El relato real y autobiográfico de las andanzas de un periodista cincuentón que es contratado por una ‘start-up’ tecnológica repleta de ‘millennials’ en la órbita de Silicon Valley. Ese es el punto de partida de ‘Disrupción. Mi desventura en la burbuja de las start-ups’, de Dan Lyons (Massachussets, 1960), un libro hilarante en muchos de sus pasajes, pero también aterrador. Porque detrás de la sorna con la que este ex reportero de tecnología y guionista de la serie de HBO Silicon Valley desnuda a su empleador –HubSpot– y a todo el ecosistema emprendedor norteamericano, subyace el relato descarnado de una realidad cuajada de apariencias, burbujas económicas, empleos precarios y una indisimulada discriminación por edad. La traducción de este ‘best seller’ de 2016 llega con unos años de retraso a España publicada por Capitán Swing, pero su contenido sigue plenamente vigente. Lyons nos atiende desde su casa en Boston.
- Han pasado seis años desde lo que relatas en tu libro. ¿Han cambiado las cosas desde entonces en el universo emprendedor?
Yo diría que han cambiado a peor, que esas terribles condiciones laborales sobre las que escribí se han exacerbado todavía más. Y en buena medida es, por un lado, debido a que los mercados permiten y alientan ese tipo de comportamientos y, por otro, la falta de equilibrio entre empleados y empleadores en las empresas tecnológicas emergentes.
- Disrupción presenta un mundo tecnológico en el que se diría que lo de menos es la tecnología en sí y que lo realmente importante son las apariencias.
Hace poco leía un artículo que afirmaba que las OPIs (Oferta Pública Inicial) y la venta de acciones de las compañías tecnológicas en general son, esencialmente, historias. Y de eso es precisamente de lo que escribo en Disrupción. Una empresa de capital riesgo que invierte en una start-up es lo más parecido a un productor de cine que financia una película. Se contrata a un director para que lleve el proyecto, a un reparto, se crea una narrativa y luego se vende la historia a los inversores particulares. En realidad, el producto que haga la start-up no importa demasiado, es un vehículo para que la firma de capital riesgo obtenga rendimiento por su inversión. Ni siquiera hace falta que la start-up obtenga beneficios en algún momento. Eso es irrelevante mientras el precio de la acción siga subiendo.
- Es una visión bastante incendiaria.
Se podría decir que es una forma de ver este mundo un tanto cínica, pero creo que es forma correcta de hacerlo. Por supuesto, no todo el mundo en Silicon Valley está de acuerdo con esta evaluación, y hay quien no me tiene en mucha estima por allí. Pero también es cierto que, en general, la gente ese entorno ha desarrollado una piel muy fina para todo lo que suene a crítica hacia su sistema. No les gusta que nadie cuestione su relato de que están construyendo «un mundo mejor». Muchos de estos emprendedores y empresas de capital riesgo han ganado tanto dinero que creo que, de alguna forma, eso ha afectado a su cerebro y realmente creen que ellos son los chicos buenos. Su razonamiento es: «Oye, yo acabo de ganar 200 millones dólares en una semana y tú escribes en un blog, así que, ¿quién te crees que eres para darme lecciones?».
- Futbolines, cerveza gratis, salas de siesta, osos de peluche ocupando un asiento en los comités de dirección… Cuentas que cuando llegaste a HubSpot, la oficina te recordó a la guardería a la que llevabas a tus hijos.
Lo que la gente realmente quiere de su empleador es muy sencillo y de sentido común. Un seguro médico, un plan de jubilación, guardería para los niños o tiempo libre pagado. Pero todas esas cosas cuestan dinero, así que en determinadas empresas te lo cambian por cerveza gratis, dulces, juguetes y todo tipo de ventajas tontas que no ayudan en nada a la gente. Y luego está esa concepción errónea de que los millennials y la gente joven lo que quieren es divertirse mucho en el trabajo. Pero resulta que, si investigas y les preguntas a ellos, eso no es cierto. Los jóvenes no quieren estar cambiando de trabajo cada dos años, quieren cierta estabilidad, beneficios sociales, desarrollo profesional… Y esas cosas las empresas de Silicon Valley no se las están dando.
- En España ya existen algunas empresas que tienen hasta un ‘director de felicidad’. ¿Por qué esa obsesión porque el trabajo sea como un parque de atracciones?
La idea de un ‘director de felicidad’ siempre me ha hecho reír porque, en general, las empresas se las arreglan bastante bien para que sus trabajadores sean infelices. Es la propia naturaleza del trabajo. Dudo mucho que una empresa como Uber tenga un director de felicidad. Pero si lo tuviera seria como decir: «Explotamos a nuestros conductores, los tratamos mal y dejamos que nuestros propios empleados trabajen sin descanso. Pero, eso sí, queremos que sean felices». CONTINUAR LEYENDO
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