miércoles, 21 de mayo de 2025

"CONTRA EL ANTIWOKISMO". Daniel Innerarity, El País 25 FEB 2025

RAQUEL MARÍN
La idea de que por todas partes nos acecha el poder de una minoría sirve para justificar ideológicamente el poder de la mayoría, o sea, el de siempre

El organizador de los Juegos Olímpicos de Tokio en 2021 afirmó que no se debía aumentar el número de mujeres en el comité organizador porque “las mujeres hablan mucho en las reuniones”. ¿Estamos ante una constatación sociológica o ante un modo de hablar ofensivo? El hecho de que exista un nuevo consenso social acerca de la igualdad de hombres y mujeres que implica un modo de referirse a ellas, ¿es una imposición injustificada o un valor que hay que proteger también evitando las formas de hablar que implican una falta de respeto y con las que se justifican ciertas exclusiones? Aquel varón habría sido hoy criticado y seguro que se defendería denunciando una persecución woke.

En ocasiones se critica el wokismo, no para impugnar alguna de sus exageraciones, sino con la intención de deslegitimar el cuidado a la hora de referirse a los demás y cuestionar la voluntad de inclusión. No hace falta estar de acuerdo con algunas de sus manifestaciones más exageradas para compartir el objetivo que anima la exigencia de respeto e igualdad. Comencemos analizando la maniobra: el antiwokismo exagera los peligros que para la libertad tiene una determinada cancelación y así minusvalora la falta de libertad estructural para las minorías que el wokismo quiere denunciar. De la anécdota se concluye en la categoría, con un par de exageraciones se pasa a ridiculizar todo un movimiento y, lo que es más importante, a minusvalorar el tipo de discriminaciones sobre las que trata de llamar la atención y combatir. En ocasiones la libertad de expresión que se reclama es selectiva y uno desea gozar del derecho a decir cualquier cosa, también en defensa de quienes sostenían un estado de cosas en el que ciertas personas no podían ejercer ese derecho. Por supuesto que silenciar a quienes sostienen ciertas opiniones ofensivas o excluyentes puede no ser la mejor medida para combatirlas, pero debe haber una posibilidad de impugnarlas, algo que cierto antiwokismo pretende impedir; quiere que no se cancele a quien ha gozado inveteradamente de la potestad de cancelar.

La crítica a la corrección política y a la cultura de la cancelación son solo marcos de combate estratégicos para la agenda conservadora de las nuevas derechas, cuya repetición ha conseguido que se instale incluso en buena parte del mainstream liberal. Se trata del típico conservadurismo que presenta como defensa de la libertad el mantenimiento de un statu quo que discrimina a tantas personas y grupos enteros. Se habla de la cultura de la cancelación para no tener que hablar de aquello que ese movimiento, con mayor o menor acierto, pretende superar. Los conservadores se escandalizan de que se haya cancelado a un autor que utilizaba en el pasado expresiones racistas sin que les escandalice la persistencia del racismo; critican lo que interpretan como una censura (en ocasiones lo es y sin ninguna justificación), pero parecen desconocer que ese arte cuya libertad ahora dicen defender ha estado siempre estructurado por normas que excluían por principio a muchas personas del mundo de la cultura. No se trata, por supuesto, de sustituir las cancelaciones de antes por otras, sino de que sea posible la crítica a cualquier intento de exclusión, incluido el que se esconde bajo la apariencia de normalidad. CONTINUAR LEYENDO

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