domingo, 26 de mayo de 2024

"¿PEDIR PERDÓN POR LO QUE HICIERON NUESTROS ANTEPASADOS? Un artículo de Ángela Sepúlveda publicado en Ethic el 2 de febrero de 2023

Pedir perdón y pagar reparaciones por los crímenes del pasado se han convertido en temas de debate sobre cómo la historia impacta en el presente. ¿Deben los herederos que pagar por la cuestionable moral de sus ancestros?

El nombre de Benedict Cumberbatch ha aparecido unido al de Barbados en los titulares de los periódicos de forma involuntaria. The Telegraph publica que el país caribeño podría demandar al actor por el pasado esclavista de su familia. Los antepasados de Cumberbatch tenían tierras en las que cultivaban azúcar y donde trabajaban unos 250 esclavos. Cuando se abolió la escalvitud, los propietarios recibieron una compensación económica y la familia de Cumberbatch obtuvo unas 6.000 libras de entonces, 1.300.000 euros de ahora según el diario británico.

Esta historia, que ha puesto a Cumberbatch en el foco, ha sido desmentida por David Comissiong, vicepresidente del Grupo de Trabajo Nacional sobre Reparaciones, quien ha explicado que no sabía ni quién era el actor y ha aclarado que no pedirán reparaciones a personas concretas aunque sí a países europeos. Comissiong ha recordado que en 2016 las Comunidades del Caribe mandaron cartas oficiales a Reino Unido, Francia, España, Portugal, Países Bajos y Dinamarca, países involucrados «en el genocidio de la población nativa esclava del Caribe y África», invitándoles a sentarse para «debatir qué rol pueden jugar» a la hora de reparar esos daños del pasado.

El caso de Barbados vuelve a poner de actualidad el debate sobre si es necesario revisar la historia –y que los descendientes se encarguen de reparar el daño causado por sus familiares– o si lo que se está haciendo es caer en el presentismo histórico, es decir, juzgar el pasado con ojos del presente. Y es un debate con posiciones encontradas. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 25 de mayo de 2024

"CAGARSE EN LOS DIOSES". Un artículo de Luis Arroyo publicado en infoLibre el 9 de febrero de 2023

Solo dos años después hacer la Revolución, en 1791, los franceses abolieron el delito de blasfemia. Aquí en España, nuestro Código Penal sigue recogiéndolo bajo el eufemístico delito de “ofensa a los sentimientos religiosos” y de “escarnio” (artículo 525 y otros). Esta ridícula anacronía permite a personas y entidades fundamentalistas, casi siempre ultracatólicas, acosar a los artistas, los sátiros, los músicos o los políticos que osan “ofenderles”.

Lo último han sido sendas querellas de HazteOír y de la Fundación de Abogados Cristianos contra los editores de Mongolia, por la portada de la Navidad en la que en una representación del portal de Belén, en lugar del niño Jesús dibujaron lo que bien podría ser un helado de chocolate, aunque más bien parece el típico emoji de una mierda con ojos, tan utilizado en WhatsApp. Como cabía esperar los ofendiditos han visto la caca y no el chocolate y se ve que les ha dañado mucho que alguien ponga el truño en el lugar del Cristo recién nacido. Los editores de la revista satírica han puesto en marcha una campaña para recaudar fondos (aquí) que van a presentar el día 20 en Madrid.

Estas querellas suelen archivarse, pero en ocasiones derivan en sentencias condenatorias, como esas que han afectado a las cómicas feministas de Coño Insumiso, que se atrevieron a hacer una Salve y un Ave María sustituyendo los términos “sagrados” por otros profanos. Por ejemplo, como transcribe la propia sentencia, “Diosa te salve, vagina, llena eres de gracia, el coño es contigo, bendita tú eres entre todas nuestras partes y bendito es el fruto de tu sexo, el clítoris…”.

Aunque las denuncias y las querellas terminen por archivarse o deriven en sentencias absolutorias, pueden hacer mucho daño a los afectados y hacen desde luego mucho daño a la sociedad en su conjunto. Javier Krahe tuvo que aguantar un viacrucis judicial de ocho años por haber grabado unas imágenes en las que metía a Cristo en un horno en 1977, muchos años antes de la formulación de la querella. El actor Willy Toledo puso en Facebook que se cagaba en Dios y tuvo también que afrontar un proceso judicial en 2020. Sea cual sea la decisión de los tribunales, el hecho de que penda siempre la espada de Damocles sobre los creadores es una señal intolerable de atraso en una sociedad como la española, que está en realidad entre las más tolerantes del mundo.

Sucede que a esos mismos meapilas si yo les dijera que me cago en los dioses del Olimpo o en los dioses del Bosque, probablemente les daría igual. El problema sería si yo me cagara en “su” dios: no en cualquier otro. Sucede que si hubiera una legislación que limitara o prohibiera la expansión de nuevas mezquitas o sinagogas es seguro que ellos callarían. Y sucede, en fin, que cuando ellos defienden la libertad de los padres a elegir la educación de sus hijos (es decir que los niños puedan ir a colegios donde la asignatura de Religión sea obligatoria, donde se prohíba la educación sexual o donde se separe a los niños de las niñas), entonces queda bastante claro que no defienden la libertad, sino todo lo contrario: la obligación de atenerse a un credo concreto, al suyo, a la verdad que a ellos se les ha revelado, la única en la que creen y la única que defienden. Qué bien lo expresó Richard Dawkins en su ya clásico El espejismo de Dios: Solo hay algo que molesta más a un creyente que un creyente de otra religión: un ateo.

Esos fundamentalistas majaderos tratan en realidad de imponer sus creencias fanáticas a los demás bajo la apariencia de la libertad y el respeto. Respeto y libertad exigen que nadie persiga a nadie por causa de sus declaraciones o expresiones religiosas. Ni en un sentido ni en otro, y mientras no se ejerza fuerza ni coacción. Entiendo que los católicos y los protestantes y los menonitas y los judíos y los testigos de Jehová deben tener derecho a desarrollar sus cultos en paz, pero tanto derecho tienen ellos a defender su credo como yo el mío, incluida la posibilidad de cagarme en alguno de sus dioses.

viernes, 24 de mayo de 2024

"IZQUIERDA PARA CHULOS". Un artículo de Najat El Hachmi (El País 24 MAY 2024)

Yolanda Díaz dice ser muy beligerante con la patronal, pero pone la alfombra roja a quienes tienen como negocio comprar y vender hembras humanas como si fueran ganado

Prohibido prohibir la explotación de mujeres y el machismo más deleznable. Hay una izquierda que, de todo el legado del mayo del 68, no se quedó más que con los eslóganes superficiales. “No se puede prohibir la prostitución porque la prostitución existe”, afirmó sin despeinarse Yolanda Díaz. Pues aplíquese lo mismo a los asesinatos, a la corrupción o al fraude fiscal, a la pederastia o a cualquier crimen. Si lo que existe no se puede prohibir, ¿por qué tenemos inspectores de trabajo? ¿Para que vayan a certificar que la explotación laboral existe? Y ni siquiera estamos hablando de una ley abolicionista de verdad que contemple acabar con el uso de las mujeres a cambio de dinero, sino de una norma que pretende perseguir a los proxenetas. Yolanda Díaz dice ser muy beligerante con la patronal, pero pone la alfombra roja a quienes tienen como negocio comprar y vender hembras humanas como si fueran ganado e importarlas en condiciones de pura y simple esclavitud, la única esclavitud que seguimos tolerando en pleno siglo XXI.

