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| MIKEL JASO |
El balance de la situación mundial es amargo: China busca un orden mundial chinocéntrico, Estados Unidos está liquidando su democracia, los regímenes autoritarios avanzan y la sociedad civil no parece oponer mucha resistencia. Ante este desolador panorama, Europa debe pensar en volar sola y más unida. Es cuestión de supervivencia
La invasión rusa de Ucrania ha provocado, entre otras cosas, una percepción tardía entre la población europea de la profunda transformación que se está produciendo en la situación mundial. No obstante, ese cambio llevaba ya tiempo gestándose a consecuencia del declive de Estados Unidos, la superpotencia del siglo XX. Una señal de alarma ya fue el giro repentino en el estado de ánimo de la sociedad civil estadounidense tras el 11 de septiembre de 2001. Este cambio de actitud que desató el miedo en la población se vio agravado por la retórica del Gobierno del entonces presidente George W. Bush y su implacable y belicoso vicepresidente.
Todo el mundo parecía sentir en primera persona el peligro acechante del terrorismo internacional. En el contexto de la propaganda que propugnaba la guerra contra Sadam Husein e Irak, en violación del derecho internacional, el cambio de actitud se afianzó y se radicalizó. Desde el punto de vista institucional, ese giro afectó en primer lugar al sistema de partidos. Ya durante la década de los noventa, bajo el liderazgo de Newt Gingrich [que presidió la Cámara de Representantes de EE UU], no solo se había transformado profundamente la práctica del Partido Republicano, sino también la composición social de sus seguidores. Sin embargo, las tendencias que propugnaron un cambio aún mayor y, al parecer, prácticamente irreversible del sistema político en su conjunto solo se impusieron después de que el presidente Obama decepcionara a quienes habían esperado un giro radical en la política exterior de Estados Unidos.
China busca un orden mundial ‘chinocéntrico’
Actualmente, el debilitamiento de la posición internacional de la antigua superpotencia es ya innegable, como quedó de nuevo patente en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (la APEC) celebrada en Corea del Sur a finales de octubre: los aliados de Estados Unidos, movidos por la inquietud, buscan ahora también acuerdos con otros vecinos más neutrales o con una mayor dependencia de China. Y parece ser que, tras la partida prematura del presidente estadounidense, más interesado en cerrar tratos rápidos que en afianzar la influencia a largo plazo de EE UU, el presidente chino, Xi Jinping, marcó el rumbo de la reunión promocionando su concepción de una sociedad mundial multicultural bajo el liderazgo de China.
Desde que la República Popular China se incorporó a la Organización Mundial del Comercio los sucesivos gobiernos demostraron su inteligencia al aspirar a convertir su país en una gran potencia económica. Pero solo con la llegada al poder de Xi Jinping en 2012 se convirtió en su objetivo declarado, presentado con cierta “agresividad defensiva”, el sustituir el régimen liberal de comercio mundial por un orden político mundial chinocéntrico. Con el proyecto de la Ruta de la Seda, China llevaba ya tiempo persiguiendo objetivos estratégicos y de seguridad de mayor alcance. Los principales beneficiarios fueron Rusia, Pakistán, Malasia e Indonesia. Pero China se ha convertido además en el mayor donante de fondos para países emergentes y en desarrollo. En general, un indicio del cambio de poder a escala internacional es que, en términos geopolíticos, los conflictos decisivos se concentrarán en el futuro en el sudeste asiático.
Será interesante observar cómo afectará la llegada al poder de Trump a la política interior de Taiwán. Pero, aparte de ese foco de conflicto, aquí no solo se enfrentan, por un lado, China y sus aliados regionales y, por otro, Estados Unidos y los países de la región de inclinación occidental, es decir, sobre todo Japón, Corea del Sur y Australia. En esa misma región, también la India aspira ahora a convertirse en una potencia mundial. Y los cambios en el equilibrio de poder geopolítico no solo se están produciendo en el Pacífico, sino que se detectan también en el auge de potencias de tamaño medio, como Brasil, Sudáfrica o Arabia Saudí, que aspiran con empaque a lograr una mayor independencia. CONTINUAR LEYENDO

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