sábado, 14 de septiembre de 2024

"EL DESMEDIDO INTERÉS POR VENEZUELA". Rosa María Artal, elDiario.es

Venezuela para abrir el nuevo periodo de sesiones del Parlamento español. Venezuela en la manifestación que convoca ¡en Madrid! la líder opositora venezolana. Un duelo en el que las dos partes hacen trampas. Un tratamiento desorbitado de la derecha española que tiene sus claves y antecedentes. Y se diría que no es gratis

Venezuela para abrir el nuevo periodo de sesiones del Parlamento español. A instancias del PP, para quien el tema tiene, por lo visto, prioridad absoluta. Venezuela en la manifestación que convoca ¡en Madrid! la líder opositora venezolana. Venezuela en los medios y tertulias. ¿Venezuela hasta al abrir el microondas o el frigorífico de nuestras casas? Venezuela y el poder, nada de los venezolanos.

Unas elecciones en las que el Gobierno de Nicolás Maduro se proclama vencedor pero no presenta las actas, y la oposición de derechas da por ganador al líder opositor Edmundo González presentando actas inválidas por sus errores. Ni la Unión Europea ni Estados Unidos avalan ninguno de los dos triunfos. La derecha española, sí, a voz en grito, en los medios, las instituciones, en la calle comandados por Isabel Díaz Ayuso, presidenta de Madrid y soporte esencial de la Little Caracas de los ricos que acoge la capital de España. La de los pisos para millonarios. Forzando nada menos que el reconocimiento de González como presidente electo.

Edmundo González quería salir de Venezuela, obligado por las circunstancias, y ha elegido como destino España, adonde ha llegado a petición suya y en un avión de las Fuerzas Armadas españolas y todas las facilidades del Gobierno de España. Pero ahora nuestras derechas cambian el argumento y dicen que el ejecutivo de Sánchez le hace un favor a Nicolás Maduro. Contradicciones manifiestas que el personal adicto les compra sin problemas. Era prudente ponerse a salvo porque, en efecto, la represión violenta del Gobierno de Maduro es un hecho. La de Venezuela y la de otros muchos países, pero en España éste tiene una atención y un trato especial, absolutamente desorbitado si nos atenemos a la indiferencia y aún el rechazo con el que contemplan situaciones mucho peores de otros lugares del mundo. Aunque se diría que no es gratis.

Ocurre que Venezuela es rica en el codiciado oro negro del petróleo. Españoles varios han hecho negocios con Venezuela desde siempre; españoles determinados. Cuenta, además, con una poderosa derecha-ultra-derecha que sintoniza con la española y las del resto del continente americano. Siempre ha sido así.

De hecho, cuando gobernaban las derechas de facto en Venezuela se llevaban divinamente hasta con pesos pesados de la socialdemocracia española y todos eran felices. El Gobierno de Carlos Andrés Pérez, por ejemplo, fue paradigmático. Oficialmente socialdemócrata también, aunque su gestión no lo pareciera. Gobernó en dos periodos: desde 1974 al 79 y desde 1989 al 93. El primero coincidió con la crisis del petróleo árabe y ganaron dinero a espuertas. En el segundo las cosas ya no iban tan bien, para nada, así que empezaron las privatizaciones de servicios y bienes públicos y se promulgó el llamado Caracazo que elevó los precios hasta en un 100% en el caso del transporte. La represión a las protestas hizo historia, ésa que ahora se olvida interesadamente. El gobierno reconoció 276 víctimas mortales, pero se habló hasta de miles acercándose mucho más a la realidad. Con el tiempo todavía aparecieron fosas comunes con más cuerpos. Carlos Andrés Pérez fue destituido y juzgado por malversación de fondos públicos y corrupción. Terminó sus días en Estados Unidos.

Íntimo amigo de Felipe González, el presidente español lo consideró uno de sus padrinos. En su muerte, le dedicó un sentido obituario en El País, hablando de lo injusto de su procesamiento, de sus grandes valores. Contó que le invitó a viajar en su avión presidencial y que le advirtió de las protestas que se preparaban por el Caracazo.

Desde los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, todas las elecciones se han guiado por el mismo patrón: todas son fraudulentas al decir de sus opositores y, sus ganadores, ilegítimos. Recuerden el patético tránsito por el mundo de Juan Guaidó en cuya biografía aún figura como “presidente interino” de Venezuela –algo que nunca ocurrió– y de cuantos así lo aceptaron como “presidente encargado”. Puesto ficticio del que fue relevado hace un par de años, en diciembre de 2022 incluso en Venezuela. Pero no en España que sepamos. Ahora vamos a por otro nombramiento forzado por las derechas.

En 2019, cuando Guaidó se autoproclamó presidente, la derecha española también se echó a la calle a exigir el apoyo del gobierno bajo las más desaforadas amenazas. El PP de Pablo Casado, los Ciudadanos de Albert Rivera y Vox al unísono. Arengaron Aznar –que también ha tenido grandes amistades e intereses en Venezuela– y Felipe González como si les fuera la vida en ello. Y con el apoyo mediático de costumbre todos ellos. Y honores: Guaidó recibió medalla de oro de Madrid otorgada por el alcalde. Y algo más, según se publicó. Un millón de euros para los “refugiados venezolanos”. Nos salen caro, incluso en dinero de nuestros impuestos.