La enorme contradicción de esta izquierda que se presenta como chupi-guay mientras avala políticas que validan la vulneración de derechos es poner el grito en el cielo ante lo que sufren las palestinas, las racializadas que están lejos, mientras permiten y promueven una de las formas más vomitivas en las que se articula el machismo racista en occidente. Porque esas putas del Raval que Gala Pin tuvo la desvergüenza de citar en el debate sobre el asunto no son blancas catalanetes que se puedan permitir ir saltando de sillón en sillón político, no son precisamente eco-pijas con el estómago lleno de quinoa y salmón salvaje. Esas mujeres que malviven en la calle sufriendo todo tipo de violencias son negras, inmigrantes, pobres que fueron violadas y secuestradas para el ejercicio de eso que esta facción vergonzosa de la izquierda llama trabajo. ¿Dónde está la interseccionalidad de la que tanto alardean? ¿Dónde la descolonización de los cuerpos? ¿Acaso las negras merecen ser penetradas por desconocidos sin derecho a consentir porque son producto y las mercancías no hablan? ¿Merecen las inmigrantes sin papeles que las metan en zulos apestosos donde ser violadas todos los días de su vida para que se lucre ese chulo que tanto aman en Sumar? ¿Lo merecen las pobres y las desperadas?

Yo qué quieren que les diga, de todos los racismos con los que me he topado a lo largo de la vida, prefiero el claro y directo, que por lo menos a las “racializadas” no nos ofrece como salida laboral hacernos putas.

"TERRENALES". Un artículo de Irene Vallejo en ladiaria.com.uy (Urugay) 26 ABR 2024

Ilustración: Ramiro Alonso
En tu adolescencia te diagnosticaron timidez aguda. A tu alrededor escuchabas la receta triunfal de aquellos jóvenes sobradamente preparados: tienes que saber venderte. Te empujaban a practicar el arte del currículo inflado, la seguridad arrolladora, la pose fingida de éxito. Estamos en la selva, esconde tu fragilidad, disfrázala de insolencia. Frente al error, arrogancia. Comernos el mundo, pero nunca tragarnos nuestras propias palabras. Así nos impulsan a hacer de la necedad virtud.

De esos peligros no nos salva el orgullo, sino un cóctel burbujeante de humor y humildad. La antigua palabra latina humilis deriva de humus, “tierra”. Significaba estar abajo, en un peldaño inferior del escalafón, sin privilegios ni pedigrí. No haber nacido arriba, arrogantes. El cristianismo dignificó el concepto, y en su imaginario se convirtió en la virtud opuesta a la soberbia: “Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra”. El cielo estará, después de todo, entre el barro. No olvidemos que el humus o mantillo, en términos geológicos, es la capa que enriquece la naturaleza, la fertiliza y la hace crecer. La humildad también puede ser fértil, como conciencia de la propia ignorancia, de nuestros desastres, tropiezos y tonterías, como apertura a aprender. Las limitaciones nos hacen humanos –otra palabra de la misma familia–. Nada germina en piedra sólida, mientras la tierra frágil alimenta el cultivo y la cultura.

En Indiana Jones y la última cruzada, el arqueólogo más carismático triunfa porque sabe que no es oro todo lo que reluce. Su misión consiste en encontrar el Grial antes que los nazis para evitar que Hitler alcance gracias a él la vida eterna. Tras superar pruebas y trampas, llega al escondite donde un espectral caballero de la Primera Cruzada custodia el cáliz sagrado, escondido entre muchas copas falsas. Indy no se deja tentar por las orfebrerías suntuosas, incrustadas de joyas. Toma en sus manos la más modesta y susurra: “Es la copa de un carpintero”. “Has elegido sabiamente”, concluye el achacoso guerrero.

El filósofo Sócrates, adalid del conocimiento dialogante, solía derrotar a sus adversarios atribuyéndose un perfil bajo. Se presentaba como el más ignorante; iba descalzo a todas partes y bromeaba sobre su mayúscula fealdad; siendo maestro, se comportaba como un discípulo. Era alguien que tenía las dudas muy claras. Astutamente, prefería reconocer sus errores antes de que otros los exagerasen. Creía que el proceso de aprender desafía la vanidad, que no se detiene a pensar porque está ocupada en alardear.

También en los relatos folclóricos y en los mitos acaban triunfando, tras un largo camino de aventuras y formación, las criaturas repudiadas. Los héroes al principio sufren burlas y desprecio, los llaman Bobo, Mudito, Cenicienta, Juan el Tonto o Patito Feo. Las historias protagonizadas por el personaje más joven y en apariencia más inepto ofrecen al niño –que se siente torpe frente al complejo mundo adulto– alivio a sus miedos, consuelo y esperanza.

Nuestros tiempos narcisistas nos bombardean con nuevos cuentos de hadas, una invasión del pensamiento positivo que, en las redes y en la publicidad, lanza al aire la purpurina de sus eslóganes. Eres perfecta como eres. Porque tú lo vales. Empodérate. La felicidad es cuestión de actitud. En su sagaz ensayo El murmullo, la escritora Belén Gopegui disecciona la autoayuda como género de ficción que gira en torno al yo investido de una autoestima desafiante, obviando las causas del malestar y sin enfrentarse nunca al abuso de poder. Propone como antídoto la confabulación, “ponerse de acuerdo con otras personas, recurriendo a narraciones compartidas, unirse para no dominar, aplastar o dejar caer a personas iguales o en peor situación”. Sin humildad, el yo ocupa todo el espacio disponible y sólo ve al prójimo como objeto o como enemigo. Se conoce el carácter de alguien observando cómo trata en el día a día a la gente corriente, a quienes no son poderosos y no pueden favorecerle. Para ponernos en el lugar de otros, la vanidad debe bajarse del pedestal. Como escribió CS Lewis, no es humilde quien piensa de sí mismo que es poca cosa, sino quien piensa poco en sí mismo.

domingo, 19 de mayo de 2024

"NEGARSE A LA EQUIDISTANCIA". Luis García Montero (infoLibre 18 de mayo de 2024)

Siempre es peligroso que la vida se convierta en un monólogo. Así se pudren las aguas más envenenadas del yo. Para evitar que las envidias, las impotencias y las obsesiones pierdan el sentido del pudor, más que monologar con el veneno interior, conviene mantener una conversación con la propia conciencia. Hablar con la persona que va junto a nosotros, escuchando la cara y la cruz de las cosas, es mucho más aconsejable que monologar hasta caer en el ridículo. Mi admiración por Luis Cernuda se debe a su poesía, pero también a que una personalidad tan difícil como la suya supo mantener la dignidad hasta el final de su vida. El recuerdo de sus poemas y su dignidad me acompaña estos días que vivo en México y con México, país en el que murió exiliado en 1963.

