martes, 30 de julio de 2024

"ADIÓS A TODO ESO". Irene Vallejo, Milenio 17 JUL 2024


En muchas épocas ha existido la sensación de decadencia, de pérdida de esplendor. Cicerón se lamentaba de la confusión y la caída moral que percibía en la antigua Roma republicana. San Agustín escribió, cuando ya se intuía el fin del Imperio, que el mundo estaba envejeciendo, pues pensaba que todo se venía abajo. Miraba a su alrededor y creía ver entre sus contemporáneos falta de fuerza, de creatividad y de vida en un lapso de mera espera del final.

Casi cada generación ha conocido guerras o dictaduras o catástrofes naturales o desplomes económicos. Hemos superado muchas otras crisis. El recuerdo de tiempos mejores no debería llevarnos al repliegue o al ensimismamiento justo cuando hace falta luchar, como enseña la antigua leyenda de Orfeo. El mismo día de su boda con Eurídice, Orfeo la vio morir por el mordisco de una serpiente. Desconsolado, se adentró en el reino de los muertos y con los maravillosos acentos de su música sedujo a los dioses del submundo, que le prometieron devolverle a su mujer, pero con una condición: no podía volverse a mirarla ni tampoco hablarle hasta salir de los infiernos. Comenzó el ascenso por un camino escarpado, envuelto en niebla y en silencio. Ya se vislumbraba la luz del sol cuando a Orfeo le pudo la angustia: ¿de verdad le seguía Eurídice? Y giró la cabeza para poder verla. Entonces el suelo se abrió y ella cayó hacia abajo, engullida por el vacío, perdida por segunda vez y para siempre. En realidad el regalo de los dioses para Orfeo era su consejo: no mires atrás. De espaldas no se puede hacer frente a la realidad.

lunes, 29 de julio de 2024

"TIEMPOS DE VIOLENCIA". Rosa María Artal, elDiario.es

 

[...] La utilización política de la violencia está llamando la atención de los investigadores. Un artículo en El País aportaba varios argumentos como, por ejemplo, el de la profesora estadounidense Rachel Kleinfeld: “El uso de la violencia para defender a un grupo estrecha los lazos entre los miembros de ese grupo. Por eso, la violencia es una forma especialmente eficaz de reforzar la pasión de los votantes”. En doble dirección, entiendo. Los que se sienten agredidos en su líder y los que quieren agredir en venganza.

Lo que está ocurriendo en España es igual de alarmante. El odio que han inoculado con sus bulos e insidias las derechas, sus medios y redes en cerebros bastante despoblados tiene ya fuertes rasgos patológicos. Impredecibles en su desarrollo. Lo que oyes y lees del presidente del Gobierno no se ha dicho jamás –salvo de José Luis Rodriguez Zapatero, con el que se ensayó la táctica– de los peores dirigentes de este país, que tan terribles ha tenido. Y no es normal que hayan convertido a Begoña Gómez, su mujer, en la enemiga pública número 1, como si fuera el ser más corrupto de la tierra. Y así vienen a diario en las portadas de la pocilga mediática. Este viernes estaba citada en el juzgado por el juez Peinado en su pintoresca investigación y ha hecho uso de su derecho a no declarar. La aguardaba toda la artillería mediática, que se ha quedado notablemente frustrada por verse obligados a prescindir de buena parte del circo que habían montado. Se han tenido que limitar a imágenes, críticas y especulaciones. Igual pasó antes con miembros de Podemos o con cualquiera a quien elijan para sus cacerías. Hay ya un reguero de víctimas zarandeadas, aplastadas incluso. Y los idiotas continúan aplaudiendo.

Cuando el clan de la derecha corrupta quiere aniquilar a alguien lo hace a conciencia, lo mismo que libera de toda culpa a esas máquinas de saltarse la ley troceando, insultando, agrediendo, usando la justicia y todos los medios en su provecho.

Un pico en la ola de violencia se dispara –textualmente– cuando el futbolista de la selección –cuyo nombre irrelevante para mí ya he olvidado– desprecia al presidente del Gobierno de España y sigue y sigue y se expande en mil comentarios injuriosos verdaderamente espeluznantes en las redes. Es el sello ultraderechista. Ya no se detienen ante ningún respeto: insultan y menosprecian al gran historiador Ángel Viñas por escribir la verdad sobre Franco o al profesor y escritor Rafael Narbona como si fueran los rivales del chiringuito más cutre de la playa.

Porque toda esa violencia la alientan las mentiras inmisericordes que lanzan los Tellado, Sémper y Gamarra de turno, y los Feijóo y Ayuso por supuesto: los más tiznados y más soberbios. Todo el campo es orégano porque, como explica la profesora Kleinfeld, esa violencia “refuerza la pasión de los votantes”. Tienen en los medios su gran altavoz e incluso promotor: trabajan en equipo. Con total impunidad.


domingo, 28 de julio de 2024

"NO ANDO TRANQUILA POR LA CALLE". Nahat El Hachmi, El País 26 JUL 2024

Como madre española tengo derecho a no preocuparme cuando mis hijos anden solos, a que no los paren para pedirles papeles, a que no tengan que responder siempre como sospechosos habituales

Tiene razón Núñez Feijoo cuando dice que los españoles tenemos derecho a andar tranquilos por la calle. Como española no puedo estar más de acuerdo. Como madre española tengo derecho a no preocuparme cuando mis hijos anden solos, a que no los paren para pedirles papeles, a que no tengan que responder siempre como sospechosos habituales. Tengo derecho a que nadie les niegue un trabajo por ser más morenos de la cuenta o les paguen menos por lo mismo o les impidan la entrada a los sitios o les dificulten el alquiler de una vivienda por no ser percibidos como de aquí o insistan en preguntarles de dónde son o les hablen muy despacio o gritando. Tengo derecho a no inquietarme temiendo que puedan ser más agredidos y más discriminados que los hijos de otras madres.

Durante años en España sacamos pecho porque no teníamos extrema derecha, maravillosa anomalía, decían. Puro espejismo dado que los discursos ultras y xenófobos estaban más que normalizados en el PP y en CiU. Los ciudadanos que no han sentido nunca el aliento fétido del racismo en la nuca creían vivir en un país muy distinto del que habitábamos quienes nos dábamos de bruces contra las barreras administrativas, sociales y laborales de la exclusión por origen. Ojalá haber vivido en ese lado y no en éste, donde cada milímetro de avance supone un esfuerzo contra elementos que los autóctonos ni siquiera pueden imaginar. Cuando después de la crisis de 2008 todos celebraban que aquí no había extrema derecha yo dejé de leer los comentarios que se vertían sobre cada columna que publicaba en otro periódico por resultarme insoportable la violencia racista que expresaban. Y no, no va en el cargo porque una cosa es que te digan “no estoy de acuerdo contigo” y otra muy distinta es que te manden cada día a tu país. Cuando surgió Vox, Santiago Alba Rico dio con una imagen genial para describir su nacimiento: era un prolapso del PP, algo que también se puede aplicar a Aliança Catalana con Junts. Ambas formaciones parecen ahora querer recuperar este desprendido sector de su electorado. Por eso olvidan que hay españoles (y catalanes) que estamos lejos de sentirnos fuera de peligro en nuestro propio país, más cuando alguien con tanto poder mediático como el presidente del PP señala públicamente a los extranjeros y los asocia con una peligrosidad inherente que se desprende del color de su piel o del número de aspiradas y guturales que tengan en sus apellidos. No, con racistas como éstos es imposible andar tranquila por la calle.

viernes, 26 de julio de 2024

"LOS MALOS NO NECESITAN PATERA". Jorge Matías, lavozdeasturias.es 25 JUL 2024

No hay justificación alguna para lo que ha sucedido en el Congreso con la reforma de la ley de Extranjería. Lo pueden pintar del color que les apetezca, pero no es más que racismo puro y duro. Para entendernos, hay mucha gente a la que le parece mal que vengan negros a España. Incluso el líder de la oposición, desde la moderación y el centrismo, vinculó alegremente esta semana la inmigración con las agresiones a homosexuales, mujeres y, se desprende de sus palabras, con la inseguridad en nuestras propias casas. Para el líder del partido que gobierna en docenas de ayuntamientos con la extrema derecha que niega la violencia machista y es abiertamente xenófoba, la presencia de negros en Canarias supone, ya ven, un peligro que no quiere ver en sus socios preferentes de gobierno allá donde puedan serlo, por mucha ruptura fake que pretendan vender. En el mejor de los casos, las derechas españolas optan por la ambigüedad cuando se trata de personas negras.

