martes, 9 de septiembre de 2025

"VOCES DE AGOSTO". Antonio Muñoz Molina, El País 6 SEPT 2025

RAFAEL PULIDO
Hay que poner el oído para distinguir las palabras o los trinos de los justos entre el griterío y el ruido

Recordaré este agosto por las mañanas frescas y tempranas en el campo y los atardeceres de conversación y lectura junto a un balcón abierto de par en par a una vega regada por un río rumoroso y a un cielo en el que, apenas se aliviaba algo el calor, volaban en sus cacerías de insectos las golondrinas y los vencejos. Las golondrinas tenían sus nidos bajo los aleros del edificio de un banco clausurado. Los vencejos se arrojaban temerariamente al vacío desde el campanario de la iglesia. Más al fondo, al otro lado de los límites del paraíso casero que uno puede habitar en verano, crepitaba el horror sin pausa de los incendios y el de la matanza y la destrucción en Gaza, los desplazamientos de los ya desplazados entre las ruinas, los disparos a la cabeza de los que mueren de hambre, las ruinas bombardeadas de nuevo con una saña de exterminio en la que se mezcla el belicismo bárbaro y teológico del Antiguo Testamento con la eficiencia de las últimas tecnologías. Es el verano en el que Israel ha decidido convertirse colectivamente en un país criminal, e infamar de manera irreparable la memoria de la Shoah: son ahora voces israelíes las que proponen que los palestinos sean deportados en masa a Sudán del Sur, idea quizás inspirada por las propuestas nazis de limpiar Europa de judíos enviándolos a Madagascar; son el Gobierno y el ejército de Israel los que provocan en Gaza imágenes de seres humanos como esqueletos apenas vivientes que nos recuerdan a las del gueto de Varsovia.

Entre las voces del verano habrá que incluir a esos soldados que desertan por vergüenza y asco de lo que su propio ejército está haciendo; y a los miembros de las asociaciones cívicas israelíes que claman contra lo que ellos mismos llaman sin reparo genocidio, y reciben el desprecio, el acoso y hasta la agresión física de sus conciudadanos ahítos de venganza.

Recordaré esas voces aisladas y valientes, que reivindican una ética judía basada en la fábula de los 36 justos: en cada generación hay 36 personas que no se conocen entre sí, y que viven vidas muchas veces anónimas, pero que por sus actos de bondad, compasión y sentido de la justicia compensan la iniquidad de la mayoría de sus contemporáneos y logran que el mundo no sea destruido.

Hay que estar alerta por si uno se cruza con alguno de los justos; hay que poner el oído para distinguir sus voces entre el griterío y el ruido. En los atardeceres por fin respirables del agosto tardío, me ha sustentado una voz que dejó de escucharse en alto hace ya más de 60 años, la de Rachel Carson, pero que ha perdurado y se ha ido haciendo más urgente con el paso del tiempo. Rachel Carson murió en 1964, a los 57 años, vencida por el cáncer que no había dejado de minarla mientras terminaba el libro que yo he leído de nuevo este agosto, Primavera silenciosa. El título parece de un libro de poemas, pero es un ensayo de alta divulgación científica, y también un alegato contra la ceguera y la soberbia humanas, y una celebración de la belleza y la complejidad del fenómeno inusitado de la vida en la Tierra. CONTINUAR LEYENDO

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