viernes, 14 de abril de 2023

"PROHIBIDO REIRSE". Un artículo de Joaquín Urías publicado en blico.es el 11 de abril de 2023

La pasada Semana Santa en un programa satírico de la televisión pública catalana emitieron un sketch en donde unos humoristas bromeaban con la devoción popular mariana andaluza, imitando de manera forzada el acento andaluz y con una de ellos disfrazada de la Virgen del Rocío llegando incluso a hacer bromas sexuales sobre su virginidad. A la emisión le siguió una oleada de protestas en Andalucía. Una de las primeras indignadas fue la líder de la marca andaluza de los anticapitalistas, Teresa Rodríguez, que vio en ello un episodio más de andaluzofobia, señalando que no era humor porque no iba de abajo hacia arriba. Pronto se le sumaron voces de la derecha, incluidos obispos, alcaldes populares y el mismísimo Presidente de la Junta de Andalucía que exigió públicamente una rectificación. Al final, hasta la hermandad matriz del Rocío anunció acciones legales contra la televisión.

Hay quien dice que este episodio ha vuelto a poner de actualidad el debate sobre los límites del humor. En realidad, lo que pone de manifiesto es lo difícil que resulta ejercer libremente la libertad de expresión en nuestra sociedad cuando se usa contra las ideas mayoritarias de un grupo amplio.

Ciertamente, los andaluces estamos cansados de ser objeto de burlas por nuestro acento. Superados antiguos complejos de superioridad, la mayoría de la gente en Andalucía reivindica una forma de hablar el castellano propia y enriquecedora. Los tópicos del andaluz vago e ignorante hacen aún daño a nuestra sociedad seguramente de un modo más intenso -por su componente clasista- que otros tópicos igualmente dañinos como el del catalán tacaño, el vasco bruto o el gallego sin personalidad. Sin embargo, eso no significa que cada vez que alguien, con mayor o menor acierto, imite nuestro acento estemos ante un caso de odio a lo andaluz. El sketch se ríe de la religión católica y de la devoción popular en Andalucía. Sin duda. Pero no deja de ser un ejercicio de crítica que, guste más o menos, apena se diferencia de otras.

¿Los que se quejan del sketch de la televisión catalana nunca han hecho bromas imitando el acento galleguiño? Lo dudo. Apuesto también a que la mayoría de ellos alguna vez han llamado gordo a Buda, se han reído de que los musulmanes no puedan disfrutar del jamón o han ironizado con que los judíos no puedan entender una luz en sábado. Normalmente, los mismos que se burlan de la bajada del ángel en el misterio de Elche o del ayuno durante el Ramadán montan en cólera cuando es otro el que hace humor a partir de sus tradiciones y religión. Es la maldición de la libertad de expresión: todos la quieren para sí, pero nadie la entiende en los otros.

Quienes ahora se indignan con ese sketch, adoptan la postura contraria cuando se trata del derecho de ellos o su gente a reírse de otros. Teresa Rodríguez, por supuesto, defiende que en el carnaval de Cádiz se rían de Ortega Lara haciendo bromas sobre el tiempo que pasó a la sombra. Y evidentemente, Juanma Moreno defiende sin dudar el derecho de los vecinos de Coripe de quemar monigotes con la esfinge de Carles Puigdemont y otros líderes independentistas. Esto último, por cierto, muy criticado por algunos de los catalanes que ahora defienden a muerte el derecho de los humoristas de TV3. CONTINUAR LEYENDO


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