En el inframundo del malismo español, que es donde la derecha pretende pescar sus votos, están que muerden con el asunto de los menores africanos. Solo hay que leer los comentarios a las noticias al respecto en redes sociales. La fotografía de un policía español en Canarias con un bebé negro en brazos cosechó cientos de comentarios repugnantes y racistas sobre la criatura, augurando un futuro como agresor sexual y asesino para alguien que ni tan siquiera sabe en qué país está. Todos los comentarios iban desde la histeria hasta el miedo a que nuestra supuesta raza desaparezca. Racismo. Estoy convencido de que la gran mayoría de españoles no somos así, pero de un tiempo a esta parte, miles de personas saltan para no dejar lugar alguno a comentarios sensatos cuando vemos una foto como la del policía con el bebé. Es poco probable que esta actitud sea fruto de la indignación inmediata. Es algo seguramente planeado que, ahora sí, genera un efecto llamada de la idiocia y la maldad, envalentonando a los cobardes que a buen seguro, en su día a día, no tienen lo que hay que tener para hablar así de un bebé.

Es en este pozo de inmundicia donde Feijóo pretende pescar apoyos y votos, y es probablemente ahí donde quien sea que se encargue de esas cosas en su partido, ha buceado para transmitirle el camino en cuanto al supuesto problema de la inmigración. Las palabras del líder de la oposición sobre los migrantes a las que me referí más arriba no son más que las palabras liofilizadas de los racistas temerosos que pululan por las redes sociales y por las barras pegajosas y purulentas de los miles de bares de España. Cuando es tan difícil separar los discursos de quienes mandan de los discursos de quienes odian, tenemos un problema, y no es la inmigración. Mientras todo esto sucede, hay gente muriendo en el mar intentando alcanzar nuestras costas y gente esperando en el limbo a que estos señores de la oposición dejen de utilizarles como arma política sin importarles si se mueren antes o después de llegar. Es vomitivo.

jueves, 25 de julio de 2024

"CUANTO MEJOR, PEOR (PARA LA DERECHA RADICAL)". Ignacio Sánchez-Cuenca, El País

Enrique Flores

[...] De la misma manera en que a las izquierdas les perjudica la crisis de representación democrática, a las derechas, sobre todo a las radicales, les favorece (para ellas, “cuanto peor, mejor”). Al fin y al cabo, estas derechas propugnan mecanismos alternativos a la representación clásica, delegando en líderes fuertes que se burlan de los resortes institucionales de las democracias representativas. Esos líderes se supone que encarnan y defienden valores nacionales que los políticos tradicionales (de la derecha o la izquierda) han abandonado. No es que propugnen una vía revolucionaria, pero tampoco se someten a la lógica institucional. Proponen una solución intermedia (e inestable), basada en gran medida en el fenómeno de un hiperliderazgo liberado de restricciones institucionales.

Las derechas radicales capitalizan el descontento con la representación y prometen una política distinta, intransigente, sin complejos, dura, que permita superar la parálisis de la política institucional. Las izquierdas, en cambio, se encuentran en una posición incómoda y débil: no consiguen transformar el descontento económico en una palanca política porque no saben cómo resolver antes la crisis de la representación. Mientras no haya unos niveles superiores de confianza política e institucional, los programas de izquierdas tendrán grandes dificultades para ganar apoyos.

Esta manera de plantear el asunto permite entender por qué, a pesar de los problemas económicos a los que se hizo referencia al principio, es la derecha radical la que está consiguiendo ganar terreno en muchos países occidentales. Esos problemas económicos no son una invención, están ahí y muchos de ellos son urgentes, pero la solución no vendrá por la izquierda si tanta gente continúa pensando que los partidos y las instituciones están averiadas. Ese es el principal caldo de cultivo de la derecha radical, el descontento tan generalizado con la política. Y por eso mismo, la derecha radical invierte tanta energía en desprestigiarla.

miércoles, 24 de julio de 2024

"QUE NO PARE EL ESPECTÁCULO PEINADO". Esther Palomera, elDiario.es

Si Zola viviera y fijase su mirada sobre España, igual escribiría otra vez el célebre Yo acuso, un alegato contra la injusticia en el que denunció una trama de imposturas, manipulaciones y mentiras nutridas de un tosco patriotismo para condenar al capitán Alfred Dreyfus a la reclusión perpetua. Hoy el objetivo es Pedro Sánchez –no es Begoña Gómez– y el protagonista, el juez Peinado. Con él, la indefensión, el cuestionamiento del Estado de Derecho, los excesos del poder judicial, el papel de los medios de comunicación y la deformada opinión pública que mayoritariamente se informa a través de las pestilentes redes sociales. Todo suma y todo nos convierte en un país que empieza a dar miedo.

[...] Que Vox se recree por haber conseguido lo que se proponía no es ninguna sorpresa –“Gracias a Vox, Pedro Sánchez tendrá que declarar como testigo en las presuntas corruptelas de su mujer y no descansaremos hasta desalojar al clan corrupto que ocupa la Moncloa”–, lo indigno es que un partido como el PP, que un día fue partido de Estado, se sume a la casquería de la ultraderecha y haya pedido de inmediato la dimisión del presidente. El mismo Feijóo que exige la salida de Sánchez por una investigación aún no concluyente sobre su esposa es el que calla ante la permanencia en su cargo de la presidenta de la Comunidad de Madrid, cuya pareja –antaño, técnico sanitario y hoy, comisionista del mayor proveedor sanitario del gobierno regionalha confesado dos delitos de fraude fiscal y uno de falsedad documental y ha aceptado ocho meses de cárcel, además del pago de 491.000 euros.

martes, 23 de julio de 2024

"INQUISITIO GENERALIS CONTRA BEGOÑA GÓMEZ". Antonioi Maestre, elDiario.es

 La justicia española tiene poca capacidad para sorprendernos en los últimos años después de las causas generales contra Podemos, el independentismo y los movimientos sociales de izquierdas, pero con el proceso inquisitorial contra Begoña Gómez nos está dando una nueva lección de causa política sin garantías jurídicas que expresa sin ningún género de dudas la capacidad que tienen poderes no elegidos para imponer su voluntad. El proceso político contra Pedro Sánchez por la vía interpuesta de Begoña Gómez es un ejercicio disciplinante para que toda la izquierda vea de lo que son capaces de hacer y que no tienen límites para recuperar el poder.