Como recordó en Historial de un libro, durante la Guerra Civil vio enfrentadas la sempiterna reacción española, partidaria siempre de la intolerancia, la superstición y la ignorancia, y una España joven, cuya oportunidad parecía llegada. Pero lo que llegó fue la victoria de “los caínes sempiternos” que se habían levantado en armas en 1936 contra la democracia española. La denuncia de las tramposas equidistancias tiene más valor cuando se da en la obra de Cernuda. Junto a la agresión del franquismo, tuvo que soportar algunas ofensas del bando republicano y muchas dudas sobre el protagonismo de los comunistas, de los que se distanció después de haber colaborado en la revista Octubre, haber firmado varios manifiestos en Mundo obrero y haberse integrado con Alberti en la Alianza de Intelectuales Antifascistas.

Durante la guerra hubo indignidades en los dos bandos. Las presiones de Wenceslao Roces, por ejemplo, hicieron que Cernuda tuviera que suprimir una estrofa en su poema de homenaje a Lorca, cuando se publicó en Hora de España. No fueron bien vistas sus simpatías homosexuales. Por haber sufrido ese tipo de ofensas tiene mucho valor que Luis Cernuda se negara siempre a la equidistancia y denunciase la barbarie de la España reaccionaria que había dado el golpe militar, responsable fundamental de la catástrofe, y “estúpida y cruel como su fiesta de los toros”. El verso citado pertenece a Díptico español, un poema de Desolación de la quimera (1962), dedicado a la España obscena y deprimente regentada por la canalla franquista.

Poco antes de morir escribió también 1936, un poema en el que quiso cantar la memoria de un soldado de la Brigada Lincoln que se había jugado la vida al luchar, fuera de su país, por una causa justa, una causa que Cernuda, y así lo dejó escrito, seguía considerando noble, aunque algunos hubiesen traicionado por egoísmo la dignidad de sus banderas. “Gracias, compañero, gracias por el ejemplo”, escribió Cernuda, un poeta muy poco dado a utilizar la palabra compañero.

Cernuda mantuvo la dignidad ante las ofensas porque hablaba con su propia conciencia, y eso le ayudó a no perder el sentido de la vergüenza. Las diferencias entre un médico y un curandero a la hora de hacer un diagnóstico se dan también entre un historiador y un opinador de pacotilla cuando se hace memoria, o entre alguien que dialoga consigo mismo y alguien ya abandonado al monólogo de su propia degradación. La sempiterna prensa reaccionaria está llenando ahora sus páginas de curanderos, muy resabiados además porque no son bien acogidos en otros lugares más apetecibles. Cernuda tuvo que soportar las salidas de tono de algún antiguo conocido. Y no dio nombres, ¿para qué? Pero sí dio una Respuesta:

Lo cretino, en ti,

No excluye lo ruin.

Lo ruin, en tu sino,

No excluye lo cretino.

Así que eres, en fin,

Tan cretino como ruin.

viernes, 17 de mayo de 2024

"TEORÍA DEL SUR". Luis García Montero (El País 17 AGO 2008)

Qué mejor estación que el verano para reivindicar el Sur: la lentitud, la sensualidad, la belleza, el cuidado de los otros, la alegría. En el Sur no deben tener prisa ni los pensamientos, ni los coches, ni los desnudos

Los atardeceres en la playa de Punta Candor, situada en un extremo de la Bahía de Cádiz, son lentos y no tienen prejuicios. Familias de aire tradicional pasean entre mujeres y hombres desnudos sin que nadie pierda el tiempo en indignarse con la piel, el deseo y las costumbres de los demás. Las dunas asaltadas por los pinos son una lección de bienestar y de paciencia. Perder el tiempo está bien, pero conviene elegir los motivos. No es lo mismo un ataque de cólera que un cielo desteñido en rojo, deshilvanado en matices, con la complicidad de alguna nube lejana. La tarde cae como una herencia, igual que un esplendor fatigado, mientras el horizonte parece dispuesto a demostrar la existencia de Dios. El pasado domingo vi a mucha gente cuidar en silencio el espectáculo natural de la luz, el cielo y el mar. Cuando el sol se hundió por fin en el agua, los bañistas rezagados y los paseantes empezaron a aplaudir.

Merece la pena tomar en serio ese aplauso. Como carezco de extremidades religiosas, la plenitud no supone para mí un testimonio de la divinidad. Pero los atardeceres de Punta Candor me han ayudado a recordar que el sol no es una institución con ánimo de lucro y que el derecho a la belleza debería ser el resumen último de los demás derechos humanos. No conviene confundir a Andalucía con el Sur. Andalucía es una realidad geográfica y política, y el Sur es una metáfora. Cuando Luis Cernuda se atrevió a elegir las características de un territorio ideal, escribió una evocación romántica de Andalucía. Pero tuvo el cuidado de advertir que su Andalucía no estaba en ningún sitio concreto, porque sólo existía en las ilusiones y los sueños de algunos de sus amigos poetas. Andalucía era una metáfora que Cernuda identificaba, por agradecimiento personal, y porque siempre conviene darle a las metáforas una indicación geográfica, con las playas de la costa malagueña. Claro que el poeta celebraba recuerdos de los años veinte y treinta. Por eso digo que, en estos tiempos, conviene no confundir a Andalucía con el Sur.

Andalucía es una realidad que puede llenarse de edificios sórdidos, alcaldes corruptos y especuladores decididos a devorar cualquier resto de belleza. Antonio Machado, otro poeta andaluz que buscaba realidades y metáforas, ya nos avisó de que sólo el necio confunde valor y precio. A eso se ha dedicado con una disciplina sombría la Costa del Sol durante los últimos 40 años, a confundir el progreso con la especulación y los puestos de trabajo con las concejalías de Urbanismo. La corrupción costera ha llegado a tales extremos de notoriedad que las causas penales no suponen sólo un problema para los delincuentes sorprendidos con las manos en el ladrillo, sino también para la economía turística andaluza, que paga la factura de su mala fama. Dentro de los cambios estructurales que debemos asumir los poderes públicos y los ciudadanos, quizá no esté de más volver a tomarse en serio la metáfora del Sur. Una metáfora resulta a veces una buena infraestructura, y en Andalucía quedan, más allá de los escándalos urbanísticos, valores reales que considero imprescindibles en la metáfora política del Sur. Me lo han recordado los atardeceres y los aplausos de Punta Candor.

Aplaudir una puesta de sol implica comprender el valor ético de la lentitud. La caricatura social de los andaluces se cebó durante años en su propensión a la pereza. La ilusión paradisíaca de que, al juntarse demasiado, la esencia y la existencia emiten una invitación a la quietud, se transformó en chiste barato sobre la vagancia de unos jornaleros que, sin embargo, demostraban su capacidad de trabajo si emigraban a las ciudades del Norte. El chiste no sólo aludía a la situación histórica de una tierra limitada por la falta de iniciativas económicas, sino a una idea de la existencia marcada por el desarrollismo, la moral productiva, el vértigo triunfalista del dinero y las prisas. Y con tantas prisas en la existencia, no hay esencia que resista.

