso en media docena de institutos de Bizkaia con el fin de que los alumnos nunca paguen por sexo y las alumnas no sean captadas por redes de explotación sexual. “Os están vigilando de cerca. Los hombres quieren producto local y los proxenetas ya no tienen que ir a ningún país, todo se hace a través de internet”, advierte a las estudiantes del Instituto Miguel de Unamuno de Bilbao. “Los adolescentes, al escucharme, se emocionan y después sienten cierta indignación y preguntan por qué nadie se lo había contado”, resume.

Amelia relata su historia sin edulcorantes, mientras una alumna se echa la mano a la boca, impactada, y otras la escuchan en absoluto silencio. Comparte su viaje de tres días en bus hasta Alicante, su primera noche en un prostíbulo -“la voy a recordar siempre por ese olor a tabaco, alcohol y cocaína”- y cómo tenía que pagar por las habitaciones en las que dormían hacinadas, las mismas en las que yacían con los “puteros”. “Los llaman clientes, pero no se puede llamar igual al que compra el pan que a un hombre que paga por penetrar por boca, vagina y ano a una mujer que no lo desea, que necesita dinero”, aclara, y aprovecha para preguntar “cómo llamaríamos a que un hombre tenga sexo con una mujer que no quiere. Violación, agresión sexual, ¿no? Pues parece ser que si hay un billete de por medio el agresor no tiene la responsabilidad”.

Aunque “muchas veces la puerta del puticlub estaba abierta”, en cuanto ponía un pie fuera “oía decir: A las prostitutas les gusta el dinero fácil”. “Fue muy duro enfrentarme a esta sociedad que no estaba dispuesta a escucharme”, lamenta, y pone a prueba la empatía de los adolescentes. “Imaginad que estáis a miles de kilómetros de vuestra casa, no conocéis a nadie, ni el idioma, y estáis expuestos en tanga y tacones en una rotonda, un puticlub o un piso. ¿Cómo os sentiríais?”. Se hace el silencio. Y al poco surgen voces entre las butacas del paraninfo: “Con miedo”. “Desamparada”. “Vulnerable”. “Angustiada”. Solo imaginarlo, evidencia Amelia, “resulta violento para uno mismo”.
Y es tan solo el comienzo. “En ese país, que tiene más riqueza, pertenece al primer mundo y donde hay democracia, os van a utilizar como meros objetos sexuales para usar y tirar, para eyacular. En concepto de ocio se está agrediendo sexualmente a las mujeres más vulnerables y empobrecidas de este planeta delante de nuestros ojos”, denuncia. Esa es la razón por la que rememora en público esos pasajes de su vida que quisiera olvidar. “Hablo porque no soporto la idea de que en este momento estén violando a mujeres o a niñas para convertirlas en la puta de todos, en mercancía para que los puteros se diviertan y los proxenetas se enriquezcan”. Habla por ellas y porque está convencida de que “servirá para algo bueno”. “Si cuento todo el sufrimiento que viví, esta sociedad será mucho más consciente y estará mucho más preparada para enfrentarse a la realidad”, confía, convencida de que “lo transgresor no es decir: Todas somos putas, sino Todas somos mujeres y nos duele igual que a nuestra compañera la agredan a la salida de la discoteca o en un portal que a esas mujeres las violen sistemáticamente”.

“Yo es que me las follo gratis” Amelia apuntala su discurso con datos, como que “España es el mayor consumidor de prostitución de Europa” y que “cuatro de cada diez hombres han pagado” por mantener relaciones sexuales. “Son muchos. Casi la mitad. Convivimos con ellos”, recalca y desvela qué le contestan los chicos cuando les pregunta si “se irían de putas”. “Los gallitos del corral dicen que sí y los pollitos les siguen el rollo, pero la mayoría dicen que no. Podría parecer esperanzador, pero cuando les pregunto que por qué no, me contestan: Qué asco, a saber cuántos la han usado antes. Siguen sin ver a las mujeres prostituidas como personas”, censura. “Luego hay otros que dicen: Yo es que me las follo gratis. Es decir, el mismo pensamiento de utilizar a las mujeres como si fueran cosas. Muy poquitos -diría un 1% y he dado más de 600 charlas y conferencias por todo el mundo- dicen: No, porque jamás tendría sexo con una mujer que no quiere tener sexo conmigo”. 

Tras criticar “el modelo prohibicionista, que en teoría castiga a todos los actores del sistema prostitucional, pero en la práctica persigue a las mujeres”, y “el modelo regulacionista, que considera la prostitución como un trabajo y ha beneficiado a los proxenetas, que son considerados respetables empresarios del sexo”, Amelia aboga por “una ley abolicionista que diga que la prostitución es violencia contra las mujeres, garantice sus derechos y castigue a los proxenetas y los puteros”.

Amelia abre la puerta de su cuarto aquel día en el que su novio se dio cuenta de que ella no estaba disfrutando de la relación sexual y le preguntó si no tenía ganas. “Pensando en el ¿Me vas a dejar así? que tantas veces me habían dicho los hombres para obligarme a seguir hasta que eyacularan, le dije que sí tenía ganas y se enfadó mucho. No me hagas esto nunca más. Si no quieres, dilo. Yo no quiero violarte. No sabía cómo asimilar aquello. No tenía que follar si no me apetecía”. Aplausos.

sábado, 22 de octubre de 2022

"ACROBACIAS EN LA CAMA". Por Irene Vallejo en Milernio el 1 de octubre de 2022

Aun cuando no resistan un análisis serio, solemos aferrarnos a nuestras convicciones.

Conoces bien esos momentos íntimos, altamente inflamables, de fogosidad encendida y apasionada, también llamados comidas de domingo. A veces, en esas sobremesas familiares estallan discusiones largas, virulentas y resbaladizas. La trifulca se alborota y, de pronto, en medio de una frase exaltada, te visita una certeza repentina: has empezado a exagerar tu indignación, lo que dices no es lo que piensas, estás deformando tus propias ideas. La obsesión por acomodar la realidad a la estrechez de nuestros intereses se denomina “síndrome de Procusto” en honor a una leyenda griega. Se cuenta que el héroe Teseo llegó una noche a un tenebroso motel en las colinas, estilo Psicosis, regentado por Procusto, un bandido que ofrecía posada al viajero confiado y solitario. Aquel temprano Norman Bates acompañaba amablemente a su huésped a una cama de hierro donde, una vez dormido, lo ataba y amordazaba. Si era alto y sobresalía, le cortaba los pies; si era de baja estatura, lo descoyuntaba a martillazos hasta alargarlo. El asesino en serie, cuyo nombre en griego significaba “el estirador”, prolongó su reinado del terror hasta que Teseo lo mató aplicándole el mismo tormento.

