domingo, 13 de noviembre de 2022

"A LA BÚSQUEDA DE ANTÌDOTOS CONTRA EL EMPODERAMIENTO DE LA IGNORANCIA". Este artículo, publicado en elDiario.es, ha sido escrito por Ana Campos, Joaquín Hortal, Astrid Wagner, Luis Santamaría y Fernando Valladares

Duelo a garrotazos, de Francisco de Goya

Hay toda una ciencia que estudia los elementos de distracción masiva que se emplean para confundir los hechos e inducir a la ignorancia. Se llama agnotología y la ha trabajado mucho Robert Proctor, de la Universidad de Standford

Como bien conocen los lectores habituales de este blog, nos acechan serios peligros desde dos frentes diferentes que han confluido en el tiempo: la emergencia medioambiental, que incluye el severo deterioro de la biosfera y el cambio climático, y la crisis de materias primas y energía debido al agotamiento de los recursos naturales en un planeta que es finito, por más que algunos se emperren en ignorarlo. La gravedad de la situación está comenzando a provocar el colapso del neoliberalismo extractivista imperante. Este colapso está haciendo emerger una sociedad totalmente polarizada, rota en dos mitades aparentemente irreconciliables entre quienes creemos en la vía de la democracia y el bien común, y quienes apuestan abiertamente por una u otra modalidad de neofascismo. Brasil es un ejemplo de actualidad, aunque no el único.

En el bando democrático encontramos a las personas con el sentido crítico desarrollado y un entendimiento profundo de la gravedad de la situación. Este bando pivota en torno al debate de ideas que pueden ayudar a mitigar los problemas, tratando de estructurar un nuevo modelo económico y social que supere las carencias y limitaciones del que nos ha conducido a esta situación crítica. Desafortunadamente, este debate se atasca demasiado a menudo en pequeñas diferencias más determinadas por los personalismos que por diferencias discursivas o analíticas de calado. En mayor o menor medida todos somos hijos de esa cultura posmoderna que estimula un fuerte sentido del ego desde que somos pequeñitos. El marcado individualismo, del que también somos víctimas los que creemos firmemente en el bien común, desemboca en un cainismo que recuerda al del bando republicano durante la guerra civil. Ese es nuestro talón de Aquiles, lo que nos hace fracasar estrepitosamente a nivel táctico y estratégico.

Al otro lado de la trinchera también encontramos una amplia variedad de perfiles, aunque aquí la tropa es mucho más disciplinada. A los mandos se sitúa buena parte de la élite neoliberal que se resiste a perder su poder, junto a oportunistas varios y oscuros personajes dignos de estudio académico en las facultades de psicología. El debate de ideas es totalmente insustancial, no merece dedicarle el más mínimo análisis pues parte de la negación de los problemas comunes para perseguir intereses espurios. Por el contrario, la estrategia utilizada sí es merecedora de un análisis profundo dada la eficacia que está demostrando. A poco que uno indague, descubre que los infames 11 principios de la propaganda de Goebbels se utilizan sin pudor alguno, contando con la inestimable ayuda de ese poderoso señor que es Don Dinero para comprar las voluntades de aquellos dispuestos a vender su alma por 30 monedas de plata.

Estamos aquí hablando en términos de bandos, de trincheras, de ruptura de la sociedad civil. Y lo estamos haciendo ex profeso porque esa es la percepción que se expande como la pólvora, con el terrible peligro que ello entraña. A un lado, los seguidores son arengados contra los progres “social-comunistas”, contra los inmigrantes, contra las feministas, contra las científicas que alertan del cambio climático, contra el colectivo LGTBI, contra el movimiento ecologista, contra las animalistas… Con esto se consigue generar un clima de odio y agresividad preocupante, que no obstante cumple de maravilla su función: servir de válvula de escape a quienes canalizan sus frustraciones señalando culpables imaginarios, detrayendo así la atención de los verdaderos problemas comunes que nos azotan mientras se deja que el odio vaya macerando, embotando la afectividad. CONTINUAR LEYENDO


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