Aquellos días, la ONU publicó un informe sobre la crisis humanitaria de América Latina. “En los países centroamericanos ya hay más de 80 millones de personas que viven en pobreza extrema y donde la violencia es una constante. El Salvador y Guatemala exhiben las tasas de homicidios más altas del mundo”. A esto se suma el uso “desproporcionado e innecesario” de las fuerzas de seguridad para silenciar la disidencia de manifestantes, críticos o periodistas, aseguraba la ONU. Hablaba también de la crisis de Honduras que forzaba el exilio. Pues ni media palabra oímos de todos estos garantes de las libertades en Venezuela. Como ahora.

Ya hemos acogido en determinados momentos a tres “presidentes” interinos en Madrid, alguno se ha quedado a vivir aquí. Ayuso está encantada. Capriles, otro de ellos, se ha dedicado con gran éxito al negocio inmobiliario de lujo. Este articulo de Cinco Días de 2017 –que guardé por su extraordinario interés en la génesis de nuestros problemas de vivienda– nos muestra cómo ya se desorbitaban los precios gracias a estos grandes inversores y las facilidades locales recibidas sin duda. Algunas promociones disparaban precios por encima de los 10.000 euros por metro cuadrado.

Venezuela se convirtió en objeto preferente de la lucha política de la derecha contra los gobiernos de Sánchez, especialmente el primero con Unidas Podemos e incluso antes para atacar al partido liderado por Pablo Iglesias. El tratamiento informativo parecía el de un Estado asociado a España o una provincia de ultramar.

Un estudio de verba.civio en 2021, impresionante, registró el desorbitado número de veces que Venezuela apareció en los Telediarios de TVE desde 2014. Venezuela: 3.663. Emiratos Árabes, una autocracia con muchísima mayor influencia sobre la vida española, 248. Y Honduras (pobreza, emigración) 277.

Solo queda de aquella cúpula del PP de 2020, por cierto, Cayetana Álvarez de Toledo, recuperada a una segunda división de la portavocía del PP. Como argentina y simpatizante de Milei, es ariete de los derechos de los opositores venezolanos. Ahora el PP tiene en Feijóo una especie de presidente encargado que maniobra para lograr lo que en principio no le dieron las urnas. De momento. El PNV se suma a su proposición con Vox, UPN y CC, para instar al gobierno a reconocer como presidente de Venezuela a Edmundo González porque lo prefieren en un duelo en el que las dos partes hacen trampas.

Ningún pleno ni pronunciamiento por el genocidio palestino a manos de Israel, ningún acta que pedir de las inexistentes elecciones en Arabia Saudí, nada de El Salvador, Haití, Honduras, la actual tragedia en Argentina y otros muchos lugares. Es tan evidente todo que la lástima mayor, si cabe, es ver cuanta gente con uso de razón se lo traga.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

"EL VERANO DEL NARCISISMO". Azahara Palomeque, EL País 25 AGO 2024

Puede que el estío y las vacaciones sean la época más ensimismada y ególatra de unas sociedades basadas en la búsqueda ilimitada de placer a través del consumismo

Contemplo maravillada las fotos de vacaciones paradisíacas que brotan en Instagram, impulsadas por un algoritmo que parece no conocerme. Retazos de sombrilla y arena sobre los que destaca una figura humana, aparentemente sola, aunque si ha revelado la ubicación probablemente la playa se encuentre atestada, y el subterfugio solitario sea obra del encuadre; piscinas artificialmente azules que riman con el cielo, enmarcadas de palmeras; cócteles exóticos a la luz de sonrisas ahuecadas, dentro de las cuales me gustaría colarme para preguntar a sus dueños cómo se sienten verdaderamente. Quizá el verano constituya la época más narcisista de unas sociedades basadas en la búsqueda ilimitada de placer, siempre insatisfecho —me digo—, el momento en que fingir felicidad es obligatorio, pues quién podría, en buena medida, no pretender algo del sueño capitalista que invita al viaje sin descubrimientos, el mero desplazamiento significante, a menudo, más por la exhibición que por la experiencia.

Era 1979, cuando Christopher Lasch publicó La cultura del narcisismo (Capitán Swing, 2023), libro que se convirtió inmediatamente en best seller en su Estados Unidos natal. De cariz profético a ojos contemporáneos, en él advierte de que la agitación política de los años sesenta daba lugar, una década después, a un ensimismamiento carente de valores susceptibles de desarrollarse a largo plazo —como la solidaridad, el civismo—, al culto a la inmediatez. Como sustitución de la protesta o la rebelión, afirma, se yergue el consumismo engarzado de ego a través del que se compra, no un objeto, sino la práctica de transformación en un sujeto alienado, quien procura con el mismo veneno que lo daña labrarse un antídoto. Estas páginas, que alertan asimismo de la disolución del futuro y la destrucción de un compromiso intergeneracional (si sólo me miro el ombligo, no existen responsabilidades frente a quienes vengan más tarde), lanzan al público reflexiones en su día populares que hoy se encuentran más o menos sepultadas: Pasolini examinó la potencia del consumo de masas para destruir culturas enraizadas en la clase social; Packard denunciaba el desperdicio resultante en un mundo de recursos escasos, y Sontag, según recuerda el propio Lasch, analizó la proliferación excesiva de imágenes hasta el punto de que esta consigue que perdamos “el sentido de la realidad”.