Procusto simboliza a quienes fuerzan los hechos hasta que se ajustan a sus expectativas, como los ideólogos, políticos y opinadores que distorsionan los datos para apuntalar sus hipótesis. Pero no son los únicos. Nuestros cerebros, como los lechos de la posada del crimen, padecen el sesgo de confirmación, es decir, la tendencia a creer los indicios que afianzan nuestra visión del mundo, y desdeñar cualquier información que la contradiga. Aprendices de bandido, nos gusta que los acontecimientos encajen en nuestras ideas previas y nos devuelvan el brillo artificial de los deseos cumplidos.

En casos extremos, las personas con tendencia a estirar la talla de las cosas terminan por habitar una realidad paralela. Billy Wilder retrató en Sunset Boulevard la fábrica de los sueños como una factoría de delirios. La protagonista, Norma Desmond, es una olvidada estrella de cine mudo parapetada en su mansión, al frente de un séquito fantasmal de criados, como si el mundo aún obedeciera a su voluntad. Al reconocerla, William Holden exclama: “Era usted grande”, y ella replica con una fabulosa frase procustea: “Soy grande. Es el cine el que se ha hecho pequeño”. La voz en off compara a Norma con la señorita Havisham, personaje de Grandes esperanzas, de Dickens, una mujer abandonada por carta instantes antes de la boda, en un anticipo de las rupturas por wasap. Desde entonces vive sola en su ruinoso palacio, sin quitarse nunca su vestido de novia, con la tarta nupcial sobre la mesa y los relojes parados a la hora exacta en la que llegó la noticia insoportable.

Esta actitud es inherente al ser humano y aparece incluso sin mala intención. Como explica Will Storr en La ciencia de contar historias, nuestro cerebro es un órgano narrativo y tiende a someter la información que recibe a la trama de nuestro relato interior. Dedicamos grandes esfuerzos a construirnos una visión del mundo y somos reacios a dejarla desmoronarse cuando una evidencia la resquebraja. A veces ese intento de amordazar los acontecimientos esconde un trasfondo de angustia y naufragio, como ocurre al conmovedor protagonista de Los adioses, de Juan Carlos Onetti. Un desconocido llega a un pueblo para ingresar en un sanatorio pero, en lugar de obedecer a los médicos, se hospeda en un hotel, atrincherado en la negación: “empecinado, ignorando los remolinos del tiempo; defendiéndose con las ropas, el sombrero y los polvorientos zapatos de la aceptación de estar enfermo y separado; aplicado con una dulce y vieja tenacidad a persuadir y sobornar lo que estaba mirando”. Solemos creer que quienes piensan distinto adaptan lo evidente al molde de sus prejuicios: Procustos solo son los demás. Sin embargo, esta es una tendencia arraigada; todos nos negamos a que las evidencias arruinen una buena certeza. Quizá lo más sensato sea abrirnos a modular o demoler ciertas convicciones, si no queremos vivir siempre cautivos de nuestras normas —como Norman y Norma— en una realidad basada en hechos ficticios.


viernes, 21 de octubre de 2022

"EL NEGOCIO DE LA HUMANIDAD SIMULADA". Por José Mª Lasalle en Ethic del 20 de 0ctubre de 2022

El metaverso promete una realidad virtual y un nuevo espacio de entretenimiento. La popularización de la simulación digital abre la puerta a una humanidad simulada.

La humanidad se enfrenta por primera vez en la historia al desafío de una humanidad simulada que la sustituya. Esta circunstancia inédita hasta ahora se ha hecho realidad gracias a la aparición de lo que David J. Chalmers ha denominado la «realidad plus». Gracias a ella, aquella piel técnica de la que hablaba Ortega y que recubría la vida humana ha pasado a interactuar ontológicamente con ella. Algo posible con la aparición técnica de experiencias de simulación digital que ofrecen al ser humano la posibilidad de migrar a un mundo virtual con todas sus capacidades cognitivas y psíquicas. Bien mediante implantes cerebrales, bien mediante diademas o interfaces semejantes.

Nos adentramos en el umbral de una disrupción que desborda lo conocido hasta el momento. No solo porque disloca la comunicación natural del cuerpo con la mente, sino porque permite a esta desplazarse fuera de las dimensiones del mundo físico para realojar nuestra personalidad psíquica dentro de la simulación digital de un mundo virtual paralelo. Hablamos, por tanto, de un proceso tecnológico de migración en tiempo real de nuestras capacidades cognitivas mediante una codificación de ellas en forma de datos que se alojan en una nube que es propiedad de la corporación que produce el simulacro y soporte computacional de este.

Metaverso es la experiencia de «realidad plus» más conocida, pero no es la única. Pronto se difundirá una comercialización de servicios de simulación digital parecidos que competirán entre ellos. Las capacidades técnicas que las plataformas esconden de cara al futuro son inmensas y desatarán un abismo inmersivo que puede succionar la experiencia corpórea de lo humano para transformarnos en una simulación digital de nosotros mismos, solo limitada por el alcance de nuestra propia imaginación.

Al brindarnos la técnica esta posibilidad simuladora, la humanidad sienta las bases de un utopismo digital que plasma la hipótesis cartesiana de un genio maligno que nos engaña sistemáticamente al hacernos creer que existimos cuando somos un sueño suyo. De este modo, se consolida por la vía de los hechos la filosofía poshumanista de los gurús de Singularity University y se ofrece, gracias a la iniciativa empresarial, una solución que nos libera del riesgo existencial que pesa sobre la especie debido a la crisis climática, las pandemias y la guerra nuclear al transformarnos en criaturas empíricamente computacionales.

Que nos transformemos en una humanidad simulada no puede quedar en manos del éxito de un modelo de negocio. Que se produzca sin control democrático dependerá del alcance real de la brutalidad cultural y el nihilismo sobre el que se asientan nuestras sociedades. Nos enfrentamos, por tanto, a la consumación que denunciaba Baudrillard de que, bajo el capitalismo consumista de los años 80 del siglo XX, el simulacro de los objetos y las identidades había dejado de ocultar la verdad para sustituirla. El simulacro había pasado a ser lo único verdadero. Avanzado el siglo XXI y expuestos al imperio de la «realidad plus» surgida de las entrañas tecnológicas de la revolución digital y del capitalismo cognitivo, la conclusión de Baudrillard sería aún más radical: la verdad es un modelo de negocio propiedad de Metaverso.

jueves, 20 de octubre de 2022

"Y TÚ, ¿CONTRA QUIÉN PIENSAS?". Por Diego S. Garrocho en Ethic (14/09/2022)

El pensamiento no debe identificarse tanto con la oposición crítica y destructiva como con su contrario: la creación de conceptos y teorías.

