domingo, 7 de febrero de 2021

“De las ruinas no surge necesariamente el nuevo orden y el cambio puede ser a peor”. Entrevista en ctxt.es a DANIEL INNERARITY / FILÓSOFO Y ENSAYISTA

Daniel Innerarity (Bilbao, 1959) es uno de los filósofos más conocidos y reconocidos de España. A lo largo de la crisis generada por la covid-19 no ha rehuido el debate público. Acaba de publicar un breve libro, Pandemocracia (Galaxia Gutenberg), que recoge parte de ese análisis y lo enriquece, ya que en sus páginas se hilvanan y trabajan algunos asuntos que requerían algún tiempo más de cocción.

¿No es imprudente tratar de escribir, y más publicar, un libro en una crisis tan in fieri, tan dinámica y volátil, originada además por la realidad biológica, por definición abierta? Al poco de iniciar el libro escribe: “Una teoría de la crisis no es, ni siquiera en estos momentos de prioridad y triajes, algo ocioso”. ¿Se puede pensar con claridad en el fragor de la batalla? 

¿Y por qué tendríamos que renunciar a pensar en ese fragor de las batallas? Me temo que entramos en un mundo de turbulencias y que pensar en medio de ellas va a ser requerido, con toda la modestia y la disposición a rectificar, si es que no queremos cometer errores que en esos momentos se pagan especialmente caros. Realmente llevo veinte años pensando y escribiendo sobre esto. Cuando escribí La transformación de la política en 2002 ya advertía que nuestros sistemas políticos no estaban suficientemente preparados para gobernar las sociedades complejas. Y en mi último libro Una teoría de la democracia compleja lo formulaba expresamente de un modo sistemático. Nuestro mundo se caracteriza porque además de cambios graduales o previsibles cada vez hay más lo que se viene llamando cambios discontinuos, repentinos, no anticipados, y que modifican las sociedades de un modo catastrófico. Una pandemia es un caso típico de esta clase de acontecimientos. La dificultad de predecir estas irrupciones no es solo acerca de cuándo van a suceder sino incluso sobre su naturaleza, de manera que no sabemos exactamente qué va a suceder (o qué ha sucedido y qué va a cambiar después). La pandemia me ofrecía una posibilidad de explicitar una teoría que había formulado previamente. De todas maneras, los filósofos solo llegaríamos demasiado pronto a la batalla si lo hiciéramos con la pretensión de dar el golpe definitivo. Mientras estemos dispuestos a reconocer lo que somos (una propuesta en espera de su refutación), nuestra intervención puede ser útil para quienes desean una descripción de la realidad y no pueden permitirse el lujo de esperar a que sea la definitiva. Un ejemplo para mi de pensamiento en medio de la crisis y sin renunciar a la necesaria profundidad fue Ulrich Beck, a quien escuché en Alemania su teoría de la sociedad del riesgo en plena crisis de Chernobil en los años 80. Beck llevaba tiempo reflexionando sobre el riesgo y eso le permitió ofrecer una teoría de lo que estaba pasando que el tiempo ha confirmado. De vivir hoy, nos estaría ilustrando sobre la presente crisis de un modo muy clarividente.

Se ha criticado, y cómo, el papel de algunos filósofos y filósofas. El caso más sonado ha sido el de Giorgio Agamben. Dedica un capítulo central a esta polémica y detalla tres grandes áreas de reflexión. ¿Cuál cree que debe ser el papel de la filosofía en la sociedad que nos espera?

Al debate entre los filósofos acerca de la democracia tras el coronavirus le ha faltado modestia y le ha sobrado un tono maximalista. Giorgio Agamben ha llegado a hablar ahora de “la invención de una epidemia” como disculpa para establecer un estado de excepción. Debe ser muy difícil sobrevivir al éxito de una metáfora y resistir la tentación de aplicarla a cualquier situación. Contradiciendo la evidencia de que si se proclama ahora el estado de excepción es porque no lo había antes, Agamben sostiene que “la epidemia muestra claramente que el estado de excepción se ha convertido en la condición normal de la democracia”. Así que gracias a esta “virocracia” podríamos caer finalmente en la cuenta de que la lógica de la excepción es la lógica misma de la democracia… sin excepción. Algunos filósofos tendrían más lucidez si estudiaran un poco de política comparada, aunque esto despojaría sus teorías de rotundidad. Constatarían que las constituciones de los países democráticos permiten la excepción al tiempo que la limitan en las materias y en el tiempo. Si se confiere un poder excepcional a alguien es porque ni antes ni después lo tiene. Los estados de alarma decretados por los gobiernos europeos están condicionados a la lucha contra la covid-19, limitados en el tiempo y no crean nuevos delitos, tres condiciones de las que carece el excepcionalismo decretado por el gobierno de Hungría. Comparo, luego pienso. CONTINUAR LEYENDO

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