La pionera del feminismo italiano es amiga de Judith Butler, germen de la teoría ‘queer’. La admira, pero cree que “la galaxia LGTBI ha llevado sus teorías demasiado lejos”
ÍÑIGO DOMÍNGUEZ
El País 24 NOV 2024
La filósofa Adriana Cavarero (Bra, Italia, 1947) es una de las pioneras del feminismo en Italia. La entrevista es en su casa de Verona, no sin antes bajar al bar a tomar un café y un cornetto (un cruasán). Tiene en el estudio una foto con Judith Butler, pensadora de referencia del feminismo actual. Es de los años noventa en Berkeley (EE UU), donde Cavarero ha dado clases, y ambas libraban las mismas batallas, aunque luego han tenido grandes discrepancias. Al lado hay otra foto de Hannah Arendt fumando, su autora de referencia, junto a Platón, casi una obsesión personal, confiesa. Ha publicado más de una decena de ensayos y en estos parte de su conocimiento del mundo clásico para trazar puentes para la reflexión en el mundo actual. Uno de los más exitosos, A pesar de Platón. Figuras femeninas en la filosofía antigua, lo edita ahora en España Galaxia Gutenberg. Además, ha escrito sobre la vulnerabilidad de las víctimas de la violencia, el discurso de la rectitud o la experiencia democrática.
La conversación empieza comentando la victoria de Trump, también gracias al voto femenino, “una puñalada en el corazón para las feministas”. Para ella, parte de la culpa de los demócratas es haber prestado demasiada atención “a temas que no afectan a la vida cotidiana de la gente, como los derechos trans”, y a todo lo woke.
Pregunta. ¿Cuál es su crítica a la cultura woke?
Respuesta. Pongo un ejemplo fácil, una gran idiotez. En muchas universidades, en lugar de tener baños para mujeres y baños para hombres, tienen uno indiferenciado. Pero las chicas tienen experiencias en el baño que se vuelven muy embarazosas si hay chicos. ¿Y qué se gana? Hacer sentir a gusto a las pocas personas trans, en perjuicio de las chicas, más numerosas. Y esto pasa en todos los sectores. Se ha pasado un límite del sentido común para no discriminar a las personas de la llamada identidad fluida. Es una tradición teórica que se inspira en los primeros libros de Judith Butler y que cuestiona que haya dos sexos. Se vuelve incorrecto decir que hay dos sexos, masculino y femenino, porque es imponerlos, lo llaman binarismo. En inglés se llama autoidentidad, es decir, no tengo un sexo biológico, ni siquiera un género cultural, el género es lo que percibo de mí mismo. Así pues, estamos en el terreno del individualismo desenfrenado, con el que no tengo ninguna objeción.
P. ¿Pero tiene objeciones?
R. Mi objeción es que la autopercepción de estas minorías se convierte en el paradigma que debe aplicarse a todos. En mi época, el enemigo común del feminismo y de la izquierda era el sistema patriarcal, que era una cara del sistema capitalista. Ahora, para la extrema izquierda y estas minorías LGTBI el enemigo ya no es el capitalismo o el patriarcado, sino el binarismo y la heterosexualidad. Es una maniobra antirrealista, incluso metafísica, más allá de la naturaleza. Sabemos bien que el hecho de que haya dos sexos es un hecho biológico, no concierne solo a los humanos, sino también a los animales. Por lo que es algo abstracto, se impone una construcción ideológica sobre los hechos. Y si dices que los hechos no coinciden con ella, que hay machos y hembras, una mayoría heterosexual y la heterosexualidad es un medio obvio de la naturaleza para propagar la especie, que son cosas tan obvias que lamento tener que decirlas, si dices que su teoría no se corresponde con los hechos, contestan: peor para los hechos, los hechos son fascistas.
P. Pero usted es amiga de Butler, la introdujo en Italia, y respeta su pensamiento.
R. Conozco a Judith desde 1990 y siempre hemos mantenido relaciones muy estrechas y amistosas, aunque tenemos ideas diferentes sobre ciertos temas. Sus primeros libros son muy interesantes, originales, valientes, pero sus teorías han sido asumidas por la galaxia LGTBI y llevadas al extremo. Yo los aprecio a pesar de sentir una gran diferencia, tengo una educación clásica europea y Judith, una formación posmoderna, posestructuralista. Ella parte de la deconstrucción de la tradición filosófica, de que lo fragmentado es bello, lo múltiple es correcto, y todo lo móvil y ambiguo tiene un valor. Su referencia es Foucault, Deleuze, mientras que para mí es Hannah Arendt, es decir, una pensadora política que no alaba el caos y la fragmentación, sino que parte de los datos, y los datos materiales piden un sentido, y la tarea de la filosofía es restituir sentido al dato, no imponerle una categoría abstracta. Pero luego Judith ha escrito mucho sobre filosofía política y ahí tenemos mucho en común.
P. Dice que no pasa un día que no hable de Platón o lo lea. Sobre política indica que dice algo muy actual al diferenciar un mundo de emociones frente al de los expertos.
R. Para mí es muy actual, sí. Platón critica la demagogia, la describe tal como nosotros describimos el populismo, dice que confunden las mentiras con la verdad. Y el remedio son los filósofos en el poder, los expertos políticos. En los tiempos modernos hemos tenido gobiernos técnicos, pero no duran, porque el técnico en el gobierno es un experto comparado contigo, y por lo tanto eres un poco inferior. Nos parece bien si el cirujano es un experto, no nos dejaríamos operar por uno que no tuviera un título, pero si la política es vista como el lugar donde las ideas son todas iguales y donde uno vale uno, ¿qué tiene el experto que no tenga yo? Si no quiero inmigración no tengo por qué ser un experto, voy al poder y digo que no quiero inmigración, y por eso elijo a alguien que lidere que sea como yo. Deberíamos releer La República, de Platón.
P. Su otra filósofa de referencia es Hannah Arendt. En este momento de tanto ruido, con las redes sociales, ella decía que no hay actividad más silenciosa que pensar. También muy actual.
R. Sí. Pero indica algo incompleto, pensar es un diálogo con uno mismo, pero después dice que necesitamos dialogar con los demás, confrontarnos. Es fundamental discutir. En las redes sociales no hay ningún tiempo para reflexionar, es una actividad muy solitaria, aislada. Con frases cortas, sin frenos inhibidores, algo pasional, y, sobre todo, no es un diálogo real. El diálogo que defiende Arendt es presencial, en un espacio material compartido, donde nos escuchamos, nos vemos. Es la democracia griega del ágora. Con las redes sociales tenemos un espacio compartido remoto, virtual. No hay un diálogo real. Cuando no discutimos mediante el diálogo, cuando lo que queremos es vencer al oponente y no entender lo que dice, estamos preparados para el totalitarismo, para el populismo.
P. Cada vez se cita más a Arendt. ¿Cómo se lo explica?R. Sí, tengo muchas explicaciones. Una es que tenía una posición poco comprendida en su época. Criticó el liberalismo y también el marxismo. Entonces era algo muy incómodo, era la Guerra Fría y estabas de un lado o del otro. Ahora que las cosas son mucho más confusas, la recuperamos. Además, tenía una formidable intuición política, analizó la mentira en la política, o el movimiento de 1968, con el que no comparte los contenidos, pero sí la forma, el placer de la política de encontrarse. Está siendo muy reeditada, esto es bueno, su pensamiento es un remedio a la polarización. En redes sociales tienes que decir sí, no, me gusta, no me gusta. A quienes quieran seguir pensando y practicando la política les viene bien leerla.
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