[...] Las causas generales en España tienen una funesta historia y siempre tienen al mismo objetivo: disciplinar rojos. En el año 1940 el ministro franquista Esteban Bilbao y su sucesor, Eduardo Aunós, iniciaron la Causa general sobre la dominación roja, que tenía como finalidad castigar, disciplinar, laminar y ejecutar cualquier atisbo de permanencia de las ideas de la izquierda tras la Guerra Civil. El proceso penal sumario, sin ningún tipo de seguridad jurídica, no solo fue usado para acabar con cualquier semilla de progreso en España y reprimir a quien señalaron como enemigo, sino para fijar el relato franquista y una verdad degenerada que pervive hasta nuestros días y que fija que la derecha tiene el poder por designio divino mientras la izquierda es la peste y los males de la patria. La consciencia reaccionaria sobre la historia de España fijada en una causa general tiene el poder de legitimarles para iniciar cualquier proceso inquisitorial que tenga como resultado despojar del gobierno a todo aquel que ellos señalen con la mácula de rojo. Siempre hay un hilo negro tras la voluntad de nuestra derecha.

"NO TODO VAN A SER GOLES". Elvira Lindo, El País

Un grupo de chavales juega al fútbol en Rocafonda,
el barrio de Lamine Yamal. 
GIANLUCA BATTISTA

 [...] Hay que celebrar sin duda su éxito, pero me resisto a convertir una victoria deportiva en un símbolo patriótico. Entre otras cosas porque, como hemos visto en el espectáculo celebratorio de su hazaña, hay quien concibe la patria como un patrimonio excluyente. También hemos escuchado la idiotez suprema de hablar de diversidad nombrando a ghaneses, marroquíes, vascos, catalanes… En fin, ese no dejar nunca de ser los campeones del sufrimiento. Eso sí, con la mejor de las intenciones convertimos los alegres rostros de Nico y Lamine en símbolos del antirracismo, en el ejemplo más incuestionable de la defensa de la inmigración. Pero esa retórica es tramposa, porque pudiera parecer que la manera de frenar el impacto del racismo en el discurso público es justificando la entrada de inmigrantes como una manera de acoger a futuros deportistas de élite. Se diría que fiamos nuestro apoyo a que destaquen en algo que suele depender de unas condiciones naturales, a las que sin duda se añade el esfuerzo. Ese ha sido el campo que se les cedió a los negros americanos: el deporte, y también la música, aunque no haga mucho tiempo desde que se ha empezado a hablar de cómo se saqueó el talento negro a cambio de casi nada. Cuando vemos las imágenes del barrio de Lamine estamos contemplando muchas periferias de nuestras ciudades. Allí crecen los hijos de la inmigración, la mayoría destinados, en el mejor de los casos, a ser nuestra mano de obra. Lo sabemos muy bien. Sabemos también que ahogando los servicios públicos, sanidad, educación, les estamos forzando a soñar únicamente con hazañas deportivas, negándoles una futura condición de médicos, profesoras, científicas, políticos, abogados, gente de oficios. Es hora ya de defender una acción afirmativa. La presencia de los hijos o nietos de los inmigrantes es casi nula en cualquier representación pública, en la tele, en el mundo periodístico, en el cine. Ellos son la noticia y nosotros los que narramos sus vidas. Es hora de que lo cuenten con su propia voz. No todo va a ser marcar goles.


lunes, 22 de julio de 2024

"IDEOLOGÍA VS. RACIONALIDAD". Iñaki Domínguez, Ethic 17 JUL 2024

La ideología a menudo contradice la realidad, los hechos mismos y su objetividad. Frecuentemente, incluso, es diametralmente opuesta a esa realidad.

Desde finales del siglo XVIII cuando los ideólogos franceses acuñaron el concepto de ideología este ha ocupado un lugar central en el pensamiento político, sociológico, filosófico y antropológico. La ideología sería una herramienta del poder para moldear la conciencia colectiva y ajustar esta a los intereses del mismo; algo así como el filtro o sistema operativo que moldea nuestras conciencias. La ideología es ejercida y perpetuada a todos los niveles y escalafones sociales; digamos que se ramifica a todos los niveles y en todos los estratos sociales. Al igual que el «negro de la casa», del que hablaba Malcolm X, en contraste con el esclavo negro que trabajaba el campo, son a menudo los propios sometidos quienes velan por que el poder imponga su influencia.

Curiosamente, a día de hoy, es una supuesta izquierda la que vela por que la ideología y los poderosos impongan su discurso. Como afirma un meme de internet: «Activista de izquierdas cree luchar contra el sistema mientras su discurso coincide con el de las corporaciones, las universidades, la televisión y Hollywood». Como dijo Gil Scott-Heron en una famosa canción, hace ya mucho: «The revolution will not be televised» (la revolución no será televisada), siendo la televisión otro de los canales que favorece el discurso ideológico. La izquierda ha pasado, por medio de una transición dialéctica, a estar del lado del sistema, del poder, y sin tener conciencia de ello: se ha tornado presa de la ideología con gran ahínco y voluntad. Ya sabemos que tradicionalmente la izquierda ha sido contraria a las empresas farmacéuticas y, curiosamente, durante la crisis del covid ha apoyado sin freno alguno los intereses de tales corporaciones. Y lo cierto es que hay multitud de ejemplos similares. Podemos afirmar que la izquierda y su discurso ha sido cooptado por el poder, con gran éxito. Y ese cooptar, debo decir, es la mayor manera de desactivar y neutralizar a un antagonista político y social.

La ideología a menudo contradice la realidad, los hechos mismos y su objetividad. A menudo, incluso, es diametralmente opuesta a esa realidad. La ideología es un mecanismo antirracional, siendo el enfoque racional aquel que conduce a una vida libre (puesto que nos permite tomar decisiones mejores y más convenientes para nosotros). En el caso de la política, la coherencia sería una forma de ser libre, mientras la visión ideológica es incoherente. El sujeto que ejerce su voto ideológicamente carece de coherencia. Esta falta de coherencia es más que palpable tanto en la izquierda como la derecha. Un ejemplo es la visión que la izquierda a menudo tiene de la ciencia. La ciencia ha sido tradicionalmente baluarte de la izquierda, pero el pensamiento posmoderno, base ideológica de la izquierda woke, es contrario a la misma, haciendo de esta un constructo cultural. El discurso de izquierdas, por ejemplo, dice creer en la ciencia cuando habla de calentamiento global, pero no cuando habla de feminismo, por ejemplo, cuestionando la validez de la ciencia biológica al afirmar que todo es un constructo cultural.

La falta de coherencia de tal posición es manifiesta, puesto que la ciencia será válida en todos los casos, no solo en los que interesan a cada cual. La falta de coherencia es síntoma de un enfoque típicamente ideológico. La derecha, por su parte, habla hoy día de la libertad de expresión, cuando tradicionalmente no ha sido precisamente aliada de la misma. Da la sensación de que la derecha cree en la libertad de expresión cuando los contenidos de la misma favorecen un discurso más tradicional, etc. Lo mismo ocurre con el nacionalismo. La derecha ha sido nacionalista, patriota, en cuanto a la idea de España, pero no ocurre los mismo cuando se trata del nacionalismo catalán o vasco. En esos casos, la derecha habla de la enfermedad del nacionalismo y sus deletéreos efectos, de lo absurdo e irracional que es el nacionalismo. Aquí detectamos, de nuevo, una evidente falta de coherencia.

De nuevo, en el caso del covid, la incoherencia política era total, tanto en la derecha como en la izquierda. Un día la derecha afirmaba que Pedro Sánchez gobernaba una dictadura al tenernos encerrados y, al otro, decía que íbamos a morir por culpa del 8M y sus manifestaciones, puesto que supondría un contagio peligroso. Y lo mismo la izquierda, que celebraba el 8M o protestaba por la muerte de George Floyd generando grandes aglomeraciones humanas, para luego llevar las mascarillas y apoyar el confinamiento como medidas para proteger a los más vulnerables.