La crítica tiene un prestigio que, generalmente, no merece. Ocurre en casi todos los ámbitos: en la cultura, en la academia y, por supuesto, en la gastronomía. Poner cara de desaprobación o improvisar un argumento con el que intentar justificar una negativa es un recurso habitual entre los narcisistas que aspiran a reputar su inexistente buen criterio. En ocasiones es el único recurso que tienen y casi siempre es sólo una coartada. Pero siempre hay alguien dispuesto a sentirse original por el mero hecho de decir que Borges está sobrevalorado o al torcer el gesto cuando un vino no responde a la impostada exigencia de su egregio paladar. No se fíen de ellos. La mayor parte de las ocasiones mienten.

En el ámbito de la reflexión, que no aspira a otra cosa que a ser una opinión informada, este fenómeno se declina de una forma propia y, si cabe, aún más decepcionante. La autoría de la frase varía, pero en muchos contextos se celebra la negación como un tipo privilegiado del pensamiento. Lo habrán escuchado en alguna  ocasión: pensar es pensar contra algo. O contra alguien. Cuando el mérito estaría, como mucho, en ser capaz de pensar contra todos, empezando por uno mismo. Aunque ni siquiera esa gigantomaquia sería síntoma forzoso de acierto alguno.

Pocas veces se banalizó de una manera tan simplista una intuición que es históricamente cierta y que encuentra en Sócrates a un digno precedente. Es cierto, y alguna coherencia debemos guardar con nuestro origen, que nuestra tradición filosófica se asienta sobre la exposición de ideas, la argumentación y la refutación que se intercambian, al menos, entre dos cabezas. El origen del diálogo –o de la disputatio medieval– es exactamente ese: la asunción de que, en la vigilancia recíproca, dos piensan mejor que uno. Cavilar con otros es siempre más sencillo porque la mirada externa suele poner a prueba las flaquezas de nuestro razonamiento. Pero no es menos cierto que, pasados los siglos, hemos convertido el enfrentamiento agonal de la palabra en algo tan decadente como el pensamiento posicional.

Casi todos los debates contemporáneos, ideológicos, políticos o culturales giran en torno a la objeción. Las identidades parecen arraigarse en un pensamiento «anti» en el que la oposición, la crítica o la destrucción parecen elevarse como una opción preferente de la reflexión. La mediocridad siempre es transversal y, en este caso, esta fragilidad se extiende con igual proporción en todos los contextos y a lo largo y ancho de todo el espectro ideológico. Anti-imperialistas, anti-comunistas, anti-ilustrados, anti-modernos: no son más que algunos nombres que expresan esta fatiga del pensar.

Tan ridículo es el martilleo antifascista con el que nos aburren demasiados cobardes con vocación de héroe, como la triste y pertinaz denuncia de los críticos con la cultura woke. Basta echar un vistazo para ratificar que el pensamiento reactivo o anti no es más que el envés de la neurosis que pretende combatir. Un mal plagio, una reacción vicaria, un lamento ensimismado que, como mucho, aspira a derribar aquello que critica. La culpa, por supuesto, debe repartirse, ya que llevamos años aplaudiendo como las focas ese absurdo mantra indescifrable que es el pensamiento crítico. Aunque los conceptos no se rompen ni se astillan, sí pueden dar de sí hasta romperse a través de su abuso indiscriminado.

  Burke decía que es mucho más sencillo desmontar un reloj que reconstruir con un orden funcional todas sus piezas. Y la mejor tarea del pensamiento, me temo, debe identificarse con la creación de conceptos y con la elevación de teorías y no tanto con la refutación crítica y destructiva.

 La crítica posicional delata, en demasiadas ocasiones, la melancolía del concepto. Y por este motivo no parece errado conceder que Nietzsche sea el autor que mejor explica el siglo XX. Es ahora, y no en sus días, cuando más urge reivindicar su lúdica e intempestiva filosofía. Huyan de todos los que creen que sólo piensan cuando niegan y ojalá tengan la suerte de cultivar, así sea alguna vez, algún pensamiento afirmativo. Después de todo, y en contra de lo que dicen, pensar no es pensar contra alguien. Pensar es ser capaz de concebir algo a lo que merezca la pena decir «sí».

martes, 18 de octubre de 2022

"LAS MENTIRAS QUE NOS UNEN". Un libro de Kwame Anthony Appiah

Un poderoso manifiesto contra la guerra de identidades, por uno de los más lúcidos pensadores contemporáneos.

Género, religión, raza, nacionalidad, clase y cultura. Estos conceptos nos definen y moldean nuestro mundo polarizado. Sin embargo, las identidades colectivas que generan están plagadas de contradicciones y falsedades. Al explorar su naturaleza y su historia -desde las engañosas ideas sobre la raza del XIX hasta los debates contemporáneos sobre «apropiación cultural»- Kwame Anthony Appiah se deshace de los mitos más venenosos y desmonta con lucidez nuestras ideas preconcebidas sobre cómo funcionan estas identidades.

Todos sabemos que las identidades crean conflictos, pero Appiah revela cómo las identidades nacen del conflicto. Y demuestra también, entrelazando lúcidos argumentos, maravillosos ejemplos históricos y anécdotas personales en una narración vibrante, que nuestro preciado concepto de soberanía nacional es incoherente; que la idea misma de la cultura occidental es un espejismo deslumbrante; y, en definitiva, que no existe una esencia asociada a una determinada identidad social que explique por qué las personas son como son.

Appiah, filósofo ghanés de madre inglesa y padre perteneciente a la etnia asante, está en una posición idónea para reflexionar sobre cosmopolitismo, pertenencia e identidad. Su libro es un manifiesto filosófico para el siglo XXI.

domingo, 16 de octubre de 2022

"ZWEIG: EL MUNDO DE AYER Y NOSOTROS". Por Daniel Gascón en Ethic, 28 de setiembre de 2022

Stefan Zweig repasó un siglo atrás en ‘El mundo de ayer’ una Europa que había dejado de existir. Todo era un castillo de naipes, apuntaba el escritor austríaco en unas memorias que se pueden releer ahora a la luz del actual contexto europeo.

Durante unos años, El mundo de ayer de Stefan Zweig era el mundo de mañana: la referencia prestigiosa que utilizaría al día siguiente un columnista, el diagnóstico de un malestar difuso y la oportunidad para lanzar una advertencia a favor del bien y en contra del mal. Como siempre, cada uno encontraba en el libro el consejo que se adecuaba más a lo que pensaba de antemano. Su elocuencia y su maleabilidad hacían que fuera una referencia particularmente útil; los paralelismos históricos exigen cautela, porque podemos fácilmente caer en el presentismo y otras tentaciones narcisistas.

