En la conferencia de Ignacio Sánchez Galán se constató algo frecuente entre las personas con privilegios: cómo tienden a considerarse merecedoras de su buena suerte pero, a su vez, consideran que las personas menos afortunadas se merecen la suyo
A esta altura de la semana ya os habréis enterado de que igual sois “tontos”. Puede que, incluso, os hayáis sentido “zaheridos” por tal calificativo. Si no os habéis enterado consultad vuestra factura de la luz porque el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, considera que los clientes que siguen con la tarifa regulada, el PVPC, son tontos. Se calcula que son más de 10 millones de hogares en España los que tienen esa tarifa, en lugar de estar en el mercado regulado, donde las tarifas se negocian entre los usuarios y las empresas comercializadoras. Históricamente, el precio regulado ha sido más barato que el de los mercados libres, pero los últimos meses se ha encarecido bastante, a expensas de que se tope el precio del gas. Además, se da la circunstancia de que las personas vulnerables, para poder pedir y beneficiarse del bono social en la factura de la luz, tienen que tener esa tarifa regulada como uno de los requisitos.
Tras la lógica indignación de usuarios y no usuarios, de la bobalicona masa social regulada y no regulada, la cuenta oficial de Iberdrola compartió esta rectificación: “Ignacio Galán, presidente de Iberdrola, desea pedir sinceras disculpas en el caso de que alguien se hubiera sentido ofendido por las frases expresadas de forma coloquial, que no tratan de zaherir a nadie, y manifiesta su máximo respeto por todos los consumidores”. De la disculpa oficial en cuestión se deducen dos cosas. La primera: si “tonto” nos ha molestado es porque fue expresado de manera coloquial, tal vez si nos hubiese llamado “botarates”, “estultos” o “bucéfalos” nos habría dolido menos. Y la segunda: cualquier “sinceras disculpas” que preceda a un “en el caso de que alguien se hubiera sentido ofendido” demuestra que las disculpas contienen de todo menos sinceridad.
Hay otro factor en esa conferencia desde la fábrica de baterías de Volkswagen en Sagunto que indigna casi o más que la propia frase del presidente de Iberdrola: las risas cómplices. La risotadas de la grada, –especialmente las del presidente de la multinacional alemana, Herbet Diess, a su lado en la intervención–, los que aplauden la temeridad, como quien asiste a un concierto de música y pide que salgan a tocar los bises. En ese acto se dieron todos los elementos que conforman los mecanismos del bullying: el que lo practica y los que lo jalean.
En la conferencia de Ignacio Sánchez Galán también se constató algo bastante frecuente entre las personas con privilegios: cómo tienden a considerarse merecedoras de su buena suerte pero, a su vez, consideran que las personas menos afortunadas se merecen la suya. Es el camino más sencillo para dar un sentido a la desigualdad; o, mejor dicho, para justificarla. Si la desigualdad es algo que te has ganado por no ser espabilado, por no ser listo como yo, entonces tú te mereces tu situación económica y yo mantengo mis privilegios intactos sin cuestionamientos morales. Por supuesto, uno puede ser extraordinariamente rico y no exhibir estos patrones, o ser pobre y exhibirlos, pero es habitual esa falta de empatía del que mira desde arriba hacia abajo. A fin de cuentas, si bien hay fuerzas económicas que contribuyen a crear desigualdades económicas, existen fuerzas aún mayores para conseguir que estas se mantengan.
No obstante, Sánchez Galán podría tener algo de razón. Igual somos tontos por no plantar cara al abuso energético uniéndonos socialmente. Igual somos tontos por no reclamar la necesaria pedagogía sobre las tarifas de la luz, que leemos como si estuviésemos desentrañando el Ulises en griego antiguo un día de resaca. En cualquier caso, siempre mejor tontos, aunque tengamos que decidir a qué horas poner lavadoras o encender hornos, que usureros. Y, además, nunca será lo mismo ser tonto que hacérselo; ni nunca será lo mismo ser listo que pretender parecerlo.
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