Lamentablemente, la mayor parte de la gente opera y vota ideológicamente, no de modo racional y coherente. La política se asemeja a un deporte como el fútbol, que mueve masas. La mayoría vota como votaría un fanático del Real Madrid o el F.C. Barcelona: desea que su partido político gane, como el aficionado desea que su club salga vencedor en la Champions League. Tal realidad no puede sino perjudicar a la ciudadanía como un todo, puesto que es esta la manera alienada y vasalla de votar y actuar; una modalidad de actuación contraria a la libertad, la coherencia y la razón.

viernes, 19 de julio de 2024

"BREVE HISTORIA DEL NACIONALISMO". Gonzalo Cachero, Ethic 17 JUL 2024

Las teorías que privilegian la nación sobre el Estado rara vez han sido progresistas. Hacemos un breve recorrido por las principales fechas y posturas filosóficas que han marcado históricamente al nacionalismo.

Decía Orwell que un nacionalista es «quien piensa únicamente, o principalmente, en términos de prestigio competitivo». De estar en lo cierto, la historia debería mostrar que los chovinistas han capitalizado la idea de que la nación es anterior al Estado. Sin embargo, el curso de los últimos dos siglos muestra una imagen algo diferente: en ocasiones, las ideologías universalistas también se han dejado seducir por este fenómeno político, que Hobsbawm definió como aquel en el que ciertos vínculos de lealtad hacia la comunidad «no solo son superiores a los demás, sino que en cierto sentido los sustituyen».

Para entender por qué conviene repasar su evolución. En líneas generales, el nacionalismo ha atravesado cuatro fases desde el surgimiento del Estado-nación como expresión de la soberanía que la burguesía alcanzó gracias a la Revolución Industrial y a la toma de la Bastilla. Su primera fase fue progresista, en la medida en que la apelación a la nación perseguía apuntalar las instituciones del incipiente liberalismo frente al privilegio feudal. Para derribar reyes, levantar parlamentos.

Sin embargo, pronto devino en una ideología fuertemente conservadora, cuando no reaccionaria. Si en las artes la continuación de la Ilustración fue el Romanticismo, los revolucionarios dieron paso, entre otros, a von Bismarck y Guillermo I, que fundaron el Estado alemán moderno sobrerrepresentando a los terratenientes y germanizando a polacos, daneses y franceses. Décadas después, un vienés como Zweig, víctima absoluta del nacionalismo, recordará que «lo trágico de la idea europea» es que no tiene «centro estable» y que el universalismo nada, por tanto, a contracorriente: «Siempre será más fácil reconocer lo propio que entender, con actitud y abnegación, lo del vecino».

La Primera Guerra Mundial permitió al nacionalismo mutar de nuevo. El año 1914 marcó el momento en el que permeó a todas las capas sociales, pues entre nación y clase, los proletarios se alinearon con lo primero. Y la Segunda concluyó con un movimiento opuesto que abrió una cuarta etapa: en pleno furor por la Reconstrucción, fueron las clases altas las que se hicieron internacionalistas.

De ahí que una parte de la izquierda, como cierta derecha durante el período de entreguerras y aun antes, asumiera postulados nacionalistas. Lo hizo como reacción y en un contexto en el que se estaban produciendo las descolonizaciones, que indagaban en la contradicción al incorporar componentes socialistas.

Desde entonces, esos postulados se han hecho más transversales que nunca, como anticipaba Arendt en la misma época en la que presentaba el nacionalismo, con sus amigos sionistas observando con atención, como «la perversión del Estado en un instrumento de la nación», consecuencia hobsbawniana que equivale a declarar que no hay ningún vínculo por encima de la decisión libre de la ciudadanía. Una intuición que, por cierto, coincide con lo que nos dijeron que era la Ilustración, pues si Dios ha muerto, es el ser humano quien escribe la historia.

jueves, 18 de julio de 2024

"UN NUEVO NOSOTROS". Un artículo de Pau Luque Sánchez, El País 17 JUL 2024

Raquel Marín
Hay pocas ideas más fascistas que aquella según la cual “los migrantes deben integrarse”

Pasó por fortuna desapercebida —situación que espero no revertir irónicamente con este texto— una iniciativa de Vox de hace unos meses en el Congreso al calor del ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023. Se trataba de una proposición no de ley que pretendía “suspender los expedientes de adquisición de la nacionalidad española, las autorizaciones de estancia y residencia y prohibir la entrada en España de inmigrantes procedentes de países de cultura islámica, en tanto no se pueda asegurar su correcta y pacífica integración en nuestro territorio”.

Siempre me ha desconcertado ese ataque de realpolitik que algunos sienten cuando la barbarie se expresa libremente. Me refiero a esa cosa del “No estoy de acuerdo con Vox, pero al menos no son políticamente correctos: si los terroristas son de origen islámico hay que decirlo, hay que decir la verdad”. Cuando los bárbaros con tribuna institucional hablan como tales estigmatizan a los migrantes (o hijos o nietos de migrantes) de origen árabe, incluso aunque no practiquen el Islam. Y, al hacerlo, comienza ese sutil y difuso proceso de legitimación de eventuales agresiones, pues si las instituciones amparan la degradación de las personas mediante el lenguaje, ¿qué impide a las personas de a pie completar la tarea y degradarlas más allá del lenguaje?

Tampoco querría conducir yo a equívocos. No extender la sospecha sobre personas que tienen determinados rasgos o hablan ciertas lenguas o rezan a un dios específico no garantiza que los políticos no sean racistas ni xenófobos. Lo único que garantiza, estrictamente hablando, es que sean hipócritas, porque bien pueden estar diciendo cosas en las que no creen. ¿Pero saben qué? La hipocresía es una virtud civilizatoria. Conseguir que los bárbaros no hablen como bárbaros es deslegitimar su forma de hablar. Y deslegitimar su forma de hablar es, sobre todo cuando cuentan con un atril en el Congreso, un primer paso civilizatorio. Se dirá que no es mucho. Pero al negarnos a aceptar que los bárbaros hablen como si la barbarie fuera una alternativa como cualquier otra, estamos exigiendo que las instituciones nos protejan, como decía Judith Shklar, contra el miedo. Un objetivo modesto, pero nada banal.

La propuesta no de ley de Vox, sin embargo, contenía algo más inquietante. Me refiero a la idea de la “correcta y pacífica integración” de los migrantes. Una de las razones por las que Vox creció como creció se debe, me temo, a que Vox es explícito y enfático con tal idea, que genera un amplio consenso. Y es que, ya se sabe, ellos sí dicen “la verdad”, ellos sí dicen, en fin, lo que supuestamente todo el mundo piensa.

Bien, pues se me ocurren pocas ideas sustantivamente más fascistas que aquella según la cual “los migrantes deben integrarse”. Y es que para pedir a alguien que se integre hay que creer que tenemos más derechos que quien llega de fuera simplemente porque nosotros estábamos antes que tú en esta tierra. Por ejemplo, tenemos el derecho, del que tú careces, de pedirte que renuncies a tu forma de vida y te conformes a la nuestra. O sea, que te integres.

Para quienes creen en el deber de integrarse, el migrante carece de autonomía y agencia: no tiene derecho a armar su vida como considere oportuno; tiene que mimetizar las conductas locales, o, si no queda otro remedio, debe al menos modificar su forma de vida de manera tal que esta sea compatible con aquéllas. Así que el deber de integrarse que tienen los migrantes es correlativo al derecho que tienen los locales de exigir que los migrantes renuncien a ser quienes son únicamente en virtud de ser eso, locales.

