martes, 13 de septiembre de 2022

Waleed Saleh: “Los partidos de izquierda deberían saber que el hiyab no es una prenda cualquiera, sino el símbolo patriarcal por excelencia”

Nacido en Iraq en 1951, Waleed Saleh es doctor en Estudios Árabes e Islámicos y se ha destacado en los últimos años por sus análisis del islam político. Conocido también por ser traductor de Gabriel García Márquez al árabe, en su última obra, Feminismo e islam. Una ecuación imposible (El Paseo), impugna el llamado feminismo islámico como un oxímoron: a lo largo de 170 páginas, Saleh pone de manifiesto el modo en que la influencia del Corán en las leyes aleja la posibilidad de alcanzar sociedades igualitarias, revela la misoginia de algunas fetuas y advierte de los peligros que entraña el relativismo cultural. El autor encontró un momento en sus vacaciones para atender por teléfono las preguntas de elDiario.es Andalucía.


Usted menciona en su libro a los partidos que llevan en sus listas a candidatas con hiyab para ganarse el voto de los musulmanes. En el caso de las formaciones de izquierda, ¿no es atentar contra sus propios principios, colaborando con el patriarcado?

Es una actitud inaceptable. Ellos lo justifican en nombre de la interculturalidad, la pluralidad, el relativismo cultural, la idea de que son sus costumbres y hay que respetarlas. Pero eso es una gran equivocación, y como dices está en contra de sus propios ideales. No se atreven a llegar al fondo de las cosas. Porque el hiyab no es una vestimenta cualquiera, es el signo patriarcal por excelencia. Se alude a que es un signo de identidad. ¿Por qué se lo quitan cuando las mujeres están solas? ¿Deja entonces de ser necesario un signo de identidad? ¿Y por qué tiene la mujer que llevar un signo de identidad, y no el varón? Porque cuando vienen, los vemos vestidos como occidentales, ultramodernos, con sus pantalones cortos y sus gafas de sol, y la mujer al lado metida en un saco negro, ¿por qué esa condena? Sería razonable que los partidos de izquierda lo pensaran y actuaran de otra manera. Yo no estoy en contra de que una mujer madura y consciente lleve el hiyab por su propia voluntad, pero sabiendo siempre lo que significa. Y tiene que saberlo todo el mundo: las sociedades, los partidos, las comunidades y la propia mujer que lo usa.

¿Tiene esperanza de que los partidos tomen esa conciencia?

[risas] Simplemente es importante hacerles ver esta actitud incorrecta. A lo mejor en algún momento reaccionan y actúan de otra manera. Incluso mucha gente académica, profesores, intelectuales, se equivocan al defender el hiyab o las tradiciones que hemos comentado. Por ejemplo, hay cantidad de profesores y profesoras, ¡sobre todo mujeres!, en defensa total del feminismo islámico, apoyándose en libros escritos en España, Inglaterra, Francia, EEUU… No se paran a pensar: ellas son modernísimas pero defienden el hiyab, el tema del divorcio, etc. Me choca muchísimo, me pregunto si saben realmente qué están defendiendo, si han mirado un poco los códigos de familia, los textos fundacionales del islam. El error de la academia para mí es todavía más grave que el de los partidos.

¿No es una forma de racismo defender unas normas para otras que yo jamás aceptaría?

Exacto. Para mí quiero una vida con libertades, puedo fumar en la calle o teñirme el pelo como quiera, ponerme un pantalón corto, una minifalda o un bikini, pero defiendo el pañuelo y el burkini para las mujeres musulmanas, y que el divorcio esté en manos del hombre. Es una actitud selectiva, racista, machista. Y es inaceptable desde el punto de vista de las libertades y los derechos.

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