El narcisista-hijo del consumismo es, además, incapaz de querer a nadie profundamente, puesto que las relaciones personales sólo conforman el corrillo promotor de su ambición ganadora, y de ello se deriva una angustia vital asociada a la carencia de afectos. Esos males, podría decirse, no han parado de ampliar los estragos que causan desde que las llamadas redes sociales —que sólo entrelazan parcialmente almas aisladas frente a una pantalla— fagocitasen la atención y vapuleasen las subjetividades hasta volvernos celebrities aspiracionales, cada quien en su categoría, desde el chiringuito de Torrevieja al resort de Bali. La espectacularización de trayectorias biográficas mediadas por la cámara, así como esos likes utilizados para cuantificar la popularidad, los filtros que tornan a las personas irreconocibles cuando se las contempla en directo, durante estos días estivales cumplen, muy probablemente, la función opuesta a la atribuida a las vacaciones: pocos disfrutarán de un descanso reparador a la espera de la siguiente notificación; la “desconexión” de las fatigas laborales se efectúa conectados al móvil, y la posible vinculación a amigos y familiares contará con el muro fronterizo de la exposición digital constante. Al final, si nos mimetizamos con un anuncio de eventos optimizados y cuerpos volcados al hedonismo, poco quedará del entretejer comunal. Como exponía Lasch: “La publicidad institucionaliza la envidia y sus ansiedades concomitantes”. La publicidad, obviamente, somos también nosotros.

En un giro de guion, a veces me gustaría contemplar una reivindicación de la casa antes que loas a la aventura que ya ni siquiera puede realizarse, pues los espacios receptores de turistas han sido uniformizados y degradados a no-lugares. Alguna pista que remitiese a un mensaje similar al siguiente: “Me encuentro tranquila, el derecho a la vivienda se cumple, mis vecinos engrosan el barrio con generosidad y sentido del humor, por lo tanto, no necesito escapar a ningún sitio y la palabra ‘desconexión’ suena absurda”. A veces, me imagino que escuchamos todas esas advertencias difundidas desde hace medio siglo, el futuro no representa ninguna amenaza e invita a que cuidemos los caminos por los cuales se alcanza, y celebramos la convivencia cercana más que la bebida servida por el trabajador precario que, por supuesto, no saldrá en la foto. Significaría que las condiciones laborales dignas se han diseminado tanto, reduciéndose la jornada laboral, que marcharse a enclaves lejanos con el solo objetivo de relajarse o reposar la anatomía explotada no sería necesario, pues no estaríamos tan cansados. A veces, doy un paseo nocturno por mi ciudad, a la única hora en que la temperatura regala una tregua, me detengo sobre los carteles de los comercios cerrados, los aparcamientos libres y la ausencia de unos turistas que, cuando el calor escampe, volverán a inundarlo todo. La paz que se respira ni cabe en una instantánea ni permite que se le ponga precio.

martes, 10 de septiembre de 2024

"EL FIN DE LA SOCIEDAD DEL DESPILFARRO. REPENSANDO NUESTRO MODO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO PARA REDUCIR LA CONTAMINACIÓN Y LOS RESIDUOS". Un dosier ecosocial de FUHEM elaborado por Monica Di Donato, Raquel Díaz Ruiz, José María García Bresó, Fundació Solidança, Mari Cruz Martín Redondo,

El cambio climático, el agotamiento de la capa de ozono, la deforestación, la acidificación de los océanos, la pérdida de biodiversidad, el ciclo de nitrógeno o la contaminación química son sólo algunas de las problemáticas ambientales que amenazan la salud del planeta y pertenecen al marco de los límites planetarios, un concepto establecido en 2009 por un equipo liderado por Johan Rockström del Centro de Resiliencia de Estocolmo1, que ha generado una línea de investigación muy prolífica para la identificación y alerta acerca de la superación de los umbrales. Marcos analíticos como este demuestran cómo los recursos físicos de los que dependemos están sufriendo cambios rápidos e imprevisibles en un tiempo relativamente corto. Estos cambios podrían llevar al colapso de los ecosistemas, a la escasez de alimentos y a crisis sanitarias potencialmente mucho peores que la que se han vivido por la COVID-19.

Los principales motores de estos impactos globales están claramente identificados: el creciente consumo de recursos materiales, la transformación y fragmentación de los hábitats naturales y el consumo de energía para sostener modos de vida cada vez más artificiales, consumistas e insostenibles, consolidados en culturas del derroche y del despilfarro, especialmente en economías no periféricas.

Así, ese metabolismo social asociado a patrones de crecimiento económico infinito y de sobreexplotación ecológica propios de nuestro tiempo, sumados al hecho de que vivimos en un planeta finito con recursos limitados, impone la necesidad de una significativa contracción en el consumo per cápita de materiales y energía y de los impactos ambientales relacionados, si no se quiere colisionar contra los límites biofísicos de la Tierra. CONTINUAR LEYENDO

Si quieres leer el texto completo del Dosier Ecosocial, aquí tienes el acceso en formato pdf: El fin de la sociedad del despilfarro. Repensando nuestro modo de producción y consumo para reducir la contaminación y los residuos.

