lunes, 15 de marzo de 2021

La mentira como industria y estrategia en la era digital, un artículo de Juan Torres López publicado en ctxt.es el 2 de marzo de 2021

El enorme protagonismo que han tenido las mentiras en el mandato de Donald Trump (se le han contabilizado 30.573 en los cuatro años de presidencia) y su masiva circulación a través de las redes sociales pueden llevar a un error importante sobre su verdadera naturaleza, causas y propósitos.

Nos referimos a creer que las ahora llamadas fake news o posverdad son un fenómeno de nuestro tiempo, vinculado a un auge coyuntural de las posiciones políticas extremistas que antes o después desaparecerán, y algo derivado exclusivamente del uso de las nuevas plataformas digitales.

La mentira, el engaño, la difusión de información falsa, de bulos o de dudas malintencionadas son tan antiguos como la humanidad. Y no se trata tan solo de un fenómeno que sea exclusivo de la vida política sino que constituye una auténtica industria puesta al servicio de estrategias comerciales e incluso de los mecanismos más viejos que se conocen para lograr el dominio de unos seres sobre otros. La historia de la comunicación social y de los medios es la de la manipulación informativa y de la decadencia de la verdad.

La larga historia de la mentira en la comunicación social

Falsear la verdad, fabricar noticias, extender bulos y mentir en interés propio a través de los medios de comunicación social ha sido una práctica muy corriente en el último siglo y medio.

La “derrota de la razón” que con tanta brillantez y dolor describió Stefan Zweig, el ascenso del nazismo, o lo que sucedió en España a partir de 1936 no podrían entenderse sin tener presente el papel de los medios como deformadores de la verdad.

La difusión de noticias falsas y la manipulación de la información se ha utilizado en campañas electorales, en publicitad y en estrategias comerciales, como las que durante años han tratado de ocultar los efectos mortales del tabaco o los costes reales de la sanidad privada. Más recientemente, hemos vivido auténticos procesos de intoxicación comunicativa para ayudar a propagar falsedades sobre hechos o procesos de gran trascendencia: guerra de Irak, 11-M en España, Brexit o independencia de Cataluña, entre muchos otros. Por no hablar de la mentira al menudeo que se difunde día a día a través de todo tipo de medios.

Es una evidencia histórica, por tanto, que el engaño y la difusión de falsedades como parte de estrategias para tratar de conseguir determinados objetivos, bien sea de naturaleza política o comercial, no son fenómenos recientes ni casuales sino bien antiguos y deliberados.

Sin embargo, también es un hecho que la difusión de la mentira y el deterioro generalizado de la verdad se están produciendo en los últimos años de una forma más extendida y con consecuencias mucho peores que en épocas anteriores. Pero sería un error, como dijimos, creer que eso se debe solamente a que han cambiado las infraestructuras a través de las cuales fluye la información. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 12 de marzo de 2021

«EL LIBERALISMO ESTÁ MÁS PRÓXIMO A LOS DERECHOS DEL HOMBRE QUE CUALQUIER OTRA FILOSOFÍA POLÍTICA». Entrevista a Pablo Fusi

«Heidegger decía que la vida solo se contempla a sí misma en la historia». El historiador Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945), catedrático de la Universidad Complutense formado en Oxford con Raymond Carr, desbroza en su obra la complejidad del mundo a través del estudio de una disciplina, la historia, que considera «por definición estupefaciente». En esta entrevista, reflexiona sobre cuestiones que interpelan al presente: la pulsión de los nacionalismos, la memoria histórica, la situación del rey emérito o la fragilidad de sociedades tecnológicamente avanzadas. Sobre el cuestionamiento que el vicepresidente de Gobierno, Pablo Iglesias, viene haciendo en torno a la calidad de la democracia española, sentencia: «España no es una democracia limitada, Pablo Iglesias es un demócrata limitado».

Usted, como ocurre en el relato de Borges, ve la historia como un jardín de senderos que se bifurcan perpetuamente. ¿Qué caminos de la historia de España resultaron más problemáticos?