Vivir con prisa es una peligrosa costumbre, porque nos hace dogmáticos al mismo tiempo que nos impide ser dueños de nuestras opiniones. El dogmatismo es la prisa de las ideas, el acomodo a discursos establecidos por encima de nuestra conciencia, el sacrificio de la responsabilidad propia en el altar de una verdad nacionalista, religiosa, partidista o mediática. Quien vive con prisa dice lo primero que se le ocurre, lo que corre al lado de él. Así que anda de cabeza y piensa con los pies. Si tuviéramos tiempo de pensar dos veces lo que decimos y, sobre todo, lo que nos dicen, otro gallo cantaría en el mundo. Sin caer en la caricatura de la pereza, por supuesto, conviene reivindicar la lentitud del Sur como un ámbito de responsabilidad propia, el único ámbito que permite los paseos largos y las buenas decisiones. En el Sur no deben tener prisa ni los pensamientos, ni los coches, ni los desnudos. La sensualidad y la belleza requieren su tiempo.

La falta de prisas resulta imprescindible también para el cuidado de los otros. Cuidar, cuidarse, recibir cuidados, elegir con cuidado, son actos de una vida incompatible con la velocidad. La prisa no hace bien sus tareas, sale del paso por culpa de los acelerones de la ética productiva y del individualismo exacerbado. Quien no quiere deberle nada a los demás, como si los demás fuesen entidades financieras, no puede ser una buena persona. Hay que cuidarse de él. Es verdad que en Andalucía el cuidado del otro nos lleva a las barras de los bares, a los corros en la puerta de la calle, a lo que podemos escuchar en la mesa de al lado, a lo que se ve detrás de los pinos y las dunas. Pero del mismo modo que entre las prisas y la vagancia queda un punto intermedio llamado lentitud, entre la curiosidad desmedida y la soledad calvinista hay un valor importante para el Sur: el cuidado de los otros. Evitar la chismosería no debe confundirse con el aislamiento. Pedir tiempo para pensar en uno mismo, significa aprender a cuidar a los demás.

El buen humor es otro requisito imprescindible del Sur que puede encontrarse también en Andalucía. En este caso, la caricatura ha desquiciado el humor, presentándolo como gracia, salero o alegría costumbrista. Pero la irritación que provocan los chistosos profesionales no debe hacernos comulgar con obsesiones corrosivas, que no permiten ni una sonrisa. Hay territorios que, por su historia, facilitan la conversión de los conflictos en obsesiones, hasta el punto de que hacen perder la cabeza a los que llevan razón en las discusiones. No quisieron caer en la mentira, pero son injustos desde su verdad. En vez de cambiar de aires, los obsesionados cambian de condición, y siempre para peor. El quiebro a tiempo, como una salida ingeniosa o un golpe elegante de humor, ayuda a huir de los dogmas y de las identidades en favor de un pensamiento mesurado. Entre la solemnidad de los sermones y la gracia irritante, cabe una negociación discreta con la alegría.

La metáfora del Sur no es útil sólo en las habitaciones oscuras del invierno, conviene reivindicar la lentitud del Sur como un ámbito de responsabilidad propia. Al narcisismo del conflicto se le puede oponer la sabiduría de vivir la vida. Las metáforas ayudan a buscar un futuro más habitable, son una obra pública. Cuando Luis Cernuda llegó por primera vez a México, después de muchos años de exilio en potentes ciudades anglosajonas, escribió el libro Variaciones sobre tema mexicano, para dar testimonio de una experiencia en la que se mezclaban las sorpresas y el recuerdo. Le dedicó un poema al español, porque para un escritor es importante oír su idioma en la calle. Dedicó otro poema a la pobreza, vivida de niño en Andalucía y reencontrada en México. Se preguntó el poeta si alguna vez sería posible escapar de la miseria sin caer en la prepotencia del lujo. Quizá la respuesta dependa de las metáforas que busquemos. Conviene, en cualquier caso, saber aplaudir una puesta de sol.

martes, 14 de mayo de 2024

"MIRARSE EL OMBLIGO". Un artículo de Irene Vallejo, eldiario.com 22 MAR 2024

Ilustración: Ramiro Alonso
El mundo es un pañuelo. Lo afirma el refranero popular, nuestra particular enciclopedia de bolsillo. En latín, la palabra mappa significaba “servilleta, toalla o trapo”. Así llamaban a la tela rectangular que, en el silencio expectante del circo, daba la señal de salida para las carreras de carros, como si aquellos caballos fueran a galopar por confines y fronteras. Sobre la superficie de esos lienzos, los romanos dibujaban los perfiles del orbe conocido.

Los mapas retratan nuestros mejores y peores rasgos: curiosidad ávida y hambre de descubrimiento, pero también vanidad conflictiva y sed de anexión. Nos fascinan porque cuentan historias y revelan nuestras pasiones. Además, construyen nuestra mirada. Las razones por las que el norte figura arriba no son científicas, sino estratégicas. Lo alto tiene connotaciones positivas, mientras que lo bajo se mira por encima del hombro. Asociamos la pobreza al sur y la prosperidad con países septentrionales. La famosa fotografía de la Tierra que tomó la nave Apolo XVII en 1972 –la canica azul– fue rotada para su publicación, pues ya sólo sabemos leer el planeta colocado de esa única forma. Sin embargo, durante siglos el este ocupó habitualmente la posición superior porque la luz surge de oriente, mientras que el norte simbolizaba un territorio de oscuridad: desde entonces, “orientarnos” significa buscar la referencia allá donde nace el día.

Los mapas dicen muchas verdades, pero también mentiras. Son atlas de las mentalidades, miedos y expectativas de las sociedades que los crean. La proyección cartográfica más utilizada todavía hoy, conocida como “Mercator”, oculta interesadas distorsiones. Los planisferios por los que viajamos con los ojos y navegamos con la punta del dedo dibujan un occidente enorme y central, sobredimensionado en un hemisferio norte que ocupa dos tercios y relega el sur a un diminuto tercio inferior. En un episodio de El ala oeste de la Casa Blanca (The West Wing), el presidente recibe a varios miembros de una ficticia Organización de Cartógrafos por la Igualdad, que presionan para renovar los mapas escolares. Explican que la Europa de Mercator está representada más grande que Sudamérica, cuando esta última la duplica. Además, Alemania figura en el centro, aunque le correspondería aparecer más al norte. “Un momento –interrumpe un perplejo Josh Lyman–, ¿me está diciendo que Alemania no está donde creíamos?”. La respuesta es lapidaria: “Nada está donde usted cree”.

Desde que empezamos a trazar caminos y geografías sobre servilletas, los seres humanos tendemos a creernos el ombligo del mundo. A lo largo de la historia, personas y pueblos han sufrido este espejismo, impropio de habitantes de un planeta esférico. Según los antiguos griegos, Zeus deseaba saber dónde estaba el centro de la Tierra, y para averiguarlo, soltó dos águilas en los extremos del universo. Inevitablemente, las aves se encontraron en un lugar de Grecia, Delfos, señalado para la posteridad con una piedra ovalada a la que llamaron “ónfalo”, es decir, ombligo. Los chinos llamaron a su país Zhonghuó, “reino central”. Unos y otros creían ser el meollo cartográfico del cosmos y la única cultura civilizada. Cada cual se ubica en el epicentro de todo, y tal vez por eso el mundo tiene más ombligos que cerebros.