Si quieres consultar nuestros anteriores Dosieres Ecosociales.

domingo, 8 de septiembre de 2024

"QUIÉN FUI, QUIÉN SOY". Un artículo de María Pinilla publicado en la revista Ethic el 2 de diciembre de 2022


La personalidad bebe de la memoria y la memoria bebe de la personalidad. Quienes fuimos cuando nacimos es, en parte, quienes somos a día de hoy gracias a numerosos procesos psicobiológicos programados. Sin embargo, somos mucho más: nuestro cerebro cambia, para bien o para mal, de la mano de quienes nos rodean.

Nuestro desarrollo ontológico está marcado por pequeños grandes hitos. Gracias al cálido abrazo de nuestros padres y a pesar del sufrimiento durante el primer desamor formamos nuestra personalidad. Sin embargo, entender este proceso es imposible si no atendemos al complejo engranaje que lo posibilita, formado por tres piezas: la psicología, la biología y la socialización. Si una falla, la máquina se resiente.

Atendiendo a definiciones puramente psicologicistas, la personalidad es lo que nos hace ser quienes somos y la carta de presentación que mostramos a los demás. Son rasgos, algunos independientes y otros conectados, que interrelacionan a su vez con nuestra forma de pensar y actuar. El ejemplo perfecto lo encontramos en el sesgo de figura y fondo, un error mental que nos hace recordar mejor la información negativa sobre los demás, aunque ésta surja de un nimio error aislado.

Así, una persona más ingenua y optimista amortiguará este sesgo con su inocente personalidad y podrá olvidar más fácilmente la traición, lo que a su vez reforzará su visión positiva del mundo. En cambio, una persona con una personalidad rencorosa, se aferrará al recuerdo y ese sufrimiento perpetuará su visión cínica de la humanidad: la personalidad bebe de la memoria y la memoria bebe de la personalidad. Lo mismo sucede con otros procesos cognitivos, motivacionales y emocionales. CONTINUAR LEYENDO


sábado, 7 de septiembre de 2024

"¿HAY "ABUSO MENTAL" EN LA INSTRUCCIÓN RELIGIOSA INFANTIL?". Juan Antonio Aguilera Mochón. Tercera Información 4 septiembre, 2024

Hablo con cierta frecuencia del «abuso mental» que desde las religiones se ejerce sobre los menores de edad. Varias personas, algunas de ellas próximas ideológicamente, me han reprochado el cargar las tintas en exceso, el exagerar; eso me ha llevado a dudar y a volver a reflexionar sobre el asunto, e incluso a escribir un libro de próxima aparición. Ahora que comienza un nuevo curso, quiero resumir aquí en qué creo que consiste ese tipo de abuso, que en mi opinión suele perpetrarse tanto en la catequesis parroquial (sobre todo en la preparación de la primera comunión) como en la catequesis escolar (es decir, en las clases de religión), además de en la familia. Recordemos que toda la instrucción católica se fundamenta en el Catecismo de la Iglesia, que contiene, actualizada, la doctrina de ésta, y que por ello es una referencia principal para lo que sigue.

En estos contextos religiosos, abusar mentalmente de un menor de edad consiste en aprovecharse, desde una posición de autoridad y poder, de su vulnerabilidad –debida a la etapa temprana de su desarrollo– para inducirlo a aceptar acríticamente ciertas creencias (palmariamente erróneas, a menudo absurdas) sobre el mundo y la existencia, y, en base a estas, coaccionarlo para que lleve a cabo determinados tipos de conductas y rechace otros. El abuso se realiza por tanto, según mi punto de vista, mediante la transmisión a los menores de graves engaños de diversa índole que pueden perjudicar en mayor o menor grado su desarrollo intelectual, afectivo, social y moral, lo que además puede tener una repercusión negativa sobre la sociedad. Además, usualmente hay un abuso complementario mediante el acoso a la intimidad de sus conciencias.

En mi opinión, los principales componentes –algunos, entrelazados– del abuso mental religioso sobre la infancia son los siguientes:

Engaño intelectual. Según lo que conocemos gracias a los avances científicos y a la mera racionalidad, se engaña gravemente a los niños acerca de cómo es la realidad: de lo que existe y no existe, de cómo funciona el mundo, y de la propia identidad y expectativas vitales. De especial relevancia es que se hace creer a los menores que hay un Dios-Creador al que deben su propia existencia y que, por esa razón, es su dueño y señor. No olvidemos que el creacionismo, contrario al evolucionismo, está totalmente desacreditado por anticientífico.

También hay engaños cuando se afirma la existencia de más entes sobrenaturales (ángeles y otros seres celestiales, infernales o purgatoriales) que, además, intervienen en el mundo real y llevan a cabo milagros (opuestos radicalmente a la ciencia). Y un engaño clave es el que se refiere a la existencia de las almas inmateriales e inmortales, que nos permiten una vida celestial (o infernal) después de la muerte del cuerpo.

