miércoles, 10 de mayo de 2023

«NUNCA UNA GENERACIÓN QUE SE DIJO TAN COMPROMETIDA MOLESTÓ MENOS A LOS VERDADEROS PODERES». Una entrevista de Iñaki Domínguez a Edu Galán publicada en Ethic el 19 de diciembre de 2022

«No podemos dejar la portavocía de lo social a las multinacionales», explica Edu Galán (Oviedo, 1980). Es contundente: hay una falsa forma de contestación en el activismo social del presente. Y no sorprende, para alguien acostumbrado a hablar de las numerosas imposturas que hoy tejen la realidad. En su último libro, ‘La máscara moral’ (Debate), desgrana estas nuevas formas de relacionarnos (y señalarnos) impulsadas por un mercado que, en última instancia, ha hecho al individuo la medida de todas las cosas.

¿De dónde surge tu interés por indagar en estos temas, actualmente asociados a la izquierda identitaria?

Porque vivo en el mundo. Yo estudié psicología y me interesa la sociología, y creo que la irrupción de las redes sociales y de un sistema de mercado que creo es diferente al de hace 30 ó 40 años ha cambiado ambas disciplinas. Al analizar algo que está pasando ahora mismo a lo mejor se te escapan cosas, pero es un problema que a mí no me preocupa: quisiera ofrecer diagnósticos para que mis lectores dediquen, de esas cinco horas que dedicamos diariamente a internet, al menos cinco minutos a pensar, y no a andar como hámsters en una rueda dentro de una jaula.

¿Has recibido críticas por tus posiciones frente a la cultura de la cancelación?

Yo creo que la cultura de la cancelación existe y se dirige siempre contra personas que son emocionalmente cercanas; es decir, personas públicas o famosas. A Sánchez Galán, de Iberdrola, no lo van a cancelar por muchas burradas que diga porque nadie lo conoce. Irán contra Pablo Motos o contra gente conocida. En España, dicha cultura es menor que en Estados Unidos porque la industria cultural en España es menor. Aquí la cancelación consiste en dar un disgusto a uno y, bueno, que no cobre una factura. ¿Está menos presente? Vale, pero hay gente –que son mis detractores en ese sentido– que dicen que no existe, que todo esto es un lloriqueo de señoros. Pero es tan fácil como enseñarles ejemplos como el de María Frisa, la escritora infantil, y decirles que si eso es una crítica legítima dentro de la libertad de expresión. Esto va de querer que alguien deje de trabajar, de asociar a uno a los peores males del mundo. Y a mí me la suda (sic) con lo que me asocien, pero hay gente que lo pasa muy mal. Por eso hay que rebelarse contra eso y contra estos papanatas que niegan su existencia y que minimizan el impacto psicológico de la cultura de la cancelación.

Carl Jung decía en la primera mitad del siglo XX que vivimos tiempos en los que la gente imposta las emociones. ¿Crees que esta situación ha empeorado?

Sí. Es muy interesante que en esta época la gente sienta mucho; está todo el rato sintiendo. Un ejemplo es que ya no se argumenta, sino que son todo historias personales. Sienten tanto que si yo siento que soy asexual y estoy oprimido, pues estoy oprimido, ¿no? Y el sentimiento sería definitivo ante la razón. La gente se siente feliz o se siente triste en internet, pero no saben lo que sienten. Es decir, las emociones deberían tener un sentido. Tiene que haber un correlato: que te vaya bien en el trabajo, que has recibido una buena noticia, que te ha tocado la lotería o lo que a cada cual le motive. Y al igual, estar triste no debería ser fabricado: tendrías que tener unos condicionantes de vida que tú afrontes y deriven en que tú estés triste. Y no pasa nada por estar triste, pero aquí la gente está triste porque iba a ir a la playa y llueve. La gente fabrica emociones que no tienen correlato y, claro, así andan las cabezas. Es como correr una maratón como si fuesen los cincuenta metros lisos: vas desencajado. Es un tema central en La máscara moral: qué significan las cosas y a qué comprometen. Y esto no es ser reaccionario ni nada, es que se ha convertido todo en un chau chau de la nada. Vivimos en un mundo de ecos en el que la gente utiliza las palabras como si fuesen papagayos, sin entender su significado y el compromiso que implican consigo mismo y para con los demás. CONTINUAR LEYENDO

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