jueves, 6 de octubre de 2022

«NINGUNA FRONTERA, PATRIA O IDEA VALE MÁS QUE LAS VIDAS HUMANAS». Entrevista de Eduardo Madina a Irne Montero, Ethic 20 de juniio de 2022

Conversar con Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) en la librería Antonio Machado de la plaza de las Salesas de Madrid convierte un día cualquiera en uno especial. La autora de El infinito en un junco’ (Siruela) domina esa sutil disciplina del lenguaje que transforma cualquier charla en una experiencia única. La extenuante gira de promoción de un fenómeno editorial que ha traspasado fronteras y lenguajes no deja señales de piloto automático. Hay respeto por todas las preguntas, intensidad en las reflexiones y generosidad en las respuestas. Entre otros muchos premios, la escritora ha ganado el de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, el Nacional de Ensayo y el de Los Libreros Recomiendan. No es para menos: su obra ha roto prejuicios, tópicos y verdades asentadas en el mundo editorial y ha acercado a cientos de miles de lectores a un paisaje que, ‘a priori’, parecía más dispuesto para filólogos y profesores. Un libro sobre los libros en la Antigüedad que sigue arrasando en más de treinta países y que ya ha sido traducido a más de veinte idiomas. Todo en Irene Vallejo es verdad, coherente e inteligente, interesante y bello. No hay rasgo alguno de impostura.

El escritor Joseph Roth sostenía que «ninguna patria política da a sus hijos tantos rasgos comunes como una era o una época a los suyos». ¿Qué te dice la actualidad del tiempo que nos ha tocado vivir?

Para mí, la literatura ha sido siempre la demostración de que existen parentescos insospechados con personas que vivieron en otras latitudes e incluso en otras épocas. Cuando traduces a los autores clásicos y te identificas con sus emociones, comprendes que aquello que os une es más fuerte que las cuestiones circunstanciales, las adscripciones o las identidades. Confieso que en algunos momentos de mi vida he tenido la necesidad de que me liberasen del momento asfixiante que vivía dentro de las coordenadas de mi tiempo. Por ejemplo, cuando sufrí acoso escolar, fue a través de la literatura como pude entrever un mundo muchísimo más amplio donde me acogieran; donde sentirme cómoda sin tener que estar transformándome para adaptarme a los que me rodeaban. La literatura nos recuerda que podemos sentirnos identificados con una persona nacida en otro país, en otra patria o con otras inquietudes y sentirnos más cerca de ella que de nuestros contemporáneos.

Si nos aferramos al momento que nos ha tocado, la pandemia no termina de pasar y no acertamos a vislumbrar sus consecuencias a corto, medio y largo plazo. Por si fuera poco, aparece una guerra dura en las fronteras de Europa por la invasión de Putin a Ucrania. Vuelven los fantasmas del pasado: la inflación sube y Alemania se rearma. No puedo evitar pensar que no me gusta nada lo que veo.

Este presente es desasosegante. Nos habíamos olvidado de la fragilidad de todo lo que habíamos conseguido. Habíamos llegado a pensar que la paz era lo normal y la guerra, una excepción, cuando históricamente sucede lo contrario. Dice Homero que antes se cansan los seres humanos de comer, cantar, bailar y festejar que de hacer la guerra. En el siglo XX hicieron el cálculo: en los 3.500 primeros años de civilización solo hubo cerca de 200 años sin guerra. También nos habíamos olvidado de las pandemias y creíamos que algunos de los privilegios de los que disfrutábamos eran seguros, firmes e inquebrantables. Espero que sacudidas como esta sirvan para proteger de nuevo las cosas importantes. Por ejemplo, puede ser un buen momento para repensar la Unión Europea y la democracia, amenazadas por varios frentes. Ha llegado el momento de formar allí donde es importante y olvidar esa confianza temeraria con la que hemos abandonado el pensamiento y la defensa activa de ciertas ideas.



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