A menudo el delirio megalómano ha cincelado las geografías a golpe de invasión, guerra y sometimiento, en nombre de remotas purezas y naciones triunfantes. La historia prueba, sin embargo, que el pensamiento y la ciencia fluyen en las encrucijadas de poblaciones diversas, en las rutas de viajes, encuentros e intercambios. Aunque la sabiduría arcaica acuñó en Delfos una máxima ensimismada –conócete a ti mismo–, el éxito del oráculo era fundamentalmente cosmopolita: dependía de los relatos y datos que traían sus visitantes de orígenes distantes. Por eso, el dramaturgo Menandro se atrevió a rectificarla: “Es más útil decir: conoce a los otros”. En realidad, aprendemos sobre nosotros mismos cuando nos atrevemos a mirar otros paisajes y escuchar otras voces. Es poco original sentirse únicos: sólo los demás nos dicen quiénes somos.

lunes, 13 de mayo de 2024

"DOBLES RASEROS". Irene Vallejo, El País 05 MAY 2024

CINTA ARRIBAS
Señalamos sin tapujos los abusos que cometen otros, pero nos consideramos una excepción a las normas

Es casi tan difícil admitirlo como evitarlo. No tratamos a todo el mundo con el mismo baremo ético, con idéntica vara de medir. Nos ofuscan las pasiones, los odios y las distancias entre las distintas personas verbales. Nuestros juicios tienden a la conjugación irregular: yo hago, tú cometes, él perpetra. Perdonamos con facilidad nuestros errores mientras atizamos sin piedad los tropiezos de los demás. Cultivamos el amor propio y la vergüenza ajena. El doble rasero es el mal nuestro de cada día.

El rasero era un utensilio utilizado antiguamente para rasar las medidas del grano. Consistía en una vara metálica que permitía retirar el cereal que rebasaba el borde de las vasijas, asegurando así que todas contenían la misma cantidad, sin la menor diferencia. Se necesita pulso, delicadeza, disciplina y sentido de la equidad para rasar bien: arrasar es más rápido y embriagador. El filósofo Bertrand Russell afirmó que la humanidad posee “una moral que predica pero no practica, y otra que practica y no predica”. Alzamos la voz y fruncimos el ceño para exigir que el resto del mundo se comporte como es debido, pero con media sonrisa justificamos los incumplimientos, excepciones y exabruptos de quienes nos resultan más simpáticos. Con frecuencia, repartimos la culpa y la disculpa en función de las querencias, no de las evidencias; de las adhesiones, no de las acciones. El escritor Ambrose Bierce construyó un libro entero, El diccionario del diablo, a base de definiciones asimétricas y sarcásticas: “Una persona aburrida es la que habla cuando deseas que te escuche”. “Un egoísta es una persona que piensa más en sí misma que en mí”.

La política es un terreno particularmente fértil para este divorcio entre actos y principios. En la antigua república romana, un tribuno llamado Licinio Calvo propuso una serie de iniciativas legislativas que, como era costumbre en el derecho romano, quedaron unidas a su nombre. Las leyes Licinias, pensadas para contener los excesos de los ricos, limitaban la acumulación de tierra en manos de un solo propietario y protegían a los deudores frente a los acreedores. Se aprobaron contra la indignada oposición de los patricios. Años más tarde, el extribuno Licinio Calvo fue acusado de transgredir su ley por acaparar más tierra de lo permitido. Su avaricia rebasó los límites y acabó condenado a la pena que él mismo había fijado como legislador, desde el otro lado de la barrera.

Alguien condenado por su propia ley es la imagen perfecta de nuestras incoherencias. Señalamos sin tapujos los abusos que cometen otros, pero nos consideramos una excepción a las normas. Para nosotros siempre encontramos justificación, mientras lanzamos reproches: nada necesita más reforma que la conducta de los demás.

Esta disonancia moral tiene una raíz psicológica: contemplamos la realidad desde la atalaya del yo. Así, la paja en el ojo ajeno nos parece monstruosa en comparación con nuestra propia viga y nuestra propia vida. Inevitablemente, nuestras acciones —y razones— siempre nos resultarán más lógicas, más comprensibles, más motivadas. A todos nos duelen los mínimos golpes en carne propia, y al mismo tiempo soportamos como nadie los males que aquejan a los demás. Se necesita un poderoso ejercicio de imaginación para corregir esos errores de perspectiva, para reconocer que solo desde nuestro punto de vista somos el centro del mundo. Hay millones de centros más, convencidos de ser igual de decisivos; el planeta está superpoblado de protagonismos. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 11 de mayo de 2024

"“Me resisto a la tendencia de ver la tecnología como una fuerza autónoma que no podemos controlar”. Entrevista de Pablo Guimón a Michael J. Sendel, El País 09 MAY 2024

El filósofo estadounidense aborda en ‘Contra la perfección’ los desafíos del diseño genético y defiende que “convertir la paternidad en una extensión del consumismo choca con el amor incondicional”

A finales de 2001, el filósofo político estadounidense Michael J. Sandel (Mineápolis, 1953), catedrático estrella de la Universidad de Harvard, recibió una invitación inesperada. Se le propuso formar parte del recién creado Consejo de Bioética del Presidente. No era un experto en bioética, pero le atrajo la idea de reflexionar sobre la ingeniería genética, la clonación, la investigación con células madre, incipientes campos que planteaban colosales desafíos morales. Sandel siguió desarrollando en sus célebres clases esos temas y, en particular, el de la ética del perfeccionamiento genético. Uno de los asuntos que más le intrigaron y que vertebró, en 2007, el breve ensayo Contra la perfección, que ahora reedita Debate en español (traducido por Ramón Vilà Vernis). En sus poco más de cien páginas, el celebrado profesor despliega su inteligencia y su capacidad divulgadora sobre dilemas éticos aún sin resolver, y deja entrever algunas de las ideas sobre justicia, democracia, comunidad y meritocracia que ha desarrollado en libros como La tiranía del mérito (2020), que han hecho de Sandel un referente del pensamiento político contemporáneo. Recibió a EL PAÍS este miércoles soleado en un pequeño hotel de Madrid.