Las memorias del autor de Castellio contra Calvino son la crónica de una pérdida: el fin de una idea de seguridad, de fe en el progreso, el paso de un mundo de identidades múltiples a otro de identidades absolutas. En las primeras páginas describe un lugar apacible, con la sensación de que la ampliación de los derechos y el progreso material son casi inevitables. Gente como el padre de Zweig es ordenada y ahorra, y como la araña que teje su tela, va acumulando una fortuna en un mundo de inflación baja.
La riqueza se posee pero no se exhibe. Las casas permanecen en la familia y en los testamentos se intenta proteger contra la ruina a generaciones muy alejadas. Se habla de arte intensamente. No tienen prestigio las transformaciones súbitas, las revoluciones; los hombres respetables se acarician la barba y no está bien visto subir o bajar las escaleras apresuradamente. Es un mundo de seguridad y, por tanto, obsesionado por los imprevistos: apartar un dinero por si pasa algo, contratar un seguro…

Esas protecciones y garantías son insuficientes frente al gran cataclismo. Todo era un castillo de naipes, dice Zweig, pero sus padres vivían en él como si fuera de piedra. La vida de la generación del austríaco es más difícil que la de sus progenitores: como judío, escritor, humanista y pacifista, está en el lugar donde los daños son más devastadores. Pierde casas, países, comunidades, lengua y una idea del mundo. También, a su juicio, es una vida más rica que la de sus padres: su generación ha tenido que aprender más.

«Por mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del Apocalipsis, la revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y la emigración; he visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Rusia. Y, sobre todo, el nacionalismo, la peor de nuestras pestes que envenena la flor de la cultura europea», escribe.


Zweig señala la aceleración de la historia y la simultaneidad de los acontecimientos, algo que nos resulta cercano (aunque seguramente nuestra época siempre nos parece plagada de sucesos). El progreso técnico favorece la aceleración y la integración económicas, y la aceleración acaba provocando un descarrilamiento. Hace unos años pensábamos que el mundo era más predecible y teníamos una visión más optimista: ahora creemos que era una ilusión. El paso de la seguridad a la incertidumbre también es un tema de nuestro tiempo. El léxico de la innovación empresarial o de la transición ecológica presenta de maneras más o menos luminosas y con una retórica acartonada el fin del mundo del trabajo y el agotamiento de un modelo de desarrollo basado en los combustibles fósiles.

Al leer esa descripción de un apacible viaje hacia el progreso, sabemos que no en todas partes era así: no en todas partes perdieron ese mundo porque no lo tenían. Esa civilización europea burguesa, por ejemplo, también coincide con el colonialismo. Toda revisión aplana las aristas: así, si el relato del entusiasmo noventero tiende a pasar deprisa sobre la desintegración de Yugoslavia y las atrocidades posteriores, hay otras guerras que el retrato favorecedor deja de lado. William Gibson decía que el futuro ya está aquí, solo que distribuido de forma desigual. Un ejemplo es el calentamiento global. Pero el pasado también está aquí, como muestra la agresión rusa en Ucrania. Lo anacrónico seguramente es pensar que hay un solo tiempo.

Otra diferencia de la mirada de Zweig es que la idea de revolución sí es atractiva. Naturalmente, son revoluciones falsas: viven muy bien con el capitalismo y viceversa. Stefan Zweig escribía durante una guerra mundial. Había vivido también unos años de descrédito de la democracia, y había asistido al fin de muchos regímenes democráticos. No parece que los modelos totalitarios sean ahora alternativas como en esa época.

Pero, además de las prácticas irresponsables que debilitan las instituciones democráticas, sí hay un modelo de líderes fuertes y nacionalistas que resultan atractivos en países importantes. Quizá en considerables partes de Europa no sean tan atractivos, pero también Europa cuenta menos. Durante décadas, la posibilidad de un enfrentamiento nuclear parecía lejana: ahora preferimos fingir que lo es. Algunas de las lecciones de las memorias de Zweig tienen que ver con lo frágiles que son las cosas que parecen estables, lo prescindibles que son hasta que las perdemos y las muchas formas que puede adoptar la ceguera voluntaria.

jueves, 13 de octubre de 2022

"TODO ESTÁ CONCECTADO: POBREZA, MIGRACIÓN Y DESASTRE AMBIENTAL". Por Valeria Souza, Revista Gatopardo

Un sofá después del huracán Iota en Bilwi, Nicaragua,
el 27 de noviembre de 2020. Fotografía de Oswaldo Rivas / REUTERS.

 La bola de cristal de la ciencia nos dice que no solo morirán las tortugas y los peces, morirán los niños y migrará eternamente la población pobre a tocar la muralla insalvable de los vecinos del norte. Los ricos siempre encontraran maneras de sobrevivir, pero los pobres no tienen ese lujo.

[...] Según expertos de la UNAM, como reporta la gaceta del 23 mayo de 2022, distintos organismos han alertado que más de 200 millones de personas podrían verse obligadas a desplazarse dentro de su país o cruzar fronteras de otras naciones por motivos climáticos en el año 2050. Incluso se ha advertido que durante la próxima década podrían surgir puntos críticos de migración por causas medioambientales, que pueden ser evidentes como la sequía de Monterrey, los huracanes que destruyen todo a su paso, o la consistente degradación ambiental que vive dramáticamente Haití, Bangladesh, Ghana, Venezuela y Senegal, ya no digamos México. La situación es gravísima y no hay una regulación específica para tratar a esos desplazados.

[...] La economía que devora a la naturaleza está provocando la situación que hoy enfrentamos, ocasionada por aquellos interesados en hacer avanzar las fronteras extractivas sobre territorios que antes no estaban identificados por el radar del capital y que contribuyen a la destrucción del planeta mediante la deforestación, la megaminería tóxica, etcétera. Esos actores capturan territorios y los vuelven inhabitables. México, por ejemplo, es el quinto país con mayor deforestación del mundo.