Actividades supersticiosas y mágicas. Se hace creer que podemos controlar hasta cierto punto a los seres de ultratumba (Dios, ángeles, santos, la Virgen), o ganarnos el favor de sus poderes sobrenaturales, mediante palabras, acciones, o participación en ritos (misas…) dirigidos a ellos, o con gestos de cariz mágico (como el santiguarse). Piénsese en los rezos o plegarias, desde el Padrenuestro o el Ave María, hasta los específicos infantiles como el «Jesusito de mi vida…» o el «Cuatro ángeles tiene mi cama…», que tendrían efectos beneficiosos en el mundo real (mediante la concesión de los mencionados milagros). La enorme confusión de relaciones causa-efecto es la base de la superstición y la pseudociencia.

“Pensamiento” dogmático. Se enseña a los niños un modo dogmático de acceder al conocimiento, por el que deben creer lo que les dicen unas personas con autoridad o unos libros sagrados, sin prueba alguna, e incluso contra todo tipo de evidencias. Este “pensamiento” y este modo de adquirir conocimientos se opone a la racionalidad, la duda, la objetividad, el pensamiento crítico, y la exigencia de pruebas, característicos de la ciencia, que van parejos a la posibilidad de profundización o rectificación de los conocimientos adquiridos. Con todo ello crece el peligro de que se incentive el fanatismo integrista y el fundamentalismo.

Moralidad heterónoma. Se imponen unas normas morales que se supone que provienen de Dios, y están dictadas por unas autoridades personales o unos textos sagrados, eliminando la posibilidad de la autonomía moral. No hace falta leer a Kant para entender que ir contra esta autonomía equivale a negar la libertad personal y es un atentado contra la dignidad humana.

En consecuencia, se enseña a responder en sociedad ante Dios más que ante los demás (por ejemplo, cuando se jura un cargo).

Normas morales contra derechos fundamentales. Las normas morales que trata de imponer la religión, en buena parte van contra los derechos humanos, sobre todo los de las mujeres, homosexuales, y personas LGTBI. Es pues una moralidad machista, homófoba y LGTBIfoba,… que lleva a negar derechos y libertades fundamentales, como el disponer libremente del propio cuerpo y de la propia vida, y el respetar estos derechos de los demás. Hay un rechazo explícito del derecho al aborto, a la eutanasia, a los anticonceptivos, a la homosexualidad y a otras formas de sexualidad (al sexo libre).

Ejemplaridad anómala. Se le presenta a la infancia, como modelos de rectos comportamientos, los de personajes reales o ficticios que ejemplifican valores religiosos a menudo contrarios a la libertad de conciencia y a la dignidad humana. Baste como ejemplo (especialmente nocivo para las niñas) el de la «Virgen María», modelo de docilidad y sumisión a la autoridad religiosa, a entes ultramundanos y a los varones, y de renuncia, extrema hasta el absurdo, a los goces sexuales y a sus intereses personales. Repárese también en los más de 1.500 nuevos beatos proclamados por el papa Francisco y predecesores por ser «mártires de la guerra civil española», todos, curiosamente, del bando fascista.

En un ámbito más próximo, se consideran personas ejemplares cotidianas las autoridades de la Iglesia (desde curas hasta el papa), todas ellas varones (lo que refuerza un modelo machista de sociedad y conducta), y las o los catequistas, subordinados a ellos. Además, el conocido dicho «haz lo que yo diga pero no lo que yo haga» suele aplicarse con especial acierto para describir la frecuente hipocresía de la casta sacerdotal y de los beatos, una “virtud” que quizás no se enseñe formalmente, pero que parece que se aprende con facilidad.

Supremacismo machista. La moralidad y la mencionada «ejemplaridad» religiosa incluyen estereotipos machistas de género que perjudican a los dos sexos, al verse ambos apremiados a satisfacer ciertas expectativas muy limitantes y frustrantes (chicos duros, mujeres dóciles…). Pero dañan, sobre todo, a las mujeres, homosexuales y LGTBI, pues se pretende que se consideren inferiores a los hombres heterosexuales; estos se creen, en consonancia, superiores y merecedores de privilegios. Este supremacismo puede llegar a favorecer reacciones violentas por parte de los segundos cuando ven peligrar su superioridad y privilegios sobre las primeras. En otras palabras, todo ello puede servir para justificar o promover la violencia machista, así como la vicaria sobre los menores.

El supremacismo machista de la Iglesia católica y otras organizaciones religiosas es tan extremo que para formar parte de la jerarquía es imprescindible tener pene. Al margen de que no entiendo que esa discriminación sea legal –y tolerada social y políticamente–, me parece abominable que líderes y gobiernos que alardean de feministas le mantengan a tan hipermachistas entidades extraordinarias prerrogativas educativas.

Ideología (ultra)derechista. Cabe añadir que, desde el punto de vista político, la religión suele educar en un tipo de valores (los mencionados y otros relacionados) defendidos por la derecha extrema, de modo que cabe esperar que se incentive un apego por esta ideología política (por descontado, no tanto como en el franquismo), lo cual creo que tiene repercusiones sociales, en mi opinión muy negativas. No olvidemos la complicidad total y criminal de la Iglesia católica española con el franquismo (y el apoyo actual a la derecha ultramontana); los desorbitados privilegios de la Iglesia en España demuestran que siguen existiendo gravísimas secuelas económicas, políticas, y educativas (las aquí denunciadas) del nacionalcatolicismo franquista. No habrá verdadera «memoria democrática» mientras no se extingan.