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viernes, 10 de mayo de 2024

Helen Hester, filósofa: “Lo que consideramos tiempo libre no es sino un espacio para la recuperación”. Entrevista (El País 13 ABR 2024)

La feminista británica sostiene que solo si nos emancipamos del sistema neoliberal y priorizamos nuestro propio tiempo podremos disfrutar de la libertad verdadera

El trabajo contemporáneo representa “una prisión” de la que la filósofa británica Helen Hester (Grays, 1983) apela a emanciparse para disfrutar nuestra libertad verdadera. No se trata solo de la modalidad remunerada, también se refiere al trabajo reproductivo, para el que demanda “reconocimiento, redistribución y reducción” [del tiempo de trabajo], precisa durante la entrevista, que se hizo en un café al suroeste de Londres con la presencia de dos de sus tres hijos, de casi cuatro y seis años. Su libro más reciente, Después del trabajo. Una historia del hogar y la lucha por el tiempo libre, coescrito con su pareja, Nick Srnicek, esboza vías de salida, como la construcción de redes sociales humanas. Hester, catedrática de Género, Tecnología y Políticas Culturales en la Universidad de West London, es además una de las representantes de una nueva corriente del feminismo, el xenofeminismo, y es autora de un libro homónimo (ambos libros son de la editorial Caja Negra) en el que sienta las bases de una corriente que considera que las teorías que hacen de “lo natural” una norma deben ser destruidas para, después, construir desde cero una infraestructura social que logre la emancipación colectiva. El próximo miércoles 17 hablará desde La Casa Encendida y el día 20 charlará con la periodista experta en tecnología Marta Peirano en La Maliciosa, ambos actos en Madrid.

 

jueves, 9 de mayo de 2024

"LA POESÍA COMO BRAZO (PERVERSO) DE LA BARBARIE". Slajov Zizek (El País 11ABR 2024)

Una antología de las Fuerzas de Defensa de Israel incluye poemas que expresan deseos de venganza y pinta el combate en Gaza como una guerra religiosa. Su objetivo, “elevar los espíritus en tiempos de guerra”

Cuando el pacto básico que mantiene unida a una sociedad se derrumba (que es lo que al parecer está sucediendo en todo el mundo), proliferan los rumores absurdos y las teorías conspirativas. Incluso cuando la falta de sentido del mensaje es obvia (o tal vez, sobre todo en esos casos), este puede evocar temores y prejuicios muy profundos.

Un ejemplo perfecto (del que ya he hablado en otra ocasión) se dio a fines de agosto de 2023, cuando un sacerdote llamado padre Antonio roció ceremoniosamente con agua bendita una estatua de Stalin de casi ocho metros en la región rusa de Pskov. La Iglesia padeció en tiempos de Stalin, pero el sacerdote explicó que “gracias a eso tenemos muchos nuevos mártires y confesores de la fe rusos a los que rezar y que nos ayudan en el resurgimiento de nuestra Patria”. Este razonamiento está apenas a un paso de decir que los judíos deberían agradecer a Hitler por crear las condiciones que hicieron posible el Estado de Israel. Puede parecer exagerado o un mal chiste, pero es la posición declarada de algunos extremistas sionistas cercanos al gobierno israelí.

Para comprender el éxito de esta argumentación perversa, debemos señalar ante todo que en los países desarrollados, la agitación y las revueltas tienden a estallar cuando la pobreza ha retrocedido. Las protestas de los años sesenta (de los soixante-huitards en Francia a los hippies y yippies en Estados Unidos) se desarrollaron durante la edad dorada del Estado de bienestar. Cuando la gente vive bien, empieza a desear todavía más.

También hay que tener en cuenta el plus de placer que puede traer consigo la perversión social y moral. Basta pensar en el reciente ataque de Estado Islámico en el Crocus City Hall moscovita, donde asesinaron a 144 personas. Lo que algunos llaman ataque terrorista, otros lo llaman acto de resistencia armada en respuesta a la destrucción masiva causada por el ejército ruso en Siria. En cualquier caso, después del ataque sucedió algo notable: las fuerzas de seguridad rusa no solo admitieron que habían torturado a los sospechosos arrestados, sino que también lo mostraron en público.

“En un gráfico vídeo publicado en Telegram”, escribe Julia Davis (del Center for European Policy Analysis), “a uno de los detenidos le cortan una oreja y luego el interrogador le obliga a comérsela”. No extraña que algunos radicales israelíes vean en Rusia un modelo sobre cómo tratar a los miembros de Hamás arrestados.

Los funcionarios rusos no hicieron esto solo para disuadir a futuros atacantes, sino también para complacer a los miembros de la propia tribu. “Nunca esperé algo así de mí”, escribe Margarita Simonyan, una propagandista rusa que dirige la agencia de noticias estatal RT, “pero cuando veo que los meten en la sala encorvados, e incluso lo de la oreja, siento una satisfacción inmensa”. Y el fenómeno no se limita a Rusia. En Tennessee (Estados Unidos), algunos legisladores quieren que a los condenados a muerte se los vuelva a colgar en público (y por si fuera poco, de un árbol).

¿Dónde está el límite? ¿Por qué no recuperar la práctica premoderna de torturar en público hasta la muerte a los acusados de delitos? O lo que es más importante, ¿cómo es posible llevar a gente “normal” al punto en el que sea capaz de disfrutar viendo esos espectáculos sádicos?

La respuesta breve es que se necesita la clase de poder que solo pueden poseer el discurso mítico, la religión o la poesía. Como explicó Ernst Jünger, reticente compañero de ruta de los nazis: “Toda lucha por el poder va precedida de una destrucción de imágenes y de iconoclasia. Por eso necesitamos poetas: ellos inician el derribo, incluso de titanes”.

Es posible ver que la poesía desempeña un importante papel en Israel. El 26 de marzo, Haaretz publicó un artículo que explica “cómo las fuerzas armadas de Israel usan la poesía de venganza para realzar la moral de las tropas”. Una antología publicada por las Fuerzas de Defensa de Israel incluye poemas que “expresan un deseo de venganza y retratan el combate en Gaza como una guerra religiosa”. En un anuncio del 13 de octubre en el que las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) solicitan colaboración, se invita a los posibles voluntarios a “embarcarse en un viaje poético y reavivar el grandioso espíritu israelí” con el objetivo de “elevar los espíritus en tiempos de guerra”.

Al parecer, las referencias del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu a Amalec (el enemigo bíblico de los judíos en la Torá) después del 7 de octubre no fueron suficientes. Había que completarlas con versos modernos. O tal vez la cita bíblica de Netanyahu transmitió más de lo deseado. Al fin y al cabo, según el Viejo Testamento, cuando los judíos errantes llegaron a las colinas encima del valle de Judea donde vivían los amalecitas, Jehová se les apareció y ordenó a Josué matarlos a todos, incluidos niños y animales. Si eso no es “limpieza étnica”, entonces el término no significa nada.

