Todo empezó en las redes sociales, hace unos diez años. Mujeres de origen musulmán, de forma anónima o dando la cara, empezaron poco a poco a cuestionar los aspectos patriarcales de estas sociedades, empezando por su elemento más visible: el velo islámico. El siguiente paso fue crear un blog, que prestó a muchas la posibilidad de expresarse y contar sus experiencias. Hasta que su responsable, la melillense Mimunt Hamido, recibió el ofrecimiento por parte de la editorial Akal de plasmar en un libro todas las ideas que se habían venido desarrollando en ese foro. El resultado tiene el mismo título que el blog, No nos taparán, y acaba de desembarcar en las librerías con el sello Akal.
“Había muy poco escrito al respecto, salvo algún ensayo de la argelina Wassyla Tamzali, a la que en España todavía no se la conoce como se debería. Pero testimonios de mujeres que vieran de España, como Siempre han hablado de nosotras de Najat El Hachmi o como No nos taparán, no ha habido hasta hace muy poco”, explica Hamido.
El primer factor que la autora subraya es el hecho de que esa “prenda tradicional”, como se la considera comúnmente, no es ni una simple prenda, ni es tan tradicional. “¿Cómo hacer que un símbolo sexista y misógino sea aceptado en Europa? Lo disfrazamos de cultura y, por tanto, nos obligamos a respetarlo. Y el símbolo se reafirma. El trueque consiste en cambiar una prenda que sí es tradicional, como la pañoleta, por un símbolo religioso. Antiguamente solo las mujeres de clase alta se cubrían, como un símbolo de estatus. Pero el hiyab [el velo que cubre completamente el cabello de la mujer, dejando solo a la vista el óvalo del rostro] no surge del Magreb, sino que vino de Europa en los años 80 y se impuso en el Magreb”.
Un islam europeo
Desde Europa, sí, pero haciendo un camino muy largo: “El velo viene de la ideología wahabí de Arabia Saudí, de los Hermanos Musulmanes de Egipto, de Irán, de corrientes rigoristas que se encontraban ausentes en el Magreb”, comenta Mimunt Hamido. “Luego empezamos a ver que lo adoptaban las mujeres migrantes que salían a España, a Francia o Bélgica, se marchaban de Marruecos sin hiyab y volvían con él puesto. Y los magrebíes pensaban: 'Si se hace en Europa, debe ser algo bueno'. Por eso el hiyab no es la vuelta a nada, es ir adonde no hemos estado jamás”, subraya.
Para la activista, fue clave el papel de los conversos españoles. “Comunidades como aquella hippie que vivía en la Alpujarra feliz empezaron a convertirse, y adoptaron todo el kit. Una musulmana de Marruecos sabe perfectamente que nada de esto es su costumbre”.
Pero, ¿no hay problemas más acuciantes en el islam que el velo? Para Mimunt Hamido, se trata de una cuestión central: “El hiyab es la cabeza de lanza de muchos otros problemas. Ponértelo es admitir las leyes y normas de ese patriarcado. No es un trozo de tela, es el freno que impide a las mujeres ser ciudadanas de pleno derecho”, comenta. “Si eres una chica de 16 o 18 años, el hiyab es tu modo de decir al mundo que eres sumisa a las normas. Si no lo llevas, ¿cómo saber, por ejemplo, si eres virgen? Si dejamos que controlen el cuerpo de esa manera, ¿cómo podemos pretender cambiar en Marruecos o Argelia las leyes que nos oprimen, empezando por los códigos familiares?”
¿Feminismo islámico?
Frente al empuje de estas mujeres, ha surgido en los últimos tiempos un movimiento de “feministas islámicas”, concepto que para las primeras es un puro oxímoron. “No se puede ser feminista y aceptar que no podemos ir a la playa como nuestros hermanos, que heredamos la mitad o que vivimos en una sociedad que contempla la poligamia. O acatar que mis padres quieran casarme con un señor al que no conozco. Ahora, al ver que no cuela ese mensaje, han empezado a hablar de ser 'equitativos', es decir, nuestro papel es el de cuidadoras y el de ellos de protectores. Pero, hasta donde sabemos, el feminismo no permite el control sobre el cuerpo, y esa es la base del velo y del patriarcado islámico”.
Estas “feministas islámicas” son para Mimunt Hamido “conversas en su mayoría, entre las que hay de todo: mujeres a las que les han comido el coco, cómplices de ese patriarcado y también otras a las que les conviene engañarse, porque luchar contra el patriarcado es muy difícil, cada día más. Y es desolador ver cómo en España se consienten cosas a las musulmanas que no consentirían el resto de las mujeres. ¿No vivimos en el mismo siglo? ¿O piensan que nosotras estamos en el 1400 y ellas en el 2021?”
La autora pone el acento en el papel de la izquierda, que en su opinión “se ha olvidado del ideario, en el que figura el laicismo. Creen que es algo superado, o quieren creerlo. Y luego vivimos en un país multicultural, pero olvidan que hay dos millones de personas, que son ciudadanas españolas, que están sujetas a esta situación. La cuestión debería ser sencilla: si estamos educando en igualdad, no podemos permitir símbolos sexistas”.
Y sin embargo, se permiten. Incluso en las listas electorales de esos mismos partidos de izquierda, señala Hamido: “Como la derecha es racista y xenófoba, con el discurso de 'moros fuera', la izquierda replica con el 'aquí cabemos todos'. Pero tú con tus 'costumbres', y nosotros con las nuestras. Así se dejan desprotegidas a miles de mujeres”, asevera. “Es un modo de decir 'mira qué guay somos, aquí tienen cabida todos los símbolos'. Incluidos los misóginos. La Cup, Esquerra, Podemos, tienen en sus filas representantes con velo, porque si no lo llevaran, ¿cómo reconocería la gente que somos multiculturales? Es todo muy retorcido. Me parece muy bien que todos quieran llevar ahora en las listas musulmanes, negros, travestis… pero que respondan al estereotipo, claro, que se vea bien la diversidad”.
Porque cualquier crítica, agrega Hamido, puede ser repelida al grito de ¡islamofobia! “A ti nunca te habrán dicho cristianófobo por criticar la pederastia o la Semana Santa, o que la Iglesia católica condenara a las chicas en bikini. Pero aquí han copiado la fórmula de llamar antisemita a cualquier crítica a Israel”.
Un precio alto
Según la autora de No nos taparán, las consecuencias de rebelarse contra el velo pueden ser terribles. “El patriarcado islámico actúa en círculos: familia, barrio, sociedad. Ser disidente puede suponer que tu familia deje de hablarte, quedarte sola y tener que empezar desde cero”, afirma. Por no hablar de los insultos y amenazas: “En redes somos pocas las que ponemos nuestro nombre y nuestra cara, porque pueden amenazarte de muerte, o llamar a tu familia para que te pongan firme. Es un precio tan alto que muchas acaban pensando que no merece la pena. Con hiyab está todo bien, incluso te dan más libertad. ¿Por qué hacer a la gente dudar si eres decente o no?”
Las mujeres aglutinadas en torno al blog No nos taparán, desde luego, no parecen dispuestas a prestarse a ese juego. “Solemos decir con Amelia Valcárcel que lo que no le permitirías al cura, no se lo permitas al imán. Hemos recibido bastante apoyo del feminismo, pero el 8-M lanzamos un manifiesto que se suponía que le iban a entregar a Irene Montero, y no hemos tenido más noticias. En cambio, nos consta que sí ha recibido a las 'feministas islámicas'”.
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