Segregación por creencias. En la instrucción religiosa infantil se separa a los adoctrinados en cada creencia de los adoctrinados en otras, y de los no catequizados. A veces ocurre en el mismo centro –temporalmente, durante las clases de religión–, otras en centros diferentes. Por cierto, me parece inaceptable que existan centros educativos (concertados o privados) con un «ideario» religioso o de otra ideología dogmática, en los que además hay una segregación por clases sociales. La escuela laica, como el respeto a la infancia, debe ser universal, y no es de recibo eso de que «quien quiera religión escolar para sus hijos que la pague», pues deben prevalecer los derechos humanos de todos los niños.

Por otra parte, se hace creer y sentir a los creyentes de cada tipo que son superiores al resto, pues ellos poseen la Verdad absoluta, pero también se sienten temerosos con los diferentes. Esas creencias que excluyen, temen y menosprecian a los no correligionarios sirven de fundamento, coartada o refuerzo para la desconfianza y para avivar conflictos entre individuos o entre grupos. Alientan el supremacismo xenófobo, con sus componentes de recelo y de odio. A nivel mundial, a menudo esos conflictos son armados (guerras incluidas).

Invasión y acoso de la intimidad mental. Especialmente durante el «sacramento» de la confesión, necesario para la comunión (otro sacramento) y para alcanzar la «salvación», se obliga a los niños a «confesar» sus pensamientos y sentimientos más íntimos. No se trata solo de una intromisión en la intimidad del menor (invasión), sino de que esta es examinada, juzgada y manipulada (acoso). Se viola así gravemente el derecho fundamental a la intimidad recogido en la Constitución española (art. 18) y varias Declaraciones de Derechos.

La aceptación de una intromisión en la intimidad acaso facilite la posterior tolerancia frente a las intrusiones que se ejercen mediante las nuevas tecnologías, con las que se vulnera lo que hoy se considera un «neuroderecho» fundamental.

No solo eso; además, se hace creer a los menores que sus mentes (así como sus acciones) están continuamente vigiladas, es decir, que alguien conoce (y eventualmente premiará, o castigará como pecados) sus pensamientos, sentimientos y deseos. Me parece algo abyecto y perverso, pero no suele juzgarse así supongo que por la fuerza de la costumbre. Entre los vigilantes ultramundanos está Dios en primer lugar, y seres de apariencia bondadosa como los Reyes Magos.

Culpabilización desproporcionada. Se introducen sentimientos desmedidos de culpa (pecado) y de necesidad de redención y castigo, según las normas de la moral heterónoma impuesta. Se acompaña de sentimientos de vergüenza, temor, inferioridad y dependencia de la aprobación y el perdón por parte de las autoridades religiosas.

Represión de goces espirituales y físicos. La moralidad heterónoma represora y la culpabilización impiden o dificultan el goce del propio cuerpo y de las relaciones sexuales y afectivas libres con los demás.

Miedo. Se introducen sentimientos de miedo ante los castigos en «esta vida» (físicos y sobre todo psicológicos) y en «la otra», es decir, después de la muerte (una condena eterna en el infierno, o temporal en el purgatorio). Como dijo Spinoza, el miedo promueve la superstición; y también la violencia.

Chantaje. Hay chantajes de tipo positivo con la promesa de goces espirituales y materiales, de nuevo en esta vida (por ejemplo, alabanzas y consideración, regalos, festejos…) o en la otra (la «salvación» que niega la muerte y lleva a la «gloria» eterna). Y de tipo negativo, sobre todo por el mencionado miedo a los castigos, o de verse privados de los goces prometidos.

Inducción al proselitismo. Al estar en posesión de la Verdad absoluta, tanto intelectual como moral, se incita a los niños a transmitirla, a defenderla, y hasta a imponerla sobre los demás (aquí conectamos con los aspectos sociales y políticos).

Afiliación involuntaria a una organización. Generalmente, a los pocos meses de nacer, es decir, cuando el menor no tiene la más mínima consciencia de lo que se hace con él, se le afilia en una organización religiosa (según los creyentes, de por vida). Ahí no hay aún, estrictamente, abuso mental, pero la afiliación involuntaria ya es un abuso en sí misma, y además se realiza con el compromiso de los adultos implicados de imbuirle al menor las doctrinas religiosas correspondientes. Normalmente, ese menor, antes de que pueda decidir, será catequizado (adoctrinado) en la escuela, la parroquia y la familia, será sometido a confesión, hará la primera comunión, etc.

Todo lo expuesto, y probablemente más, puede tener mayor o menor importancia, producir más o menos daño en las niñas y niños. Cuando hay menos perjuicio es porque el adoctrinamiento es más torpe, menos acorde con los dogmas católicos (o los que correspondan), o se ve contrarrestado por influencias emancipadoras. Pero cuanto más calen las creencias religiosas en las mentes infantiles, más grave será el menoscabo que pueda causar a los propios niños, y a los demás, todo lo dicho anteriormente. No se me ocurre ningún efecto positivo serio que compense significativamente todo lo advertido, aunque algunas personas aducen que han quedado «vacunadas» contra los fraudes religiosos y contra otros engaños y abusos mentales. Sin embargo, parece más habitual que las víctimas del adoctrinamiento religioso, es decir, del “pensamiento” irracional y de la desinformación probablemente más exitosa de la historia de la humanidad, sean más proclives a dejarse embaucar por otros engaños irracionales o pseudocientíficos, religiosos o no; en definitiva, por otros tipos de desinformación. Y a aceptar dócilmente otras fuentes de desigualdad social, especialmente el neoliberalismo.

