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Zainab Abu Haleeb, una niña palestina de cinco meses completamente desnutrida, recibe tratamiento en el hospital Nasser en Jan Yunis. |
Usted, tranquilo, que esto no va con usted. Las costillas de esa bebé desnutrida no son las suyas, ni siquiera son las costillas del mundo ni, por lo tanto, las de Europa. Tampoco son las costillas de la decencia ni de la moral públicas, son unas costillas individuales, unas costillas de cartílago, ya que no han comenzado a osificar. Resultan fáciles de ver porque el esqueleto asoma con el hambre y eso es lo que le pasa a la niña, que tiene hambre. Lleva muchos días sin comer por decisión de algún general de ejército judío, uno de los más poderosos del mundo. La pequeña, según Netanyahu, pertenece a una organización terrorista que hay que exterminar. Mientras lo logra o no, va aniquilando cualquier vestigio de vida que se atraviesa en su camino.
Ahora le ha tocado a esta bebé cuyas piernecitas parecen las patitas de un pájaro perfectamente a juego con el rostro afilado y envejecido, que son signos también de la penuria que la consume. Como la fotografía tiene sus límites, en la imagen no se aprecia, pero lo más probable es que, además del abdomen hinchado, tenga la piel seca, lo que provoca una picazón insoportable. Llora también por eso, por la picazón y por las agujas con las que la mantienen intubada. Conocido su estado, es casi imposible que llegue a gatear algún día, que llegue a hablar, que se llegue a sentar. Ocupará un espacio minúsculo en un agujero hecho en el mismo suelo sobre el que quizá, una vez exterminados todos los gazatíes, se levante una urbanización de lujo en la que los ricos de este mundo puedan pasar al fin unos días de descanso. De eso va todo.
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