martes, 18 de junio de 2024

"CONTRA LA MEMORIA". Antonio Muñoz Molina. El País 15 JUN 2024

Fran Pulido

Una tarde desoladora de noviembre, me encontré visitando lo que había sido el gueto de Cracovia, con cielo bajo de llovizna y frío, con una luz como de documental en blanco y negro. En los escaparates de las agencias de viajes, carteles de colores veraniegos ofrecían tours en autobuses climatizados que incluían en programa doble la visita al campo de Auschwitz y unas sesiones de esquí en laderas cercanas. En lo que quedaba del cementerio judío, rudas lápidas verticales de piedra oscura se inclinaban entre la hierba y la maleza. Sobre algunas de ellas, o al pie, había piedras conmemorativas dejadas por visitantes. Al salir a la plaza a la que daba el cementerio me encontré con un grupo grande de turistas, con el aire entre juvenil y provecto de los jubilados americanos, y presté atención a lo que el guía les explicaba, subido a un banco de piedra, con grandes ademanes dramáticos. Pero no contaba la evacuación de los millares de cautivos judíos del gueto, camino del exterminio, arracimados en aquella misma plaza, en marzo de 1943. Estaba describiendo el rodaje de las escenas correspondientes en La lista de Schindler.

Hace unos días, en las ceremonias conmemorativas del desembarco en Normandía, entre dignatarios y veteranos, se ha visto también a Steven Spielberg, y junto a él a Tom Hanks, que si no participaron personalmente en aquella hazaña se han cubierto de gloria, y de dinero, representándola en una ficción tan espectacular y tramposa, como La lista de Schindler, y todavía más incrustada en esa zona crédula de la imaginación visual en la que el cine suplanta a la realidad y la supera en su efectismo, y hasta en su verosimilitud. En los telediarios españoles, las pobres imágenes reales del desembarco, apresuradas, desenfocadas, fragmentarias, se han intercalado sin ningún aviso, con las de Salvar al soldado Ryan, que son en color y mucho más fotogénicas.

Como el cine de Hollywood, la memoria institucional es selectiva, y prefiere lo heroico y lo ejemplar a lo confuso, a lo ambiguo, al horror sin motivo y al sufrimiento sin redención. En Normandía las banderas ondeaban al viento del mar y los dirigentes políticos lanzaban sus arengas delante de veteranos decrépitos en sillas de ruedas, y nunca faltaban las imágenes de los cementerios con pulcras extensiones geométricas de cruces blancas sobre el césped. El cine vuelve imprecisos a los muertos y la memoria elige a aquellos que considera dignos de rememoración. La contabilidad precisa es la tarea de la Historia. Es muy improbable que en los discursos del día 6 de junio se haya recordado a las decenas de millares de civiles que murieron en las semanas y meses después del desembarco, no por culpa de la conocida barbarie de los soldados alemanes, sino por los bombardeos masivos y en gran medida injustificados o simplemente erróneos de la aviación americana y británica sobre ciudades portuarias, como Le Havre y Caen, o sobre pueblos aislados sin ningún valor militar. Las personas salían a la calle para vitorear a los aviones que cruzaban el Canal y a continuación corrían para no morir bajo sus bombas. En un ensayo de la New York Review of Books, los historiadores Ed Vulliamy y Pascal Vannier calculan que entre junio y septiembre de 1944, en lo que se supone el avance glorioso de los aliados, murieron 18.000 civiles franceses bajo las bombas de sus libertadores. En Le Havre, la noche del 5 de septiembre, cayeron 9.790 toneladas de bombas. El 85% de los edificios quedaron destruidos. Murieron 5.781 civiles, pero solo nueve soldados alemanes. CONTINUAR LEYENDO

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