Este tipo de nacionalismo es una forma incluyente de nacionalismo, pues al menos admite la entrada de algunos migrantes, siempre y cuando paguen el peaje de que los locales elijan cómo los migrantes deben vivir o qué lengua deben hablar. Y yo me pregunto: si un nacionalista incluyente ya niega toda agencia y autonomía a los migrantes, ¿qué clase de Belzebú es un nacionalista excluyente? (Esto conduce a otra pregunta: ¿no es toda forma de nacionalismo defensivo una forma de nacionalismo agresivo a ojos de quien ocupa, en cada contexto, el último lugar en la cadena trófica de las identidades nacionales?)

La idea de la integración es desagradable ya en abstracto. Pero si uno aterriza en la historia y se da cuenta de que los países que más legitimados se sienten a exigir la integración suelen ser países con un pasado colonialista, entonces la situación se vuelve grave aunque no muy seria. Resulta que los herederos de quienes han colonizado tierras durante siglos ahora exigiremos a los herederos de las tierras colonizadas que acepten definitivamente que nosotros siempre tuvimos razón. La idea de la integración es tal vez la más perversa y refinada expresión de Europa, y más en general de Occidente, concibiéndose a sí mismo como el ombligo del mundo. Es como si tuviera lugar una pelea en el patio de la escuela en que un niño le pega una somanta de palos a otro y, cuando lo tiene finalmente sometido, le pregunta: “¿Verdad que soy el más civilizado, el más culto y el más racional?”.

Pero lo más perturbador de la idea de la integración es que se niega a negociar un nuevo nosotros político. Pedirle a los migrantes que se integren es querer dejar intacto quiénes somos políticamente, cosa en realidad imposible y, sobre todo, indeseable cuando se cruzan formas de vida. La idea de la integración es intrínsecamente reaccionaria porque intenta congelar para siempre un “nosotros” que, por otra parte, muy probablemente nunca ha existido. Respetar políticamente a los migrantes es darles carta de ciudadanía, o sea regularizarlos. Pero, además, es interpretar su llegada como el detonante de la obligación de reconfigurar ese nosotros político.

Los nacionalismos occidentales vienen a plantearnos un dilema que apesta a solemnidad en cada uno de sus cuernos. O bien los migrantes se integran o bien serán las sociedades occidentales las que se desintegrarán. Pues no. Lo único que por suerte se desintegra si los migrantes no se integran es la fantaseada nación centenaria o milenaria. Los nacionalistas nos quieren persuadir de que la sociedad se reduce a la nación. Nada más falso. Un migrante que no se integra es una feliz ofensa para la nación, pero no para la sociedad. La supervivencia de una sociedad no depende de que los migrantes se integren, pero sí de renegociar el nosotros político.

Siendo yo un aficionado muy moderado a las metáforas futbolísticas, resulta irresistible acudir a la selección española de la Eurocopa 2024 para hablar del nuevo nosotros al que la migración obliga. Resulta que el mejor jugador catalán, Lamine Yamal, desdibuja lo que el nacionalismo catalán dice que es un catalán como dios manda: su imaginario sentimental está filtrado por su barrio, Rocafonda (Mataró), no por la nación catalana. Y resulta que el mejor jugador vasco, Nico Williams, desdibuja lo que el nacionalismo vasco dice que es un vasco como dios manda: dijo a finales de 2022, con la sonrisa de un pillo, que su nivel de euskera es cero. Resulta, además, que los dos mejores jugadores de España son precisamente ese catalán y ese vasco, cosa que desdibuja lo que el nacionalismo español dice que es un español como dios manda. La selección española simboliza el feliz triunfo de la sociedad española y la derrota de la nación española. Es la alegoría de un nuevo nosotros.

Pau Luque es investigador en la UNAM. Su último libro es Ñu. Un problema para cada solución (Anagrama).


miércoles, 17 de julio de 2024

"EL GOLPE DE MANO DEL PP". Rosa María Artal en elDiario.es

[...] Ha sido la mayor demolición programada de un partido político y sus líderes, persona a persona. Espiando, inventando delitos porque no había siquiera atisbo de irregularidades. Perpetrada por el Partido Popular, una formación plagada, por el contrario, de sombras de corrupción y de una serie de colaboradores decisivos que aumentan su peligrosidad. Lo sabíamos. Se publicó. Y pasan los años y se engrosa el emplasto. Y la mayor parte de la gente se hace de nuevas en cada vuelta al ovillo. Y el asunto no se resuelve. Que el golpe de mano de Vox al PP no nos haga olvidar el que dieron los populares a la democracia española con miembros pervertidos de su policía lanzados contra Podemos.

[...] Las cloacas del Estado impulsadas por el PP están en marcha. Van incluso a una comisión del Congreso en 2016, pero es como si nada. El lawfare contra Podemos se va desatando de forma salvaje. Hoy sabemos por las pruebas que investiga el juez Pedraz –que admitió a trámite una querella del partido– que el PP desató un espionaje contra Podemos como si realmente temblara el Estado, cuando temían por sus dividendos y sus trampas y eso en la España corrupta se paga muy caro. Hasta en costes personales.

[...] Este largo periodo en el que tantas cosas han cambiado deja imágenes y hechos amargos. Aquel desafío de Grecia por dejar la tijera para paliar la crisis humanitaria de su población era solo el precedente de un liberalismo salvaje con sello de ultraderecha. A ella nos abocan los cómplices de todos los desmanes. Lo hacen cuando se niegan a oír las voces de la razón que pide la sociedad decente o cuando desde política y medios secundan prácticas como las que esta derecha española usa para sus fines.

lunes, 15 de julio de 2024

"El antiintelectualismo en Estados Unidos-" Un artículoI. Asimov, 1980

Isaac Asimov describe lo que él llama «un culto a la ignorancia», en su columna de opinión del 21 de enero de 1980 para la revista Newsweek

Es difícil discrepar con esa vieja sentencia que justifica la libertad de prensa: «la gente de Estados Unidos tiene derecho a saber». Casi parece una crueldad tener la ingenuidad de preguntar «¿Derecho a saber qué? ¿ciencias?¿matemáticas?¿economía?¿lenguas extranjeras?».

Nada de lo mencionado, por supuesto. De hecho, uno bien podría suponer que el sentir popular es que los estadounidenses están mucho mejor sin esas menudencias.

En Estados Unidos hay un culto a la ignorancia, y siempre lo ha habido. El antiintelectualismo ha sido esa constante que ha ido permeando nuestra vida política y cultural, amparado por la falsa premisa de que democracia quiere decir que «mi ignorancia vale tanto como tu saber».

Habitualmente, los políticos se han esmerado en hablar la lengua de Shakespeare y Milton lo más antigramaticalmente que han podido, tratando así de evitar ofender a sus oyentes dándoles la impresión de haber ido al colegio. Así, Adlai Stevenson, que inocentemente dejó entrever cierta cultura e inteligencia en sus discursos, vio como el rebaño de los estadounidenses afluía hacia un candidato a la presidencia que inventó su particular versión de la lengua inglesa y que, desde entonces, no da tregua a los cómicos que lo imitan.

George Wallace, en sus discursos, solía hacer leña del «intelectual relamido», y era digno de ver con qué clamores de aprobación respondía a esa expresión su relamido público.
Expresiones muy usadas

Ahora los oscurantistas tienen una nueva consigna: «¡No confíes en los expertos!». Hace diez años era «No confíes en nadie que tenga más de 30 años». Pero los que aireaban tal consigna vieron que la alquimia inevitable del calendario los acabó volviendo a ellos unos treintañeros indignos de confianza, y parece que decidieron no volver a cometer ese error jamás. «¡No confíes en los expertos!» es algo que se puede decir sin ningún peligro. Nada, ni el paso del tiempo ni la exposición a la información, los convertirá en expertos en nada de provecho.

