Cata y Martí, alumnos del instituto Vila de Gràcia |
Se vieron obligadas a dejar los estudios. A alejarse de unas familias que no los apoyaban. Algunas de ellas, incluso, tuvieron que migrar en busca de una sociedad más tolerante. Esta es la historia de miles de personas trans, gays y lesbianas. Personas que “tuvieron que huir, callar o cambiar por miedo a ser lo que son”. Así lo cuenta Dubiela Agredo, mujer trans y técnica socioeducativa. “Nosotras tuvimos un camino muy difícil, pero allanado por la generación que vino antes. Ahora nos toca a nosotras luchar por las personas jóvenes, para que puedan seguir con esta estela”, asegura Agredo.
El trabajo en las aulas se rebela clave para erradicar las discriminaciones y violencias contra la comunidad LGTBI. Es por ello que Médicos del Mundo (entidad en la que trabaja Agredo), la Assemblea de Cooperació per la Pau y el Ayuntamiento de Barcelona han llevado a cabo el proyecto 'TRANSgredint la norma'. Se trata de una iniciativa que, durante dos años, ha trabajado con tres centros educativos de la ciudad.
El proyecto no se ha querido quedar en la formación y ha dado un paso más allá al instar a los alumnos a que realizaran una investigación en sus escuelas para conocer cuál es el estado de los jóvenes LGTBI en las aulas. Lo han hecho a través de unas encuestas realizadas a profesorado, alumnado y familias. En total, una muestra de 646 personas.
El resultado no es halagüeño: según los datos obtenidos, el 31% del alumnado no considera que las aulas sean un lugar seguro y teme exponer su identidad u orientación sexual. “Hay muchísima gente que sigue teniendo miedo. Quizás no a una paliza, pero sí a intimidaciones, abusos o rechazo”, opina Cata, una alumna de cuarto de la ESO del instituto Vila de Gràcia. Esta joven explica que las aulas no son el ambiente más amable para expresarse y que los compañeros e, incluso los profesores, pueden llegar a ser “hostiles”.
La lacra de la falta de formación
“Salir del armario en la escuela puede ser una tortura, pero quedarse también. Hay mucha gente que lo está pasando fatal y no sabe cómo explicar lo que siente o sufre”, añade Martí, un compañero de clase de Cata. Ambos aseguran que las vulneraciones por parte de los estudiantes “eran de esperar”. Pero lo que realmente les molesta es no sentirse acompañados por el profesorado. Uno de cada cuatro alumnos encuestados asegura que su grado de comodidad en el aula “depende mucho de qué profesor dé la clase”.
En esta línea, destaca que la mayor parte de alumnos del instituto Vila de Gràcia asegura haber sido testigo de comentarios negativos sobre el colectivo LGTBI por parte del profesorado. Pero, ante la misma pregunta, los docentes niegan haber presenciado tales actitudes. “Esto demuestra que solo dicen estas cosas ante los alumnos, mientras que delante de sus compañeros de trabajo no lo hacen”, reflexionan los alumnos del centro.
Agredo explica que muchos de estos comentarios no se hacen por LGTBIfobia explícita, sino por desconocimiento. La investigación muestra que los mismos docentes reconocen que les falta formación, pero también que hay una cierto desinterés. Esto último se confirma por el hecho de que, en los tres centros, más de la mitad del profesorado no ha accedido a responder la encuesta ni a participar de las formaciones. “Es como que no va con ellos. Lo ven como algo que hacemos nosotros mientras ellos van a almorzar”, denuncia Cata.
Agredo coincide en que falta formación entre el profesorado, pero no tiene una visión tan negativa del panorama. Apunta que la mayoría de docentes tiene ganas de mejorar. Para lograrlo, “deben ser conscientes de la importancia de su papel”, dice la técnica de Médicos del Mundo. Igualmente lo creen los alumnos, que demandan mayor acompañamiento. “Los 'profes' son los que nos tendrían que ayudar y defendernos de quienes nos atacan por ser quienes somos. Y no sentimos que nos apoyen”, asevera Martí.
Falta de espacios seguros
A pesar de que alumnos como Cata y Martí consideran “muy positivo y un gran avance” haber podido realizar esta investigación en sus escuelas, también apuntan que los resultados son bastante preocupantes. Uno de los que más inquieta a los y las jóvenes es que la mayoría de personas han respondido “no lo sé” o “sí” a la pregunta de si debería existir también un día del orgullo heterosexual. “Esto demuestra que hay mucha gente que cree que ya no hay discriminación”, se lamenta Martí. “Pero qué casualidad que, quien piensa esto, siempre es heterosexual o cis”, ironiza Cata.
Las encuestas muestran que el sufrimiento de las personas LGTBI traspasa poco a aquellas que son heterosexuales. Por ejemplo, en el instituto Emperador Carles, el 23,8% de los alumnos se sienten cohibidos por el ambiente en clase, el mismo porcentaje que asegura que hay personas asediadas en el centro. “Es decir, que nadie que no sienta vulnerados sus derechos tiene la capacidad de darse cuenta de la incomodidad de ese 28,3% de compañeros”, aseguran los alumnos de la escuela.
A pesar de eso, la “parte positiva”, según los y las autoras del informe, es que “cada vez más jóvenes se paran a reflexionar y a cuestionar los estereotipos y parámetros que la sociedad les impone”. En los tres institutos más del 50% del alumnado se ha replanteado su sexualidad, hecho que no significa necesariamente que se identifiquen con el colectivo LTGBI (solo el 13% lo hace).
Ante esa realidad creciente de jóvenes que no asumen acríticamente su heterosexualidad, cobra mucha importancia cuidar las fuentes de información que usan: Internet se rebela como la principal vía que tienen para resolver dudas sobre prácticas sexuales, orientación e identidad de género. “Esto nos preocupa, porque no podemos tener certeza absoluta de la veracidad de la información que obtenemos, ni de la capacidad de algunas compañeras para distinguir mentiras”, dicen las alumnas del instituto Emperador Carles, que añaden que “Internet debería ser complementario a la formación”.
Pero a la juventud le cuesta encontrar este acompañamiento. En las aulas no se muestran conformes con su educación sexual. Y en lo que respecta a sus casas, cerca de un 20% del alumnado dice que no son espacios en los que puedan hablar de su sexualidad. Esta cifra contrasta con las respuestas de las familias de los jóvenes, la mayoría de las cuales afirma que “actuarían con normalidad si su hijo expresara su identidad sexual”.
Así, uno de los objetivos de las comisiones de género que se han creado en estos centros es conseguir generar un ambiente seguro, que facilite protocolos para evitar agresiones y que el alumnado explore su seuxalidad e identidad de género sin temor. Por ello, han elaborado una lista de buenas prácticas que contemplan la creación de buzones de quejas, tutorías para tratar las violencias machistas o LGTBIfóbicas y, sobre todo, más formación, tanto al alumnado como al profesorado.
“Necesitamos más visibilidad, pero no una visibilidad de salir en medios en reportajes que digan que qué bien todo. Necesitamos que se cuente que nos siguen discriminando, porque lo que no se explica no existe”, resume Martí.
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