Neutral y equidistante. Son dos adjetivos que se repiten en las descripciones de Manuel Chaves Nogales. Efectivamente lo era en su ejercicio como periodista, lo que le permitió descifrar el devenir de la Historia con la precisión de una mente privilegiada. Y como característica habitual en ese tipo de excepcionalidad intelectual, su estilo era sencillo, ameno e informativo. Como si se tratara de una práctica fácil, Chaves Nogales tomaba las piezas mundanas del día a día y las encajaba a la perfección para ver el puzle completo. Los personajes de la calle, aparentemente triviales, los comportamientos cotidianos o las conversaciones habituales le proporcionaban la información para proyectar la atmósfera política, que leía en simbiosis con lo que ocurría en las instituciones políticas, judicaturas o medios.
También con neutralidad y equidistancia observaba y se acercaba a cualquier personaje o gobierno, sin desechar nada a priori, porque la información está en todas las aristas de la realidad. Ese diagnóstico sin prejuicios era la clave de sus célebres pronósticos sofisticados y acertados. Su otro secreto era caminar, deambular por la vida cotidiana para escuchar su historia. Solo así es posible tropezarse con un improbable bailaor de flamenco de Burgos, que lo único que quiere él es ganarse el pan bailando, pero la Historia insiste en perseguirlo (Chaves Nogales, 2007). La exquisita narración de Nogales, elegante, natural y precisa, consigue que un antitaurino se pase su parada de metro por leer las aventuras de uno de los fundadores del toreo moderno (Chaves Nogales, 2012a). El oficio de contar… (Cintas Guillén, 2011). ¡Qué acertado el título de la mejor biografía sobre periodista! (1). La técnica artesana de Chaves Nogales debería ser conocida por todo aquel que quiera aprender a contar.
Sin embargo, no sería acertado hablar de neutralidad y equidistancia en su posición política. Manuel Chaves Nogales era un republicano radical. Se significó como partidario de la Segunda República desde su proclamación. El periodista quedó registrado en vídeo durante la proclamación de Niceto Alcalá-Zamora, primer presidente de la Segunda República, como periodista-testigo de un hecho histórico y como ciudadano que aplaude con emoción incontenible el triunfo de sus convicciones (Torrente y Suberviola, 2013:13’30’’). También quedaron grabados sus escritos de defensa del ideal republicano.
Para Manuel Chaves la República era el cauce de la virtud política. Como creyente republicano liberal entendía esta forma de gobierno como la más adecuada para el desarrollo autónomo del ciudadano. Pero no abandonado a su libre albedrío, sino que ese ciudadano, formado y civilizado, constituía la unidad mínima de algo superior y al que se debía: el Estado, representante de los intereses comunes y con fines superiores. De ahí su admiración por Francia. Y por Manuel Azaña. De ahí su desengaño cuando el ciudadano francés continuó con su papel de ciudadano, totalmente indiferente al hundimiento del Estado (Chaves Nogales, 2021:5-7). ¿Qué sentido tenía hablar de ciudadanía, habiendo abandonado al Estado de uno mismo, si ésta y cualquier valor republicano, incluida la libertad, solo pueden existir en el Estado? ¿Qué tipo de ciudadano es aquel que entrega a su propio Estado? “Querían acabar con la democracia y han acabado con Francia. Querían destruir el espíritu liberal y han destruido el espíritu francés” (Chaves Nogales, 2021:52). Independientemente del acuerdo con esta posición ideológica, se puede convenir que Chaves Nogales era un justo representante de una tradición política reflexiva, conciliadora y compasiva con el ser humano, y sin un solo gen que pueda entroncar con el hueco neoliberalismo actual, donde se sirve a la patria que ofrece la puja más alta. “Ya suponen ellos [los alemanes]” comenta Nogales en la introducción de la entrevista a Goebbels “que no vamos a traicionar nuestras convicciones nacionales en beneficio de las suyas” (Chaves Nogales, 21 mayo 1933:25). Qué transmutación la de las suposiciones del liberalismo. CONTINUAR LEYENDO