sábado, 23 de octubre de 2021

LOS TONTOS RACIONALES: UNA CRÍTICA DE LOS FUNDAMENTOS CONDUCTISTAS DE LA TEORIA ECONÓMICA, un ensayo del Premio Nóbel de Economía Amartya Sen

En su Mathematical Psychics, publicado en 1881, afirmaba Edgeworth que "el primer principio de la Economía es que cada agente está movido sólo por su propio interés”. Esta concepción del hombre ha sido persistente en los modelos económicos, y la naturaleza de la teoría económica parece haberse visto muy influida por esta premisa básica. En este ensayo me gustaría examinar algunos de los problemas surgidos de esta concepción de los seres humanos.

Mencionaré que el propio Edgeworth estaba bien consciente de que su primer principio de la economía no era particularmente realista. En efecto, creía que “el hombre concreto del siglo xix era en su mayor parte un egoísta impuro, un utilitarista mixto”. Esto plantea el interesante enigma de la razón de que Edgeworth dedicara tanto tiempo y talento a desarrollar una línea de investigación cuyo primer principio consideraba falso. No se trata de saber por qué deban emplearse abstracciones en la investigación de las cuestiones económicas generales -la naturaleza de la investigación hace que esto sea inevitable-, sino por qué habremos de escoger un supuesto que no sólo consideramos incorrecto en detalle sino fundamentalmente equivocado. Como podremos observar esta cuestión tiene un interés continuo también para la economía moderna.

Por lo que toca a Edgeworth, una parte de la respuesta residía sin duda alguna en el hecho de que no consideraba fundamentalmente errado el supuesto en los tipos de actividades particulares a los que aplicaba lo que llamó el “cálculo económico”: i) la guerra y ii) el contrato. "Admitiendo que existe en las partes superiores de la naturaleza humana una tendencia hacia las instituciones utilitarias y un aprecio por tales instituciones”, se planteó este interrogante retórico: "podríamos suponer seriamente que estas consideraciones morales son aplicables a la guerra y el comercio, que podrían erradicar el núcleo incontrolado del egoísmo humano, o ejercer una fuerza apreciable por comparación con el impulso del interés propio”. En su opinión, Sidgwick había despejado la "ilusión” de que "el interés de todos es el interés de cada uno”, ya que descubrió que “los dos principios supremos –Egoísmo y Utilitarismo," son "irreconciliables, a no ser por la acción de la religión”. "Lejos está del espíritu de la filosofía del placer la subestimación de la importancia de la religión", escribió Edgeworth, "pero en la investigación actual, y tratándose de los elementos inferiores de la naturaleza humana, debemos tratar de buscar una transición más obvia, un pasaje más terrenal, a partir del principio del interés propio, para llegar al principio, o por lo menos la práctica, del utilitarismo”. CONTINUAR LEYENDO

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