[...] Recordemos que los humanos requerimos una gran cantidad de servicios ambientales para sobrevivir y la pobreza lleva a una espiral de degradación ambiental donde las condiciones son cada vez mas desesperadas. En Haití quedan 2% de los árboles y por lo tanto hay deslaves, erosión y tierras infértiles, sin cosechas. A esto hay que sumarle temblores, huracanes y enfermedades como el cólera. Sin embargo, el país de junto, República Dominicana, no tiene ese nivel de problema, a pesar de tener la misma geografía, es decir la misma isla. La diferencia enorme es que la independencia de Haití se construyó sobre la liberación aparente de los esclavos, a cambio que adquirieran una deuda brutal con sus dueños en Francia, misma que Estados Unidos “pagó” a cambio de intereses brutales que los pobladores de Haití siguen pagando 250 años después. Todo esto nos lleva a entender mejor la ola de migración proveniente de Haití rumbo a cualquier otro país. Otro espiral de pobreza y degradación ambiental alimentada por la sed insaciable del capitalismo.

miércoles, 12 de octubre de 2022

"MIRO A MI HIJA DE 15 AÑOS Y VEO CÓMO SE LE VA LA VIDA EN UNA CAMA". Por Alfonso Torices en elcorreo.com el 6 de octubre de 2022

Depresión. La avalancha de niños y jóvenes con trastornos psicológicos tras la pandemia ha colapsado unas consultas públicas de salud mental faltas de medios y de personal

«Miro a mi hija de 15 años y veo cómo se le va la vida en una cama». La historia de Paula, una madre desesperada porque la sanidad pública es incapaz de dar una atención mínimamente satisfactoria a la depresión que mantiene postrada desde hace tres años a su hija, es el reflejo de la de muchos miles de niños y adolescentes que junto a sus familias piden ayuda tras la crisis pandémica a unas consultas de salud mental colapsadas por la falta de personal, especialistas y medios.

«Hay muchos niños que están sufriendo, que no pueden ser atendidos porque no hay citas. Te llaman y te dicen: 'Te damos la cita para el año que viene'. ¿Y yo qué hago con mi hija? No todos podemos pagarnos un psicólogo privado», denuncia.

«Cada vez que va tiene un terapeuta distinto. La niña no quiere ir porque no tiene más remedio que contar su historia veinte veces. Necesita continuidad y un especialista que la vea una vez al mes y no uno distinto cada cinco o seis meses», lamenta.

La hija de Paula no mejora, pero esta mujer lo que teme de verdad es que el colapso en la atención pública y las listas de espera cronifiquen su dolencia. «Empezamos a ir al psicólogo de Salud Mental en 2019 y no hay avance ninguno. Lo que tengo miedo es a que se vuelva a autolesionar y volvamos al principio».

El relato pone rostro a las voces de alarma que desde hace meses no paran de dar médicos, psicólogos, pediatras y ONG, y que han quedado corroboradas y retratadas en las conclusiones de una reciente investigación monográfica de Save the Children.
El brusco cambio de hábitos, la pérdida de relaciones sociales, la sobreexposición a las pantallas y la convivencia con la enfermedad, el dolor y la muerte de seres queridos sufridas durante la pandemia ha causado en España una avalancha de trastornos mentales en niños y adolescentes. Un drama que ha atacado de forma especial a los menores de familias más pobres, con un número desconocido de autolesiones y procesos suicidas, que amenaza con prolongarse años y al que las autoridades sanitarias se ven incapaces de dar una respuesta adecuada debido a la endeblez de la estructura pública de salud mental.

Cuando el calendario está a punto de recordar la enorme relevancia internacional de este problema sanitario -el lunes es el Día Mundial de la Salud Mental-, conviene no olvidar que los desajustes y preocupaciones que la covid ha introducido en hogares y escuelas ha sacado a la luz una cantidad inédita de casos de ansiedad, depresión, miedos, hiperactividad o trastornos alimentarios graves entre los españoles de 4 a 14 años.

Sin alternativa a lo público

Los técnicos de Save the Children cuantifican en un 4% las patologías mentales en este grupo de edad y recogen hasta un 7% de niños y adolescentes con alteraciones de conducta. De la dimensión del problema da fe que los nuevos diagnósticos sean el cuádruple y el triple, respectivamente, que los que había en 2017, cuando se cerró la última encuesta nacional de salud.

Un segundo dato explica por qué el drama que mortifica a Paula, que como la mayoría de familias modestas no tiene alternativa privada a las listas de espera de la sanidad pública, es el de miles de hogares españoles. Si las alteraciones psicológicas han crecido entre todos los menores, se puede decir que se han disparado entre los chicos más pobres. Hasta el 13% de estos adolescentes, el cuádruple que en los hogares pudientes, tienen trastornos mentales o de comportamiento. También son el triple los afectados por ideaciones suicidas.

El Gobierno ha puesto en marcha un plan de refuerzo de los servicios de Salud Mental dotado con 100 millones en tres años y ha creado un teléfono de 24 horas (024) para ayudar a personas con ideaciones suicidas, pero Save the Children lo ve «insuficiente».

Faltan pediatras, psicólogos clínicos y psiquiatras especializados en infancia, falta coordinación entre atención primaria y hospitalaria, falta más inversión y el colapso de consultas conduce a una excesiva medicación de los niños por la imposibilidad de darles otra respuesta rápida.

«Las listas de espera para recibir atención psicológica o psiquiátrica se convierten en un cuello de botella al tiempo que el trastorno suele ir empeorando o cronificándose. Es intolerable que el acceso a la salud mental también dependa de la renta. La infancia y la adolescencia más vulnerable debe tener a su alcance recursos públicos y de calidad», reclamó hace pocas semanas Andrés Conde, director general de la ONG autora del informe.

sábado, 8 de octubre de 2022

"AUMENTO DE LOS "ASESINATOS DE HONOR" EN SUDÁN: "ASUMEN QUE HABLAN CON OTROS HOMBRES POR TENER TELÉFONOS MÓVILES". Por Zeinab Mohhamed Salih, Jartum en el Diario.es — 5 de octubre de 2022

Mujeres se manifiestan en favor de la igualdad salarial
y la abolición de las leyes discriminatorias contra ellas,
en Jartum, Sudán, en enero. 
EFE/EPA/MORWAN ALI
En lo que va del año, once mujeres y niñas han sido asesinadas por sus familiares, más del doble de la cantidad registrada por las autoridades en 2021

Activistas sudaneses están exigiendo acciones urgentes para lidiar con lo que describen como un aumento de los “crímenes de honor” en Sudán. En lo que va del año, once mujeres y niñas han sido asesinadas por sus familiares, más del doble de la cantidad registrada por las autoridades en 2021.

En septiembre, una mujer de 18 años, Aisha Abakar, fue asesinada en un ataque llevado a cabo por su padre y otros familiares. Creían que la adolescente de Darfur estaba embarazada. Su hermana menor está en un estado crítico en el hospital, tras haber sido agredida en el mismo ataque. Fueron arrestados tres hombres. Tres días antes, en el mismo estado, una mujer de 21 años fue asesinada por sus hermanos y sus primos. Pensaban que ella estaba hablando con hombres con su teléfono móvil. No ha habido ningún arresto.
Nahla Yousif, directora de Organización por el Desarrollo Futuro, un grupo de defensa de los derechos civiles de las mujeres basado en el estado de Darfur del Sur, dice que los casos registrados son apenas “la punta del iceberg”.
 