Otro aspecto que considerar es el enorme número de niñas y niños afectados: cada curso, más de tres millones reciben catequesis escolar (no tengo datos sobre la parroquial), es decir, algo más de la mitad del total. A quienes me dicen que el 99 % de los niños adoctrinados salen indemnes de todo lo que argumento, les pido que echen cuentas del impacto bruto que supone, incluso con esa estimación tan optimista e inverosímil.

Por último, no se olvide, de una parte, que el abuso mental a veces va de la mano o es la antesala de abusos sexuales por parte de sacerdotes u otros miembros de la Iglesia a quienes se concede autoridad e intimidad sobre los niños. Así que, padres y madres: más vale ser muy precavidos y no fiarse. Y, por otra parte, que todo lo dicho vale igualmente para otras religiones, como el judaísmo, el evangelismo, el islamismo… Los abusos mentales y físicos que fundamentándose en este último se perpetran sobre las niñas y las mujeres en general son hoy día especialmente extremos y dramáticos en varios países.

El abuso mental religioso sobre la infancia es antónimo del respeto y la promoción del desarrollo de la conciencia libre, de la emancipación y la dignidad humanas. En nombre de ese respeto a las niñas y niños, me atrevo a pedir a los padres, madres y tutores que reflexionen sobre todo lo aquí expuesto, sobre lo que está en juego si los alistan y adoctrinan religiosamente (o de otra manera); en particular, si los apuntan a la catequesis parroquial o escolar (o a lo equivalente en cualquier religión o ideología dogmática). Les recuerdo que, si en este mismo momento ya están apuntados, tienen todo el derecho a sacarlos y liberarlos. E, incluso en casa, tengamos presente que no somos dueños, sino responsables, de nuestros hijos e hijas.

Es obvio que hacen falta además cambios legislativos y otras medidas políticas contra el abuso aquí denunciado, en particular para acabar con todo adoctrinamiento escolar (público y privado) y, por descontado, con toda ayuda pública (los llamados «conciertos») a centros adoctrinadores. No hablo de ellas aquí, pero quiero añadir, con gran pesar, que en la actualidad no espero gran cosa de los grupos políticos autoproclamados «progresistas» que se supone que comparten buena parte de lo aquí defendido, si no todo, pues no hay expectativas de que actúen mientras no encaje en sus cálculos electorales. Es deplorable que estén siendo cómplices de la grave agresión, aquí denunciada, sobre la infancia.

Juan Antonio Aguilera Mochón. Profesor de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Granada. Miembro de la Junta directiva de Europa Laica y de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico

viernes, 6 de septiembre de 2024

"RETICENTES Y NEGACIONISTAS: QUIÉNES SE OPONEN A LAS POLÍTICAS CLIMÁTICAS". Por David Lorenzo Cardiel en Ethic, 10/XI/2022

En plena celebración de la 27º Cumbre del Clima en Egipto, el Center of Economic Policy de Esade acaba de publicar un informe revelador: a pesar de que para el 71% de la población española los efectos del cambio climático son claramente visibles, un 17,5% es reticente a la toma de medidas paliativas. Es el resultado de una desconexión entre la realidad de la ciudadanía y el ejercicio político.

No será en 2030, sino mucho antes. La Organización Meteorológica Mundial (OMM), en su informe Global Annual to Decadal Climate Update ha señalado recientemente que las probabilidades de que el aumento de la temperatura global alcance los 1,5 ºC antes de 2026 son del 50%. Hace un lustro, cuando se alcanzaron los Acuerdos de París en los que se fijó ese límite, apenas alcanzaban el 10%.

Los efectos son palpables más allá de los datos. Por ejemplo, España ha vivido este año su verano más caluroso desde 1961, según la AEMET, misma agencia que anunció en septiembre que el año hidrológico 2021-2022 había sido el tercero con menos precipitaciones de la serie histórica. Además, al margen de la guerra en Ucrania, la sequía que se está viviendo en países de la cuenca mediterránea, India y algunas regiones de China han comprometido la producción mundial de cereal, un acontecimiento que está encareciendo los alimentos en todo el globo, afectando en especial a los países menos desarrollados.

Sin embargo, a pesar de la evidencia, todavía hay cierto porcentaje de la población que sigue oponiéndose a la toma de medidas para paliar las consecuencias del cambio climático. Algunos incluso afirman que no existe un impacto humano sobre el clima. Así lo revela la radiografía social que acaba de publicar el Center of Economic Policy de Esade, Los reticentes a las políticas contra el cambio climático: quiénes son, qué piensan y cómo votan.