También está en boga otra palabra con la que se da nombre a todo aquel que admira la aptitud, el conocimiento, la cultura y la capacidad, y que desea que se extiendan. De ese tipo de gente decimos que son «elitistas». Es la palabra más jocosa jamás inventada, ya que los que no pertenecen a la élite intelectual no saben qué es un «elitista» o cómo se pronuncia la palabra.(1) No bien alguien grita «elitista» se hace evidente que dentro de esa persona se esconde un elitista que siente remordimiento por haber ido al colegio.

De acuerdo, olvidémonos de mi ingenua pregunta. Cuando decimos que la gente de Estados Unidos tiene derecho a saber, no nos referimos a cosas elitistas. Lo que tiene derecho a saber es, vagamente, algo así como «lo que pasa». La gente de Estados Unidos tiene derecho a saber «lo que pasa» en los tribunales, en el Parlamento, en la Casa Blanca, en los consejos industriales, en las agencias reguladoras, en los sindicatos; ahí donde tienen asiento los poderosos.

Muy bien, estoy de acuerdo. ¿Pero cómo se va a conseguir que la gente sepa todo eso?

Si nos dan libertad de prensa y nos dan periodistas que quieran investigar, que sean independientes y valientes; no cabe duda de que, cuando haya algo importante que saber, la gente lo sabrá.

Claro, ¡siempre y cuando la gente sepa leer!

Resulta que el leer es una de esas cosas elitistas a las que me refería; y una mayoría de estadounidenses, desconfiando como desconfían de los expertos y despreciando como desprecian a los intelectuales relamidos, no sabe leer y no lee. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 14 de julio de 2024

"NI CIERRAN LA PUERTA, NI SE VAN". Violeta Assiego en elDiario.es

[...] La ruptura de Vox con el PP en los gobiernos regionales es una instrumentalización más de la extrema derecha para tratar de acaparar atención y votos a su discurso abiertamente xenófobo y racista, pero también le está sirviendo al PP para aparentar hacer lo que no está haciendo, que es ser solidario con las infancias que migran solas. Los datos lo dicen en las CCAA donde gobierna; es más, sus políticas hacia estos jóvenes (especialmente en la comunidad de Madrid) son las que ahondan en el estigma y les empujan a la exclusión social, obviando toda normativa de derechos humanos y de derechos de infancia y de adolescencia.

La inmigración no es un problema, el problema son los que señalan la inmigración como problema con la única finalidad de alcanzar, mantener y monopolizar el poder ejecutivo pasando por encima de valores de convivencia, humanización y pluralidad, queriendo embrutecer a la ciudadanía para que piense y actúe de forma simplista y visceral. De eso va la ruptura de Vox con el PP, de poder. Los niños, niñas y adolescentes que migran solos son su chivo expiatorio. Mientras, quieren instalar el odio y la mentira. Esa gente sobre la que siembran sospecha es la que sale todos los días a trabajar a sus casas, sus campos, sus restaurantes, sus bares, sus jardines, sus salones de belleza... Gente digna que quiero y tengo como vecina porque la sociedad es nuestra, de todos, como exactamente lo son las y los niños, las y los adolescentes que necesiten apoyo, acompañamiento, que busca oportunidades, vengan de donde vengan. Son nuestros, de todos.

sábado, 13 de julio de 2024

"Feijóo, a por el liderazgo de la ultraderecha". Rosa María Artal en elDiario.es

La campaña es por el liderazgo de la ultraderecha. Y de la trampa también, porque van estrechamente unidas. El PP, muy activo estos días en sus soflamas, ha tenido el valor de criticar hasta las medidas que la troika obligó a tomar a Zapatero cuando las secuelas del crack del 2008. Le conminaron a rebajar algunas de las mejoras sociales que había impuesto, en las pensiones por ejemplo. Cada vez que España sufre una crisis, el PP le da una puñalada trapera. La mundial del sistema financiero, del capitalismo, nos la hicieron pagar a los países del sur: Grecia, Portugal y España. Rajoy, lejos de ayudar a su país, pidió más caña. Al llegar al poder perpetró el rescate bancario a fondo perdido y enormes recortes al Estado del Bienestar. Nunca hay que olvidar que también van unidos la derecha extrema y los recortes sociales.

"LOS SILLONES". Luis García Montero en El País

Una de las estrategias más utilizadas con el fin de desprestigiar la política es la de presentar a los responsables públicos como seres aferrados a un sillón. La literatura daba protagonismo al verbo aferrar cuando quería aludir a las barcas unidas entre sí para evitar que se las llevase la marea. Pero el verbo ha caído hoy en manos de los que dibujan la política y el Estado como un hervidero de egoísmos, corrupciones y arrogancia. Ya no se trata de exigir la dimisión de quien comete un delito, sino de caricaturizar a todo aquel que no pertenezca al propio bando. Aunque lo respalde una mayoría parlamentaria, aunque la situación económica vaya bien, aunque estén sosegados algunos procesos graves en el interior de la identidad española, el Gobierno se mantiene porque su presidente, sus ministros y sus diputados quieren aferrarse al sillón. Y las acusaciones se generalizan.

[...] Yo comprendo que no necesiten aferrarse a sus sillones los políticos que representan el interés de las grandes fortunas. Ya se encargan los empresarios, las multinacionales y los bancos de exigir que no se paguen impuestos y que no se invierta el dinero público que quede en derechos civiles e igualdad. Pero los partidarios de la política social, no tienen mejor manera de hacer política que gobernar, aferrarse al sillón que permite defender la sanidad pública, los salarios, las pensiones y los derechos humanos. Quizá se les puede pedir que hagan más en favor de la democracia social, pero desde luego mejor que no se vayan.

viernes, 12 de julio de 2024

"ESTADO DE DERECHAS". Un artículo de Daniel Innerarity en El País

[...] El hecho de que la Constitución Española califique como “social y democrático” al Estado de derecho no es mera retórica. Si queremos hacerlo valer en todas sus dimensiones, es necesario combatir también aquellas condiciones estructurales que implican alguna forma de dominación, cuya eliminación es también un objetivo de las leyes. El concepto de Estado de derecho exige el sometimiento de los poderosos al derecho y, por tanto, la protección a quienes carecen de poder. Por eso ha podido evolucionar desde una mera defensa de la propiedad a un instrumento de democratización y avances sociales. La actual resignificación implica un reduccionismo que revierte esta evolución. En vez de hablar de permisos de entrada para quien busca asilo, se discute sobre el orden en las fronteras; los debates sobre los controles policiales deslegitiman la crítica a los aparatos del Estado; las causas de la criminalidad no se abordan con medidas políticas y sociales sino exclusivamente con criterios de seguridad. Este es un terreno abonado en el que se mueve a sus anchas la ultraderecha. La mejor manera de combatirla es rechazar su marco discursivo y defender un “imperio de la ley” que se ponga también al servicio de la generación de nuevos derechos, con ocasión del creciente pluralismo social o a la hora de abordar crisis que no estaban previstas en el ordenamiento jurídico del siglo XIX.
[...] Un caso nada ejemplar de hasta qué punto el poder judicial asume unas funciones que, como mínimo, deberíamos calificar de poco liberales, es la judicialización del conflicto catalán. Tal vez estemos padeciendo ahora, bajo la forma de resistencia e incluso insumisión de algunos fiscales, el haber puesto en manos de los jueces la resolución de un asunto que requería un abordaje político y que fue manejado en clave de un Estado de derecho que se defiende y no en el marco de una democracia que garantiza el pluralismo político, delibera y negocia. Ciertos poderes del Estado, en la judicatura y la policía, se han convertido en militantes que creen haberse quedado solos en la defensa de la nación. Afortunadamente en Europa se mantiene una concepción más liberal y garantista del derecho, como se ha visto en el rechazo a la extradición o al oponerse a calificar como delitos de terrorismo las protestas que tuvieron lugar en los momentos álgidos del procés.

jueves, 11 de julio de 2024

"¿Cuál es la libertad que defienden Milei y Ayuso?" Contesta Juan Manuel de Prada en una entrevista en elDiaro.es

Es la libertad sin más reglas que ella misma, que es falso. Estás engañando a la gente. La libertad siempre tiene límites. Las cosas son buenas o malas, no puede haber libertad para elegir el mal. La puedes tener en tu casita pero no en la polis. No hay libertad para defraudar, para dejar que los pobres se pudran, para que a la escuela solo vayan los ricos. No sé qué tipo de ideas se quieren infiltrar en la gente.

