miércoles, 8 de enero de 2025

Entrevista a Beatriz Ranea: “Ningún partido político se atreve realmente a tocar la prostitución”. Isabel Valdéz, El País 21 DIC 2024

La socióloga aboga por un cambio de foco en la política para afrontar este problema estrechamente ligado a la trata y la explotación sexual en el que también se ponga en el centro a los hombres prostituidores

“Voy a intentar sintetizar” es lo que siempre dice Beatriz Ranea (39 años, “madrileña de identidad mostoleña”), pero los temas sobre los que habla, escribe y enseña en la Universidad Complutense de Madrid esta doctora en Sociología no son exactamente fáciles ni resumibles. El título de su último libro da una idea, Puteros: hombres, masculinidad y prostitución, publicado por Catarata el año pasado. También da una idea del cambio de foco que cree que es necesario en torno a la prostitución, la explotación sexual y la trata, tres cuestiones estrechamente ligadas que llevan varios años en medio del debate político porque mientras el consenso es obvio en cuanto a la erradicación de la trata de seres humanos y la explotación sexual, no lo es para la prostitución: ¿mayoría abolicionista?, sí, pero también regulacionismo.

... Pregunta. Uno de los motivos son las diferencias políticas dentro de la izquierda sobre cómo afrontarla, abolición frente a regulación, pero, ¿qué más hay?

Respuesta. No termina de cerrarse porque es una cuestión que toca la raíz de las desigualdades de sexo y género, de clase, origen, etnicidad. También porque en España contamos con una cultura putera muy arraigada, y con una industria de la explotación sexual muy fuerte y muy bien asentada. Para atreverse a cambiar todo lo que hay que remover para abordar de forma integral la prostitución, hace falta mucha voluntad política y una mirada transformadora.

P. ¿Y no existen?

R. Creo que nadie, ningún partido político, se atreve realmente a tocar la prostitución, a mirar en profundidad la situación que atraviesan las mujeres, que siguen siendo consideradas como las nadies, ni a acabar con ese privilegio masculino que es tener la libertad de acudir a los espacios de prostitución y pagar por tener a mujeres sexualmente disponibles para ellos.

... P. Sería así más fácil ver cómo se ajustan a la realidad las distintas posiciones, las de quienes defienden que la inmensa mayoría de las mujeres en prostitución son víctimas de trata y explotación y quienes insisten en que no es tan inmensa esa mayoría y muchas lo hacen libremente, como un trabajo más.

R. Al final el debate gira en torno a esto, a la libertad de las mujeres para prostituirse. ¿Las hay que realmente se dedican a eso porque quieren? Las hay, pero cuántas son. ¿Son muchas, pocas, en comparación a todas las que son prostituidas, explotadas? No parece, no lo sabemos. Y entre las que sí, las que quieren, cómo y por qué quieren. Porque en esta sociedad, a todas y todos nos atraviesan condiciones que nos abocan a firmar contratos precarios, por ejemplo, o a acabar en determinados contextos, como pueden ser los de prostitución. Las condiciones económicas y sociales de todas, las específicas de las migrantes, la discriminación, la exclusión social o la situación de las mujeres trans, que no es casualidad que en prostitución nos encontremos a tantas mujeres trans. ¿Qué libertad es esa? Eso no es libertad. Es supervivencia. Pero preguntémonos otra cosa.

P. Cuál.

R. Qué libertad tienen los hombres, cómo y por qué la usan para elegir demandar prostitución. Creo que esta es la gran pregunta porque cambia el enfoque, la mirada, y somete a una gran contradicción a las personas que desde posiciones de izquierdas defienden la regulación de la prostitución. Al final, defender la regulación de la prostitución es normalizar también la demanda de prostitución. El debate tiene que dejar de girar solo en torno a ellas, hay que incorporar al debate a los hombres, sino ellos acaban desapareciendo de la cuestión.

P. ¿Con qué consecuencias?

R. Con las del impacto que tiene la existencia de la prostitución en el desarrollo de una sociedad más igualitaria. Es un muro infranqueable. El modelo de masculinidad, que puede sentirse más interpelado fuera de los contextos de prostitución, se ve reafirmado en ellos. Ahí se refuerzan los privilegios masculinos que fuera tanto estamos criticando, justo en este momento, en el que hablamos más que nunca antes de la necesidad de transformación de la masculinidad.


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