Son muchos los hechos que han marcado la historia de España de manera significativa y que podrían haberse producido de otra manera. Por ejemplo, aquello a lo que llamamos conquista árabe podría haber fracasado desde el primer momento y, sin embargo, fueron ocho siglos de arabización. Luego también está América: la presencia de España en América globalizó de una forma inconcebible la historia peninsular, que podría haberse limitado a España –un país europeo con un área de influencia en el Mediterráneo y en el sur del continente– y ya está. Este evento tuvo mucho de fortuito e inesperado. Y no fue el único. Lo importante es que todo lo que ha ido ocurriendo en la historia es probable y no inevitable. Es verdad que todo tiene causas, pero el historiador no debe nunca olvidar esos factores contingentes y azarosos que hacen que la historia hubiese podido ser de otra manera. Desde luego es una convicción que defiendo y que, creo, encaja en los caminos de Borges.

Las leyes de memoria histórica son motivo de controversia en «un país de bandos». ¿Qué deudas mantiene España con su pasado?

Fuera de España, el escritor Günter Grass decía de Auschwitz que dejaría una huella indeleble en la historia de los alemanes. Aquí, sin duda, la Guerra Civil la ha dejado en la historia de los españoles. Digamos, con todas las comillas que se quiera, que nuestro país no tuvo una evolución tranquila desde el siglo XIX, cuando contaba con una monarquía, aunque todavía no plenamente liberal y democrática. ¿Por qué no evolucionó hacia una forma de monarquía democrática o hacia una España sin conflicto o con solo problemas conllevables? ¿Qué ocurrió para que eso llevase la Guerra Civil? Lo que sabemos es que la Guerra Civil ha marcado la historia de todos los españoles y que en la Transición hubo un enorme esfuerzo consciente y voluntario para que esa memoria dividida de la sociedad pudiera ser solventada en una etapa democrática nueva que no fuese un olvido de lo que había ocurrido, sino un nuevo comienzo. Por eso son necesarias leyes como la de memoria histórica, que tiene un aspecto necesario y obligado de reconocer las muertes republicanas y recuperar, donde quiera que estén, fosas y restos humanos que no han podido descansar en paz. Sin embargo, es un error utilizar la memoria histórica como un instrumento de deslegitimación política de uno de esos bandos españoles que finalmente se entendieron a partir de 1975. CONTINUAR LEYENDO

jueves, 11 de marzo de 2021

Tres días de marzo de 2004: del 11-M al 14-M, un artículo de MERCEDES CABRERA - EL PAÍS - 11 MAR 2021

Quienes jalearon la teoría de la conspiración sobre los atentados yihadistas en Madrid no parecen todavía dispuestos a dar explicaciones ni a reconocer responsabilidad alguna por lo que ocurrió


El 11 de marzo de 2004, apenas pasadas las siete y media de la mañana, pudo oírse una cadena de explosiones en varios vagones en las estaciones de Atocha, Santa Eugenia y el Pozo, en Madrid, cuando cientos de viajeros se dirigían a sus trabajos y quehaceres cotidianos. El desconcierto y el pánico se adueñaron de la ciudad en cuestión de minutos. Tardó en saberse que había 192 muertos y más de 1.000 heridos. Policías y bomberos, sanitarios, forenses, vecinos y muchos ciudadanos de a pie fueron testigos directos del horror. Familiares y amigos de las víctimas deambularon por los hospitales y por el tanatorio improvisado en el recinto ferial Ifema, en busca de los heridos y, en el peor de los casos, de sus muertos. Madrid se paralizó. Las radios y las televisiones olvidaron sus programaciones, mientras los periódicos preparaban ediciones especiales. Los líderes de los partidos políticos anunciaron la suspensión de la campaña para las elecciones generales convocadas para tres días más tarde.

En un país desgraciadamente acostumbrado al terrorismo de ETA, se había producido el mayor atentado de su historia. España se convirtió en noticia en la prensa internacional aquel 11 de marzo y al día siguiente, cuando millones de ciudadanos salieron a las calles en todas las grandes ciudades para mostrar su repulsa por lo ocurrido. En aquellas manifestaciones de duelo, convocadas por el Gobierno, pero apoyadas por todos los partidos y con asistencia de líderes mundiales, reinó el mayor de los silencios hasta que se dejaron oír las primeras voces que preguntaban: “¿Quién ha sido?”.

El entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, y el ministro del Interior, Ángel Acebes, dijeron que había sido ETA. Lo dijeron también durante el día 11 los líderes de todas las fuerzas políticas, salvo Arnaldo Otegi. Pero según pasaban las horas y llegaban noticias de fuera, mientras la policía investigaba y los expertos en terrorismo ataban cabos, surgieron las dudas. Llegaron los primeros indicios: una furgoneta en la que había una cinta con rezos coránicos, una bolsa de deporte con un artefacto que se pudo desactivar, y las primeras detenciones de tres marroquíes y dos españoles de origen hindú. Las anunció Acebes el sábado 13 a las ocho de la tarde, el día de reflexión, aunque siguió afirmando que la línea “prioritaria” de investigación continuaba siendo ETA. Cuando habló el ministro, pequeños grupos de personas se concentraban ante la sede del PP en Madrid, coreando gritos como “Aznar no se entera. Ha sido Al Qaeda”. Las televisiones retransmitían en directo lo que ocurría, y cada vez llegaba más gente, con las radios pegadas al oído y sus teléfonos recibiendo SMS con aquel “pásalo”, que se hizo famoso. Internet y los móviles habían irrumpido en escena, rompiendo el control informativo de los medios tradicionales, especialmente de la televisión pública. Los ciudadanos se merecían un Gobierno que no les mintiera, dijo desde la sede del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba, después de que Mariano Rajoy saliera al balcón de la calle de Génova para acusar a “dirigentes de partidos políticos”, que prefería no mencionar, de alentar las concentraciones.

Las encuestas habían augurado una victoria del PP, pero ganó el PSOE. Aquella victoria, que el PP no encajó, hizo imposible mantener una actitud política unánime frente a lo ocurrido. La derrota electoral del PP convirtió la primera legislatura de Rodríguez Zapatero en la legislatura de la “crispación”. La nueva ley de educación, el Estatuto de autonomía de Cataluña o el matrimonio homosexual fueron ocasión de agrios debates. También lo fue, por primera vez, la política antiterrorista, pese al pacto que habían firmado los dos grandes partidos en 2001 para sacar el terrorismo del debate político. Lo había cumplido el PSOE en la legislatura anterior, pero no lo cumplió el PP en la siguiente. Rajoy acusó a Zapatero en el Congreso de “romper España”, de “traicionar a los muertos” y de “revigorizar” a una ETA moribunda. El PP sacó la confrontación a la calle. Recogió firmas contra el Estatuto catalán por toda España, y apoyó la convocatoria de manifestaciones multitudinarias en las que se tildaba a Zapatero de “embustero” y se pedía su dimisión.

Hubo una comisión de investigación en el Congreso, la primera sobre un atentado terrorista. Las comparecencias y los documentos recabados por los comisionados mostraron la distancia entre lo que la investigación policial fue descubriendo y lo que el Gobierno de Aznar comunicó. También la descoordinación entre los distintos cuerpos de las fuerzas del orden y la descompensación de recursos a favor de la lucha contra ETA frente a otras amenazas terroristas, como aquella, de la que, sin embargo, se tenía conocimiento previo. Las sesiones fueron broncas. En su comparecencia, Aznar dijo que no iba a pedir perdón nunca, que los “autores intelectuales” no andaban en “desiertos remotos ni montañas lejanas”, y que lo que habían buscado los partidos de la oposición y determinados medios de comunicación con su “delirante obsesión” contra el PP era “volcar las elecciones”, mediante la fabricación de una “gran mentira”. Cuando las asociaciones de víctimas del terrorismo cerraron las sesiones, Pilar Manjón, madre de una de las víctimas del atentado, mirando a los miembros de la comisión dijo: “Venimos a reprocharles, como representantes del pueblo que son, sus actitudes de aclamación, jaleos y vítores durante el desarrollo de algunas comparecencias… ¿De qué se reían, señorías? ¿Qué jaleaban? ¿Qué vitoreaban en esta comisión?”.

Los líderes populares negaron haber restado legitimidad a la victoria socialista, pero no cejaron en señalar las circunstancias excepcionales en que se habían celebrado los comicios, en deslizar interrogantes sobre la actuación de los partidos de la oposición y de ciertos medios de comunicación, y en atribuir responsabilidades a quienes no las tenían. Porque quien gobernaba entonces era el PP. De ahí a afirmar que todo apuntaba a una conspiración en la que aparecían revueltos los terroristas de ETA junto a los yihadistas, y los socialistas con ciertos policías para expulsar al PP del Gobierno, solo había un paso.