La investigación, realizada por Lluís Orriols, de la Universidad Carlos III de Madrid, y Jorge Galindo, de EsadeEcPol, comienza señalando los datos aportados por el CIS en septiembre de 2022. Según el organismo estatal, el 8,6% de los encuestados no creen que asistamos a un proceso de cambio climático. Por otra parte, el estudio de Ipsos aportó otro dato clave: el 71% de los españoles considera que los efectos sobre el clima son notorios, una percepción equivalente a la de Italia (70%) y muy superior a la de otros países europeos del entorno, como Portugal (59%) o Reino Unido (45%). Sin embargo, estos resultados quedan desnudos de sus efectos político-económicos. CONTINUAR LEYENDO



miércoles, 4 de septiembre de 2024

"MANUAL DE INSTRUCCIONES". Luis García Montero

En este mundo que no es mi mundo, en este tiempo que no es el mío, la forma de anclaje con mi propia ideología tiene que ver con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y con algunas reflexiones experimentadas a lo largo del tiempo. Paso a enumerarlas, confesando así mi propio manual de instrucciones:

  1. La libertad democrática no debe confundirse con la ley del más fuerte.
  2. No deben confundirse los deseos con los derechos.
  3. El respeto a la diversidad no puede ser un camino a la fragmentación sectaria, sino una invitación a la convivencia.
  4. Cuidado con las expresiones poéticas: la inteligencia artificial no existe.
  5. Cuidado con las buenas causas que se convierten en legitimaciones de malas injusticias.
  6. El olvido es la peor negación del futuro.
  7. Las guillotinas ideológicas separan las cabezas y los corazones.
  8. Antes de decir lo que pensamos conviene pensar lo que decimos.
  9. El concepto de pueblo es peligroso en manos de quien se dedica a invertir en analfabetismo e incultura.
  10. La injusticia social y el desamparo hacen que los discursos totalitarios arraiguen entre los seres ofendidos.
  11. Sólo el amor es más fuerte que el odio. Sólo el amor resiste a la muerte.

lunes, 2 de septiembre de 2024

"LA SOCIEDAD NARCISISTA". Esther Peñas en Ethic

 Si Narciso hubiera existido hoy, en lugar de zambullirse en el agua, se hubiera golpeado contra el cristal de una pantalla. Analizamos por qué el narcisismo es uno de los rasgos dominantes en la sociedad de la imagen.

Desde la antigüedad, un mito nos previene de las letales consecuencias de contemplarse en exceso: Narciso y su mortífero amor a sí mismo. Acaso Caravaggio fue quien mejor retrató esa fascinación seductora de quien queda prendado de su propio reflejo, hasta el punto de morir ahogado y convertirse en flor. Hoy, es la mejor representación de nuestra sociedad, que ha reemplazado la vida por la imagen.

Noventa y cinco millones de fotografías se suben cada día a Instagram, según datos de la propia red. Muchas de ellas, como sucede en otras plataformas, son anécdotas que carecen de la menor importancia: «Yo, comiendo en este restaurante», «Yo, con mi mejor amiga», «Yo y mi perro», «Yo, a solas»…; el yo en mayúscula se ha convertido en una imagen fractal hueca. Si cada cosa que hacemos es lo suficientemente importante para compartirla en el ciberespacio, ninguna lo es. Pero esta sociedad nos obliga a ser empresarios de nosotros mismos, a venderse, a autopromocionarse, porque el narcisismo «es el dar a ver y hacerse mirar», como asegura la psicoanalista Constanza Mayer.

Esa imagen que proyectamos rinde culto a los gimnasios, a las sonrisas forzadas, a los tratamientos de estética, a la esclavitud de la moda, consume experiencias con ansiedad bulímica (exposiciones, películas, series, viajes, gastronomía…). El negocio de la belleza mueve en España 9.250 millones de euros, y exporta más que el vino, el calzado o el aceite de oliva. El país es el segundo expendedor mundial de perfumes y el décimo de cosméticos. El cuerpo como símbolo, como valor añadido socialmente, como envase y diseño publicitario.

En su ensayo La epidemia del narcisismo, los psicólogos norteamericanos Jean Twenge y Keith Campbell comparan el origen del narcisismo con un taburete de cuatro patas. Una, la educación permisiva en la que cada uno aprende a ocupar su lugar sin preocuparse por los demás; la segunda, la cultura de la celebración instantánea; la tercera, internet y las redes sociales, y, la última, el consumo y dinero fácil, que llevan a pensar que todos los sueños pueden hacerse realidad.

Adquiere dimensiones tan desproporcionadas que no importa nada más que uno mismo. «La auténtica tragedia de Narciso no es que se enamorase de sí mismo, sino que no ve al otro, el otro se convierte en un objeto que utiliza a su antojo, deja de verlo como a un igual, como a un ser humano», explica el psicólogo Rodolfo Acosta. Y esto tiene consecuencias terribles. «El yoísmo feroz desdeña el amor y los vínculos sociales, imposibilita establecer lazos con los otros, ya que, si nada hace falta, no en el sentido de necesidad sino de la ausencia de algo, poco lugar se deja al vínculo y al amor hacia los otros», continúa Mayer, quien avisa del riesgo: «La exaltación de un «yo fuerte» implica el riesgo de la megalomanía, como se ve en los dirigentes políticos, que son elegidos por su audacia para potenciar el individualismo a ultranza en las coordenadas de la ley de la selva, y el totalitarismo como sistema, que excluye la diferencia y la diversidad entre las personas, promoviendo la segregación». CONTINUAR LEYENDO