Me importa el futuro. Hay quien entierra la cabeza, cierra los ojos, no quiere verlo. Pero a mí, sí, y a los que lo están leyendo también, porque ya lo avisa el título de este artículo. A los que estamos aquí, sí nos importa el futuro. Podríamos hablar de lo que fue el cuidado, de lo que es hoy, o de lo que va a ser, pero hemos elegido poner el acento en esto último. El futuro ya lo estamos haciendo, cada minuto cuenta tanto por lo que hacemos como por lo que dejamos de hacer. El futuro es cosa de todos. No sólo lo configura quien tiene mucho poder, también lo construímos quienes somos muchos, aunque tengamos poco. Ahora que todavía es presente, tenemos que decidir cómo queremos que sea y cómo podremos conseguirlo.
El término cuidado es escurridizo, polivalente. En distintas lenguas europeas y también dentro de las distintas lenguas españolas se usan palabras que parecen iguales pero no lo son. Es campo relativamente reciente de profesionalización en el que falta teoría y vocabulario. Entre el cuidado español, el soin francés, y el care inglés, hay una similaridad esencial, pero también importantes diferencias de matices. Cuando trabajamos con datos que proceden de países tan similares entre sí como los que hablan las tres lenguas citadas, por comparación a lo heterogéneo que es el panorama internacional, parecería que estamos hablando de la misma actividad cuando en realidad se trata de actividades muy diferentes. Esta diferencia en los términos tiene consecuencias importantes en la investigación comparada, e igualmente en la adopción o ejecución de políticas públicas que supuestamente deben referirse a un marco común dentro de la Unión Europea. Cada agente social, cada audiencia, cada público, maneja en su interior un concepto distinto del cuidado. Los soins son muy característicos de la literatura francesa, se utilizan ampliamente en enfermería, y corresponden bien con la idea medicalizada del cuidado. Se trata de actividades generalmente breves, que se aplican de modo repetido a alguna persona que resulta beneficiada por esa intervención; sometidos a la misma lógica de productividad y eficiencia que la industria, son intervenciones programadas, rápidas, claramente sometidas a la división del trabajo según niveles de cualificación. Los médicos de atención primaria reciben instrucciones para ajustar su velocidad de producción de diagnósticos a aproximadamente diez minutos por paciente. En la sección ambulatoria de los grandes hospitales, las largas colas de pacientes que por la mañana desfilan ante mostradores en los que los profesionales sanitarios extraen sangre o reciben otras pruebas para su análisis clínico, recuerdan a las cadenas de montaje que inmortalizara Charlot en Tiempos modernos.
En España, cuidar se utiliza en un sentido más amplio, y a su vez hay matices en el modo de usarse en cada Comunidad Autónoma. Según el Diccionario de Uso de María Moliner, cuidar es tener presente la situación completa del otro. No se trata de actuaciones físicas que se miden fácilmente por el tiempo que consumen, por la cronología del tiempo en que se inician y se terminan, sino que consiste en asumir la responsabilidad de que el otro esté bien, tanto haciendo como impidiendo que suceda lo que no debiera suceder. Más que físico, aunque también lo engloba, las bases del trabajo del cuidado son afectivas, psicológicas. No es imprescindible que se produzca en el mismo espacio que ocupa el sujeto cuidado, el cuidador importa el cuidado consigo, como una preocupación y una disponibilidad implícita, a sus espacios laborales, de ocio y descanso. A menudo, cuidar es trasladar al sujeto cuidado la advertencia de que no incurra en un riesgo o una conducta de consecuencias dañinas, y en ese sentido se aproxima al trabajo de la educación. CONTINUAR LEYENDO
No hay comentarios:
Publicar un comentario