Punta del iceberg

“Creo que hay muchos otros crímenes similares en ciudades y pueblos alejados de los medios. Solo nos enteramos de aquellos que son llevados a la policía”, dice. “El problema es la ignorancia y la falta de conciencia. Creen que es vergonzoso que sus hijas tengan relaciones. Estos crímenes siempre existieron, pero ahora son más porque no tienen ninguna consecuencia legal”, explica.

Yousif dice que el aumento del uso de teléfonos móviles hace que más hombres sienten que no pueden controlar a sus familiares mujeres y jóvenes. “Incluso mujeres jóvenes que son activistas y trabajan en lugares importantes, documentando los abusos que sufre la gente en campos [de desplazamiento] ahora son atacadas por sus familiares”, asegura. “Hemos tenido que ofrecer refugio a algunas mujeres tan solo porque tenían teléfonos móviles y sus familiares asumían que estaban conversando con hombres”, relata.

La mayoría de los casos registrados este año ocurrieron en Darfur donde, durante décadas, las violaciones han sido utilizadas como arma contra las mujeres por parte de las milicias Yanyauid. Mohamed Hamdan Daglo, fundador de los Yanyahuid y líder de las temidas Fuerzas de Apoyo Rápido, ahora es vicepresidente del consejo soberano que gobierna Sudán. Yousif dice que su organización está planificando protestas para concientizar acerca de los “asesinatos de honor”, y que le estaba escribiendo al Colegio de Abogados de Darfur para que los letrados ayudaran a llevar los casos a la corte, y que no sean resueltos en silencio entre las familias.

Sulaima Ishaq, directora de la unidad para la detención de la violencia contra las mujeres en el Ministerio de Asuntos Sociales, sostiene que el golpe de octubre del año pasado trastornó las instituciones del Gobierno.

“No funciona nada”

“No hay un sistema que funcione, no funciona nada. El sistema judicial no funciona”, opina. “Ellos [el gobierno] están demasiado ocupados liberando a los que mataron a los mártires en la revolución, aunque digan que hicieron el golpe por la seguridad de la gente de Sudán”, dice.
  
Investigaciones llevadas a cabo por Arab Barometer en 2019 mostraron que más de un cuarto de las personas mayores de 35 años en Sudán piensan que los “asesinatos de honor” son algo aceptable.

Los grupos de mujeres temen que sus derechos estén en peligro en Sudán después de que, en julio, una sudanesa recibiera la primera sentencia en una década de ejecución por apedreamiento por haber cometido adulterio, y luego de que, en agosto, el gobierno anunciara la creación de una nueva unidad policial que sugería el regreso de la “policía de moralidad”, que castigaba los comportamientos “inmorales” bajo la presidencia de Omar al-Bashir.

Traducción de Patricio Orellana

viernes, 7 de octubre de 2022

"PROTEGER EL FUEGO DE PROMETEO". Por Olga Rodríguez Colaboradora de elDiario.es

No son solo unas manzanas podridas ni hechos aislados. El periodismo sufre una descomposición en demasiados lugares. Este oficio olvida a menudo que lo que tiene entre manos –la información– no es una mera mercancía, sino un derecho fundamental, un pilar básico de las sociedades libres y democráticas; que su tarea principal es ser consciente de la gigantesca responsabilidad social que implica escoger qué noticias se difunden y cómo se enfoca esa información. Ese cometido exige enormes dosis de ética, de compromiso, de sentido del deber.

Sin embargo, observamos diariamente cómo proliferan formatos que conceden la misma credibilidad a la verdad y a la mentira, que sitúan al mismo nivel los argumentos a favor y en contra de los derechos humanos y que otorgan espacios privilegiados a los discursos deshumanizadores y de extrema derecha. Nada de la última década puede entenderse sin el papel que ha jugado ese tipo de periodismo.

Una sociedad mal informada es fácilmente manipulable. Lo saben bien quienes abusan de sus privilegios para tergiversar, falsear o practicar esa nociva equidistancia. Son sujetos que desprecian el concepto democrático del periodismo y que se sienten embriagados por la idea de actuar como una elite que nos guía y moldea, que influye y confecciona consensos encumbrando los debates artificiales y enterrando asuntos urgentes de la actualidad.

El periodismo de los despachos y las alfombras rojas padece tortícolis de tanto mirar hacia arriba mientras olvida la terca realidad existente fuera de su burbuja. Considera a la masa receptora como un rebaño desconcertado (Walter Lippmann ‘dixit’), dúctil y maleable que toma los caminos que se le señalen. Aspira a tutelar a las masas con un poder similar al que sustentaba la Iglesia en la Edad Media. Y a menudo lo consigue.

En nuestro país hay tipos que dicen ejercer el periodismo y que presumen de que los presidentes del Gobierno pasan mientras ellos permanecen en sus puestos directivos, marcando pautas con más poder que aquellos que son elegidos en las urnas. El poder periodístico sin ética y sin cultura democrática genera delirios de grandeza y normaliza psicopatías voraces. Quienes abusan de sus batutas y se excitan con ellas consideran imbéciles a quienes luchan por un periodismo digno, a quienes no usan cauces privilegiados para enredar, manipular y enriquecerse de forma deshonesta.

Ante ello, el reto que se nos presenta es urgente. Debemos reivindicar más autocrítica en la profesión y dejar de temer –o incluso de admirar– al periodismo mercenario. Como escribió Primo Levi, “siempre nos queda la facultad de negar nuestro consentimiento”, de evitar participar en dinámicas que dañan la convivencia y la democracia. Es posible ensanchar la mirada, defender la decencia, señalar la injusticia, reivindicar la palabra precisa, preservar la verdad.

El sentido del periodismo es denunciar los abusos del poder, no entregarse a ellos. Como Prometeo, nuestra razón de ser como periodistas es robar el fuego de los dioses para entregárselo a los humanos, arriesgándonos al castigo de Zeus. No estamos aquí para satisfacer a los señores del Olimpo.

jueves, 6 de octubre de 2022

«NINGUNA FRONTERA, PATRIA O IDEA VALE MÁS QUE LAS VIDAS HUMANAS». Entrevista de Eduardo Madina a Irne Montero, Ethic 20 de juniio de 2022

Conversar con Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) en la librería Antonio Machado de la plaza de las Salesas de Madrid convierte un día cualquiera en uno especial. La autora de El infinito en un junco’ (Siruela) domina esa sutil disciplina del lenguaje que transforma cualquier charla en una experiencia única. La extenuante gira de promoción de un fenómeno editorial que ha traspasado fronteras y lenguajes no deja señales de piloto automático. Hay respeto por todas las preguntas, intensidad en las reflexiones y generosidad en las respuestas. Entre otros muchos premios, la escritora ha ganado el de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, el Nacional de Ensayo y el de Los Libreros Recomiendan. No es para menos: su obra ha roto prejuicios, tópicos y verdades asentadas en el mundo editorial y ha acercado a cientos de miles de lectores a un paisaje que, ‘a priori’, parecía más dispuesto para filólogos y profesores. Un libro sobre los libros en la Antigüedad que sigue arrasando en más de treinta países y que ya ha sido traducido a más de veinte idiomas. Todo en Irene Vallejo es verdad, coherente e inteligente, interesante y bello. No hay rasgo alguno de impostura.

