lunes, 14 de julio de 2025

"SIEMPRE ANTIRRACISTAS. Manifiesto mínimo para una conciencia que no se vende". Spanish Revolution

No es una etiqueta. No es una postura estética. No se reduce a un tuit indignado ni a una pancarta puntual. Ser antirracista es una forma de estar en el mundo, incómoda, constante, sin días libres ni alianzas convenientes.

Porque el racismo no es un accidente, es un dispositivo de orden. Está en las leyes que criminalizan la pobreza migrante pero amnistían la riqueza blanca. Está en los cuerpos identificados al azar, en las redadas selectivas, en las portadas sensacionalistas y en los silencios que deshumanizan.

También está, claro, en quienes aprovechan el dolor real para sembrar odio organizado. Ya lo hemos visto: basta un crimen, una desgracia, una chispa, para que algunos corran a señalar culpables colectivos. Los mismos que nunca lloran a las víctimas si no sirven para apuntalar su cruzada. Los que convierten pueblos enteros en jaulas mediáticas. Los que justifican lo injustificable con una retórica de “costumbres” y “seguridad”. Sí, sabemos leer entre líneas. También en Torre Pacheco.

Ser antirracistas es no caer en esa trampa. Es recordar que el odio siempre sube desde el poder, aunque se disfrace de “sentido común”. Que el miedo nunca justifica la injusticia. Que una sociedad que permite pogromos simbólicos —o reales— está condenada a repetir su historia más oscura.

Por eso lo decimos sin matices: antirracistas, siempre. Aunque incomodemos. Aunque nos quedemos solas.

Porque la dignidad no se vota. Porque ningún ser humano es ilegal. Porque la piel, el idioma o el origen no son delito. Porque ser antirracista no es un lujo: es un deber humano.

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