Afirmar que las feministas que creemos en la existencia del sexo somos extrema derecha es desinformación pura y dura
Es una bajeza intelectual mentir sobre el posicionamiento de quienes piensan distinto de ti; denota una falta absoluta de ética y juego limpio. En la última entrevista que se le ha hecho en este diario a Judith Butler, la pensadora falta descaradamente a la verdad cuando se le pregunta sobre el movimiento feminista (que no es lo mismo que el generismo). La mala fe queda plasmada en frases como “la feminidad no se borrará solo porque abramos la puerta y las invitemos [a las mujeres trans] a entrar”. La única explicación posible a esta tergiversación repugnante de lo que es el feminismo en el caso de una académica con tan larga y reconocida trayectoria solo puede atribuirse a la maldad, a menos que a estas alturas aceptemos que Butler es una ignorante. ¿De dónde se saca la muy ínclita filósofa que el movimiento por la defensa de los derechos de las mujeres sea o haya sido nunca una defensa de la feminidad? ¿Acaso no se declara ella misma una ferviente admiradora de Simone de Beauvoir, quien dedicó su obra a demostrarnos que “la feminidad” no es más que el entramado de normas que se nos impone por nuestro sexo, lo que llamamos género? ¿Por qué decide ignorar deliberadamente las aportaciones de las feministas radicales abolicionistas que niegan todo tipo de esencialismos vinculados a los cromosomas? Excepto el mistificador movimiento del feminismo de la diferencia, nunca, nunca las partidarias de la igualdad han sido defensoras de la feminidad ni la han sentido amenazada por las personas trans.
También manipula Butler cuando, al preguntarle por la hormonación de menores, aunque sus opiniones son más matizadas que en el pasado, pone de ejemplo a un hombre chileno religioso que no quiere una familia gay de vecina. Asimilar a padres preocupados por la salud de sus hijos y el futuro que les puede deparar una castración química o quirúrgica con conservadores, homófobos e intolerantes es una más de las numerosas falacias que propaga sin pudor la pensadora. ¿Por qué no se considera desinformación pura y dura, desinformación tremendamente peligrosa, el hecho de que se dedique a afirmar que las feministas que creemos en la existencia del sexo somos extrema derecha? Hay que ser muy, pero que muy vil para difundir tales bulos tirando por la borda el trabajo de millones de mujeres en el mundo, del feminismo de a pie, de las asociaciones, las organizaciones, de las que están vertiendo todos sus esfuerzos para acabar con la violencia, el sometimiento y las numerosas brechas cavadas por el machismo.
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