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Reparto de alimentos en Aluche (Madrid) |
La ciencia avanza en el estudio de la relación bidireccional entre ser pobre y tener trastornos mentales, en medio de un fuerte debate sobre cómo ese conocimiento debe cambiar el tratamiento y prevención de estas enfermedades
La relación entre un determinante social como la pobreza con la salud mental ha protagonizado no pocos debates científicos y políticos. ¿La pobreza conduce a trastornos mentales o son estos últimos los que empujan a la pobreza? ¿Qué fue primero: el huevo o la gallina? El más reciente de estos debates fue el protagonizado por la comisionada de salud mental del Ministerio de Sanidad, Belén González, que aseguraba que en España el diagnóstico de esquizofrenia es 12 veces más frecuente en rentas bajas que en rentas altas, o que el uso de antidepresivos es aproximadamente cuatro veces mayor según la clase social. “Con frecuencia identificamos que lo que realmente necesita un paciente no es un psicólogo, sino un abogado laboralista. Frente a la impotencia de no hacer nada y la falta de tiempo para generar un relato más ajustado a los problemas sociales, se opta por la prescripción de psicofármacos”, señalaba González antes de reivindicar grupos de deporte en lugar de rubifén, asociaciones feministas en lugar de sertralina, o un sindicato en lugar de lorazepam.
La respuesta de algunos psiquiatras no se hizo esperar. Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, alertaba en una columna publicada por EL PAÍS del reduccionismo del discurso de la comisionada y le afeaba el hecho de “interesarse solo por algunos factores de riesgo —dejando a un lado, por ejemplo, el cannabis— o simplificar hasta lo ridículo los trastornos mentales como consecuencia del sistema capitalista o de los problemas sociales”.
Un estudio publicado este verano en la prestigiosa revista científica Nature Human Behaviour con datos del Biobanco del Reino Unido se ha sumado al intenso debate al descubrir una relación bidireccional entre pobreza y determinados trastornos mentales. Concretamente, de los nueve trastornos mentales analizados, los autores hallaron que la pobreza contribuye al trastorno depresivo mayor y a la esquizofrenia; mientras que, por su parte, la esquizofrenia y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) incrementan el riesgo de pobreza.
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