Dos mujeres se abrazan en un encuentro para una oración de homenaje a las personas asesinadas en Búfalo |
No hay que olvidar que las palabras, en forma de propaganda y locuras conspirativas, están a menudo también detrás del odio que desencadena o justifica la violencia.
Las palabras importan. En los medios no siempre las escogemos con el tiento que merecen cuando hay una noticia en desarrollo, entre la confusión de los detalles, las prisas por publicar, los artículos de algunas agencias de noticias que replican a portavoces y propagandistas sin filtros, y a veces simplemente los lugares comunes del lenguaje por la repetición de los mismos esquemas en algunas informaciones.
Un buen ejemplo -sobre el que por desgracia la prensa española tiene mucha experiencia previa- son las palabras que se utilizan para informar sobre el terrorismo. Algunos de los clichés contribuyen a afianzar conceptos equivocados que de manera irreflexiva pueden normalizar la violencia. Es el caso de la palabra “manifiesto” para referirse a un texto que escribió un asesino para intentar explicar o justificar sus acciones más atroces.
Lo hemos visto repetido estos días tras el ataque racista en Búfalo, en Estados Unidos, con el asesinato de 10 personas a manos de un hombre de 18 años que escribió un texto racista alimentado por conspiraciones tóxicas sobre el supuesto “reemplazo” de parte de la población y que también vienen de políticos republicanos. Elevar ese texto a la categoría de “manifiesto” le da una connotación de importancia pública que ni merece ni refleja lo que es. En elDiario.es hemos intentado evitar esa palabra y la hemos cambiado en algunos textos, pero seguro que la hemos repetido también en otros sin pensar en su significado.
NPR, la radio pública de Estados Unidos, que tiene un editor de estándares encargado de resolver estos debates diarios que van surgiendo y cambiando constantemente con las noticias y nuestra manera de percibirlas, explicó especialmente bien por qué había decidido no utilizar esa palabra.
“Estamos tratando con un individuo que ha cometido un acto criminal terrorífico en un intento de conseguir atención para él mismo o para la ‘causa’ que está intentando promocionar. Nuestro trabajo es informar sobre los hechos, no ayudar al que ha disparado a conseguir esos objetivos”, escribe el editor de estándares de NPR, Tony Cavin. “No utilizar la palabra ‘manifiesto’ no priva de ninguna manera de información a nuestra audiencia, ayuda a privar al que ha disparado de la plataforma que estaba buscando”.
En español, además, tenemos un problema adicional con la palabra que inicialmente se suele utilizar en inglés para los ataques con pistolas, “shooting” o “mass shooting”. La traducción sería “tiroteo”, pero la palabra tiene una connotación algo distinta en español que hace pensar más en un intercambio de tiros que en las masacres que por desgracia suceden tan a menudo en Estados Unidos.
El uso de las palabras puede parecer menor en la prevención o en la persecución de crímenes tan aterradores. Pero no hay que olvidar que las palabras, en forma de propaganda y locuras conspirativas, están a menudo también detrás del odio que desencadena o justifica la violencia. Lo hemos visto y lo seguimos viendo también en el caso de la invasión rusa de Ucrania. Las palabras importan y, aunque cueste en el fragor de la noticia, es esencial recordar el valor de cada una de las que publicamos.
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