No olvidemos que de Alemania se decía que era una tierra de Dichter und Denker (poetas y pensadores), antes de que virara a Richter und Henker (jueces y verdugos). ¿Y si las dos versiones son más cercanas de lo que parece? Si nuestro mundo se está convirtiendo en un mundo de poetas y verdugos, necesitaremos más jueces y pensadores para contrarrestar la nueva tendencia y recuperar el anclaje moral.

miércoles, 8 de mayo de 2024

"EUNUCAR A MENORES". Najat El Hachmi El País 03 MAY 2024

La imparable sexualización de la infancia también consiste en trasladar a esta etapa los problemas que siempre fueron de los adultos


En los anales de las peores atrocidades médicas cometidas en Occidente quedará grabado este oscuro capítulo en el que se está dañando la salud de niños sanos en nombres de supuestos problemas de identidad de género promovidos por adultos irresponsables. La corrección política y el miedo a ser quemados en la hoguera de la transfobia están avalando la prescripción de tratamientos experimentales y cirugías irreversibles solicitados después de un autodiagnóstico. Los servicios de salud dejan así de ser organismos de atención al paciente y pasan a ser meros dispensadores de medicamentos y operaciones a gusto del consumidor. Curioso es pedir a la vez que se despatologice la transexualidad y que se exija su tratamiento. El caso es que hoy puede ser más fácil obtener bloqueadores de la pubertad después de una consulta de pocos minutos que una receta de paracetamol. A las mujeres se nos hacen mil preguntas cuando pedimos la píldora anticonceptiva y no por eso nos tenemos por enfermas, pero explorar la procedencia del malestar de un niño que cree tener un sexo distinto al biológico se considera estigmatizante. Para no estigmatizar, y no “restringir el derecho a desarrollarse de la manera deseada”, en palabras del Defensor del Pueblo, estamos dispuestos a convertir en eunucos a nuestros adolescentes retrasando su crecimiento óseo, provocándoles una infertilidad irreversible y condenándolos a no disfrutar nunca de un orgasmo. La imparable sexualización de la infancia también consiste en trasladar a esta etapa los problemas que siempre fueron de hombres adultos. No nos extraña ni nos alarma el aumento exponencial sin precedentes de niñas que acuden a los servicios de atención a la transexualidad. ¿Cómo no van a aumentar las personas que se consideran trans si en institutos y colegios se difunden ideas acientíficas sobre la poca importancia de la biología y a los alumnos se les inculca la idea de que pueden escoger su “género” en un infinito catálogo de identidades?

En el Reino Unido, que llevan la delantera y ya están dando marcha atrás en los tratamientos a menores, acaba de publicarse un informe independiente, el Informe Cass, que viene a confirmar lo que ya anunciara el Instituto Karolinska en 2021: que los bloqueadores de la pubertad son tratamientos experimentales cuyos efectos a largo plazo se desconocen, que podrían comportar una interrupción de la maduración del cerebro y recomienda prudencia y un abordaje integral que incluya la salud mental. Justo lo contrario de lo que estamos haciendo aquí.

sábado, 4 de mayo de 2024

"NECESITAMOS UN ÉXODO DEL SIONISMO". Naomi Klein (elDiario.es 3 MAY 2024)

Judíos y simpatizantes celebran un Séder de Pascua para protestar contra la guerra en Gaza, el pasado 23 de abril, en el distrito de Brooklyn, Nueva York
No necesitamos ni queremos el falso ídolo del sionismo. Queremos liberarnos de un proyecto que comete genocidio en nuestro nombre

He estado pensando en Moisés y en la rabia que sintió al bajar del monte y encontrar a los israelitas adorando un becerro de oro. A la ecofeminista que hay en mí siempre le incomodó esa historia: ¿qué clase de Dios siente celos de los animales? ¿Qué clase de Dios quiere acaparar para sí todo lo sagrado que hay en la Tierra?

Pero hay una interpretación menos literal de la historia. Es una historia de falsos ídolos, de la tendencia humana a adorar lo profano y brillante, a fijarnos en lo pequeño y material en lugar de en lo grande y trascendente.

En este histórico y revolucionario Séder en la Calle [comida ritual de la Pascua hebrea], lo que esta noche quiero decirles es que una vez más son demasiados los que adoran a un falso ídolo que los tiene embelesados, embriagados y envilecidos. Ese falso ídolo se llama sionismo.

Es un falso ídolo que usa lo más profundo de nuestros relatos bíblicos sobre justicia y emancipación de la esclavitud —la propia historia de la Pascua—, para transformarlos en brutales armas de robo colonial de tierras, en hojas de ruta para el genocidio y la limpieza étnica.

Es un falso ídolo que ha cogido la trascendental idea de la tierra prometida —una metáfora de la liberación humana que a través de múltiples religiones ha llegado a todos los rincones del planeta—, y se ha atrevido a convertirla en el contrato de compraventa de un etnoestado militarista.

La interpretación que el sionismo político hace de la liberación es en sí misma profana. Desde un primer momento exigió con la Nakba la expulsión de los palestinos de sus hogares y tierras ancestrales. Desde un primer momento, estuvo en conflicto con el sueño de la liberación.

Estamos en Séder y vale la pena recordar que también hay que incluir el sueño de liberación y de autodeterminación del pueblo egipcio.

El falso ídolo del sionismo entiende que para la seguridad de Israel hacen falta una dictadura en Egipto y estados vasallos. Desde un primer momento ha fabricado un desagradable tipo de libertad en el que los niños palestinos no son vistos como seres humanos, sino como amenaza demográfica. De la misma manera que en el Libro del Éxodo el faraón temía por la creciente población de israelitas y ordenaba por ese motivo dar muerte a sus hijos.

El sionismo es un falso ídolo que ha traicionado todos los valores del judaísmo, incluido el que concedemos al cuestionamiento, una práctica que forma parte del Séder con las cuatro preguntas que el niño más pequeño debe formular

El sionismo nos ha traído hasta este momento de catástrofe y es hora de que lo digamos claramente: este es el lugar al que nos viene llevando desde siempre.

Es un falso ídolo que ha llevado a demasiados de los nuestros por un camino profundamente inmoral y que ahora les hace justificar la vulneración de mandamientos fundamentales: no matarás; no robarás; no codiciarás.

Es un falso ídolo que equipara la libertad judía con bombas de racimo que matan y mutilan a niños palestinos.

El sionismo es un falso ídolo que ha traicionado todos los valores del judaísmo, incluido el que concedemos al cuestionamiento, una práctica que forma parte del Séder con las cuatro preguntas que el niño más pequeño debe formular.

El sionismo es un falso ídolo que ha traicionado el amor que como pueblo profesamos por la palabra escrita y por la educación, justificando el bombardeo de todas las universidades de Gaza; la destrucción de innumerables colegios, imprentas y archivos; el asesinato de cientos de académicos, periodistas y poetas. La muerte de los medios de educación, lo que los palestinos llaman escolasticidio.

Mientras tanto, en esta ciudad de Nueva York, las universidades llaman a la policía y se atrincheran contra la grave amenaza que representan sus propios estudiantes por atreverse a hacer preguntas básicas, como esta: ¿cómo podéis afirmar que creéis en algo, y menos en nosotros, mientras permitís, invertís y colaboráis con este genocidio?

Durante demasiado tiempo se ha permitido que el falso ídolo del sionismo crezca sin control. Así que esta noche decimos: esto se acaba aquí.

Nuestro judaísmo no cabe dentro de un etnoestado porque nuestro judaísmo es internacionalista por naturaleza.

Nuestro judaísmo no puede ser protegido por el ejército desenfrenado de ese Estado, porque lo único que hace ese ejército es sembrar el dolor y cosechar el odio, incluso contra nosotros como judíos.

Nuestro judaísmo no se siente amenazado por las voces que, en solidaridad con Palestina, alzan gentes de todas las razas, etnias, generaciones, identidades de género y capacidades físicas. Nuestro judaísmo forma parte de esas voces y sabe que en ese coro residen nuestra seguridad y nuestra liberación colectiva.