Es el aspiracionismo, hacer creer a los pobres que no lo son, que se sientan empoderados. Que piensen que hay una chusma peor que ellos a la que no tienen por qué ayudar. Da la impresión de que todos estos debates se quieren abreviar. Te dan el catecismo para que aceptes el pack. Te cuelgan la mochila y ya eres de los suyos. Yo no quiero ponerme ninguna mochila.

miércoles, 10 de julio de 2024

"VIAJE A LAS MIRADAS". Irene Vallejo. El País JUN 2024

Fernando Vicente

Los grupos humanos tienen en común lo que inevitablemente los enfrenta: la tendencia a creerse mejores. La convivencia necesita gente elástica

Viajar no es difícil, lo difícil es atreverse a habitar la extrañeza. Visitamos países y paisajes, calles y templos, construcciones sostenidas por un andamiaje de conceptos y una urdimbre de deseos: en todo lo que miramos anidan símbolos. No basta pasear los lugares, hay que pensarlos. El auténtico viaje exige emigrar de nuestras arquitecturas interiores y ablandar el caparazón perezoso de los tópicos. En nuestras tercas cabezas hay marcos mentales que no vemos, porque los confundimos con lo evidente, lo lógico, lo natural. En realidad, todos somos estrafalarios. Acostumbrados a nuestras rarezas, las hemos bautizado como normalidad.

El libro más antiguo de historia universal nació de las manos de un viajero griego. En sus aventuras por tierras lejanas, Heródoto observaba, todo ojos, con asombro y avidez. Sus monumentales Historias son, en el fondo, una reflexión sobre las diferencias entre oriente y occidente. Desde la atalaya de Grecia, las grandes potencias se erguían amenazantes al este. Contemplada desde Persia o China, lo que hoy llamamos Europa era un territorio oscuro y atrasado, el salvaje oeste. Frente a discursos que enaltecen supuestas glorias pretéritas, conviene recordar con humildad que hubo un tiempo en el que, oficialmente, los insignificantes, periféricos y bárbaros éramos nosotros.

En su ensayo The Geography of Thought, el psicólogo social Richard E. Nisbett sostiene que, modelados por una diferente educación, filosofía, ejes y referentes, el mundo que pensamos —e incluso lo que vemos— en oriente y occidente es distinto. El origen de esas mentalidades contemporáneas sería milenario, y remontaría a las culturas china y griega. Obviamente, esas líneas divisorias son imaginarias, y cualquier teoría de este tipo generaliza y simplifica, pero explorar los territorios limítrofes arroja ciertas luces sobre el complejo paisaje que nos rodea, con sus eternos encuentros y desencuentros en las fronteras del pensamiento.

En Epidauro sobrevive todavía un teatro griego capaz de albergar más de 10.000 personas. Esculpido en la ladera, domina una vista fascinante de las montañas. La acústica es tan refinada que permite oír desde cualquier parte del graderío incluso el roce de las túnicas sobre el escenario. Durante los siglos de esplendor, los griegos estaban fraguando en aquellos teatros una precisa concepción del mundo, sostenida en el conflicto y el debate apasionado, personajes indómitos y choques de voluntades. En esas obras literarias, también en la filosofía, los griegos construyeron un fuerte sentimiento de identidad individual e inmutable.

Por el contrario, para Nisbett, la mirada oriental busca la armonía colectiva. Los chinos se reconocían miembros de comunidades y suma de pertenencias: el clan, la aldea y, ante todo, la familia. Los confucianos creían que no existe el yo aislado, abstracto. Les resultaba extraño pensar a la persona escindida de la naturaleza, del contexto, del grupo: soy la totalidad de rostros que muestro ante los demás. Esa polifonía explicaría las múltiples capas de nuestra conducta. Mientras las cerámicas griegas muestran imágenes de batallas, competiciones deportivas y banquetes, los pergaminos y porcelanas de la antigua China representan escenas de actividades familiares y placeres rurales. Frente a la rotunda lógica de Aristóteles, para quien “una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo”, Confucio y Lao Tse encontraban sabiduría en lo contradictorio, los ciclos y el cambio perpetuo. Según el taoísmo, “la verdadera perfección parece imperfecta, la verdadera plenitud parece vacía, la verdadera sabiduría parece estupidez, lo más delicado del mundo puede con lo más duro”. A sus ojos, nuestros destinos son efímeros y solo el viaje es constante. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 6 de julio de 2024

“El poder judicial desempeñó un papel análogo al de los militares contra la II República”. RUBÉN PÉREZ / PROFESOR DE HISTORIA DEL DERECHO. Gorka Castillo. CTXT, 3/07/2024

Docente de Historia del Derecho en la Universidad de Granada y con un máster en Derecho Constitucional por la de Sevilla, Rubén Pérez Trujillano (San Roque, 1991) habla de su libro Jueces contra la República: el poder judicial frente a las reformas republicanas con una ternura y discreción que puede llegar a ser conmovedora. Y no tiene motivos para ello porque es una inédita radiografía en alta definición del sabotaje judicial que padeció la II República desde el minuto uno de su nacimiento por parte de un estamento disidente y conspirador que, amparado en su función de contrapoder, actuó con todos los recursos a su alcance contra aquel proyecto de Estado laico y profundamente social. Pérez Trujillano desbroza decenas de sentencias dictadas por jueces y magistrados de distintas audiencias y tribunales del país en temas decisivos entre los convulsos años treinta y el golpe franquista que, este sí, liquidó definitivamente los sueños de libertad en España. “Se ha escrito mucho del ruido de sables pero poco del de togas. El Poder Judicial desempeñó un papel análogo al de los militares para acabar con la II República”, asegura. La semejanza que pueda encontrarse entre aquellos magistrados y los que hoy imparten justicia no es una coincidencia. “En ambos casos se aprecia la existencia de operadores jurídicos que anteponen su concepto de ‘unidad patriótica’ y sus valores ideológicos al derecho, las libertades y los poderes democráticamente elegidos”. Sentencia.

En su libro analiza el papel que desempeñó la justicia ante las reformas políticas que emprendió la II República. ¿Cuál fue su comportamiento?

Si algo caracterizó a la República es que estableció un régimen constitucional en sentido estricto. Es decir, la Constitución aprobada en 1931 tenía un valor normativo que debía ser aplicado por una administración de justicia al que se reservó un papel decisivo en la construcción institucional del nuevo Estado. Los jueces y fiscales, por lo tanto, estaban llamados a desempeñar un protagonismo estelar en el cumplimiento, custodia y protección de toda la batería de derechos que, por primera vez en la historia, se empezaban a reconocer a la ciudadanía española. Hablo del laicismo, del autonomismo regional, de la función social de la propiedad de la tierra, del divorcio. Por lo tanto, el Poder Judicial fue el gran interpelado de la II República. Sin embargo, su decisión fue no acompañar esos cambios.