El escritor Joseph Roth sostenía que «ninguna patria política da a sus hijos tantos rasgos comunes como una era o una época a los suyos». ¿Qué te dice la actualidad del tiempo que nos ha tocado vivir?

Para mí, la literatura ha sido siempre la demostración de que existen parentescos insospechados con personas que vivieron en otras latitudes e incluso en otras épocas. Cuando traduces a los autores clásicos y te identificas con sus emociones, comprendes que aquello que os une es más fuerte que las cuestiones circunstanciales, las adscripciones o las identidades. Confieso que en algunos momentos de mi vida he tenido la necesidad de que me liberasen del momento asfixiante que vivía dentro de las coordenadas de mi tiempo. Por ejemplo, cuando sufrí acoso escolar, fue a través de la literatura como pude entrever un mundo muchísimo más amplio donde me acogieran; donde sentirme cómoda sin tener que estar transformándome para adaptarme a los que me rodeaban. La literatura nos recuerda que podemos sentirnos identificados con una persona nacida en otro país, en otra patria o con otras inquietudes y sentirnos más cerca de ella que de nuestros contemporáneos.

Si nos aferramos al momento que nos ha tocado, la pandemia no termina de pasar y no acertamos a vislumbrar sus consecuencias a corto, medio y largo plazo. Por si fuera poco, aparece una guerra dura en las fronteras de Europa por la invasión de Putin a Ucrania. Vuelven los fantasmas del pasado: la inflación sube y Alemania se rearma. No puedo evitar pensar que no me gusta nada lo que veo.

Este presente es desasosegante. Nos habíamos olvidado de la fragilidad de todo lo que habíamos conseguido. Habíamos llegado a pensar que la paz era lo normal y la guerra, una excepción, cuando históricamente sucede lo contrario. Dice Homero que antes se cansan los seres humanos de comer, cantar, bailar y festejar que de hacer la guerra. En el siglo XX hicieron el cálculo: en los 3.500 primeros años de civilización solo hubo cerca de 200 años sin guerra. También nos habíamos olvidado de las pandemias y creíamos que algunos de los privilegios de los que disfrutábamos eran seguros, firmes e inquebrantables. Espero que sacudidas como esta sirvan para proteger de nuevo las cosas importantes. Por ejemplo, puede ser un buen momento para repensar la Unión Europea y la democracia, amenazadas por varios frentes. Ha llegado el momento de formar allí donde es importante y olvidar esa confianza temeraria con la que hemos abandonado el pensamiento y la defensa activa de ciertas ideas.



miércoles, 5 de octubre de 2022

"BRASIL Y LA PARADOJA DE LA TOLERANCIA". Por Javier Gallego en elDiario.es del 3 de octubre de 2022

De Europa hasta América, de Trump a Bolsonaro, de Orbán a Meloni, las democracias están siendo socavadas desde dentro por quienes utilizan los mecanismos democráticos para imponer una ideología iliberal, autoritaria y excluyente

En su obra de 1945, La sociedad abierta y sus enemigos, escrita durante la Segunda Guerra Mundial, el filósofo Karl Popper explicaba la hoy muy conocida paradoja de la tolerancia según la cual si no ponemos límites a los intolerantes, acabarán con la tolerancia, es decir, con las democracias y sus libertades. Es una obviedad que estamos reviviendo en este inicio de siglo después de sufrirla a mediados del siglo anterior con el auge del nazismo y el fascismo. De Europa hasta América, de Trump a Bolsonaro, de Orbán a Meloni, las democracias están siendo socavadas desde dentro por quienes utilizan los mecanismos democráticos para imponer una ideología iliberal, autoritaria y excluyente. Son los intolerantes que se aprovechan de la anchura de las sociedades abiertas para clausurarlas.
Brasil es el mejor ejemplo de la paradoja de Popper porque los fascistas han utilizado todos los recursos que ofrece la democracia liberal para hacerse con el poder: la política, la justicia, los medios y la empresa. Gracias al lawfare, la guerra legal, la ultraderecha tumbó a la presidenta Dilma Rousseff con un impeachment, una moción de censura, que fue un golpe encubierto, mientras un juez encarcelaba a Lula Da Silva en un proceso que después fue revocado. Lula pasó más de 500 días en prisión y no pudo presentarse a las elecciones de 2018 que ganó Bolsonaro, quien nombró ministro de Justicia al juez que le había allanado el camino, Sergio Moro. Ahora Moro ha sido elegido senador en las nuevas elecciones brasileñas. Normalidad democrática. Sigan circulando.La elección de Moro es solo una muestra más de cómo la tolerancia ilimitada permite a los fascistas incrustarse en las democracias para seguir devastándolas. Para eso cuentan con la inestimable ayuda de la élite económica, política y mediática, el dinero por decirlo en una palabra, que se infiltra en los poderes públicos y manipula a la opinión pública a través de las redes y la prensa. La primera campaña de Bolsonaro fue un paso más allá de la estrategia de intoxicación masiva de Trump por su uso no solo de los medios mayoritarios y las redes sociales sino también de las redes privadas del Whatsapp. El bombardeo de bulos telefónicos fue tanto o más eficaz que la propaganda por televisión, radio y prensa.

Lamentablemente, funciona. Funciona en Italia, en Suecia y en Brasil. Bolsonaro no ha ganado, pero ha resistido. Cincuenta millones de brasileños le han votado. A pesar de haber negado el coronavirus, de que su país tiene el 10% de las muertes globales por Covid, a pesar de sus aberraciones homófobas, aporófobas y racistas, de fomentar la deforestación del Amazonas, de la persecución de ecologistas y las sospechas de su implicación en el asesinato de la feminista negra Marielle Franco, a pesar de la militarización del gobierno y de su apología de la dictadura. Cuando la élite manipula a la masa para que permita la intolerancia, la intolerancia se enquista y es muy difícil arrancarla.

