Cuando Oliver Sacks tenía doce años, un maestro de escuela perspicaz escribió en su informe: "Sacks llegará lejos, si no llega demasiado lejos". Sacks nunca ha dejado de ir. Desde sus primeras páginas sobre su obsesión juvenil por las motocicletas y la velocidad, On the Move se infunde con su energía inquieta. Mientras relata sus experiencias como joven neurólogo a principios de la década de 1960, primero en California, donde luchó contra la adicción a las drogas, y luego en Nueva York, donde descubrió una enfermedad olvidada hace mucho tiempo en las salas traseras de un hospital crónico, vemos cómo su compromiso con los pacientes llega a definir su vida. Sacks nos muestra que la misma energía que impulsa sus pasiones físicas (levantamiento de pesas y natación) también impulsa sus pasiones cerebrales. Escribe sobre sus aventuras amorosas, tanto románticas como intelectuales; su culpa por dejar a su familia para venir a Estados Unidos; su vínculo con su hermano esquizofrénico; y los escritores y científicos (Thom Gunn, AR Luria, WH Auden, Gerald M. Edelman, Francis Crick) que lo influyeron.
"No necesitamos hombres que piensen, sino bueyes que trabajen" (Juan Bravo Murillo, Ministro de Instrucción Pública). "Quienes no se mueven no notan sus cadenas" (Rosa Luxemburgo). "Ningún hombre tiene derecho a una verdad que perjudique a otro" (Benjamín Constant)
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