Algunos podrían decir que la República intentó utilizarlo, que no respetó su independencia. Usted apunta que actuó como una fuerza opuesta a las reglas y principios del nuevo régimen.

La Constitución republicana estableció que la justicia debía ser un poder público con independencia funcional pero también que estaba supeditada a ella. Esta observación no gustó a buena parte de la magistratura que consideró que, detrás de esa subordinación constitucional, se escondía un intento de someterla a la voluntad del gobierno. Personalmente, no creo que fuera así. Hay muchas pruebas de que actuó, efectivamente, como una fuerza opositora a las reglas republicanas y democráticas que intentaba implantar el nuevo régimen.

¿Por qué se convierte en un poder disidente?

Porque la mayoría de los jueces seguían aferrados a una manera de aplicar el Derecho y de entender el poder claramente preconstitucional. En su cultura jurídica primaba un orden superior de valores que podían coincidir o no con el ordenamiento constitucional republicano. De esta manera, terminaron vaciando la relevancia normativa de la Constitución del 31 y la dejaron reducida a un texto meramente orientativo.

Indudablemente, este comportamiento produjo graves contratiempos al reformismo republicano que necesitaba a la justicia para hacer cumplir y proteger los nuevos derechos. Yo diría que el poder judicial cortocircuitó el régimen. Se ha escrito mucho del ruido de sables pero poco del ruido de togas que socavó la República española. CONTINUAR LEYENDO

Descarga Jueces contra la República: el poder judicial frente a las reformas republicanas aquí.

martes, 2 de julio de 2024

"POR MUCHA ACTITUD POSITIVA QUE TENGAS, SI TIENES UNAS CONDICIONES INJUSTAS, SEGUIRÁN SIENDO INJUSTAS". Entrevista a Eduardo Vara en Ethic

Trabajo, sacrificio y vocación. En torno a estos tres pilares pivota el libro de Eduardo Vara Maldito trabajo. Sobrevivir a la cultura del sacrificio y repensar la vocación(Ariel, 2024), en el que explica cómo el culto al trabajo se ha convertido en la religión del siglo XXI. Además, aborda las estrategias que el sistema utiliza para hacer competir a unos trabajadores frente a otros y por qué la idea de mejorar constantemente es una amenaza. Vara ahonda en cuestiones como el salario emocional, la meritocracia y el positivismo tóxico y propone ideas para mejorar el mundo laboral.

Las tesis presentadas en el libro giran en torno a un mismo concepto: el culto al trabajo. ¿Qué es exactamente? ¿Siempre ha existido?

Es la actitud que tenemos en entornos laborales en los que nos entregamos como si de una divinidad o ideal sacralizado se tratara. No es que estemos dispuestos a esforzarnos, lo que es algo natural, sino que vamos más allá y nos sacrificamos por ello, y a veces al hacerlo rozamos los límites de lo aberrante. Cuando nos sacrificamos, asumimos pérdidas o nos perjudicamos a nosotros mismos porque ponemos por delante algún tipo de cosa idealizada. Siempre ha existido la necesidad de esforzarse, incluso en sociedades neolíticas existía el hecho del sacrificio. En las sociedades jerarquizadas actuales se ha decidido, de alguna forma, que unas personas tienen que sacrificarse más que otras. Desde el principio, se empezó a ver cómo ciertos seres humanos prefieren acaparar los recursos y mantener su nivel de estatus por encima del de otros en una especie de competición en espiral en la que hay ganadores y vencidos.

Utiliza su experiencia personal como pediatra en un centro público de Atención Primaria de Barcelona durante la pandemia para explicar la aparición de los primeros síntomas de depresión y ansiedad. ¿Supo desde el primer momento que se debían a causas externas o se culpó de ello?

Yo me llegué a culpar como lo hace la mayor parte de los trabajadores cuando no llegan a lo que se supone que tienen que llegar. Aquí permea la idea de que el trabajador bueno es el mártir, el que se entrega más allá de sus posibilidades por el bien común. Este tipo de mentalidad está muy presente, por desgracia, en muchos trabajos. Especialmente, se ve en la sanidad y, más concretamente, en la atención primaria. Falta personal, recursos, incluso espacios, pero el sanitario tiene que tener una sonrisa y tragarse sus propios sentimientos y la frustración para ser buen trabajador.

El trabajo, directa e indirectamente, también permea nuestro ocio. Dice que nos enfangamos en el «juego del postureo social» y usamos nuestro tiempo de descanso «como un ámbito más en el que compararnos con nuestros semejantes y medir el estatus ajeno y el propio en función de lo que podamos permitirnos con el rendimiento de nuestro trabajo». ¿Qué papel juegan las redes sociales en esto?

Las redes sociales son una de las maneras más eficaces para el sistema de dominarnos porque juegan con nuestra autoestima y nos hacen creer que quienes nos ven son jueces neutrales sobre quiénes somos. Las redes sociales se han convertido en una de las vías por las cuales el estatus, las aspiraciones laborales, querer dar una buena imagen o proyectar lo mejor de nosotros nos han hecho competir, formando parte de esa espiral. Los seres humanos siempre han tenido ese instinto de clasificación. A nivel del neurodesarrollo, sabemos que hasta los niños de 5 años saben utilizar las mentiras sociales. Por ejemplo, halagan más un dibujo de alguien que conocen que el de otras personas. Las redes sociales han potenciado todo esto ya que impulsan el juego social de intentar aparentar.

En el libro también habla de los servicios de mentoría o coaching que entrenan las soft skills. Este concepto fue creado por la Armada estadounidense a finales de los años 60. ¿Qué efectos ha tenido en el mundo laboral? ¿Va en contra del trabajador?

Dentro de los servicios de mentoría hay muchos profesionales y perfiles. El problema está en aquellos que no tienen una formación específica o que solo reproducen ese positivismo tóxico de frases hechas como «si te esfuerzas, lo conseguirás» o «debes cambiar tu actitud para que las cosas mejoren». En realidad, no todo depende del trabajador. Por mucha actitud positiva que tengas, si tienes unas condiciones injustas, seguirán siendo injustas, y es eso contra lo que hay que luchar.

El salario emocional es algo que cada vez está más presente en el ámbito laboral.

Desde un punto de vista neurocientífico, las áreas de recompensa del cerebro se activan por los halagos, cuando nos dicen lo valiosos que somos. Eso activa una descarga equivalente a cuando recibimos un salario. El problema del salario emocional llega cuando, a costa del mismo, se les niega a los trabajadores esa parte más mundana y material de tener una recompensa justa en forma de retribución. Si solo recibes halagos, pero pasas hambre, o no puedes conciliar el sueño por las noches del estrés, y a la hora de la verdad la empresa te machaca, los halagos acaban perdiendo su fuerza. De hecho, los trabajadores que normalmente las empresas consideran más adaptables y mejor integrados suelen ser aquellos que están mucho más sobrecargados. Al final, vemos que esta dinámica de las «habilidades blandas» y del salario emocional conduce a la sobrecarga del trabajador. CONTINUAR LEYENDO

"¿Es la defensa del Parque de las Ciencias [de Granada] un asunto de izquierdas? Artículo de Opinión por Juan Mata publicado en "El Independiente de Granada" el 30 de Marzo de 2025

Maqueta del Parque de las Ciencias que se exhibe a la entrada del muse Hace unos días, un amigo me dio a conocer el comentario de un conocid...