jueves, 8 de diciembre de 2022

"EL AÑO QUE VIENE TAMBIÉN ACUDIRÉ A LA MANIFESTACIÓN DEL 25 DE NOVIEMBRE". Un artículo de Maite Leanizbarrutia Biritxinaga, miembro de ‘Gogoan-Por una memoria digna’, publicado en Deia el 5 de diciembre de 2022

POR desgracia; porque aunque podemos ir despertando conciencias, frenando inercias, educando en la igualdad y dando pasos hacia la no discriminación, es difícil imaginar una sociedad y un mundo en el que no se ejerza la violencia contra las mujeres por el hecho de serlo. Y si hay una corriente de pensamiento imprescindible para alcanzar estos objetivos y acercarnos a un mundo más justo, esta es el feminismo.

Entiendo que toda esta lucha ha de llevarse a cabo necesariamente por vías pacíficas, y así suele ser; las manifestaciones más significativas promovidas desde el movimiento feminista suelen ser pacíficas. Y es que el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer a mí me lleva necesariamente a la no violencia, lo que supone como mínimo, no ejercerla y no legitimarla.

Para erradicar y deslegitimar la violencia, es preciso identificarla y expresarse con rigor, y en mi opinión algunas de las consignas que se suelen gritar en movilizaciones como la del 25 de noviembre no hacen ningún favor al movimiento feminista. En la manifestación que se celebró el viernes en Vitoria-Gasteiz se gritaba “terrorismo es no llegar a fin de mes” o el tan manido “zuek faxistak zarete terroristak” (vosotros los fascistas sois los terroristas). Lo más parecido al terrorismo –y no menos grave– es la violencia que ejercen algunos hombres contra las mujeres, cuando les amenazan de muerte, anulan su libertad, les agreden sexualmente o las matan. No llegar a fin de mes es una pesada losa para muchas mujeres y familias, puede ser la consecuencia de una injusticia estructural, y podemos y debemos comprometernos para que se corrija, pero eso no es terrorismo. También podemos denunciar el fascismo, advertir de su peligrosidad y combatirlo, no obstante las caras más visibles de la extrema derecha en Euskadi han sido víctimas del terrorismo, no victimarios, porque han estado amenazados de muerte por ETA durante años. Si en una manifestación del 25-N vamos a lanzar consignas contra el terrorismo, hablemos de lo que ha supuesto ETA, cosa que nunca se hace, porque aunque no ha sido la única banda terrorista, sí ha sido la que más ha durado en el tiempo, la que más víctimas ha generado y la que ha deteriorado los valores y la convivencia de nuestra sociedad.

Y unido a todo esto sigo contemplando con muchísima pena que desde el movimiento feminista se da voz a muchas mujeres y colectivos de mujeres, incluso a aquellas que están presas por haber pertenecido a ETA, y sin embargo nunca hay un micrófono para las víctimas de ETA. En Vitoria-Gasteiz y en Euskadi hay mujeres muy valiosas, plurales y comprometidas que son capaces de ofrecer un testimonio y un razonamiento imprescindible para esta sociedad, que tanto el movimiento feminista como el resto de agentes y asociaciones debemos escuchar, reconocer y asumir. Ahí está la historia de la vitoriana Ana María Vidal Abarca, que fue una de las fundadoras la Asociación de Víctimas del Terrorismo, asociación que se creó en los años de plomo del terrorismo y que dio cobijo a muchas víctimas –muchas mujeres– que tras los atentados quedaban absolutamente desamparadas. Si nos acercamos a la Fundación Fernando Buesa Blanco nos encontraremos con su viuda Natividad Rodríguez y sus hijas Marta y Sara, que llevan años haciendo una labor impagable, profundizando en los mejores valores para esta sociedad. No perdamos la ocasión de escuchar los testimonios de víctimas del GAL como Maider García Martín, Pili Zabala o Axun Lasa, mujeres a las que hay que escuchar y merece la pena escuchar. En Covite Consuelo Ordóñez, siempre arropada por otras víctimas como Conchi Fernández, empeñadas en mantener viva la llama de la memoria de todas las víctimas del terrorismo, realizando un trabajo constante y muy importante. Cristina Cuesta, pionera en la reivindicación de los derechos de las víctimas y en lucha por la paz, y actualmente directora de la Fundación Miguel Angel Blanco. Y por último Maixabel Lasa que fue directora de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno vasco, y activista en favor de la paz y la deslegitimación de la violencia. Todas ellas y muchas más han ejercido de muro de contención del odio y de la venganza, y se han esforzado en sacar y ofrecer lo mejor de sí mismas a pesar de todo el espanto que les ha tocado vivir. Creo que ya va siendo hora de que se les reconozca públicamente desde el movimiento feminista de Euskal Herria.

Y en relación a las movilizaciones feministas, yo agradecería que se hiciera un esfuerzo por expresar consignas más ampliamente compartidas por la diversidad de mujeres que queremos unirnos a las manifestaciones, y si no se consigue sería mejor ir en silencio.




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