La conferencia de Antonio Muñoz Molina se desarrolló en la Universidad de Utrecht el 20 de octubre de 2011 dentro del Ciclo de Conferencias Spinoza
En primer lugar, tengo que decir que para mí, dar una conferencia que lleva el nombre de Baruch Spinoza es ya conmovedor porque representa dos cosas para mí muy importantes: la defensa de la racionalidad frente al fanatismo y al oscurantismo religioso y de cualquier otro tipo, y representa también la dignidad de las personas perseguidas que se quedan sin país, sin idioma, y que son expulsadas hasta por aquellos que parecían los suyos. Hay un soneto maravilloso de Borges dedicado a él que me aprendí de memoria. Empieza diciendo:
Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales).
Y así sigue el poema. Imaginarse a Spinoza puliendo lentes que ayudarán al conocimiento del mundo material y elaborando teorías que contribuirán, de manera decisiva, en un futuro, al progreso de la razón humana es una de las grandes imágenes que para un escritor, que aspira a ser un escritor español y europeo, es muy importante.
Cuando el profesor Valdivia me invitó a venir aquí a dar esta conferencia, yo pensé que podría ser útil que explicara el modo en que la necesidad de indagar, de buscar o de completar de algún modo la memoria española, la memoria del pasado español, la necesidad que yo había sentido desde muy joven; y el modo en que esa memoria fragmentaria, o dividida, o muchas veces suprimida o engañada estaba flotando en el aire cuando yo era niño…; el modo en que esa memoria contribuyó a crear mi propia imaginación como escritor.
A lo que aspira la literatura de ficción es a explicar el mundo mediante relatos y cada escritor, creo yo, tiene una narración básica que va persiguiendo a lo largo de su vida. Y, en mi caso, por circunstancias biográficas y probablemente psicológicas, esa búsqueda de una memoria rota, o perdida, o incompleta, ha sido desde el principio un elemento fundamental. Entre los primeros recuerdos de mi vida están los recuerdos de oír a los mayores: en mi casa, en la familia o en el campo donde trabajaban mis padres. Oír a las personas mayores hablar de algo que era muy extraño para mí: la guerra. La guerra para un niño era la guerra que se veía en las películas. Eran los cómics que había cuando era pequeño que se llamaban Hazañas bélicas. Eran cómics de soldados americanos luchando heroicamente contra los nazis y contra los japoneses. La guerra eran también las películas de guerra. Y para mí ver que aquellas personas que eran comunes y que eran de mi familia o conocidos hablaban de una guerra en la que ellos habían estado despertaba mi imaginación de una manera muy poderosa. Porque después, en otras tentativas de modificación de la memoria, se ha dicho que en España, hasta prácticamente el año pasado, no se hablaba de la guerra. Es una historia atractiva, pero tiene el defecto de ser falsa. CONTINUAR LEYENDO
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