Lo hemos visto con Bolsonaro y antes con Trump. Son fenómenos que desbordan la figura del líder y pueden volverse incontrolables como ocurrió en Estados Unidos con la toma del Capitolio. Puede suceder también en Brasil si Bolsonaro sigue alimentando las sospechas de fraude electoral como hizo su sosias yanqui. Ambos demuestran que los enemigos de la sociedad abierta están dentro: en áticos, despachos, redacciones y cloacas. Aquí en España teníamos este fin de semana un ejemplo palmario de los cómplices infames del auge de la intolerancia, Fernando Savater quien, en su tribuna de El País, legitimaba a Meloni porque había ganado en las urnas. También lo hizo el nazismo cuando se dio cuenta de que no podía hacerlo por la fuerza.

Popper advertía de que los intolerantes dejarán un día las razones para pasar a las armas y los puños. Empezarán por decir a sus seguidores que sospechen de los razonamientos. Exactamente como ya está sucediendo. En ese caso, dice, “deberemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución”. Apenas nada se está haciendo en este sentido. Al contrario, son los fascistas los que se valen de las leyes para perseguir y aniquilar libertades. Como reza el manido poema de Niemöller, cuando vengan a por nosotros, será demasiado tarde.

martes, 4 de octubre de 2022

"LOS IMPUESTOS SON IDEOLOGÍA". Por Rafal Escolar en elDiario.es el 29 de setiembre de 2022

Reunión del comité ejecutivo nacional del PP
el pasado abril. 
Emilio Naranjo/EFE

Hay quien pretende camuflar el debate fiscal como una cuestión técnica; suelen ser los mismos que después argumentan con bulos como que bajar impuestos aumenta automáticamente la recaudación. Pero no hay nada más ideológico que los impuestos: quién financia el gasto social y cuánto dinero hay para repartir

Hace unos años, en un viaje a Bogotá, escuché a un importante empresario colombiano quejarse del “populismo” de un político de la izquierda que empezaba a ser percibido como una amenaza por las grandes fortunas del país. Hablaba del hoy presidente, Gustavo Petro, y de su propuesta de elevar los impuestos a los ricos para mejorar los servicios sociales. “Quiere ganar votos prometiendo imposibles”, decía. Pocos minutos después el mismo empresario empezó a quejarse de la inseguridad de Bogotá, y de la envidia que le daban las ciudades españolas, donde cualquiera puede pasear o coger el metro sin miedo a que le secuestren. “Aquí la única manera de andar por la calle es ponerte un jersey viejo y una gorra gastada, y que nadie sospeche que puedes tener dinero”.

“Ambas cosas van unidas, los impuestos y la inseguridad”, le expliqué al empresario. Creo que con poco éxito, a pesar de que los datos son bastante claros.

No es una teoría, es un hecho: la desigualdad económica y el crimen van de la mano. Hay incluso un estudio de una organización tan poco sospechosa de izquierdismo como el Banco Mundial que así lo demuestra. Y nada debería interesar más a un millonario que vivir en un país con un sistema fiscal justo y poderoso, que financie un Estado del bienestar sólido. Aunque le toque pagar más impuestos de lo que desearía.

Porque no solo es una cuestión de justicia. Entre los grandes beneficiados de un sistema fiscal adecuado también están los ciudadanos más ricos de ese país. ¿Hay alguien más interesado que ellos en que se mantenga el contrato social?

En la última semana, nuestros compañeros Raúl Sánchez y Diego Larrouy han publicado tres estupendos reportajes infográficos que os recomiendo encarecidamente. Es un especial que hemos titulado ‘La gran brecha’ y que desmenuza al detalle y con muchos datos y gráficos el sistema fiscal español. El primero explica las trampas: por qué la declaración de la renta beneficia a los millonarios. El segundo es un espectacular mapa interactivo, que muestra de qué vive cada barrio de España –del trabajo, de pensiones o de las rentas del capital–. El tercero pone la lupa sobre los agujeros del impuesto de sociedades: por qué las grandes empresas pagan hoy menos por sus beneficios que quince años atrás.

Todo esto es política. Es ideología. Porque no hay nada que esté más en el centro de la cosa pública que los impuestos: cómo se financia el gasto social y cuánto dinero hay para repartir. Quién paga y quién recibe de ‘la teta del Estado’, como la llaman despectivamente los neoliberales cuando es dinero que no va para ellos.

Hay quien pretende camuflar el debate fiscal como una cuestión técnica; suelen ser los mismos que después argumentan con bulos como que bajar impuestos aumenta automáticamente la recaudación –ya saben, la famosa mentira de la curva de Laffer–. Y sí, es obvio que la política fiscal tiene impacto en la economía, y puede generar efectos no deseados en el crecimiento o el empleo. Pero detrás de los ingresos y el gasto público hay algo más. Eso que llamamos ideología.

Que una familia de Madrid que gana 140.000 euros tenga derecho a una subvención para pagar enseñanza privada es ideología. Esa misma ideología que considera “clase media trabajadora” al 10% más privilegiado de la sociedad. Una ideología que funciona como Robin Hood pero al revés: quitando el dinero a los pobres para dárselo a los ricos. Es la misma comunidad, la de Madrid, que está entre las que menos invierten por habitante en Sanidad, pero perdona a las grandes fortunas 990 millones de euros al año en el Impuesto de Patrimonio.

Que un Gobierno reconozca a las empleadas del hogar los mismos derechos que tiene cualquier otro trabajador también es ideología. Cabe preguntarse por qué esta injusticia ha tardado tanto en corregirse: hace décadas que era una absoluta aberración. La respuesta es obvia: la mayoría de las empleadas del hogar son inmigrantes, sin derecho a voto; quienes votan son sus empleadores. Reconocer al fin este derecho es cualquier cosa menos un gesto populista o electoral.

Dice la Constitución española, artículo 31, que el sistema tributario español deberá ser “justo” y cumplir con los principios de “igualdad y progresividad”. Hace dos décadas que no es así. La progresividad se ha roto en el último peldaño, el del 0,1% más rico, que paga menos de lo que debería. Especialmente en las comunidades autónomas gobernadas por la derecha: Madrid y ahora también Andalucía.

Las medidas anunciadas este jueves por el Gobierno van por eso en la buena dirección, aunque hubiese sido deseable una ambición mayor. No es, en conjunto, una rebaja fiscal: supone un aumento total de 1.500 millones de euros anuales en la recaudación que servirán para financiar el gasto social, medidas como el Ingreso Mínimo Vital. Es, además, una factura que no todos pagarán por igual. ¿Con qué criterio oponerse a unos cambios fiscales que benefician a quienes ganan al año 21.000 euros o menos en detrimento de los 23.000 más ricos de España?

Para esos ricos, aunque muchos no lo crean, también es una buena noticia. Salvo que prefieran vivir en un país donde los millonarios tienen que disfrazarse de pobres para poder pasear sin miedo por la ciudad.


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