La “teoría de la conspiración”, alimentada por algunos tertulianos y medios de comunicación, no cejó siquiera cuando el juicio en 2007 confirmó la incuestionable autoría yihadista, sin traza alguna de etarras. La victoria electoral socialista de 2004 abrió la caja de los truenos, y solo la nueva derrota electoral del PP en 2008 llevó a Mariano Rajoy a prescindir de quienes se habían destacado en la bronca durante aquellos años. Las asociaciones de víctimas del terrorismo, rotas por la confrontación, tardaron 10 años en sentarse juntas para recordar la tragedia. En la misa solemne que se celebró entonces en la catedral de la Almudena de Madrid, el cardenal Rouco Varela, a punto de abandonar la presidencia de la Conferencia Episcopal, dijo que aún se estaba a la “búsqueda de la verdad y de la justicia”. Todavía hoy, quienes jalearon la teoría de la conspiración no parecen dispuestos a dar explicaciones ni reconocer responsabilidad alguna por lo que ocurrió durante aquellos tres días de marzo.

Mercedes Cabrera es catedrática de la Universidad Complutense de Madrid y autora de 11 de marzo 2004. El día del mayor atentado de la historia de España (Taurus).

 

lunes, 8 de marzo de 2021

RESEÑA Y DESCARGA DEL LIBRO: ESTUDIANDO LA CONTRAINSURGENCIA DE EEUU. MANUALES, MENTALIDADES Y USO DE LA ANTROPOLOGÍA, de Gilberto López y Rivas

"El libro se publica aquí en México por la editorial Plaza y Valdés recientemente, y con su autorización hoy se distribuye en su versión digital, libre y gratuita. Esta edición cuenta con un prólogo de mi respetado y muy estimado colega Néstor Kohan, en el que reflexiona sobre las ciencias sociales y sus dilemas con esa profundidad y agudeza crítica que lo caracterizan. La edición cuenta también con materiales nuevos de mi autoría, que reafirman las motivaciones iniciales que fundamentaron la escritura de la obra, que fue y que es la necesidad de estudiar a quienes nos estudian metódica y sistemáticamente todos los días, siguiendo precisamente las ideas del sociólogo estadounidense Wright Mills, quien recomendaba estudiar las estructuras y los mecanismos del poder, pues consideraba que los intelectuales y la academia debían conformar un aparato de inteligencia público que desafiara las élites políticas, económicas y militares. Conocer a los dominadores es pues una tarea pendiente del pensamiento crítico, al que por cierto también exhorta los mayas zapatistas del sureste mexicano. Siguiendo esta perspectiva, en los últimos años he estudiado a los estrategas de la contrainsurgencia planetaria, que cuentan con la ayuda ahora de científicos sociales, particularmente antropólogos, geógrafos y psicólogos al servicio del imperio. Este es pues el contenido del libro Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos. Manuales, mentalidades y uso de la antropología".




Para más información: Voces en lucha

martes, 2 de marzo de 2021

Leonardo Boff, "Ética planetaria desde el Gran Sur", Trotta, Madrid, 2001.

Hay una amplia discusión en todas las sociedades sobre la necesidad de un 'ethos' mundial. Las voces dominantes provienen del Norte, desde donde se controla el proceso de globalización. Son pocas las voces que llegan desde el Sur. La determinación del lugar social no es indiferente, pues cada lugar social está caracterizado por intereses y opciones previas, de los que, en la mayoría de los casos, no se tiene conciencia. Como se trata de alcanzar una perspectiva global, es importante que se superen tales limitaciones.

El interés por el patrimonio natural común de la vida y de la humanidad, considerablemente amenazado en nuestros días, nos obliga a ciertos consensos mínimos. Del mismo modo, el agravamiento de la pobreza, de la degradación del medio ambiente y del desempleo estructural exigen un nuevo pacto ético de la humanidad, sin el cual el futuro puede ser amenazador para todos.

Ésta es la razón de nuestro texto. Ha surgido de los debates en diversos foros en Brasil y en el extranjero y de las aulas en el curso de postgrado de la Universidad del Estado de Río de Janeiro. Aquí se pretende reafirmar la perspectiva del gran Sur que, en realidad, significa la óptica de los pobres y de los excluidos, pero teniendo siempre en cuenta la necesidad de convergencia entre los interlocutores del Norte y del Sur de cara a un beneficio común de la Tierra y de la Humanidad.

"NECESITAMOS UN ÉXODO DEL SIONISMO". Naomi Klein (elDiario.es 3 MAY 2024)

Judíos y simpatizantes celebran un Séder de Pascua para protestar contra la guerra en Gaza, el pasado 23 de abril, en el distrito de Brookl...