lunes, 14 de julio de 2025

"CARTA ABIERTA A SANTIAGO ABASCAL, PORTAVOZ DEL MIEDO Y GERENTE DEL ODIO". Spanish Revolution, 11 JUL 2025

Dice usted, señor Abascal, que si gobiernan, expulsarán a las personas migrantes “ilegales”. Que lo harán “en masa”, que para eso hay “millones de españoles dispuestos a colaborar”. Su lenguaje ya no es político. Es policial, punitivo, paramilitar. Es el idioma de las purgas, de las redadas, de los trenes que no vuelven.´

Cada palabra suya se acerca más al léxico de Vichy, de los dictadores balcánicos, de los carniceros del siglo XX. “Expulsar”, “limpiar”, “defender nuestras fronteras”… ¿Lo próximo qué será? ¿Marcar casas? ¿Uniformar a los voluntarios? ¿Abrir campos?
Porque eso es lo que usted propone: una caza masiva del pobre, del racializado, del diferente. No va contra la ilegalidad, va contra la humanidad. No va contra los delitos, va contra las personas. Y para que nadie se confunda, agita las cifras, los bulos, las excepciones convertidas en norma. El “efecto llamada” de su discurso no es a los migrantes. Es a los fascistas.

UN HOMBRE BLANCO EN UN MUNDO DE SANGRE

Usted no habla desde la autoridad moral. Habla desde la arrogancia del heredero, del que no ha tenido que cruzar fronteras ni jugarse la vida en el Estrecho para que su hija coma. Habla desde el palco de quien nació donde ya había hospitales, escuelas, calefacción y papeles.

Y habla como si los millones de personas migrantes que sostienen los campos, las obras, los cuidados y las cocinas de este país no existieran. Como si no pagaran impuestos, como si no cotizaran, como si no murieran explotadas en invernaderos, como si no fueran el único colchón que impide que el sistema de pensiones reviente.

Pero usted no lo ignora. Usted lo sabe. Y lo que le molesta no es la “ilegalidad”, es la dignidad. Lo que le ofende es que haya quienes, incluso sin derechos reconocidos, se atrevan a exigirlos. A protestar. A organizarse. A vivir sin pedir permiso.

Por eso su cruzada no es contra la pobreza, sino contra la resistencia.

CUANDO DICE “EXPULSAR”, PIENSA “BORRAR”

Expulsar “en masa”, dice usted. Pero no hay policía suficiente para perseguir a millones sin convertir este país en una dictadura. No hay presupuesto para vuelos forzosos si no se recorta en hospitales, en escuelas, en pensiones. No hay forma de hacer lo que usted promete sin romper todas las leyes, los tratados y los principios de los que tanto presume.

Y aún así, insiste. Porque lo suyo no es un plan. Es una amenaza. Una campaña del miedo. Un experimento para ver hasta dónde traga la sociedad. Hasta qué punto está dispuesta a aceptar el discurso de la deshumanización. Cuánto tiempo más seguirá funcionando la mentira de que el problema son los de abajo y no los de arriba.

Sabe perfectamente que los grandes defraudadores no van en patera. Que los violadores de derechos no cruzan el desierto, sino que firman contratos desde sus despachos. Que el verdadero crimen organizado viste traje y firma acuerdos con su partido.

Pero usted prefiere apuntar al eslabón más débil, porque es más fácil y más rentable. Porque su partido vive del odio, como las hienas de la carroña. Porque en el fondo no quiere proteger a nadie: quiere asustar a todos.

SU NACIÓN ES UNA CARCEL SIN VENTANAS

Usted habla de patria, pero la suya es una patria tan pequeña que no caben los derechos humanos. Una patria que se define por quién queda fuera, no por quién se cuida dentro. Una nación fortaleza, hecha de alambradas y banderas, donde la compasión es sospechosa y la solidaridad es delito.

Usted no ama a España. Usted la usa. Como un chulo usa a quien explota. Como un patrón usa al jornalero hasta que revienta. Usted necesita una patria a la que parasitar, a la que culpar, a la que manipular. Por eso siempre está en guerra. Porque la paz se le acabaría con usted mismo.

Así que no se engañe, señor Abascal. Usted no es un defensor de la ley. Usted es un vendedor de miedo. Y lo que vende no es orden, es crueldad. Lo que siembra no es orgullo, es xenofobia. Lo que proyecta no es fortaleza, es cobardía de clase alta disfrazada de épica popular.

Le quedan millones de personas a las que señalar. Pero también le sobran millones de conciencias que ya no se tragan su mierda. Y cuando la historia vuelva a escribirse —que lo hará—, usted no saldrá como patriota. Saldrá como carcelero. Como censor. Como delator.

Y no habrá frontera que le salve del olvido.

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