Nuestro judaísmo es el judaísmo del Séder de Pascua: la ceremonia de compartir comida y vino en un encuentro con seres queridos y extraños por igual. Un ritual intrínsecamente portátil, lo suficientemente ligero como para llevarlo a la espalda, sin otra necesidad que la de estar con los demás. Un ritual sin muros, sin templo y sin rabino en el que todos cumplen un papel, también y especialmente el niño más pequeño.

El Séder es una invención característica de la diáspora, hecha para el duelo colectivo y la contemplación, para el cuestionamiento y el recuerdo, para revitalizar el espíritu revolucionario.

Así que mirad a vuestro alrededor. Este de aquí es nuestro judaísmo. Cueste lo que cueste, rezamos en el altar de la solidaridad y de la ayuda mutua mientras suben las aguas, arden los bosques y nada es seguro.

Ni necesitamos ni queremos el falso ídolo del sionismo. Queremos liberarnos de un proyecto que comete genocidio en nuestro nombre. Liberarnos de una ideología sin más plan de paz que cerrar tratos con las teocracias asesinas de los petroestados vecinos mientras vende al mundo tecnologías para cometer asesinatos con robots.

Nuestra intención es liberar al judaísmo de un etnoestado que quiere a los judíos en un estado permanente de miedo, que quiere que nuestros hijos sientan miedo y hacernos creer que el mundo está en contra de nosotros para que así corramos a refugiarnos en su fortaleza bajo su cúpula de hierro. O para que sigan fluyendo las armas y las donaciones, al menos.

Ese es el falso ídolo. Y no es solo Netanyahu. Es el mundo que él creó y que a su vez lo creó a él. Es el sionismo.

Naomi Klein es columnista y colaboradora de The Guardian US. Es profesora de justicia climática y codirectora del Centro para la Justicia Climática de la University of British Columbia. Su último libro, Doppelganger. Un viaje al mundo del espejo, se publicó en septiembre.

Esta es una transcripción de un discurso pronunciado en el Séder de emergencia celebrado la semana pasada en las calles de Nueva York.

"GOMORRA: un viaje al imperio económico y al sueño de poder de la Camorra”. Roberto Saviano


Este increíble y fascinante relato real es un viaje al imperio empresarial y delictivo de la Camorra, que comienza y termina bajo el signo de las mercancías. Las mercancías "frescas", bajo las formas más variadas (videojuegos, relojes, ropa de marca) llegan al puerto de Nápoles, y para ser almacenadas y escondidas se sacan de los gigantescos contenedores e invaden antiguos palacetes, previamente vaciados por completo.

Las mercancías muertas, procedentes de toda Italia y de media Europa, en forma de residuos químicos, restos tóxicos o fango, son vertidas abusivamente en los campos, donde envenenan, entre otros, a los mismos capos que erigen en esas tierras sus fastuosas y absurdas mansiones.

Esta es hoy la Camorra (o el "Sistema", ya que casi nadie usa la palabra "Camorra"): por un lado, una organización empresarial con impresionantes ramificaciones por todo el planeta y una zona oscura siempre más extensa donde cuesta distinguir cuánta riqueza es producto directamente de la sangre y cuánta de simples operaciones financieras.

viernes, 3 de mayo de 2024

"LA VENTANA" Olga Tokarczuk, Premio Nóbel de literatura 2019 (El País 26 ABR 2020)

El virus no tardará en recordarnos lo poco iguales que somos. El cierre de fronteras es el mayor fracaso de estos tiempos miserables: vuelven los viejos egoísmos y las categorías "los nuestros” y “los extraños”

Desde mi ventana veo una morera blanca, un árbol que me fascina y que fue una de las razones por las que vine a vivir aquí. La morera es una planta generosa: durante toda la primavera y todo el verano alimenta a decenas de familias de pájaros con sus dulces y saludables frutos. Ahora, sin embargo, la morera no tiene hojas, así que me deja ver tan solo un pedazo de una calle tranquila por la que rara vez pasa alguien camino del parque. En Wroclaw hace un tiempo casi estival, brilla un sol deslumbrante, el cielo es azul y el aire puro. Hoy, mientras paseaba con el perro, he visto cómo dos urracas ahuyentaban de su nido a una lechuza. La lechuza y yo nos hemos mirado a los ojos a una distancia de apenas un metro.

Tengo la impresión de que los animales también están a la espera de lo que ha de suceder.

Para mí, ya desde hace mucho tiempo, ha habido demasiado mundo. Demasiado, demasiado veloz, demasiado ruidoso.

Así que no padezco el “trauma de la reclusión” ni sufro tampoco por no encontrarme con gente. No me da pena que hayan cerrado los cines, me resulta indiferente que no funcionen los centros comerciales. Quizá tan solo cuando pienso en todas aquellas personas que han perdido el trabajo. Cuando me enteré de la cuarentena preventiva, sentí una especie de alivio, y me consta que muchas personas sintieron lo mismo aunque les dé vergüenza reconocerlo. Mi introversión, ahogada y maltratada por el dictado de los extrovertidos hiperactivos, se ha sacudido el polvo y ha salido del armario.

Veo por la ventana a un vecino, un abogado saturado de trabajo al que no hace mucho veía salir camino del tribunal con la toga al hombro. Ahora, con un chándal holgado, se pelea con una rama de su pequeño jardín, al parecer se ha puesto a hacer limpieza. Veo a una pareja joven que saca a pasear a un perro viejo que desde el último invierno apenas anda. El perro se tambalea sobre sus patas y ellos lo acompañan pacientemente, al paso más lento posible. El camión de la basura recoge los contenedores con gran estruendo.

La vida sigue, cómo no, pero a un ritmo del todo diferente. He puesto orden en el armario y llevado los periódicos ya leídos al contenedor de papel. He trasplantado las flores. He recogido la bicicleta del taller. Disfruto cocinando.

Una y otra vez acuden a mi mente imágenes de la infancia, cuando había mucho más tiempo y se lo podía perder tranquilamente mirando por la ventana durante horas, observando las hormigas, tumbándonos bajo la mesa e imaginando que era un arca. O leyendo una enciclopedia.

¿No será que hemos vuelto al ritmo de vida normal? ¿Que el virus no es el trastorno de la norma, sino que, por el contrario, lo anormal era el frenético mundo anterior al virus?

Al fin y al cabo, el virus nos ha recordado lo que tan apasionadamente negábamos: que somos seres frágiles hechos de la materia más delicada. Que morimos, que somos mortales.

Que no estamos separados del mundo por nuestra “humanidad” y excepcionalidad, sino que el mundo es una especie de inmensa red en la que permanecemos unidos a otros seres por medio de invisibles hilos de influjos y dependencias. Que dependemos los unos de los otros y que, independientemente del país del que vengamos, de la lengua en que hablemos y del color de nuestra piel, enfermamos de la misma manera, tenemos el mismo miedo y morimos del mismo modo. CONTINUAR LEYENDO

"¿Es la defensa del Parque de las Ciencias [de Granada] un asunto de izquierdas? Artículo de Opinión por Juan Mata publicado en "El Independiente de Granada" el 30 de Marzo de 2025

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