El primer ministro israelí está ejecutando un plan premeditado de hambruna para arrinconar a la población palestina en el sur de la Franja. La ubicación allí de los centros de distribución de alimentos —cuatro para dos millones de personas— es el instrumento que usa para forzar los desplazamientos. La limpieza étnica avanza inexorable
En muchas ciudades de Israel se pueden oír las explosiones o sentir la sacudida de los bombardeos israelíes en Gaza. Las casas tiemblan. Al fin y al cabo, este es un mismo país que comparten dos pueblos y es muy pequeño. Los ruidos cuentan la historia de familias enteras asesinadas y de casas demolidas, una tras otra. El enclave de Gaza está siendo destruido. Para ahorrar dinero, el ejército contrata a empresas privadas para que derriben las casas con excavadora. Ahora sabemos cuánto se les paga por cada casa y que muchos de ellos son colonos radicales de Cisjordania, convencidos de que tienen la histórica misión de aprovechar la oportunidad para arrasar Gaza y colonizarla. Pero todos nosotros, israelíes, compartimos la responsabilidad de lo que está sucediendo.
Sé que las matanzas y la decisión de dejar morir de hambre a la población civil y retener el combustible, el agua o la comida para los bebés han dejado de ser noticia. Las atrocidades actuales se ahogan bajo el ruido continuo de las informaciones sobre las atrocidades pasadas. Cada vez es más difícil comprender el significado de lo que sucede y la guerra de Gaza está pasando a un segundo plano. Pero debemos ser conscientes de que lo que está ocurriendo tiene una trascendencia histórica y no es meramente otra ronda más de asesinatos sin sentido. Si dejamos que continúe, determinará el futuro tanto de los palestinos como de los israelíes y sus repercusiones no solo se harán sentir entre los pueblos de Oriente Próximo.
Lo que está en juego es la expulsión en masa de los palestinos de Gaza; en otras palabras, una limpieza étnica. Tenemos tendencia a pensar que la expulsión es un instante dramático en el que se obliga a la gente a abandonar su hogar en camiones, autobuses o a pie. Pero es la culminación de procesos más largos, como podemos ver con las comunidades palestinas de Cisjordania, que se ven obligadas a huir de sus hogares después de años de terror a manos de los colonos y el ejército. El desplazamiento de un pueblo es un proceso, no un hecho aislado, y ese proceso ya ha comenzado. Todavía se puede parar, pero para ello es necesario que tengamos claro lo que está pasando bajo la cortina de humo de la guerra: el expolio y la expulsión masiva de corte colonialista. CONTINUAR LEYENDO
Gadi Algazi (Tel Aviv, 1961) es historiador social, profesor de Historia en la Universidad de Tel Aviv y activista. Está especializado en la Europa occidental entre 1400 y 1600, así como en la historia de Israel y Palestina en las décadas de 1950 y 1960. En 1979 fundó el primer grupo de jóvenes soldados que se negaron a prestar el servicio militar en los territorios ocupados y, tras un año en prisión, fue liberado y eximido del servicio.
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