sábado, 13 de enero de 2024

"AMAR EL TRABAJO ES ABRAZAR EL SOMETIMIENTO". Un artículo de Juan Evaristo Valls Boix (El País, 08 ENE 2024)

Las empresas intentan seducir al trabajador para que su esfera laboral se confunda con su vida

Conocí a N. en una app de citas. Paseamos por Alicante buscando una pizzería y hablamos de nuestras ocupaciones. N. estudia Bellas Artes y trabaja en un outlet de ropa deportiva. Me cuenta que su trabajo es un poco tedioso, pero que se pone música en los auriculares y se le pasan las horas. Y luego prosigue con desconcierto: sus compañeras están encantadas con la empresa. Tiene valores verdes y feministas, les hace un descuento en toda la tienda y les premia con un bono si trabajan a buen ritmo. Un cóctel de ética verde, competición y chantaje consumista vuelve encantador un curro mal pagado que consiste en apilar cajas de zapatillas para hacer deporte y estar en forma para apilar cajas de zapatillas. No imaginaba llegar a conocer en una sola tarde semejante despliegue de seducción.

Paul Lafargue escribió en El derecho a la pereza que todas las miserias de las sociedades capitalistas tenían una sola causa, y esa causa es el amor al trabajo. Lafargue no se refiere a la codicia o a la envidia, sino a la pasión desatada que los propios trabajadores sentimos por nuestras ocupaciones. Situaba así la fuente de nuestras fatigas en la esfera de la reproducción social, un cambio de mirada que nos permite cuestionar el trabajo desde el apego y su economía libidinal: ¿cómo hemos aprendido a amarlo? ¿Quién lo volvió tan atractivo, tan extrañamente edificante? ¿Por qué nuestros trabajos nos encandilan con una retórica de vida buena cuando no hacen sino impedirla, saturando con sus demandas todos los tiempos, todos los afectos, todas las capacidades que tenemos?

En su libro Intimidades congeladas, la socióloga Eva Illouz nos habla de los experimentos Hawthorne, desarrollados por Elton Mayo en el Chicago de los años veinte. Sus resultados revelaron que la productividad no aumentaba tanto con una mejora de las condiciones materiales del puesto de trabajo, sino prestando atención a los operarios. Mostraban que el cuidado de un vínculo afectivo entre trabajador y empresa era una clave para el éxito y la explotación tan sofisticada como desconocida. A partir de ese momento, valora Illouz, el estilo empresarial y el management comenzaron a revolucionarse, y las empresas se dedicaron a invertir en las oscuras artes de la seducción: se llenaron de psicólogos y coaches ontológicos, hicieron de su entorno un espacio siniestramente amigable, enarbolaron las banderas de la ayuda humanitaria. Lo que Mayo descubrió en los años veinte, la película Monstruos SA nos lo enseñaba en 2001: las pasiones alegres generan mucha más energía que el miedo. CONTINUAR LEYENDO

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